Cómo hacer frente al acoso
“[El acoso] es una conducta aprendida, y todo lo que se aprende puede desaprenderse.”—Doctora C. Sally Murphy.
TANTO el acosador como su víctima precisan ayuda. El primero tiene que aprender a relacionarse con los demás sin abusar de su poder, y el segundo necesita sugerencias prácticas que le ayuden a lidiar con el problema.
Con frecuencia, quienes recurren a la intimidación no saben tratar a los demás y son incapaces de ponerse en el lugar de sus víctimas. Necesitan, por tanto, que alguien los observe de cerca y les enseñe a comunicarse adecuadamente. El libro Take Action Against Bullying señala: “A menos que aprendan y adopten nuevas pautas de conducta, nunca dejarán de hostigar a otras personas. Intimidarán a su pareja, a sus hijos y posiblemente a sus subordinados”.
Enseñe a sus hijos a no ser abusones
Enseñar a los niños desde pequeños a demostrar empatía puede evitar que se conviertan en unos abusones. Por tal razón, maestros de distintos países están practicando un nuevo método educativo denominado educación emocional, cuyo objetivo es ayudar a los alumnos desde temprana edad —empezando desde los cinco años— a comprender los sentimientos ajenos y a tratar al prójimo con bondad. Aunque todavía no se han recopilado muchos datos estadísticos sobre los efectos de dicho método a largo plazo, los primeros resultados indican que los niños con los que se ha probado son menos agresivos que los demás.
Ahora bien, los padres no deben esperar que un programa escolar se encargue totalmente de la educación emocional de sus hijos. Si usted no quiere que su hijo se convierta en un acosador, tiene que enseñarle, de palabra y con el ejemplo, a tratar a la gente con dignidad y respeto. ¿De qué ayuda dispone? Seguramente tiene a su alcance un excelente —aunque subestimado— manual educativo: la Palabra de Dios, la Biblia. ¿Cómo puede serle de utilidad?
Para empezar, la Biblia muestra con claridad el sentir de Dios sobre el acoso: lo detesta. Dice respecto a Él: “Su alma ciertamente odia a cualquiera que ama la violencia” (Salmo 11:5). Por otro lado, las Escrituras indican que Dios sabe muy bien lo que está sucediendo. Señalan, por ejemplo, que el Creador sintió pesar, o dolor, “a causa de [los] opresores y de los que [...] trataban a empujones” al pueblo de Israel (Jueces 2:18). De hecho, en numerosas ocasiones castigó a quienes abusaban de su poder y maltrataban a los débiles e indefensos (Éxodo 22:22-24).
La Biblia también explica cómo mostrar empatía. A este respecto, Jesús nos brindó el siguiente consejo, quizá el más famoso de la historia: “Todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos” (Mateo 7:12). Enseñar a los niños a amar la Regla de Oro y vivir en consonancia con ella no es tarea fácil. Al contrario, en vista de la tendencia infantil hacia el egocentrismo, requerirá de usted mucho esfuerzo, persistencia y un buen ejemplo. Sin embargo, dicho empeño merece la pena. Si sus hijos aprenden a ser bondadosos y compasivos, la mera idea de maltratar a alguien les será repulsiva.
Ayuda para las víctimas
Las víctimas del acoso —en especial los jóvenes— afrontan un gran reto: mantener el equilibrio emocional bajo presión. Si alguien lo está hostigando a usted, tenga presente que su objetivo es hacerle perder el control, ponerlo furioso o aterrorizarlo. Si se encoleriza o si rompe a llorar y expresa su dolor o temor, está dándole al acosador lo que desea, y posiblemente este intentará provocarlo para que reaccione de la misma forma una y otra vez.
¿Qué puede hacer? Preste atención a las siguientes recomendaciones. Aunque están escritas pensando principalmente en los jóvenes, los principios contenidos en ellas también son útiles para los adultos que sufren acoso.
◼ Mantén la calma; no cedas a la ira. La Biblia da este sabio consejo: “Depón la cólera y deja la furia” (Salmo 37:8). Si pierdes los estribos, el acosador te controlará, y es probable que hagas cosas de las que luego te arrepientas (Proverbios 25:28).
◼ Intenta no abrigar deseos de venganza. Las represalias a menudo tienen un efecto contrario al deseado. De todos modos, desquitarse no reporta verdadera satisfacción. Una joven a la que golpearon cinco chicas cuando tenía 16 años recuerda: “Me prometí a mí misma que me vengaría. Así que pedí ayuda a mis amistades, y les dimos un escarmiento a dos de las muchachas que me habían atacado”. ¿Qué efecto tuvo dicha acción en ella? “Sentí un gran vacío en mi interior”, comenta. A partir de entonces, su propia conducta empeoró. Recuerda, pues, estas sabias palabras de la Biblia: “No devuelvan mal por mal a nadie” (Romanos 12:17).
