¿Por qué son una plaga de la vida moderna?
“ESTAR delgada llegó a ser lo más importante en mi vida”, admitió Ann a sus treinta y cuatro años. Por temor a terminar con exceso de peso comenzó una dieta muy estricta y perdió 30 kilogramos en poco tiempo. “No era más que piel y huesos, y parecía que acababa de salir de un campo de concentración”, dijo su marido.
Luego, con un hambre voraz, empezó a comer sin restricción. Para no ganar peso, utilizaba laxantes y se provocaba el vómito para no asimilar el alimento. “¿Cómo se puede adquirir un hábito tan repugnante?”, quizás se pregunte usted.
“Es más fácil de lo que parece —confesó Ann—. Tan solo quería estar delgada. Las mujeres se ven sometidas a muchas presiones para conseguir un físico atractivo y bien proporcionado. Me sentía bombardeada por las revistas de modas que enfatizan el estar ‘delgada, delgada, delgada’, así que me propuse ser superdelgada y atractiva.”
Ann cayó en las implacables garras de los trastornos del apetito y estuvo en esa situación diez largos años. Como ella misma comentó, “nunca te imaginas que eso te conducirá a donde te conduce”. Sin embargo, su caso no es único, pues Anne se cuenta entre aproximadamente el millón de mujeres estadounidenses que cada año son víctimas de la anorexia nerviosa o la bulimia. Por otra parte, muchos hombres también han desarrollado estos trastornos o pesan demasiado. Sin embargo, ¿en qué consisten exactamente esos trastornos?
Los trastornos
La anorexia nerviosa se caracteriza por una severa y prolongada inapetencia al alimento o rechazo a comer a causa de un problema emocional, lo que resulta en una importante pérdida de peso. No está provocada por una enfermedad física. La mujer —por lo general joven— tiene mucho miedo a ser obesa y, aunque esté demacrada, se ve demasiado gorda. Se produce la detención de las menstruaciones. Además, rehúsa mantener su peso por encima del mínimo que se considera normal para su edad y estatura.
La bulimia se caracteriza por repetidos excesos alimenticios, es decir, el consumo irreprimible de gran cantidad de alimento en poco tiempo. Después, el bulímico trata de librarse de las calorías mediante la inducción artificial al vómito, el uso de laxantes y diuréticos o el ejercicio vigoroso. Lo que constantemente le preocupa es su tipo y su peso.
El apetito desordenado e impulsivo se caracteriza por un consumo irreprimible de alimento, seguido de un sentimiento de culpa y vergüenza por su comportamiento y por el subsiguiente aumento de peso. El comedor impulsivo suele comer en exceso cuando está preocupado o nervioso. Por lo general no recurren a medios artificiales para eliminar los alimentos, lo que suele llevarlos a la obesidad.
Pero tan solo ganar o perder peso, o ser una persona con exceso de peso o delgada, no indica que se tenga un trastorno del apetito, pues pueden influir causas genéticas o psicológicas. Se considera que existe un trastorno del apetito cuando la actitud de la persona para con el alimento y el peso se desequilibra. La persona come —o rehúsa comer— motivada por profundas alteraciones emocionales.
En aumento
La mayoría de los entendidos en este campo dicen que los trastornos del apetito han aumentado, y hay quienes han llegado a calificarlo de epidemia. En un artículo titulado “Trastornos del apetito: sus repercusiones para la década de los noventa”, unos investigadores explicaron que “la frecuencia [de estos trastornos] ha aumentado en gran manera desde 1970 y ahora es fácil encontrarlos en las consultas médicas”. Se informa que cada año mueren 150.000 personas de complicaciones relacionadas con la anorexia nerviosa y la bulimia.
Pero Ann se recuperó por completo. Puede decirse que fue afortunada, pues el 21% de las enfermas de anorexia nerviosa mueren como consecuencia de la enfermedad. Entre los bulímicos son comunes las ideas suicidas, y varios médicos dicen que una tercera parte de sus pacientes han tratado de quitarse la vida.
