El ajedrez... ¿qué clase de juego es?
EL TORNEO del campeonato mundial de ajedrez en Islandia durante el verano de 1972 creó repentinamente un extenso interés en el ajedrez. Millones de personas comenzaron a hablar acerca del juego o a jugarlo.
“Las ventas son fantásticas,” informó un fabricante norteamericano de juegos de ajedrez. Un vendedor en una librería principal de la ciudad de Nueva York dijo: “Nuestros libros de ajedrez simplemente yacían en los estantes antes del torneo entre Fischer y Spassky. Entonces todo desapareció. Pasaron de los artículos que más lentamente se vendían a los que más rápido se venden.”
En algunos países ya existía gran interés por el ajedrez. Su popularidad en Rusia, por ejemplo, rivaliza con la del fútbol o baloncesto en los Estados Unidos. También en la China, hsiang chi, la versión china del ajedrez, es uno de los juegos favoritos del país. Se dice que se han escrito más libros acerca del ajedrez —casi 20.000— ¡que de todos los otros juegos combinados!
¿Por qué hay tanto interés en el ajedrez? ¿Qué hace que el juego sea tan interesante para tantas personas?
Un complejo juego de habilidad
Una principal atracción del ajedrez es su complejidad, la cual puede ser fascinante. El ajedrez y el juego de damas se juegan sobre la misma clase de tablero... uno que está dividido en sesenta y cuatro casillas o escaques, con ocho filas de ocho escaques cada una. Pero en el ajedrez hay muchas más jugadas posibles. Por ejemplo, ¡se dice que hay 169.518.829.100.544.000.000.000.000.000.000 maneras de hacer las diez primeras jugadas! ‘¿Pero cómo son posibles tantas diferentes jugadas sobre un tablero que solo tiene sesenta y cuatro escaques?,’ quizás pregunte uno. Esto se debe a las diferentes clases de piezas que se usan en el ajedrez y a la variedad de movimientos que puede hacer cada una.
En el ajedrez participan dos jugadores oponentes, cada uno con un juego de dieciséis piezas. Estas incluyen ocho peones, dos caballos, dos alfiles, dos torres (algunas veces llamadas roques) y un rey y una reina. Estas seis diferentes clases de piezas tienen cada una un valor o fuerza diferente que se refleja en la variedad de movimientos que cada una puede hacer.
Los peones, por ejemplo, ordinariamente pueden avanzar hacia adelante en línea recta, un paso o casilla a la vez. Las torres mueven en línea recta hacia adelante, cualquier distancia hacia atrás u horizontalmente, tanto como lo permite el tablero. Los alfiles, similarmente, se pueden mover cualquier distancia en línea recta, pero solo diagonalmente. Los caballos, a diferencia de las otras piezas, solo pueden hacer un movimiento en forma de L. La reina, la pieza más fuerte del tablero, mueve en cualquier dirección hacia adelante, hacia atrás, horizontal o diagonalmente, tanto como lo permite el tablero.
El propósito de este arreglo de las piezas es el de defender a su rey y atacar al rey oponente. El juego se gana cuando a uno de los reyes se le da “jaque mate” y ya no se le puede defender con buen éxito. El jugador con el rey en jaque mate es así obligado a rendirse, con lo cual termina el juego.
Por lo tanto, es la diferencia de movilidad de las varias piezas lo que hace posible la enorme variedad de movimientos. Algunos dicen que la complejidad del juego y su dependencia de la habilidad del jugador hacen que el ajedrez atraiga a las personas cuyos trabajos seglares no están a la altura de sus capacidades intelectuales. “En el ajedrez no existe el elemento suerte,” explica Burt Hochenberg, editor de Chess Life & Review. “Uno no puede decir que la pelota rebotó en falso.”
Un juego altamente competitivo
Sin embargo, el oponer una mente contra la otra, con el elemento suerte completamente eliminado, tiende a suscitar un espíritu de competencia entre los jugadores de ajedrez. De hecho, frecuentemente se describe al ajedrez como una ‘lucha intelectualizada.’ Por ejemplo, el destronado campeón de ajedrez del mundo Boris Spassky declaró: “Por naturaleza no tengo un impulso combativo. . . . Pero en el ajedrez uno tiene que ser un luchador, y yo me convertí en uno por necesidad.”
Esto ayuda a explicar por qué no hay mujeres entre los principales jugadores de ajedrez... los más de ochenta grandes maestros del ajedrez son hombres. La actriz Sylvia Miles declaró con respecto a esto: “Para ser un jugador de ajedrez profesional, uno tiene que ser un asesino. Si el espíritu de competencia en las mujeres norteamericanas alguna vez llega a ser tan fuerte, entonces creo que tendremos algunas importantes jugadoras.”
El espíritu de competencia en el ajedrez puede alcanzar un alto grado de agitación, que se refleja en las actitudes y el lenguaje de los jugadores de ajedrez. “No hay comparación con ningún otro deporte en el esfuerzo por destruir la psiquis de su oponente,” explica el jugador de ajedrez Stuart Marguiles. “Nunca oí a nadie decir que venció a su oponente. Siempre es que lo aplastó, lo destruyó, lo mató o lo asesinó.”
Es cierto, quizás los jugadores con los que uno está familiarizado no usen esa clase de lenguaje. No obstante, el espíritu de competencia entre los jugadores puede llevar a consecuencias desagradables, como lo informó el verano pasado el Times de Nueva York: “La mayoría de las familias se las arreglan para confinar al tablero de ajedrez los inevitables conflictos que surgen en el juego. Pero en algunos hogares, las tensiones permanecen mucho después del jaque mate.”
