¿Está usted agradecido por las plantas verdes?
QUIZÁS a usted no le gusten mucho las plantas, y no se interese particularmente en ellas. Sin embargo, aunque la botánica le aburra, hay buena razón para que esté agradecido por las plantas verdes.
Sí, ¡hasta un intransigente habitante de la ciudad sabe que las plantas verdes son lo que contribuye a que una oficina o un apartamento deslucido parezca habitable! Y cuando la temperatura sube, el habitante de la ciudad se deleita en sentarse bajo la sombra de un árbol, aunque tenga que pelear por una porción de césped en un parque superpoblado.
En el campo, no obstante, usted puede apreciar realmente el esplendente verdor de la Tierra. Este decora el mundo en que vivimos como una alfombra exquisitamente diseñada. ¿Quién no queda pasmado cuando contempla montañas, valles y llanuras vestidos de verde? ¿Y no le deleitan a usted las vistas y los olores de bosques, colinas y valles? Sólo basta con que usted visite zonas que el hombre ha desmontado codiciosamente para que aprecie cuánta belleza imparte a nuestro hogar el verdor de la Tierra.
Como la mayoría de nosotros, usted probablemente pisotee la hierba y los arbustos sin pensar siquiera en el hecho de que nuestra mismísima vida depende de esas plantas verdes. ¿De qué manera?
El verdor anuncia crecimiento
Arranque una hoja verde de cualquier árbol o planta y examínela de cerca. Admire su simetría y belleza sencilla. Observe su sistema de “cañerías”, compuesto de venas que dan firmeza a la hoja. Es difícil creer que uno tiene en la mano una fábrica compacta que funciona con energía solar, un laboratorio de maravillas químicas. Pero a diferencia de las fábricas de hoy día, feas, ruidosas y que despiden niebla tóxica, esa hoja efectúa su trabajo silenciosamente. Y realza la belleza del ambiente, en lugar de contaminarlo. ¿Como trabaja ella?
En primer lugar, se la ha ideado de modo que tenga una gran cantidad de superficie que presentar al Sol, para que pueda recoger energía de este. Por lo general, el lado de la hoja que da al Sol es ceroso al tacto. Repele el agua, y así retarda la evaporación de ésta. Para examinar la hoja con más detalle, estudie el diagrama de la página 26. En este se presenta la vista microscópica de una sección transversal de la hoja.
Usted puede ver que la hoja está hecha como un pastel o bizcocho de varias capas. Debajo de la capa cerosa está la capa “empalizada” de pequeñas células cilíndricas. Estas están en posición vertical, como una línea de soldados en marcha. En estas diminutas células tiene lugar un milagro químico: la fotosíntesis.
Cualquier amador de las plantas sabe que éstas necesitan luz. ¿Por qué? Para que la luz que atraviesa la capa lustrosa pueda llegar a las células cilíndricas. Como usted verá, dentro de esas diminutas células hay todavía otros elementos más pequeños llamados cloroplastos. Éstos están llenos de un pigmento extraordinario llamado clorofila. Este pigmento da a las plantas su color verde... y la vida. La clorofila absorbe del Sol la energía. Y antes de que se pueda decir “ fotosíntesis”, comienza una serie de reacciones químicas increíblemente complejas. Moléculas de anhídrido carbónico (el gas que uno exhala de los Pulmones) y moléculas de agua que están en la hoja se dividen entonces y se combinan entre si para formar los alimentos de la planta: carbohidratos, azúcares y grasas.
Desde que Dios dio permiso a Adán para comer “toda vegetación que da semilla”, la mismísima supervivencia del hombre ha dependido de esas productos vegetales (Génesis 1:29). Tome, por ejemplo, a la humilde hierba. Usted tal vez piense que la hierba no es muy útil, aparte de utilizarse para céspedes decorativos. Sin embargo, puede que el azúcar con el que usted endulza la taza de café que se toma por la mañana sea producto de una planta herbácea: la caña de azúcar. Es probable que el cereal que haya comido durante el desayuno haya provenido también de una planta herbácea, si consistió en trigo, cebada, avena o centeno. El arroz que usted come en la cena también proviene de una planta herbácea. No es de extrañar que la Encyclopedia Americana afirme que “las plantas herbáceas son las plantas más importantes para el hombre”. Lauren Brown, especialista en botánica, declara además: “De las 15 cosechas principales entre nosotros y el hambre, 10 son plantas herbáceas”. Y esto es solo en lo referente a plantas herbáceas, sin mencionar los manzanos y los albaricoqueros, los plátanos y los arándanos, las zanahorias y los repollos, las palmeras de dátiles y los dientes de león, y así por el estilo.
Continuemos con nuestro examen de la hoja. La tercera sección consiste en una capa esponjosa de células que están distribuidas de modo poco compacto. Esto permite que el anhídrido carbónico se mueva a través de la hoja después que ésta lo “inhala” por la parte posterior.
Sí, eche un vistazo al lado opaco de la hoja. Usted no puede verlas, pero puede haber millones de aberturas (llamadas estomas) que hacen las veces de válvulas adaptables de admisión y de escape. Las “válvulas de admisión” en realidad aspiran del aire anhídrido carbónico para la reacción de la fotosíntesis. Cuando termina esa reacción, las “válvulas de escape” arrojan un derivado inapreciable... ¡OXÍGENO PURO!
