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  • La vida depende de ella
  • Cómo funciona el agua en uno
  • Necesitamos agua
  • Haciendo bebedera el agua
  • Problemas al tratar el agua
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¡Despertad! 1976
g76 8/4 págs. 12-15

El agua que bebemos

‘EL AGUA potable,’ escribió en una ocasión Leonardo de Vinci, ‘puede ser salubre, insalubre, purgativa, sulfurosa, luctuosa, encolerizada, roja, amarilla, verde, negra, azul, grasienta, gorda y delgada.’

Probablemente el agua que bebemos hoy tenga pocas de estas cualidades. Pero se dice que aun en nuestro tiempo alrededor de 500 millones de personas están enfermas de continuo debido al agua que beben. Posiblemente diez millones de ellas mueran cada año.

Es sorprendente que aun las naciones desarrolladas que se precian de su agua “inocua” estén teniendo dificultades en la actualidad. Hay una lista cada vez más larga de sustancias químicas potencialmente peligrosas y difíciles de remover que la agricultura e industria modernas están introduciendo en las fuentes de agua potable. “Parece que todo lo que hace más fácil la vida hace más sucia el agua,” comentó un perito en las investigaciones que el Senado estadounidense hizo de este problema.

La vida depende de ella

A pesar de estos problemas, el agua todavía es una de las sustancias más maravillosas y absolutamente esenciales que conocemos. La mismísima existencia de la vida en la Tierra se basa en ella. De hecho, el agua es el principal ingrediente de casi toda cosa viviente. Como dos terceras partes del peso total del cuerpo humano es agua, mientras que tres cuartas partes del cerebro y de los músculos lo son.

Esto hace obvio que la vida funciona mejor dentro del estrecho alcance de temperatura en que el agua existe como líquido. Se dice que un ambiente de esa temperatura en que pudiera existir la vida es casi inexistente en toda otra parte del Universo. Aunque a los científicos les gusta especular acerca de que posiblemente haya millones de planetas en el universo, el libro Water: The Web of Life dice en tono maravillado:

“A medida que aprendemos más acerca de lo excepcional que realmente son las condiciones en la Tierra . . . nos preguntamos si pudiéramos hallar un duplicado de la Tierra aun entre millones de planetas. . . . Evidentemente hay una serie de sucesos sumamente delicada y exclusiva que dé por resultado un planeta con agua líquida en su superficie.”

Lo que el agua hace para sostener la vida en nuestro cuerpo ilustra lo verdaderamente admirable que es esta sustancia.

Cómo funciona el agua en uno

A menudo se iguala la sangre a la vida misma de las criaturas, como en el término sangre vital. Apropiadamente, más de cuatro quintas partes de la sangre es agua. Las cualidades singulares del agua la hacen idealmente apropiada como la base de este fluido dador de vida. Por ejemplo, más sustancias se disuelven en agua que en cualquier otro líquido. También tiene la singularidad de poder moverse libremente de una parte a otra a través de las paredes celulares del cuerpo, llevando consigo las sustancias químicas vitales. Al mismo tiempo sirve como el medio en que ocurren reacciones químicas complejas dentro de las células.

Estas reacciones “queman” como combustible el alimento que uno come, generando calor, como lo hace el motor de un automóvil cuando quema el combustible. Pero, ¿cómo mantiene el cuerpo su temperatura constante de 37°? ¡Agua! ¡Si el agua en el cuerpo fuera otro líquido —mercurio, por ejemplo— el calor de las células tendería a hacer que la temperatura del cuerpo subiera treinta veces más rápidamente! Esto se debe a que el agua requiere mucho más calor que casi toda otra sustancia para cambiar su temperatura.

Pero el agua sirve de otras maneras, también, para controlar la temperatura del cuerpo. La veloz circulación por vía de la corriente sanguínea mantiene el calor relativamente igual en todas partes, y mueve rápidamente el calor excesivo a la piel para ser emitido al aire. Por otra parte, el calor almacenado en el agua del cuerpo les entrega un bienvenido calor moderado a las extremidades cuando uno tiene frío.

Aun con este maravilloso sistema, el cuerpo por lo general no se deshace con suficiente rapidez del calor que genera. De modo que otra maravillosa cualidad del agua entra en funcionamiento... la evaporación. ¿Cómo ayuda esto?

¡Bueno, cuando un litro de agua se evapora absorbe aproximadamente 1.100 veces más calor que cuando su temperatura sube un grado! Uno siente este efecto refrescante cuando un airecillo seca la humedad de su piel. Puesto que casi un litro de agua se evapora normalmente cada día por la piel y los pulmones y por medio del aliento sin que uno se dé cuenta de ello, mucho calor excesivo se libera así con regularidad.

