Crisis en el Japón
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en el Japón
AUNQUE su superficie terrestre no es impresionante, en poder industrial el Japón se ha convertido en un gigante entre las naciones. Lo que le falta en tamaño, lo compensa por medio de trabajo duro. Pero el gigante tiene una debilidad.
Todo el trabajo duro del mundo no puede compensar la falta de recursos naturales. La crisis del petróleo probó esto de modo concluyente para el pueblo del Japón.
Las importaciones suministran casi todo el petróleo del Japón, y en su mayor parte éstas provienen de los países árabes. Un embargo de estos suministros rápidamente puede hacer estragos en la economía japonesa.
De súbito, el pasado 17 de octubre, los países árabes productores de petróleo sacudieron al Japón con una amenaza de hacer precisamente eso. Anunciaron que reducirían el suministro de petróleo a los países que no consideraran amigables con el punto de vista árabe en su disputa con Israel. El gobierno japonés quedó aturdido y el pánico se apoderó del país. Tenía que definir su posición, o sufrir las consecuencias.
El gobierno rápidamente adoptó una posición que aseguró que el petróleo árabe seguiría llegando. Pero, mientras tanto, los comerciantes japoneses y otros individuos reaccionaron a los informes de esta “crisis” con efectos sorprendentes.
Ninguna escasez verdadera
En la confusión que reinó después del anuncio árabe, comerciantes despiadados y oportunistas se aprovecharon de la situación para sacar ganancias inesperadas. Para enero el índice de los precios al por mayor ascendió un 30 por ciento sobre el del año anterior, y los precios al por menor subieron 20 por ciento para fines de 1973. No obstante, irónicamente, el petróleo continuó llegando al Japón ininterrumpidamente. ¡No hubo ninguna escasez! Además, ¡el petróleo que entonces se usaba se había comprado al precio viejo! ¿Cómo se desarrolló una situación tan contradictoria?
Para comenzar, aun antes del anuncio de octubre, los comerciantes de petróleo habían estado acumulando petróleo continuamente, ¡y los tanques de almacenamiento estaban llenos hasta el tope! Parece que desde hacía algún tiempo habían temido que los árabes se apoderaran de las instalaciones petroleras. Durante el punto máximo de la “crisis,” un semanario japonés entrevistó a marineros que trabajaban en los barcos petroleros. Ellos informaron que era mucho más fácil conseguir petróleo en el Oriente Medio que conseguir artículos de primera necesidad en su país.
Una confirmación evidente de esto fue que Kiire, uno de los más grandes depósitos de petróleo del Japón, recibió 30 por ciento más de petróleo durante los últimos tres meses de 1973 que durante el mismo período un año antes. Y un informe de la oficina de Aduanas de Nagasaki puso el aumento para diciembre en 40 por ciento.
Por supuesto, el petróleo en bruto del Oriente Medio ahora cuesta aproximadamente el doble de lo que costaba en octubre pasado. Pero el petróleo más caro no comenzó a llegar al Japón sino hasta febrero, mucho después de que se hubiera anunciado el alza de precios el 25 de diciembre. Sin embargo, los precios fueron aumentados dramáticamente antes de ese tiempo. El ambiente de crisis creó la paradoja de abastecimientos aparentemente escasos y precios altos, cuando en realidad debía haber habido petróleo en abundancia a precios más bajos.
Algunos de los métodos que se dice fueron usados para engañar al público han sido desenmascarados. La evidencia documentada de cómo lo que no fue una crisis de petróleo se convirtió en una crisis de inflación ha llegado a los miembros de la Dieta (asamblea legislativa).
Recientemente la Comisión de Comercio Honrado del Japón dio a conocer un informe que acusa a las grandes casas de comercio del Japón de comprar y acumular artículos de comercio. Las investigaciones en las operaciones de cientos de mayoristas, supermercados y los comerciantes minoristas también revelaron que el volumen de las mercaderías que les llegó a los comerciantes mayoristas sobrepasaba del 60 por ciento mientras que los mayoristas todavía seguían almacenándolas para producir aumentos de precios. Sin embargo, durante el mismo período, disminuyeron las mercaderías que fluían de los mayoristas a los minoristas. La aduana de Tokio recientemente citó a los funcionarios de 23 casas comerciales para que explicaran por qué estaban almacenando grandes cantidades de mercaderías importadas después de haber franqueado la aduana. Les advirtieron que se confiscarían 120.000 toneladas de comestibles a menos que las pusieran a la venta inmediatamente.
También se halló que los minoristas fueron culpables de deliberadamente sacar mercaderías de los estantes para crear escasez. Cambiaron el precio de las etiquetas antes de devolver las a los estantes en cantidades pequeñas. El público, presa del pánico, las compró ávidamente. Un documental televisado por el gobierno desenmascaró el cambio de precio en las etiquetas en los almacenes.
Los clamores del público ultrajado obligaron a algunas tiendas a tratar de aplacar a la gente por medio de reducir algunos precios.
Aunque el gobierno ha adoptado algunas medidas para controlar la situación, la gente todavía siente el escozor de los precios más altos, y hay poco alivio a la vista. Las compañías petroleras ahora señalan a sus pérdidas financieras desde febrero, pero el Gobierno está sugiriendo que utilicen sus ganancias inesperadas para pagar sus déficits. Una cosa es segura: el alto costo de la vida seguirá siendo alto.
Sin embargo la gente también tiene que compartir la culpa por su aprieto actual.
La gente se entrega al pánico
Mucha de la gente del Japón se dejó engañar por los que se aprovecharon. Todo se achacaba a la “escasez de petróleo.” Las compras y el amontonamiento ocasionados por el pánico llegaron a ser el orden del día. Las amas de casa se enfrentaron a estantes vacíos donde anteriormente el abastecimiento de artículos de primera necesidad aparentemente no había tenido fin.
Comenzaron a formarse largas filas fuera de los grandes negocios mucho antes de la hora de abrir. Entonces vino la compra en tropel de unos pocos artículos esenciales que quedaban agotados en minutos. Varios miembros de familia se ponían en las filas donde las mercaderías se racionaban a una por persona. Muchas amas de casa se paraban en la fila cada día tan solo para comprar las mismas cosas. Algunas personas actuaban como si su propia vida dependiera de un rollo de papel higiénico. Si esto sucede cuando hay una “escasez” infundada, ¿qué sucederá cuando haya una escasez verdadera?
Otros países además del Japón han experimentado reacciones similares. La escasez de gasolina despertó los ánimos y el amontonamiento en los Estados Unidos. En la India ni siquiera las buenas cosechas pudieron prevenir que un amontonamiento sin precedentes elevara los precios. Hay poca evidencia de que la gente vacilará en actuar despiadadamente en contra de sus vecinos en caso de que las escaseces lleguen a hacerse críticas.—Eze. 38:21.
Por otra parte, algunos de los que pusieron su confianza en las cosas materiales se han visto obligados a comprender que ésas se pueden escapar de sus manos tan fácilmente como el petróleo del cual dependen; que “aun cuando una tenga en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee.”—Luc. 12:15.