Los jóvenes preguntan...
¿Por qué me siento tan inútil?
“SOLO tenía ocho años cuando mi madre y mi padre se divorciaron —recuerda una chica a la que llamaremos Ann—. Me acuerdo que solía abrazarme a mi padre... necesitaba tanto su apoyo. Entonces, a la edad de quince años, mi padre se divorció de mi madrastra. Fue un golpe demoledor. Me preguntaba si el problema era yo, si yo podía haber sido la causa. Comencé a sentirme inútil.”
Estos sentimientos atormentan a muchos jóvenes. Y para inducirlos, no siempre es necesaria una situación extremadamente angustiosa, como, por ejemplo, el divorcio de los padres. Un sentimiento de inutilidad pudiera producirse por algo tan relativamente trivial como una mala nota en un examen de la escuela. ¿Por qué se presentan estos sentimientos? ¿Hay alguna manera de quitárselos de encima?
Comparaciones injustas
Una razón muy importante por la que muchos jóvenes se sienten inútiles es la influencia del mundo en que vivimos. En muchas sociedades se insta a los jóvenes a sobresalir en cualquier cosa que hagan: en la escuela, los deportes o las aficiones. A menudo el éxito lo determina quién hace las cosas mejor, quién posee lo mejor o quién tiene un físico mejor. Un pedagogo de Sudáfrica dice: “Conlleva un terrible estigma no obtener buenas notas el último año escolar y no conseguir después un trabajo que se considere prestigioso”. De manera similar, el psicólogo doctor David Elkind comenta: “Hoy no se valora a los adolescentes ni por su decencia ni por su personalidad, sino por su capacidad competitiva y los títulos académicos que consigan”. Este espíritu competitivo resta del sentido de propia estimación de muchos jóvenes.
La Biblia nos estimula a esforzarnos al máximo en cualquier cosa que nuestra “mano halle que hacer”, pero “no en comparación con la otra persona”. (Eclesiastés 9:10; Gálatas 6:4.) ¿Por qué no? Primero, porque todos tenemos habilidades distintas y no podemos sobresalir en todo. (Mateo 25:14, 15.) En realidad, todos tenemos algún tipo de impedimento debido a la imperfección. (Romanos 3:23.) Por lo tanto, el éxito en la vida depende de que aprendamos a enfrentarnos a los fracasos y los desengaños.
Además, el deseo de superar a otros va en contra de las mismas cualidades que pueden producir un sentimiento duradero de propia estimación, como pueden ser la cooperación, la consideración, el buen ánimo, la apacibilidad y la paciencia. La Biblia aconseja sabiamente: “No nos hagamos egotistas, promoviendo competencias unos con otros, envidiándonos unos a otros”. (Gálatas 5:22, 23, 26.)
Por lo tanto, mientras estés haciendo todo lo posible en la escuela y en las actividades cristianas, puedes sentirte satisfecho con tus logros. Si tienes alguna deficiencia importante, no dejes de pedir ayuda. Eso será señal de que estás desarrollando otra cualidad realmente valiosa: la humildad. (Proverbios 18:12.) No te desanimes si tu progreso es lento. Mide tus logros en comparación con los que tú ya hayas conseguido, no en comparación con los de los demás.
¿Y si es más que solo melancolía?
Supón que, sin ninguna razón aparente, sufres de un caso grave de melancolía que continúa semana tras semana sin que halles alivio. “Es imprescindible —dice la revista ’Teen— que no sufras en silencio.” Confía tus sentimientos a alguien que realmente se interese por ti, como uno de tus padres. Es tal como dice la Biblia: “Mejores son dos que uno [...]. Pues si uno de ellos cae, el otro puede levantar a su socio. Pero ¿cómo le irá al que está solo y cae cuando no hay otro que lo levante?”. (Eclesiastés 4:9, 10.) Muchas veces, un oyente comprensivo puede ayudarte a enderezar tu manera de pensar.a
Considera el caso de Ann, a quien mencionamos en la introducción. Sus amigos la ayudaron a darse cuenta de que su sentimiento de inutilidad estaba basado en un razonamiento equivocado, no en la realidad. ¿Cómo pudiera ella, solo una niña, haber sido responsable del fracaso matrimonial de sus padres? Al darse cuenta de esto, su sentimiento de inutilidad comenzó a desvanecerse.
Pero ¿y si esos sentimientos persisten, a pesar de tus esfuerzos por reajustar tu manera de pensar? “También es una muy buena idea —añade ’Teen— que te hagas un chequeo médico para comprobar que la raíz de tu depresión no sea alguna dolencia física.” ¿Por qué? Porque un persistente sentimiento de inutilidad puede ser síntoma de una enfermedad: depresión grave.
