¿Qué es la intimidad?
“EL DERECHO a la intimidad no se entiende con facilidad —explica The Guide to American Law (Guía de la ley americana)— porque no puede describirse con precisión.” David F. Linowes, profesor de Economía Política, añade: “No hay ninguna definición consensuada de la intimidad”.
Desde el punto de vista legal, el derecho a la intimidad es una idea relativamente nueva, basada en un artículo jurídico escrito por Louis D. Brandeis y Samuel Warren en 1890. Este histórico artículo fue provocado por la indignación que sintieron debido al sensacionalismo periodístico falto de escrúpulos conocido como “prensa amarilla”.
Así que la intimidad se definió como “el derecho a estar solo”. Sin embargo, el profesor Masanari Sakamoto, de la universidad de Hiroshima, escribió que esta definición “fue desafortunada para el posterior desarrollo de este derecho”. Él considera la intimidad como un concepto positivo que incluye tanto la separación de otros como la interrelación.
El punto de vista del profesor Sakamoto corresponde con la definición de intimidad que da The Encyclopedia Americana. En esta enciclopedia se define la intimidad como “el derecho de los individuos, grupos o instituciones a poder determinar por sí mismos cuándo, cómo y a qué grado se debe comunicar a otros información sobre ellos”.
De modo que lo que para uno supone una invasión de su intimidad, puede que no lo suponga para otro. Comparemos varios puntos de vista.
Actitudes con respecto a la intimidad
“La protección de la vida privada ni siquiera puede definirse en portugués con un término preciso. Los diccionarios no incluyen la palabra privacidade”, informaba el periódico brasileño O Estado de S. Paulo. Esto ocurría en 1979. Pero recientemente, en 1986, un diccionario brasileño incluyó la palabra privacidade, tomada del inglés. En coreano tampoco existe un término equivalente.
La situación es similar en Japón. “No hay, de hecho, ninguna palabra japonesa para definir este concepto”, explica Donald Keene, un americano experto en temas japoneses. “En Japón, país con una desarrollada conciencia de grupo, tradicionalmente se ha dado menos importancia al derecho a la intimidad individual que al que tiene la familia, el grupo o la comunidad a conocer e intervenir en la vida privada del individuo”, observa la Enciclopedia de Japón Kodansha. Por ejemplo: si usted quiere un trabajo en una compañía japonesa, debería estar dispuesto a responder a preguntas como: ¿Se lleva bien con su esposa? ¿Dónde trabaja ella? ¿Cuánto gana? ¿Qué edad tienen sus hijos? ¿A qué colegio van? Una vez que haya conseguido el trabajo, si es soltero, puede que su jefe le diga: “Ya es tiempo para que se case y se asiente”.
¿Consideraría usted esto como una inexcusable invasión de su intimidad? Puede que el empleado japonés no piense así. Cuando se les preguntó en qué momentos disfrutan de paz mental, solo un 8% de los japoneses contestó: “Cuando estoy solo”. Casi dos terceras partes de los encuestados dijeron que disfrutaban de paz mental cuando estaban con la familia o con sus amigos.
Sin embargo, una novia japonesa se asombró al ver lo que sucedió en su boda en Filipinas. Preguntó a su esposo, que era filipino, quiénes eran todos los invitados a la recepción. “No los conozco —contestó—. Preparamos mucha comida, y cualquiera puede venir y compartir nuestro gozo.” Los filipinos entienden así la hospitalidad. ¡Qué diferente de muchas sociedades europeas donde a uno se le tiene que invitar formalmente antes de presentarse en casa de alguien o asistir a una fiesta!
Antes de rechazar los puntos de vista diferentes sobre la intimidad como inaceptables, trate de ver su lado positivo. Un europeo puede alegar que no hay intimidad en otras sociedades. Sin embargo, en estas otras sociedades se ha enseñado a la gente a compartir casi cualquier cosa con su familia y amigos. Se espera que la persona sacrifique su intimidad en vez de salvaguardarla.