Pero en un día caluroso, o al hacer uno más enérgica su actividad que lo normal, las glándulas sudoríparas exudan más agua, varios litros, posiblemente hasta más de ocho en un solo día. Toda transpiración que se evapora de la superficie, en vez de gotear, lleva consigo tremendas cantidades de calor... ¡ciertamente un maravilloso sistema de refrigeración!

Necesitamos agua

Puesto que el agua es una parte tan importante de nuestra existencia misma, tenemos que mantener el cuerpo bien suplido. Aunque una persona puede sobrevivir hasta ochenta días sin alimento, son pocos los que pueden durar más de unos diez días sin agua. Cuando solo hay una pequeña disminución en el contenido normal de agua, uno siente sed. Una deficiencia de solo 1 ó 2 por ciento en la cantidad de agua puede causar pena o dolor. Una deficiencia de solo 5 por ciento causa encogimiento de la piel, sequedad de la boca y lengua, y empiezan las alucinaciones. Una pérdida del 15 por ciento casi siempre resulta en muerte.

El cuerpo pierde agua constantemente. Además del litro que se pierde normalmente a través de la piel y el aliento, puede que otro litro y medio o más sea eliminado por los riñones y los intestinos. El agua que se pierde por la transpiración, y aun por las lágrimas, tiene que sumarse al total normal de entre dos y tres litros que hay que reemplazar diariamente para mantener el equilibrio del fluido corporal.

¿Quiere decir esto que uno debe beber tres litros de líquidos diariamente? No, a menos que esté sudando profusamente. En realidad, más o menos un tercio del agua que necesitamos viene del alimento “sólido” que comemos, ya que éste es en su mayor parte agua. Hasta una tercera parte del pan es agua. Interesante es el hecho de que las mismas células del cuerpo manufacturan casi medio litro de agua (H2O) químicamente al usar oxígeno (O) para quemar como combustible el hidrógeno (H) en el alimento.

Por eso posiblemente nos baste con beber solo cinco o seis vasos diarios de líquidos como leche, café, jugo o agua. Pero aunque el agua es una de las sustancias que más abunda en la Tierra, el proveer suficiente agua potable es una empresa tremenda. Puesto que el agua puede disolver tantas diferentes sustancias, no siempre puede beberse sin peligro si no ha sido purificada.

Haciendo bebedera el agua

Rara vez puede llamarse el agua que bebemos “pura” o “limpia” en sentido químico, porque casi siempre tiene disueltos en ella algunos gases o minerales. Para hacer potable el agua y para que se pueda beber con agrado no es necesario eliminar todas las impurezas. De hecho, algunos de los elementos necesarios para la buena salud y el buen sabor a menudo se hallan naturalmente en buena agua potable.

El agua dulce subterránea que se obtiene de manantiales y pozos frecuentemente —pero no siempre— es agua que se puede beber sin peligro debido a la filtración y depuración que ocurre a medida que se hunde a través de las capas de suelo y roca porosa. Hasta las aguas dulces superficiales pueden depurarse ellas mismas. A medida que el agua corriente sigue moviéndose, tiende a desbaratar los desperdicios que entran en ella, disolviendo y diluyéndolos hasta que se hacen inocuos, y permitiendo que las partículas más pesadas queden excluidas al asentarse. El viento y la turbulencia ayudan a producir aeración en el agua corriente, haciendo que libere gases de desecho no deseados y que absorba oxígeno.

El oxígeno disuelto le es vital a un asombroso proceso de “digestión” de paso a paso que ocurre tanto en aguas móviles como en las inmóviles. El oxígeno puede oxidar o “quemar” directamente los desperdicios, neutralizándolos, o, con más frecuencia, sostiene bacterias que desbaratan los desperdicios y los convierten en residuos inocuos.

A medida que continúa el proceso, diminutas formas de vida consumen las bacterias, clarificando el agua aun más. La luz solar penetra con mayor facilidad, estimulando el crecimiento de las algas verdes, que, a su vez, consumen ciertos compuestos contaminadores y en el proceso liberan mucho oxígeno. Pequeñas criaturas acuáticas se alimentan de las algas, completando el ciclo de “digestión.” De esta manera las aguas dulces tienden a depurarse ellas mismas con el tiempo.

Pero aun este maravilloso sistema puede sufrir de indigestión, como sucede con nosotros cuando comemos demasiado de las cosas que no debemos comer. A menudo el agua llovediza que se desagua de los terrenos agrícolas contiene abonos químicos y residuos de insecticidas. A éstos a menudo se unen nuevas colecciones de desperdicios industriales en nuestras fuentes de agua, ahogándolas con una variedad y volumen de sustancias químicas que frecuentemente excede por mucho lo que el sistema de la naturaleza está capacitado para purificar. Ahora casi toda comunidad en los países desarrollados somete el agua a algún tratamiento antes de usarla.