Muchos casos de depresión grave parecen deberse a un funcionamiento irregular de las sustancias químicas del cerebro. Por ejemplo: a veces las neuronas, o células nerviosas del cerebro, no reciben ni transmiten algunos mensajes de manera correcta. Afortunadamente, existen tratamientos que, al parecer, regulan la actividad de las neuronas y ayudan a hacer frente a la depresión. Por eso, si supones que lo que sufres es más que simplemente melancolía, una visita al médico puede ser muy oportuna.
Cuando te remuerde la conciencia
Otro factor que puede causar un sentimiento de inutilidad es la propia conciencia de uno. (Romanos 2:14, 15.) Si respondes a ella adecuadamente, te puede ayudar a apartarte de una senda destructiva; pero si la pasas por alto, puede resultar una causa de tormento.
En cierta ocasión la conciencia del rey David le remordió tanto que escribió: “No hay paz en mis huesos debido a mi pecado. Porque mis propios errores han pasado sobre mi cabeza; como una carga pesada son demasiado pesados para mí [...]; todo el día he andado triste. [...] Me he entumecido y he quedado aplastado hasta grado extremo”. (Salmo 38:3-8.) Es muy probable que David escribiera estas palabras después de tomar la esposa de otro hombre. Él obtuvo alivio sólo después de confesar abiertamente su grave pecado a oídos de Natán, el profeta de Dios. ¿Con qué resultado? “Por fin te confesé mi pecado, y no encubrí mi error. [...] Y tú mismo perdonaste el error de mis pecados.” (Salmo 32:5; compárese con Santiago 5:16.)
De igual manera, muchos jóvenes se han sentido agobiados por sentimientos de culpa después de cometer pecados... algunos menores, otros más graves. Pero al igual que David, pueden obtener alivio si los confiesan abiertamente y buscan la ayuda de cristianos verdaderos. Toma como ejemplo a Stephanus, cuyo padre abandonó a su madre antes de que él naciera. “El hecho de que él no me quisiera y me negara su paternidad me causó una profunda herida. A medida que fui creciendo, esto hizo que me sintiera inútil.” Stephanus cayó en el pecado craso de la homosexualidad. (Génesis 13:13; 1 Corintios 6:9.) Él dice: “Además de todas las desgracias que ya padecía, ahora había añadido a la lista la pérdida de amor propio y de una buena conciencia. Me sentía todavía más inútil”.
Con una conciencia profundamente dolida, Stephanus buscó la ayuda de cristianos verdaderos. Más importante aún, confesó sus pecados a Dios y con su ayuda, pudo superar sus debilidades. Él dice: “Aprendí que al aceptar el sacrificio de rescate de Jesús y poner fe en él, puedo ser de valor para Jehová”. (Proverbios 28:13; 1 Juan 1:9–2:2.) Durante los pasados cuatro años, Stephanus ha estado sirviendo de ministro de tiempo completo, ayudando a otros a entender las misericordiosas provisiones de Dios.
Cómo obtener un sentido de propia estimación
Sin ninguna duda, la carrera satisfaciente de Stephanus como ministro cristiano le ha ayudado a mantener el sentimiento de propia estimación que recientemente ha hallado. Como reconoce la doctora Edna Irwin en su libro Growing Pains—A Study of Teenage Distress (Los dolores del crecimiento: un estudio sobre la angustia de los adolescentes), “el adolescente que sabe qué carrera desea seguir tiene una meta a la que aspirar [...]. Si la consigue, eso contribuye inmensamente a su seguridad y amor propio”. Al igual que Stephanus, miles de jóvenes han visto que compartir con otros el mensaje de la Biblia es precisamente esa clase de carrera ‘que pueden conseguir’, una que les recompensa con un sentimiento de “seguridad y amor propio”.
Sin embargo, puede que algunos jóvenes tengan que esperar años antes de alcanzar esa carrera. Así que, mientras tanto, no dejes que te abatan los sentimientos de inutilidad. Recuerda: no tienes que luchar solo. Siéntete libre de confiarte a otros, en especial a tus padres. También tienes el apoyo de compañeros cristianos, a quienes se les insta a que “hablen confortadoramente a las almas abatidas”. (1 Tesalonicenses 5:14.) Y sobre todo, tienes el consuelo de saber que cuentas con el amor y el cuidado de Jehová Dios. De hecho, como dijo Jesús, ¡Dios hasta tiene ‘contados los cabellos de tu cabeza’! (Lucas 12:7.) Al conocer el gran valor que tienen para Dios las personas que lo aman, nunca has de sentirte inútil.
[Nota a pie de página]
a Véase la revista ¡Despertad! del 22 de octubre de 1987, páginas 12 y 13, bajo los encabezamientos “Cómo luchar contra la falta de amor propio” y “Modos de pensar distorsionados”.
[Fotografía en la página 23]
¿Permites que el espíritu competitivo de este mundo contribuya a sentimientos de inutilidad?