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  • ¡Despertad! 1973
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  • ¿Exentos de nacionalismo?
  • ¿No es importante el ganar?
  • ¿Solamente “no profesionalizados” en las Olimpíadas?
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¡Despertad! 1973
g73 8/6 págs. 13-15

Las Olimpíadas... ideal y realidad

EL OTOÑO pasado mil millones de personas observaron, en persona o por televisión, los Juegos Olímpicos en Munich, Alemania. ¿Estuvo usted entre esos espectadores? Al reflexionar en ellos, ¿qué es lo que más recuerda de los Juegos?

Para mucha gente, el asesinato de once atletas y entrenadores es lo más sobresaliente. Este brutal acontecimiento hizo que el verdadero espectáculo olímpico se esfumara de la vista. La inversión de 750 millones de dólares que Munich había hecho se vio amenazada con la ruina. Pero, de la manera en que se desenvolvieron los acontecimientos, los Juegos fueron solo brevemente atrasados.

Sin embargo, ¿suponga que esos asesinatos no se hubieran llevado a cabo? ¿Alcanzan verdaderamente los Juegos Olímpicos sus propios ideales? Examinemos esos ideales a la luz de lo que sucedió en Munich.

¿Exentos de nacionalismo?

En teoría, los Juegos Olímpicos deben reflejar “cooperación internacional y buena voluntad,” según lo declaró Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico Internacional (IOC). El prestigio y la rivalidad nacional deberían ponerse a un lado. Pero, ¿estuvieron los Juegos de Munich exentos de nacionalismo?

No. La influencia política casi hizo naufragar los Juegos antes que comenzaran. Unas cuarenta y cinco naciones amenazaron con abstenerse de participar si competía Rhodesia. A consecuencia de esto, los rodesianos fueron expulsados de los Juegos en una acción que Brundage llamó “puro chantaje político.” De ahí en adelante la política saturó las Olimpíadas.

Por ejemplo, se oyeron acusaciones de parcialidad nacionalista en los juicios. Esto fue particularmente cierto en los eventos en que los jueces tenían que analizar el estilo del participante. Casi una docena de jueces fueron despedidos tan solo en el boxeo, y a otros se les advirtió debido a que en sus decisiones se dejaban llevar por el prejuicio. La revista Time se lamentó: “Millones [de dólares] se gastan en publicidad carnavalesca, pero no hay dinero para pagar a funcionarios imparciales y conocedores.”

También se manifestaron fuertes sentimientos en la ‘cuenta de medallas’ nacional. Los individuos ganan medallas por las victorias en los eventos olímpicos. Pero durante los Juegos a los observadores se les recordaba cuántas medallas iban ganando las naciones. Se llamaba la atención a lo bien que le iba a los Estados Unidos en contra de Rusia, o se ponía de relieve al mundo no comunista en contra del mundo comunista.

Así es que, a pesar del ideal de “cooperación internacional y buena voluntad” en las Olimpíadas, las diferencias políticas en realidad se profundizaron, no se resolvieron. “Nadie puede dudarlo ahora,” dijo el Times de Nueva York, “de que la idea de una ‘paz olímpica’ es una burla.”

Pero, ¿no contribuyen las competencias en los Juegos a la paz y a la amistad entre los atletas? ¿No aceptan el credo: “la cosa más importante en los Juegos Olímpicos no es ganar sino tomar parte”?

¿No es importante el ganar?

En realidad, ganar es lo más importante, tal como se hace claro al considerar las opiniones de los participantes.

Un saltador norteamericano confesó: “Lo que realmente me preocupa, sin embargo, es la idea de regresar a casa y, decir que no gané. Alguien viene a uno y le dice, ‘Eh, ¿cómo te fue?’ y si les digo que quedé en segundo lugar me consideran un fracaso. La primera cosa que la gente siempre pregunta es, ‘¿Ganaste?’ y si uno dice que no, ese es el fin de la conversación.”

La fuerte competencia tampoco edifica la amistad entre los competidores. Todo lo contrario se consigue, según lo admitió un corredor de los Estados Unidos: “El espíritu de los Juegos Olímpicos se ha ido. . . . La pista y el campo son deportes divertidos, pero aquí la gente sigue haciendo que uno quiera odiar a su competidor. ¿Por qué? Es simplemente una carrera.”

El odio, no la amistad, lleva a la clase de violencia que se mostró en la competencia de polo acuático entre Yugoslavia y Cuba. Un informe de la Prensa Unida Internacional dijo: “El agua en la piscina estaba teñida de sangre. Se daban codazos, se mantenía a los jugadores debajo del agua y hubo otras formas de violencias menores.” Pero la intensa competencia olímpica tiene otros malos efectos.

Algunos atletas estimularon sus cuerpos con drogas como la efedrina, solo para ser eliminados de la competencia. Otros, cuyo deporte en particular demandaba nervios firmes, usaron tranquilizantes. ¿Tomaron drogas los atletas porque creían que el “tomar parte” era lo más importante? ¡No! ¡En realidad era porque estaban determinados a ganar!

