Sta. Lucía... isla de los Pitones gemelos
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Sta. Lucía
SANTA LUCÍA es una de las más encantadoras islas de las Antillas... una masa de montañas que suben empinadamente desde las aguas con sus cimas bañadas por la niebla. Esta, la más montañosa de las islas de Barlovento es famosa por su natural característica peculiar, los Pitones gemelos. Estos son dos pirámides gigantescas de rocas que se levantan abruptamente desde el mar. Arropados por la vegetación, los picachos gemelos tienen cada uno más de 730 metros de altura y están completamente separados de todas las montañas circunvecinas. Desde hace mucho han servido a los marineros como señal de una isla que por más de dos siglos fue el escenario de muchas batallas entre los franceses y los ingleses.
De hecho, Santa Lucía ha cambiado de manos no menos de catorce veces. Ha estado bajo el dominio británico desde 1803. Ahora Santa Lucía es uno de los autogobernados Estados Asociados de las Antillas, asociados con Gran Bretaña. Pero la influencia francesa todavía está presente. Un visitante rápidamente nota la influencia francesa en el idioma y en los nombres, entremezclados con el inglés. Por ejemplo, Londonderry es una villa en las montañas más allá de Anse de la Rivière Dorée, y los Pitones se llaman Gros Piton y Petit Piton.
Aunque el inglés es el idioma oficial, patois, un colorido dialecto francés, se usa frecuentemente en la conversación cotidiana. No es un lenguaje escrito, pero sin embargo es sorprendente la manera en que el patois ha logrado sobrevivir. A pesar del hecho de que algunas personas despliegan un leve resentimiento hacia el patois, temiendo que echará a perder el inglés de los niños, hay muy pocas personas en la isla que no lo puedan hablar.
Es cierto, el patois tiene una tendencia a afectar el inglés, especialmente en lo que concierne a expresiones idiomáticas. Por ejemplo, un saludo muy común es “kumõ yay?” La invariable respuesta es “mwẽ la, tee bwẽ.” Si esto se tradujera literalmente sería “¿Cómo estás?” “Ahí estoy, poco bien.”
En cuanto un visitante entra a la capital, Castries, no puede menos que notar que todas las casas tienen techo galvanizado, muchos de ellos pintados de rojo. Esto hace un verdadero contraste con el follaje verde que rodea a la mayoría de los hogares. En la distancia uno puede oír la música de una “banda de acero” extrayendo vivaces melodías de instrumentos hechos de barriles de petróleo en desuso.
En un tiempo Santa Lucía era una isla de “caña de azúcar,” pero ahora los plátanos suministran la principal fuente de ingresos. Lleva de nueve a doce meses para que un bananero madure desde una planta joven hasta producir un racimo de plátanos.
Muchos de los isleños están bien informados. Sin embargo, algunas personas solo conocen el aislado mundo en que viven. Están aislados, no solo por el agua, sino por las costumbres y tradiciones. Aunque algunos están en la situación de darle a uno todos los detalles de la historia contemporánea, otros quizás nunca hayan oído de la segunda guerra mundial. En algunos lugares se practica la obeah (hechicería y magia), algunos hasta afirman que es posible hacer tratos con el Diablo para el progreso de uno.
Para muchos el día comienza a las cinco de la mañana, y se levantan industriosamente para desempeñar sus quehaceres antes de que el Sol se levante... cargando algo sobre la cabeza, caminando descalzos con un machete en la mano. La hoja de cuarenta y cinco centímetros de largo del machete se usa para casi todo lo que uno se puede imaginar... desde arrancar las malas hierbas en el jardín hasta para abrir los pescados. A pesar del temprano comienzo, la vida en esta hermosa isla no es tan apresurada como en los centros más grandes. Por regla los hogares están amueblados sencillamente y a la hora de la comida se puede ofrecer un plato de arroz, fruto del árbol del pan, llantén, habichuelas coloradas y bonito.
Esta isla de los Pitones gemelos, con su espeso y verde follaje tropical y profundos y bien cultivados valles ciertamente es un deleite para la vista.