De nuestros lectores
Brecha cultural
Muchas gracias por el artículo “¿Es posible atravesar la brecha cultural?” (22 de agosto de 1988). Hace tres años y medio emigré de un país occidental al Lejano Oriente, pues mi marido deseaba regresar a su patria. Puedo decir por propia experiencia que cada palabra de ese artículo es cierta. Me llamó la atención la excelente manera de tratar los problemas que surgen entre diferentes culturas. Los consejos que se dan son prácticos y eficaces. El artículo me ha enseñado a evitar hacer comparaciones con mi anterior forma de vivir.
A. D., Indonesia
Intimidad
Tengo diecisiete años y soy lectora habitual de la serie “Los jóvenes preguntan...”. Hasta ahora, siempre había visto que estos artículos daban muy buenos consejos, pero el artículo titulado “¿Cómo puedo conseguir más intimidad?” (8 de octubre de 1988) me decepcionó mucho. Ustedes dan a entender que si mis padres entran en mi habitación en momentos inoportunos o curiosean en mi diario, lo hacen simplemente porque me quieren. Yo no puedo verlo así. Mis padres deberían confiar lo suficiente en mí como para no tener que ‘hacer rondas de inspección’ y controlarme. Si alguna vez echaran una ojeada a mi diario, jamás se lo perdonaría. No podría volver a confiar en ellos ni contarles cosas. En mi diario escribo sobre mis problemas y sentimientos personales. Yo ya les digo a mis padres todo lo que necesitan saber, y ellos se sienten satisfechos.
S. F., República Federal de Alemania
El artículo no disculpaba ni recomendaba esta práctica (sobre la que, de todas formas, poco control puede ejercer un joven), sino que se limitaba a ayudar a los jóvenes a comprender por qué algunos padres lo hacen, pues no es simplemente por entremetimiento.—La dirección.
Tengo doce años. Justo antes de que saliese el artículo sobre la intimidad, mi madre encontró unas cartas que yo había escrito y las leyó. En ese momento no entendí por qué, pero el artículo me ayudó a comprenderlo.
A. B., Estados Unidos
Creo que el artículo fue informativo y dio muy buenos consejos. No obstante, me sorprendí mucho cuando leí el ejemplo de una jovencita cuya madre le gritaba que dejase la puerta de su habitación abierta cuando recibía la visita de un muchacho. ¿Qué pinta un muchacho en la habitación de una jovencita, que por lo general es principalmente su dormitorio? ¡Nada! Desde luego mi madre nunca lo permitió. El salón, el cuarto de estar o la cocina, donde hay otras personas cerca, serían los lugares más sensatos para que unos adolescentes pasaran un rato de expansión o estudiasen. Al leer esa parte del artículo, algunos adolescentes podrían engañarse.
J. J., Estados Unidos
La preocupación y las sugerencias de J. J. son acertadas. La serie “Los jóvenes preguntan...” se escribe para un público general. El artículo simplemente indicaba cómo ven los asuntos incluso personas que no necesariamente rigen su vida por las normas de la Biblia. Para dichas personas, por lo tanto, el dejar la puerta abierta es una protección.—La dirección.
Solo quería agradecerles el artículo “¿Por qué no me dejan disfrutar de más intimidad?” (8 de julio de 1988). Tengo trece años. Hace poco pregunté precisamente lo mismo. Al igual que Keith y sus padres, mis padres y yo dimos muchas vueltas a lo de tener un televisor en mi habitación. Aunque no conseguí el televisor, comprendo por qué mis padres se interesaban en saber qué programas veía.
S. H., Estados Unidos