¿Solamente “no profesionalizados” en las Olimpíadas?

Además, en ideal todos los participantes olímpicos deberían ser “amateurs,” o atletas “no profesionalizados.” Deberían participar por amor al deporte y no por dinero. Pero la revista Esquire señaló la hipocresía que hay detrás de ‘la condición de atleta no profesionalizado’:

“Frecuentemente, el ser jugador no profesionalizado es meramente un asunto de si a uno le pagan abierta o secretamente. Un corredor ‘no profesionalizado’ recientemente recibió, según se dice, 4.000 dólares por una sola carrera. Un saltador admitió que había recibido un auto deportivo por valor de 6.000 dólares por cambiar la marca de sus zapatos de carrera precisamente antes de la final olímpica. En Europa, los pagos también se hacen secretamente, pero a menudo se hacen a plena vista. Cuenta un norteamericano que se le entregó un sobre en la plataforma de victoria ante la vista de 20.000 europeos. ‘Todos sabían lo que había en el sobre,’ dijo sonriendo, ‘y la mayoría sabía cuánto había en él. El individuo que me lo dio era miembro del Comité Olímpico del país.’”

Así es que la ganancia financiera es lo que motiva a muchos competidores “no profesionalizados.” No sorprende que el corresponsal Eric Segal se haya referido a los Juegos como “enfermos con elefantiasis comercial.”

Sin embargo, hoy día es difícil hacer una distinción clara entre el jugador “no profesionalizado” y el “profesional.” Por ejemplo, en los sistemas comunistas todos los atletas olímpicos reciben del gobierno alimento, alojamiento y salario. No obstante, no son “profesionalizados,” pues no hay ‘deportes profesionales’ en el mundo comunista. Pero los comunistas compiten en las Olimpíadas en contra de atletas de naciones que tienen que hacer grandes esfuerzos para ‘pagarse el viaje’ a los Juegos. Las naciones occidentales dicen que esto es crasamente injusto.

Sin embargo, ¿están los equipos occidentales completamente exentos de las mismas acusaciones? ¿No conceden las universidades norteamericanas becas escolares avaluadas en miles de dólares a estudiantes atletas “no profesionalizados”? ¿No dedican algunos militares norteamericanos mucho de su carrera en el servicio a competir como jugadores “no profesionalizados,” mientras el gobierno les da alojamiento y comida? Esas prácticas son igualmente injustas para atletas más pobres.

Debido a la fricción en torno al ideal de la ‘condición de atleta no profesionalizado,’ muchos de los que apoyan las Olimpíadas prefieren permitir la participación de todos los atletas, incluso los “profesionales.” Ya ha dado resultados favorables el dejar de usar las denominaciones “no profesionalizado” y “profesional” en los torneos de golf y tenis.

El papel de la religión en las Olimpíadas

Se habla de las Olimpíadas como el más sobresaliente acontecimiento deportivo del mundo. Pero, en realidad, muchas costumbres religiosas han sido preservadas en conexión con los Juegos. ¿Le sorprende eso?

Bueno, los antiguos juegos griegos, que comenzaron en 776 a. de la E.C. y continuaron hasta la era común, esencialmente eran de naturaleza religiosa. En la actualidad se ha mantenido la tradición religiosa. ¿Cómo? Considere lo que sucedió antes de las Olimpíadas de 1972.

Una mujer, vestida como suma sacerdotisa imploró el favor de Zeus. Prendió una antorcha usando un fuego encendido por medio del Sol en las ruinas del templo de Hera en Olimpia, Grecia. Durante cuatro semanas esta “sagrada” llama olímpica fue transportada a través de unos 5.600 kilómetros hasta Munich por corredores de posta. Al usarla para prender el “fuego sagrado” de los Juegos, hubo una fanfarra de trompetas, se libertó a miles de palomas y se dio un saludo de artillería. Entonces siguió una bendición y el himno olímpico. ¡En verdad, los antiguos ritos religiosos de los griegos, aunque modernizados, perduran en las Olimpíadas!

El futuro de las Olimpíadas

Los ideales olímpicos les parecen nobles a algunas personas. Sin embargo, los Juegos de 1972 volvieron a demostrar claramente que no se alcanzan estos ideales. Algunos sugieren hacer Juegos más pequeños en el futuro, celebrando el campeonato de natación en un lugar, el de pista en otro y así por el estilo.

Pero, en realidad, los Juegos Olímpicos simplemente reflejan el mundo lleno de problemas que ellos representan, un mundo lleno de nacionalismo, competencia y comercialismo. Los problemas a que se enfrentan las Olimpíadas, así como los que están delante del mundo, hacen que algunas personas hasta duden de que se lleven a cabo los Juegos de 1976.

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