Por supuesto, el ajedrez no es en este respecto muy diferente de otros juegos de competencia. Los participantes que desean agradar a Dios, prescindiendo del juego que estén jugando, necesitan tener cuidado a fin de no violar el principio bíblico: “No nos hagamos egotistas, promoviendo competencias unos con otros, envidiándonos unos a otros.”—Gál. 5:26.
Sin embargo, hay algo más con respecto al ajedrez que merece considerarse.
Relación con la guerra
Esto es las connotaciones militares del juego, las cuales son obvias. A las fuerzas oponentes se les llama “el enemigo.” Estas son “atacadas” y “capturadas”; el propósito es hacer que el rey oponente se “rinda.” Así Horowitz y Rothenberg dicen en su libro The Complete Book of Chess bajo el subtítulo “El ajedrez es guerra”: “Las funciones que se asignan a [las piezas de ajedrez], los términos que se usan para describir estas funciones, la meta final, la brutalidad justificada en lograr el objetivo... todo suma a nada menos que guerra.”
Por lo general se acepta que el ajedrez puede ser rastreado a un juego que se jugaba en la India alrededor del 600 E.C. llamado chaturanga, o el juego del ejército. Los cuatro elementos del ejército de la India —carros, elefantes, caballería e infantería— estaban representados por las piezas que con el transcurso de los siglos se desarrollaron en torres, alfiles, caballos y peones. Así es que el Times de Nueva York, del 31 de agosto de 1972, declaró:
“El ajedrez ha sido un juego de guerra desde que se originó hace 1.400 años. El tablero de ajedrez ha sido la arena para batallas entre cortes reales, entre ejércitos, entre toda clase de ideologías en conflicto. La oposición más familiar ha sido la que fue creada en la edad media con un juego de rey, reina, caballos o caballeros, alfiles u obispos, torres y peones en contra del otro.
“Otros conflictos que se han representado han sido entre cristianos contra bárbaros, norteamericanos contra ingleses, vaqueros contra indios y capitalistas contra comunistas. . . . Se dice que un diseñador norteamericano ahora está creando un juego de piezas que ilustran la guerra de Vietnam.”
Probablemente la mayoría de los jugadores modernos de ajedrez no piensan que están maniobrando un ejército en batalla. Pero, ¿no son obvias las relaciones del juego con la guerra? La palabra para peón se deriva de una palabra del latín medieval que significa “soldado de infantería.” Un caballero era un hombre de armas montado del período feudal europeo. Los obispos tomaron parte activa en apoyar los esfuerzos militares de su bando. Y las torres, o roques, lugares de protección, eran importantes en la guerra medieval.
Así es que Reuben Fine, un jugador de ajedrez de estatura internacional, escribió en su libro The Psychology of the Chess Player: “Es bastante obvio que el ajedrez es un juego sustituto del arte de la guerra.” Y la revista Time informó: “El ajedrez se originó como un juego de guerra. Es el equivalente adulto e intelectual de las maniobras que representan los niños con soldados de juguete.”
Aunque algunos jugadores de ajedrez quizás pongan reparos a que se haga semejante comparación, otros prontamente reconocen la similitud. De hecho, en un artículo acerca de un experto jugador de ajedrez, el Times de Nueva York hizo notar: “Cuando el Sr. Lyman mira a un tablero de ajedrez, su diseño de cuadros a veces se transforma en las colinas y valles y pasos secretos de una persecución en un bosque, o en el áspero terreno de un campo de batalla inglés.”
Cuando uno considera a los complejos movimientos, a medida que los ejércitos opuestos en el tablero de ajedrez compiten uno con otro por posición, uno quizás se pregunte si el ajedrez ha sido un factor en el desarrollo de la estrategia militar. Según V. R. Ramachandra Dikshitar, sí lo ha sido. En su libro War in Ancient India, examinó este asunto a fondo, y llegó a la conclusión de que: “Los principios del ajedrez suplieron ideas al desarrollo progresivo de los métodos y elementos componentes del ejército.”
La necesidad de precaución
Algunos jugadores de ajedrez han reconocido el daño que puede resultar de jugar el juego. Según la Encyclopædia Britannica, el reformador religioso “Juan Huss, . . . cuando estuvo en prisión, deploró el haber jugado al ajedrez, con lo cual había perdido el tiempo y corrido el riesgo de llegar a ser presa de pasiones violentas.”
La extrema fascinación del ajedrez puede resultar en consumir grandes cantidades del tiempo y atención de uno a costa de otros asuntos de más importancia, lo cual evidentemente es una razón por la que Huss se lamentó de haber jugado el juego. Además, al jugarlo se corre el peligro de estar “promoviendo competencias unos con otros,” hasta desarrollar hostilidad hacia otro, algo que la Biblia advierte que los cristianos deben evitar.
También, quizás los adultos no consideren apropiado que los niños jueguen con juguetes de guerra, o en juegos de naturaleza militar. ¿Es consistente, entonces, que ellos jueguen un juego reconocido como, en la opinión de algunos, el “equivalente adulto e intelectual de las maniobras que representan los niños con soldados de juguete”? ¿Qué efecto tiene en realidad sobre uno el jugar al ajedrez? ¿Es un efecto saludable?
Seguramente el ajedrez es un juego fascinante. Pero hay preguntas con respecto a este juego que cada persona que lo juega haría bien en considerar.