La nave espacial Tierra en grave aprieto
“¡TODO sistema listo!” Estas fueron palabras tranquilizadoras para los tres astronautas a bordo de la astronave Apolo 13 cuando se hallaba en posición para su travesía de ida y vuelta a la Luna. El éxito de la misión dependía de los intrincados sistemas sustentadores de la vida en la nave espacial; éstos tendrían que funcionar con exactitud a través de su viaje de casi 800.000 kilómetros. El abastecimiento de oxígeno, agua y electricidad tendría que ser manejado cuidadosamente con economía. Si un sistema se descomponía podría descomponer otros sistemas y poner en peligro la vida de los hombres.
Es cierto que apenas escaparon de un desastre. Pero por medio de mantener comunicación constante con el Centro de Control Terrestre, y acatar estrictamente sus instrucciones, la nave y la tripulación fueron traídos sanos y salvos de nuevo a la Tierra.
En realidad nuestra Tierra es una gigantesca astronave que se encuentra en aprietos, a medida que se desequilibra el ambiente físico de la Tierra. No siempre fue así. Cuando el Creador puso “pasajeros” humanos perfectos en la Tierra, todos los sistemas sustentadores de la vida en la Tierra estaban listos y funcionando en completa armonía. Todo se hallaba en equilibrio perfecto. Dios hizo esta declaración formal tranquilizadora: ‘Está muy bueno.’—Gén. 1:31.
Para el bien de estos primeros habitantes humanos de la Tierra, Dios les dio ciertas instrucciones. La obediencia a éstas los mantendría en un derrotero seguro en el cual ‘tendrían en sujeción toda la tierra’ y ‘cultivarían y cuidarían’ su ambiente.—Gén. 1:26; 2:15.
Todos los sistemas sustentadores de la vida en la Tierra habían sido diseñados de manera que respondieran a la superintendencia amorosa del hombre. Todo el globo terráqueo habría de llegar a ser un paraíso hermoso del que disfrutaría eternamente una raza humana perfecta. Solo la desobediencia a su Creador desequilibraría al hombre y a su ambiente.
El primer hombre desobedeció a su Creador y empezó a hacer las cosas de acuerdo con su propia sabiduría. Esto inició la larga cadena de sucesos que nos ha traído hasta los pocos años que le quedan a este sistema de cosas y a una contaminación ambiental que ahora amenaza a toda forma de vida en este planeta.
Preocupación por el ambiente
Los científicos reconocen que el arreglo sustentador de la vida del ambiente del hombre se compone de muchas partes relacionadas entre sí. El estudio de estas partes se llama “ecología.” Este es el ramo de la biología que trata de las relaciones que las cosas vivientes tienen unas con otras y con su ambiente. A los científicos que estudian estas relaciones se les llama “ecólogos.”
Hoy los ecólogos deploran la falta general de discernimiento tocante a lo mucho que depende la vida humana de mantener equilibrado el ambiente de la Tierra. Comprenden que si se desequilibra un aspecto del ambiente de la Tierra, esto a su vez afectará a otros, perjudicando al hombre y a otras criaturas vivientes.
En consecuencia, se está expresando preocupación por nuestro ambiente en los niveles más encumbrados del gobierno humano. Por ejemplo, el presidente Nixon, de los Estados Unidos, en su Mensaje sobre el Estado de la Unión a principios de 1970, dijo: “La gran cuestión de los años 70 es: ¿Entregaremos nuestros alrededores o haremos las paces con la naturaleza y comenzaremos a hacer reparaciones por el daño que le hemos hecho a nuestro aire, a nuestra tierra y a nuestra agua?”
Sin embargo, muchos científicos bien informados creen que queda poco tiempo, o ninguno ya, para efectuar una inversión de la rápida tendencia hacia el naufragio ambiental total de la nave espacial Tierra.
La atmósfera en peligro
Sin aire no podemos vivir. El aire puro se compone de 78 por ciento de nitrógeno, 21 por ciento de oxígeno y 1 por ciento dividido entre argón, vapor de agua y bióxido de carbono. El mantenimiento del equilibrio envuelve el uso y la renovación de estos gases por la vida vegetal, del suelo, animal y humana.
Un ejemplo dramático de este maravilloso entrelazamiento del aire, la vida en el suelo, la vida vegetal, la animal y la humana se ve en el ciclo del nitrógeno. El nitrógeno es un requisito en la alimentación de todas las plantas y las criaturas carnales, pero no se puede asimilar en su estado natural. Sin embargo, las bacterias fijadoras de nitrógeno del suelo obtienen este gas del aire con maravillosa eficacia y lo transforman en alimento para las plantas. A su vez, animales y hombres se alimentan de las plantas. Cuando éstos mueren, otras bacterias entran en acción para descomponer las plantas y la carne muertas. El resultado es amoníaco.