◼ Si la situación comienza a ponerse muy tensa, márchate enseguida. Las Escrituras dicen: “Antes que haya estallado la riña, retírate” (Proverbios 17:14). Y de ser posible, procura evitar a quienes tienden a acosar a los demás. Proverbios 22:3 señala: “Sagaz es el que ha visto la calamidad y procede a ocultarse, pero los inexpertos han pasado adelante y tienen que sufrir la pena”.
◼ Si el acoso persiste, quizás tengas que hablar claro con tu agresor. Escoge un momento en el que estés tranquilo, mírale a los ojos y dirígete a él en un tono firme y calmado. Dile que no te gusta lo que está haciendo, que no es divertido y que te causa dolor. No lo insultes ni lo provoques (Proverbios 15:1).
◼ Habla con un adulto responsable y comprensivo acerca de tu problema. Sé específico y pídele que te ayude. Haz lo mismo cuando le ores a Dios, quien puede ser una maravillosa fuente de consuelo y ayuda (1 Tesalonicenses 5:17).
◼ Reconoce tu valía como persona. El agresor quizá desee que pienses que no vales nada y que te mereces que te traten así. Pero él no es tu juez, lo es Dios, y él busca lo bueno que hay en cada uno de nosotros. De modo que es tu hostigador el que se rebaja con este tipo de comportamiento.
Padres, protejan a sus hijos
Los padres también han de enseñar a sus hijos desde temprana edad a saber tratar con los abusones. Por ejemplo, pueden ensayar con ellos cómo demostrar seguridad en sí mismos.
Incluso la postura —caminar erguido— envía un mensaje sutil que disuade a algunos acosadores. También es útil mirar directamente a los ojos, dejar las manos y los brazos relajados y hablar con voz firme. Los padres deben enseñar a sus hijos a marcharse cuando sea necesario, a evitar a los abusones y a pedir ayuda a un adulto de confianza, como por ejemplo a un maestro.
Para acabar con el acoso es fundamental educar a la familia. Los padres que dedican tiempo a sus hijos y escuchan con paciencia y empatía sus preocupaciones infunden en ellos la seguridad de que se les necesita, se les ama y se les apoya. Muchos profesionales en el campo de la crianza de los hijos y los problemas entre niños animan a los padres a inculcar en sus pequeños una opinión positiva de sí mismos. Esta actitud saludable los hace un blanco menos atrayente para los abusones.
Ahora bien, hablar con los hijos no es suficiente. Todos los miembros de la familia tienen que aprender a tratar a los demás con respeto y dignidad y a cultivar la cualidad de la empatía. Así pues, los padres no deben permitir la intimidación en su hogar. Este ha de ser un refugio seguro donde reinen el amor y el respeto.
El fin del acoso
“El hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo.” (Eclesiastés 8:9.) Así resume la Biblia la historia del mundo. En efecto, el acoso ha afligido a la humanidad durante miles de años. Un escritor bíblico dijo: “Yo mismo regresé para poder ver todos los actos de opresión que se están haciendo bajo el sol, y, ¡mira!, las lágrimas de aquellos a quienes se oprimía, pero no tenían consolador; y de parte de sus opresores había poder, de modo que no tenían consolador” (Eclesiastés 4:1).
Sin embargo, Dios ve todos los casos de hostigamiento que se producen en el mundo y se compadece de los oprimidos. Pero ¿hará algo al respecto? Desde luego que sí. Observe la siguiente promesa divina, recogida en Miqueas 4:4: “Realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar; porque la boca misma de Jehová de los ejércitos lo ha hablado”.
Piense en cómo será el mundo cuando esta promesa se cumpla. No habrá nadie que haga temblar a otros de miedo: el acoso habrá desaparecido. ¿No le atrae la idea? Pero Dios no se ha limitado a prometernos tan maravilloso futuro. En la actualidad se lleva a cabo en todo el mundo un programa educativo sumamente eficaz, con el que se están cosechando muy buenos resultados. Mediante dicho programa se enseña a las personas a vencer sus tendencias agresivas, a convivir en paz con los demás y a tratar al prójimo con respeto y dignidad (Efesios 4:22-24). Muy pronto, los efectos de esta excepcional instrucción se percibirán por toda la Tierra, y el problema del acoso desaparecerá. Se cumplirán las promesas de Dios recogidas en la Biblia, y todas las personas disfrutarán de una vida feliz en un mundo sin acoso.
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No hay nada de vergonzoso en marcharse cuando lo acosan a uno
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En un sano ambiente familiar, los niños aprenden a afrontar todo tipo de acoso
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Enseñe a sus hijos a hablar a los abusones con claridad y firmeza, pero con tacto