Jueves 23 de septiembre
Jehová Dios pasó a formar al hombre del polvo del suelo y a soplarle el aliento de vida en la nariz (Gén. 2:7).
Aunque Jehová nos hizo del polvo del suelo, valemos mucho más que un puñado de tierra. Veamos algunas razones por las que sabemos que somos valiosos para Dios. Por ejemplo, nos creó con la capacidad de reflejar sus cualidades (Gén. 1:27). De ese modo, nos colocó por encima del resto de la creación física, de modo que nos puso a cargo de la Tierra y los animales (Sal. 8:4-8). La humanidad siguió siendo valiosa para Jehová incluso después del pecado de Adán. Somos tan importantes para él que dio a su Hijo, Jesús, como sacrificio por nuestros pecados (1 Juan 4:9, 10). Gracias al rescate, Dios resucitará a los que han muerto por culpa del pecado de Adán, tanto a justos como a injustos (Hech. 24:15). Su Palabra muestra que el valor que tenemos para él no depende de nuestra salud, situación económica o edad (Hech. 10:34, 35). w20.01 3:5-6
Viernes 24 de septiembre
Ocúpense de sus propios asuntos (1 Tes. 4:11).
La llamada celestial no se hereda; se recibe de Dios (1 Tes. 2:12). Así que no hagamos preguntas que puedan hacer que otros se sientan mal. Por ejemplo, nunca le preguntemos a la esposa de un ungido cómo se siente al pensar en vivir para siempre en la Tierra sin su esposo. Al fin y al cabo, estamos convencidos de que en el nuevo mundo Jehová va a satisfacer el deseo de todos los seres vivos (Sal. 145:16). Por otro lado, cuando no tratamos a los ungidos como si fueran más importantes que los demás, nos protegemos a nosotros mismos. ¿Cómo? Según la Biblia, algunos ungidos podrían volverse infieles (Mat. 25:10-12; 2 Ped. 2:20, 21). Pero, si somos de los que no “admiran personalidades”, nunca seremos seguidores de hombres, aunque sean ungidos, muy conocidos o lleven muchos años sirviendo a Jehová (Jud. 16, nota). Así, si ellos se vuelven infieles o dejan la congregación, nosotros no perderemos la fe ni abandonaremos a Jehová. w20.01 5:9-10
Sábado 25 de septiembre
Imiten a Dios como hijos amados (Efes. 5:1).
Como somos “hijos amados” de Jehová, hacemos todo lo posible por copiar su ejemplo. Imitamos sus cualidades siendo cariñosos y amables, y perdonando a los demás. Cuando las personas que no conocen a Dios ven nuestra buena conducta, puede que sientan el deseo de aprender más sobre él (1 Ped. 2:12). Los padres cristianos tienen un buen motivo para tratar a sus hijos igual que Jehová nos trata a nosotros. Si lo hacen, sus hijos tal vez quieran también ser amigos de nuestro cariñoso Padre. Nosotros estamos orgullosos de nuestro Padre celestial y deseamos que otros lo conozcan. Nos sentimos como el rey David, que escribió: “Con orgullo hablaré de Jehová” (Sal. 34:2). Pero puede ocurrir que algunos seamos tímidos y no nos atrevamos a hablar de él. ¿Qué nos ayudará en ese caso? Centrarnos en lo feliz que podemos hacer a Jehová y en lo mucho que se benefician quienes lo conocen. Él nos dará la valentía que necesitamos. Tal como ayudó a nuestros hermanos del siglo primero, también nos ayudará a nosotros (1 Tes. 2:2). w20.02 7:12-13