De nuestros lectores
Cuando los hijos se van del hogar
Muchas gracias por los excelentes artículos sobre “Por qué se les hace tan difícil a los padres dejarlos ir”, publicados en el número del 22 de junio de 1983. Muy realista. Ustedes manifestaron comprensión de mis sentimientos, y me hicieron apreciar el papel que desempeño actualmente; ya no de guardiana, sino de consejera, pero siempre soy la madre de cuatro hijos.
M. M., Nueva Jersey, E.U.A.
Los artículos que publicaron sobre “Cuando los hijos crecen y se van del hogar” han sido verdaderamente una bendición para mí. Dentro de unos meses nuestra única hija cumplirá 19 años de edad. Me duele profundamente la idea de que ella al fin parta del hogar. Con la ayuda de estos artículos muy bien escritos creo que puedo hacer los ajustes necesarios en mi actitud, y así estar mejor preparada para el momento en que mi hija se vaya.
A. R., Oklahoma, E.U.A.
Mi esposa y yo disfrutamos muchísimo de los artículos que ustedes publicaron sobre la etapa en que los hijos crecen y se van del hogar. Los artículos tratan el asunto francamente, estimulan a todos los padres a educar debidamente a sus hijos, y preparan tanto a padres como a hijos para el momento en que los hijos se van del hogar. Quiero comentar sobre cierto punto. Su artículo cita las siguientes palabras que “Bob” dijo sobre sus hijos, quienes tenían una ruta de periódicos: ‘¡Yo no los llevaba en automóvil aunque se estuviera cayendo el cielo!’. Con esto no tengo la intención de criticar; lo importante es que todo haya resultado bien para la familia. Yo estuve en una situación parecida, pero me enfrenté a ella de otra manera, lo cual también resultó bien para todos los que estuvieron envueltos en la situación. Desde muy jovencitos, nuestros dos hijos comenzaron a repartir periódicos, lo cual hicieron por unos 10 años, hasta que tuvieron suficiente edad para conseguir otro empleo. Cuando dejaron la ruta de periódicos, tenían un total combinado de 485 clientes diarios. Sí, yo los ayudaba cuando había lluvias torrenciales, cuando estaban enfermos, y temprano por la mañana los domingos, para que pudiéramos llegar a tiempo a las reuniones de la congregación. He recibido una buena recompensa: el que mis hijos cooperen, que ayuden de muchas maneras, y que estén dispuestos a hacer mandados.
G. K., Virginia Occidental, E.U.A.
Concordamos en que puede haber diferentes maneras, correctas y de éxito, de enfrentarse a situaciones semejantes. ¡Feliz es el padre o la madre que discierne lo que se necesita!—La dirección.
“Paramédicos”
Muchas gracias por el artículo “Un ‘paramédico’ relata su historia” (8 de junio de 1983). En 1969 estuve en un grave accidente automovilístico, y este tipo de servicio no estaba disponible entonces. Experiencias como las de este artículo son muy provechosas en las actividades de hoy día. Nos sirven de estímulo.
D. W., Carolina del Sur, E.U.A.
¡No pudieran haber sido más oportunos! El día que mi esposo terminó su adiestramiento como paramédico recibimos la revista por correo. La leímos al instante. Los paramédicos están envueltos en una labor salvavidas en términos físicos, pero hay una labor mucho más importante: la de salvar vidas espirituales.
W. P., Colorado, E.U.A.
Su artículo “Un ‘paramédico’ relata su historia” fue sumamente cautivador. Me conmovió la sinceridad de la persona que da el relato, y su dedicación tanto a su posición como a sus convicciones, algo que me ha dado un nuevo impulso para examinar mis propias convicciones.
D. B., Inglaterra