Deténgase a pensar. Solo 20 por 100 del aire que usted respira es oxígeno. En tan solo 24 horas usted tal vez inhale unos 3.000 litros de oxígeno. Pero solamente consumirá cerca de una cuarta parte de tal cantidad, o 750 litros de oxígeno, para satisfacer las necesidades del cuerpo. Multiplique esos 750 litros (el consumo de un día) por la cantidad de la población mundial y puede ver que se consume muchísimo oxígeno tan absorbe solo al respirar. Hay quienes hasta calculan que se consumen 10.000 toneladas de oxígeno cada segundo al respirar y dar otros usos al oxígeno, como en la combustión que pone en funcionamiento su automóvil. Por eso, ¿qué evita que agotemos por completo el suministro mundial de oxígeno y nos asfixiemos lentamente?
¡Es la fotosíntesis que tiene lugar en las hojas de las plantas terrestres y acuáticas, proceso que produce oxígeno!
Las plantas... el pasado y el futuro
El hombre no siempre ha comprendido a cabalidad cuánto depende del verdor de la Tierra. Pero en 1648 el hombre comenzó a comprender el funcionamiento interno de la planta. En aquel año, Van Helmont, químico belga, sembró en un tiesto un retoño de sauce que pesaba 2 kilogramos. La tierra en la que lo sembró pesaba 91 kilogramos. Cinco años después peso nuevamente el sauce: 77 kilogramos. ¡La tierra todavía pesaba 91 kilogramos! Van Helmont entonces se dio cuenta de que las plantas no crecen debido a que absorban materia de la tierra. ¡Así que, muy lógicamente (pero incorrectamente!), llegó a la conclusión de que el crecimiento del árbol era consecuencia de que éste asimilara el agua que él había echado al tiesto a través de los años!
Joseph Priestly se acercó aún más a la verdad en 1772. Este predicador y químico (de media jornada) descubrió que una vela encendida consume el oxígeno que hay en un recipiente sellado. Un ratón colocado por él dentro de este envase carente de oxígeno murió rápidamente. Pero cuando Priestly coloco una planta dentro del envase, éste volvió a contener oxígeno, y un ratón pudo vivir en el ambiente sellado.
Ingen-Housz, físico holandés, descubrió además que, para que produzcan oxígeno, las plantas tienen que ser expuestas a la luz. Observó también que solo las porciones verdes de la planta (que contienen la clorofila) respondían así. Para entonces el hombre estaba en camino de entender la fotosíntesis.
No obstante, después de 200 años y muchos descubrimientos, el hombre todavía no entiende a cabalidad cómo funciona la fotosíntesis. Pero, incitados por la curiosidad científica, la preocupación por el futuro del hombre, y el sueño de ganar un premio Nobel, centenares de científicos trabajan continuamente para explicar este intrigante misterio. Algunos esperan imitar a la naturaleza y fabricar todo el alimento que la humanidad pudiera desear. Otros esperan derivar una fuente inagotable de energía. Ya se están estudiando varios enfoques diferentes.
Es irónico que ese gran interés en las plantas surja en un tiempo en que el hombre está malgastando y destruyendo sin parar este gran recurso. En los Estados Unidos, por ejemplo, se informa que 85 por 100 de las tierras de uso agrícola no se emplea para alimentar a personas hambrientas, sino para engordar animales. El propósito de esto es saciar el deseo de consumir carne por parte del público. (Según cierto escritor, en los Estados Unidos el consumo per cápita de carne es de 60 kilogramos al años.) Aunque los especialistas en nutrición advierten que el comer demasiada carne is dañino para la salud, la tendencia continúa. Los economistas hasta temen que el apartar a la gente de un régimen caracterizado por el consumo de mucha carne pudiera tener terribles consecuencias económicos para los granjeros.
En otras partes del mundo, como en el Brasil, se están desmontando los bosques con mucha más rapidez de lo que la naturaleza tarda en reemplazarlos. En Alemania, la contaminación ambiental, junto con la resultante lluvia ácida, amenaza la vida de los bosques del país.
Así que podemos alegrarnos de que Dios nunca haya de permitir que este planeta llegue a estar desolado y estéril. Dios “no la creó [a la Tierra] sencillamente para nada” (Isaías 45:18). Al contrario, el profeta Joel nos asegura: ‘No estén temerosos, porque los pastos del desierto ciertamente se harán verdes. Porque el árbol realmente dará su fruto’. (Joel 2:22.)
Mientras tanto, tenemos muchas razones para estar agradecidos por el manto verde que cubre la Tierra. La humilde hierba, los majestuosos robles y secoyas, incluso la modesta planta que decora su mesa, hacen más que simplemente embellecer. Nos alimentan y visten. Purifican el aire que respiramos. Son vitales para nuestra supervivencia.
De modo que, eche un buen vistazo, una mirada de aprecio, a la hermosa cubierta de la Tierra. Esté agradecido de que las plantas verdes estén en la Tierra para servirnos. Dé gracias al Creador, “Aquel que hace que de las montañas brote hierba verde”. (Salmo 147:8.)
[Comentario en la página 27]
En muchas partes del mundo se están desmontando los bosques con mucha más rapidez de lo que la naturaleza tarda en reemplazarlos
[Ilustración en la página 25]
El hombre ha convertido esto...
¡en esto!
[Diagrama/Ilustración en la página 26]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Luz solar
La fotosíntesis tiene lugar en esta capa
La estoma absorbe anhídrido carbónico
La estoma expele oxígeno