Los pasos restantes que completan el ciclo se logran por dos distintos grupos bacterianos. El primero cambia el amoníaco en nitratos y el otro despide nitrógeno libre a la atmósfera. Una interreacción vital parecida a ésa se ve entre la vida vegetal y el aire por el modo en que las plantas obtienen anhídrido carbónico o bióxido de carbono por sus hojas y despiden oxígeno. El no estorbar ese sistema excelentemente equilibrado puede asegurarnos un abastecimiento duradero de aire limpio y saludable.
En vez de tratar con bondad su ambiente atmosférico, el hombre lo ha usado como basurero. Desde que comenzó la llamada era industrial ha arrojado en él centenares de millones de toneladas de sustancias contaminantes, pensando que las corrientes de aire se las llevarían al espacio ilimitado. No se pensó en lo que pudiera suceder en el mañana, pero es como dijo en una ocasión un famoso escritor: “Tarde o temprano, todo el mundo se sienta a la mesa para un banquete de consecuencias.”
Parece que el hombre está sentado ahora a la mesa para ese “banquete.” La revista Time del 2 de febrero de 1970 declaró: “Lo que la mayoría de los norteamericanos inhalan ahora se acerca más a suciedad ambiental que a aire.” El Star Weekly de Toronto del 11 de abril de 1970 lo llamó el “Aire de gases de escape.” Se dice que los automóviles son los delincuentes principales, pues causan aproximadamente el 60 por ciento de toda la contaminación del aire en las ciudades norteamericanas. ¡Sin embargo, un solo avión de reacción despide una cantidad de sustancias contaminantes que equivale a la que emiten mil automóviles! La industria estadounidense vomita 172 millones de toneladas de humo y gases al aire cada año. ¡Cuando se examinó recientemente la “suciedad ambiental” de la atmósfera de Nueva York, se demostró que la persona que vive en esa ciudad inhala diariamente la misma cantidad de vapores venenosos que si fumara treinta y ocho cigarrillos al día!
En 1968, un meteorólogo prominente, Morris Neiburger, mostró lo crítico de la situación al decir:
“Es patente que a medida que aumente la cantidad de contaminación . . . se alcanzará una etapa en que los procesos de limpieza de la atmósfera ya no serán adecuados para purificar el aire antes de que llegue o regrese a fuentes donde reciba más contaminación. . . . A medida que pase el tiempo aumentará entonces la cantidad de contaminación por todo el mundo. Con el tiempo la concentración de sustancias tóxicas llegará a concentraciones letales, o las excederá, y la vida en la Tierra pasará.”
Con la llegada de unidades urbanas de enorme tamaño y carreteras cada vez más grandes para acomodar el número aumentante de automóviles, el arreglo equilibrado entre las plantas, el aire y el suelo sufre estorbo peligroso. Se calcula que unas 400.000 hectáreas de terreno se añaden cada año a los aproximadamente 24 millones de hectáreas de los Estados Unidos que ya no producen plantas ni árboles debido a las carreteras y la urbanización general. Ahora se nota que los ciclos del oxígeno y el nitrógeno no están funcionando eficazmente. La atmósfera se está sobrecargando de gases venenosos como monóxido y bióxido de carbono, además de óxidos de nitrógeno (que causan irritación de los ojos e infección). Los insecticidas han causado estragos en las vitales bacterias del suelo y en los insectos que son útiles para las plantas, además de haber contribuido a la contaminación del aire en general.
Con razón la revista Life del 3 de enero de 1970 declaró: “Los científicos tienen sólida evidencia experimental y teórica que apoya . . . pronósticos” como: “En una década, los moradores de las ciudades tendrán que ponerse máscaras contra gases para sobrevivir a la contaminación del aire,” y el “aumento del bióxido de carbono en la atmósfera afectará la temperatura de la Tierra, y el resultado será inundación en masa o una nueva edad de hielo.”
¿No le parece a usted que sería sabio que la humanidad manejara con economía esos recursos atmosféricos que menguan rápidamente, como hicieron los astronautas cuando fallaron algunos de sus sistemas sustentadores de la vida?
¿Está seguro nuestro abastecimiento de agua?
Algunas personas se inclinarían a contestar Sí a esa pregunta, señalando al hecho de que en la actualidad el 71 por ciento de la superficie de la Tierra está cubierto de agua. Sin embargo, en realidad poco menos del 1 por ciento de los aproximadamente 1.355 millones de kilómetros cúbicos de agua del globo terráqueo está disponible para uso del hombre. Si eso llega a estar contaminado, ¿entonces qué? El hombre tiene que recordar que tampoco puede vivir sin agua. No quiere llegar a ser como el marinero que naufragó y que dijo: “¡Agua, agua por todas partes, pero ni una sola gota para beber!” Por desgracia, ésa es casi la situación en que se encuentra hoy el hombre mientras mengua el abastecimiento de agua limpia.