Problemas que deben superarse
Es verdad que hay situaciones que algunos pudieran considerar problemáticas, en las que la gente, por lo general, tiene poca intimidad. Si las personas que viven en una sociedad de este tipo quieren estudiar o participar en cualquier otra actividad personal, tienen que cultivar un alto grado de concentración. Donald Keene observó en su libro Living Japan: “La única intimidad real se consigue separándose espiritualmente de otras personas que pueden estar a tan solo unos cuantos palmos de distancia, y este tipo de intimidad es necesaria en Japón”.
El vivir en estrecha relación con los parientes y amigos puede crear otros problemas. Algunas parejas japonesas, por ejemplo, tienen que huir a los “hoteles de amor” para poder disfrutar de relaciones íntimas. De modo similar, en Brasil existe poca intimidad en las casas cuya puerta de entrada es tan solo una delgada cortina, o donde las habitaciones están formadas por biombos en vez de paredes. La conversación y otros sonidos se oyen por toda la casa.
Pero no son solamente estas situaciones de la vivienda las que pueden crear lo que algunos consideran problemas. También puede hacerlo la naturaleza amigable de la gente. Esta naturaleza puede irritar a aquellos que son muy conscientes de su intimidad. Por ejemplo: si usted no tiene hijos, puede que sea bombardeado con preguntas personales como: “¿No tiene usted ningún hijo? ¿Por qué no?”.
¿Un precio mayor que pagar?
Por el contrario, en Dinamarca se ve con cierto desdén la curiosidad por la vida privada de otros. De modo similar, en Gran Bretaña, algunas personas de mediana edad atesoran su intimidad, incluso en lo que respecta a sus propios hijos. En una sociedad de clases, cada grupo social intenta vivir protegido por el derecho a la intimidad.
Sin embargo, en los países donde se valora el derecho a la intimidad, hay que pagar un precio por él. Por ejemplo: en Dinamarca, cuando a un hombre de ochenta años de edad se le cerró la puerta y no pudo entrar en su casa, no se atrevió a llamar al vecino. Estuvo dando vueltas por una hora y media con tiempo frío, hasta que un policía le ayudó y le llevó a un cerrajero.
Problemas como estos animaron a los daneses a empezar una campaña de puerta en puerta en la década de los setenta. ¿Cuál era el objetivo de esa campaña? Animar a las personas que se encontraban solas a comunicarse más con sus vecinos. En el transcurso de unos cuantos meses participaron en esta campaña unos cincuenta mil daneses. En una sociedad orientada hacia la intimidad, tal fenómeno muestra la necesidad de preocuparse por otros.
No obstante, el 62% de los alemanes encuestados por el instituto Allensbacher consideró que su felicidad privada era el propósito principal de la vida. Pero como observó el instituto: “Si consideramos una tontería el dar a otros y solo pensamos en nuestra propia felicidad y la de nuestra familia, puede que ya hayamos llegado a la edad glacial de la sociedad”. La despreocupación por los demás ciertamente va emparejada con el egoísmo.
De igual manera, en Japón se observa una tendencia al egoísmo que concede gran importancia a la intimidad. “Entre los muchos cambios que se han producido en la sociedad japonesa, forjados por el rápido crecimiento económico de la nación —escribe Tetsuya Chikushi, un renombrado periodista japonés—, está el fenómeno de los niños que crecen con su habitación propia, un fenómeno que muchos consideran que representa el mayor cambio histórico de la sociedad japonesa.”
El cambio tiene un lado positivo y otro negativo. La intimidad puede ayudar al niño a desarrollar un sentido de responsabilidad y proporcionarle un reducto para el estudio y la meditación. Pero también puede hacer que se recluya en su propia habitación y renuncie a la comunicación con su familia. Señalando a estos aspectos negativos, Hiroshi Nakamura, del Instituto Japonés de Cultura del Niño, dijo: “Cuanto antes la independencia, mejor; cuanto mayor la abundancia, mejor; cuanto más perfecta la intimidad, mejor: son estas mismas ideas las que han causado la brecha psicológica en la familia”.
La creciente actitud egoísta de su sociedad está alarmando a muchos japoneses. Este problema nos ayuda a ver la necesidad de equilibrio.
[Comentario en la página 6]
Algunas parejas huyen a los “hoteles de amor” para disfrutar de relaciones íntimas