Al hacerlo, emplean métodos que a menudo siguen la dirección de la naturaleza. Por eso la aeración es generalmente el primer paso de un sistema de purificación típico. Para que el agua absorba todo el oxígeno purificador posible la pulverizan, la hacen caer en forma de cascada o hacen que la atraviesen burbujas de aire. Entonces se añaden ciertas sustancias químicas que animan a las impurezas y bacterias a aglutinarse en “grumos.” Este procedimiento de coagulación acelera la acción natural de asentarse, que se completa durante la sedimentación. Entonces sigue la filtración, generalmente a través de filtros de arena, para eliminar los grumos que quedan y la mayor parte de las otras impurezas. Finalmente, la desinfección mata a casi todos los organismos vivos que quedan, y para esto casi siempre se emplea cloro.

Problemas al tratar el agua

Uno pensaría que el proceso descrito bastaría para eliminar todo lo nocivo del agua que bebemos. Pero en los Estados Unidos las pruebas indican que en algunas ciudades pequeñas cantidades de varios compuestos químicos están logrando pasar hasta los grifos. Es conocido que unos cuantos de estos compuestos causan cáncer. ¡Irónicamente se dice que varios de ellos son compuestos del mismo cloro que se añade al agua para hacerla inocua!

Algunos médicos hasta presentan evidencia de que posiblemente el cloro ayude a iniciar la acumulación del colesterol en los vasos sanguíneos del cuerpo humano que, según algunos, causa ataques cardiacos y fulminantes. En su libro Coronaries/Cholesterol/Chlorine, el médico Joseph M. Price afirma que “una de las mayores paradojas registradas en la historia” es el hecho de que una disposición de la higiene pública responsable de salvar tantas vidas “también sea responsable insospechadamente de muchos desórdenes crónicos más tarde en la vida.”

Aunque se disputan estas opiniones, hay centenares de ciudades en Europa, Rusia, el Canadá y el Japón que prefieren otros métodos de desinfectar su agua. Por ejemplo, hace más de sesenta años que Niza, Francia, usa ozono en vez de cloro; París lo ha usado desde 1968. El ozono es una forma inestable del oxígeno que unido al agua reacciona en un frenesí químico, oxidando rápidamente las impurezas sin dejar un residuo de ozono.

Otros abogan por el uso de gránulos de carbón activado en vez de, o además de, la arena tradicional en los filtros. El carbón activado tiene una “viscosidad” química singular que “absorbe” las impurezas. Ahora en los Estados Unidos muchos peritos insisten cada vez más en que se adopten estos otros métodos.

El agua como medicina

¿Debe someterse a los ciudadanos a tratamiento médico en masa por medio del agua que beben? Esta cuestión todavía irrita a los que se oponen al tratamiento del agua con flúor, aunque más de la mitad de la población de los Estados Unidos actualmente bebe agua tratada así. Según los informes, los niños que beben esta agua tratada tienen solo entre la mitad y el tercio de las picaduras dentales que otros niños tienen.

Pero los que se oponen a dicho tratamiento del agua citan el hecho de que la mayoría de la gente no se beneficia de ello, puesto que es reconocido que solo ayuda a los jovencitos. Además, sostienen que, como algunos beben más agua que otros, necesariamente están expuestos a mayor peligro, y, por lo tanto, deben tener la libertad de escoger lo que quieren.

Algunas personas han recurrido al agua embotellada para evitar el peligro. Sin embargo, estudios indican que tampoco ésta está siempre exenta de peligro. Algunos recomiendan hervir el agua que se beba para deshacerla de todo cloro libre. Pero ni siquiera el hervirla eliminará de seguro otros compuestos nocivos.

Un punto de vista equilibrado

Por lo tanto es prudente tener un punto de vista equilibrado respecto al agua que bebemos. Está limitado lo que podemos hacer para asegurar su pureza. En algunas zonas el aire que inspiramos está tan contaminado que acorta la vida, pero el uso de caretas antigás no es práctico.

Por eso en vez de dejar que situaciones como ésa desfiguren nuestro modo de ver la vida, debemos ver en esas situaciones prueba de que los sistemas humanos fracasan cuando no funcionan en armonía con los maravillosos sistemas naturales de la Tierra. Pero, al mismo tiempo, podemos confiar en que ya muy pronto el Diseñador de estos sistemas naturales se encargará de que funcionen de acuerdo con Su propósito, cuando cause “la ruina de los que están arruinando la tierra” y sus aguas.—Rev. 11:18.

Entonces las aguas de la Tierra sostendrán la vida sin nunca causar dolor, enfermedad o muerte. Apropiadamente, la provisión divina para vida eterna en la Tierra en aquel entonces se representa como un “río de agua de vida, claro como el cristal.” “Cualquiera que tenga sed venga; cualquiera que desee tome del agua de vida gratis.”—Rev. 21:1-5; 22:1, 17.

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