4D “Tártaro”
2Pe 2:4.—“Al echarlos en el Tártaro”
Gr.: Tar·ta·ró·sas; lat.: de·trác·tos in Tár·ta·rum;
sir.: ‛a·guen ’e·nun beThaj·ta·ya·tha’
“Tártaro” se halla solamente en 2Pe 2:4. Está incluido en el verbo griego tar·ta·ró·o y, por eso, al verter el verbo se ha usado la frase: “al echarlos en el Tártaro”.
En la Ilíada, del poeta antiguo Homero, la palabra tár·ta·ros denota una prisión subterránea que está tan por debajo del Hades como la tierra lo está del cielo. Los que estaban confinados allí no eran almas humanas, sino los dioses menores —espíritus— a saber: Crono y los demás Titanes que se habían rebelado contra Zeus (Júpiter). Era la prisión que habían establecido los dioses míticos para los espíritus a quienes habían echado de las regiones celestiales, y se hallaba más abajo del Hades donde se creía que se confinaba a las almas humanas al ocurrir la muerte. En la mitología, tár·ta·ros era la más baja de las regiones inferiores y un lugar de oscuridad. Envolvía a todo el mundo inferior tal como los cielos envolvían todo lo que estaba sobre la tierra. Por lo tanto, en la mitología griega pagana se decía que tár·ta·ros era un lugar donde encerrar, no a almas humanas, sino a espíritus titánicos, y un lugar de oscuridad y rebajamiento.
En Job 40:20 de LXX leemos lo siguiente acerca de Behemot: “Y cuando ha subido a una montaña empinada, él causó gozo a las criaturas de cuatro patas de la profundidad [ἐντῷ ταρτάρῳ (“en el tártaro”)]”. En Job 41:31, 32 (41:23, 24, LXX) leemos lo siguiente acerca de Leviatán: “Él hace que la profundidad hierva como una caldera de latón; y considera el mar como una vasija de ungüento, y la parte más baja de la profundidad [τὸν ὁὲ τάρταρον τῆς ἀβύσσου (“el tártaro del abismo”)] como cautivo: cuenta como campo suyo la profundidad”. El uso de tár·ta·ros en estos versículos de LXX muestra claramente que la palabra se utilizaba para significar un lugar bajo, sí, la “parte más baja” del abismo.
Las Escrituras inspiradas no indican que se eche en el tár·ta·ros a almas humanas, sino que allí hay solo criaturas de la región espiritual, a saber, “los ángeles que pecaron”. El que se les haya echado en el tár·ta·ros denota el más profundo rebajamiento para ellos mientras todavía están vivos. Esto les sirve de castigo por su pecado de rebelión contra el Dios Altísimo. El apóstol Pedro relaciona la oscuridad con la condición baja de ellos, y dice que Dios “los entregó a hoyos de densa oscuridad para que fueran reservados para juicio”. (2Pe 2:4.)
En las tradiciones mitológicas acerca de Crono y los dioses titánicos rebeldes, los paganos presentaron un cuadro deformado del rebajamiento de los espíritus rebeldes. Por contraste, el uso que Pedro da al verbo tar·ta·ró·o, “echar en el Tártaro”, no significa que “los ángeles que pecaron” fueron echados en el Tártaro mitológico pagano, sino que fueron rebajados por el Dios Todopoderoso del lugar celestial que ocupaban y de sus privilegios y fueron entregados a una condición de la más profunda oscuridad mental respecto a los brillantes propósitos de Dios. Además, solo tenían una perspectiva oscura en cuanto a lo que al fin les sucedería, que, como muestran las Escrituras, es destrucción eterna junto con su gobernante, Satanás el Diablo. Por lo tanto, Tártaro denota la condición más baja de rebajamiento para aquellos ángeles rebeldes.
En las Escrituras inspiradas el Tártaro no tiene relación alguna con el Hades, que es el sepulcro común de los muertos humanos. No se asocia a los ángeles pecadores y las almas humanas muertas en el tár·ta·ros como un lugar de tormento consciente eterno para criaturas. El Tártaro pasará cuando el Juez Supremo destruya a los ángeles rebeldes que actualmente se hallan en esa condición de rebajamiento.