Ahora bien, ¿a qué se debe esta situación? A que los ríos se han usado como zona en la cual tirar desechos humanos e industriales. Hasta recientemente los ríos y los lagos han podido purificarse. Sin embargo, cuando se abusa de este sistema de autopurificación y éste ya no puede funcionar en equilibrio apropiado, estas fuentes de agua pierden sus preciosas cualidades sustentadoras de la vida.
El lago Erie, en la frontera entre el Canadá y los Estados Unidos, es un ejemplo sobresaliente de lo que sucede cuando el agua se sobrecarga de sustancias contaminantes. Este lago otrora hermoso ha quedado tan sucio debido a desperdicios humanos e industriales además de los fosfatos y nitratos químicos, que los ecólogos dicen que está “agonizando.” Los fosfatos de los detergentes, después de haber dejado la ropa resplandecientemente blanca, van a dar al lago para promover una multiplicación excesiva de algas (lo mismo que hacen los nitratos de los abonos). Cuando el alga verde viscosa muere y comienza a descomponerse, utiliza tanto oxígeno que la acción bacteriana que anteriormente podía limpiar los desperdicios orgánicos del lago queda inutilizada. Esto también aplica a los ríos.
Podría suponerse que, debido a la inmensidad de los océanos, los problemas de la contaminación oceánica serían mínimos. No es así. El 19 de febrero de 1970 el senador estadounidense Gaylord Nelson advirtió que nuestros océanos podrían verse envueltos en un desastre. Dijo: “Como todos los otros sistemas del planeta, el mar es un ambiente frágil. . . . Trastórnense los intrincados sistemas ecológicos del océano y se correrá el grave riesgo de desequilibrar todos los sistemas naturales tan seriamente que el planeta ya no sustente ninguna vida. . . . Ya estamos en camino a causar daño drástico y duradero al océano y el ambiente.”
Esto lo confirman estudiantes de este asunto que advierten que la entera ecología del océano puede ser drásticamente trastornada en otros cinco años. Prevén que se obtendrá menos alimento de los océanos. Aun ahora, toda clase de peces y vida animal de los mares está afectada, ¡incluso los pingüinos de la Antártida! ¿Hay alguna razón en particular para esto?
Estudios recientes indican que el insecticida DDT, llevado hasta los cabos de la Tierra por las corrientes oceánicas, es contribuyente principal a este posible desastre ecológico. El DDT retarda el proceso de fotosíntesis, el proceso mediante el cual las plantas verdes hacen disponible la energía del Sol a las criaturas vivientes. Toda la vida vegetal y animal de los mares depende de este proceso.
Especialmente significativa es la amenaza a innumerables multitudes de diminutas plantas acuáticas que se llaman diatomeas. Estas viven cerca de la superficie de los océanos y producen gran parte del abastecimiento de oxígeno de la Tierra. ¡Sin este elemento vital todas las criaturas de la Tierra se hallarían en la misma posición en que se hubieran hallado los astronautas si su abastecimiento de oxígeno hubiese fallado completamente!
Cuando añadimos a esto todos los otros venenos que constantemente fluyen a los océanos desde los ríos contaminados, así como un millón de toneladas de petróleo bruto que se derrama o se vacía en los mares cada año, ¡esto simplemente significa una cosa... la nave espacial Tierra de veras se encuentra en grave aprieto!
¿Qué hacer?
En un esfuerzo tardío por salvar la astronave Tierra, los pasajeros de ésta han recibido notificación por medios noticieros en cuanto a la crisis. Se han aprobado leyes para controlar la contaminación. Se ha logrado algún bien. El río Támesis de Inglaterra, que en otro tiempo era “uno de los más sucios del mundo,” desde entonces ha sustentado unas sesenta variedades de peces, pero ¡ay! hace poco una huelga de recogedores de basura aumentó de nuevo la contaminación.
Se puede lograr mejora cuando la gente cuida su ambiente. ¿Qué puede hacer usted? Los agricultores y los hortelanos pueden recordar que no hay nada malo en usar mantillo u otros abonos orgánicos ni en usar la rotación de cosechas para vigorizar el terreno. Y, ¿no será verdad que quizás usted no necesite usar su automóvil tanto como lo usa, o que quizás pudiera andar hasta una tienda cercana? ¿Es posible contener el desperdicio de agua en su casa? Las amas de casa, ¿podrían usar jabón para lavar la ropa como antes lo hacían, en vez de detergentes de fosfatos que contaminan el agua?
Aunque la Biblia muestra que el Dios Todopoderoso enderezará las condiciones de la Tierra por medio de su reino, esto no es razón para que hoy las personas temerosas de Dios sigan el proceder de los que están ‘arruinando su camino sobre la tierra.’ (Gén. 6:12) Haga cuanto usted pueda ahora personalmente y en cooperación con su familia para abstenerse de añadir a la contaminación del ambiente de la Tierra. Y al debido tiempo, con la dirección que proveerá el Creador por medio de su reino, todos los sistemas sustentadores de la vida de la Tierra serán restaurados a equilibrio perfecto y recibirán aprobación como ‘muy buenos.’