Estos trastornos del apetito afectan a personas de todas las edades, de todo grupo étnico y racial, y de todo nivel social. Es una creciente plaga que ha invadido muchos países desarrollados. En Japón el aumento “ha sido descomunal” desde 1981, y también ha aumentado tanto en Suecia como en Gran Bretaña, Hong Kong, África del Sur, Australia y Canadá.
Sin embargo, ¿a qué se debe que los trastornos del apetito, aunque se han conocido por siglos, se hayan convertido en una epidemia en el siglo XX?
“El altar de la delgadez”
Después de cuarenta años de investigación, la doctora Hilde Bruch explica: “Me inclino a relacionarlo con la enorme importancia que la moda le atribuye a la delgadez. [...] Las revistas y las películas transmiten el mismo mensaje, pero la televisión es más persistente, machacando día tras día que solo serás amada y respetada si eres esbelta”.
Antes de 1900, eran los ricos quienes principalmente se preocupaban por vestir a la moda, pero después de la I Guerra Mundial (1914-1918), la aparición de los grandes almacenes, las revistas para la mujer y la fotografía de modas hicieron que la mayoría de las mujeres se interesaran más en estas cuestiones. Las modas nuevas y elegantes se producían en serie y en tallas estándar, y para llevar esas prendas la mujer debía tener la figura “apropiada”. De ese modo, los defectos de la figura se convirtieron en fuente de frustración y vergüenza para las mujeres que no encontraban su talla en esa ropa de moda.
Además, en 1918 el primer libro de mayor venta en América sobre el tema de la dieta vinculó el control del peso con el amor propio. El exceso de peso en las mujeres se veía como un defecto de personalidad y una traba social. En su libro Fasting Girls (Chicas que ayunan), Joan Brumberg explica los resultados de ese criterio: “En realidad, para la década de los veinte la apariencia exterior era más importante que la personalidad interior porque el atractivo sexual había reemplazado a la espiritualidad como el ‘radiante adorno’ de la mujer. [...] Muchos adoptaron el concepto de que el tamaño y la forma del cuerpo era una medida de valía personal”.
De modo que las dietas y la belleza se convirtieron en una obsesión. Hoy día se calcula que en cualquier momento dado, el 50% de las mujeres de Estados Unidos siguen un régimen, y en su mayoría lo hacen tan solo para mejorar su apariencia. Un sondeo de opinión llevado a cabo por la revista Glamour entre 33.000 mujeres, formulaba la siguiente pregunta: “¿Qué es lo que le haría más feliz?”. El 42% respondieron: “Perder peso”. Ese porcentaje fue casi el doble que el de cualquier otra alternativa ofrecida en el sondeo, como por ejemplo: “Éxito en el trabajo”.
Desde el inicio de esta década, la delgadez se ha convertido en símbolo de fuerza, logro y atractivo. “Dada nuestra antigua y extravagante adoración colectiva en el altar de la delgadez, no es de extrañar que tantas jóvenes de nuestros tiempos hayan hecho de la dieta un dogma de fe”, explicó la señora Brumberg. Un claro resultado ha sido la epidemia actual de trastornos del apetito.
Sin embargo, y a pesar de la presión social para que las mujeres sean delgadas, no todas desarrollan trastornos del apetito. ¿Cuáles son entonces las más vulnerables?
[Recuadro en la página 3]
¿Qué riesgos para la salud suponen los trastornos del apetito?
Anorexia nerviosa
Trastornos sanguíneos, tensión arterial anormalmente baja, mareos o debilidad anormales, palpitaciones irregulares, fallo cardiaco repentino, piel amarillenta, trastornos hormonales, detención de las menstruaciones y pérdida de masa ósea.
Bulimia
Menstruaciones irregulares, debilidad muscular y calambres, deshidratación, mareos, caries y desgaste del esmalte dental, intolerancia al frío, fatiga, problemas digestivos, palpitaciones irregulares que pueden conducir a un ataque cardiaco repentino, laceraciones y hemorragias en el esófago, dolores abdominales.
Apetito desordenado e impulsivo
Hipertensión y fatiga relacionada con el peso, obesidad crónica (con mayor riesgo de diabetes), enfermedades coronarias, cáncer, trastornos hormonales, cálculos biliares.