La lucha por conservar las turberas irlandesas
Por el corresponsal de ¡Despertad! en Irlanda
“SI NO se hace algo pronto podría perderse para siempre una parte singular del patrimonio vivo del mundo”, declaró el doctor David Bellamy, escritor británico. ¿A qué patrimonio se refería? A las turberas de Irlanda. (Bellamy’s Ireland—The Wild Boglands [La Irlanda de Bellamy: las turberas].)
No todos los habitantes de Irlanda consideran que las turberas sean un patrimonio. El escritor Michael Viney dice que en el pasado “la turbera era sinónimo de trabajo arduo y de la forma de vida más pobre”. Hoy día, según el IPCC (Irish Peatland Conservation Council [Consejo de Conservación de las Turberas Irlandesas]), muchos creen que todas las turberas deberían ser “desarraigadas, desecadas y convertidas en algo seco y más ‘útil’”. En vista de que desarraigar y desecar las turberas produce valioso combustible y deja el terreno en buenas condiciones para la agricultura, ¿por qué se preocupan los conservacionistas? Porque opinan que las turberas constituyen unos “singulares ecosistemas propios del humedal”.
Hay dos tipos principales de turbera que se encuentran en peligro de extinción. Uno se denomina turbera alta o abombada, y el otro, turbera baja o plana. Las turberas bajas, según el doctor David Bellamy, “cubren la húmeda zona oeste [y otras regiones montañosas húmedas] con un tapiz de materia viva como el cual no se encuentra otro en ninguna otra parte de la Tierra”. ¿Qué son exactamente estos dos tipos de turbera? ¿Es cierto que, como algunos opinan, no son más que traicioneros lugares cenagosos de los que extraer combustible para el invierno? ¿Hay que convertir en humo todas las turberas?
Turberas altas y turberas bajas
Las turberas son enormes masas de turba con una capa superficial de vegetación viva compuesta de musgos, brezos, juncias y flores. Dicen que las turberas altas empezaron a formarse hace miles de años en lagos de aguas someras y otros lugares parecidos. La vegetación moría y se iba al fondo donde lentamente se descomponía e iba produciendo la turba. Estos depósitos de plantas en proceso de descomposición se iban acumulando, capa sobre capa, hasta que llenaron el lago. Algunos depósitos llegaron a tener 12 metros de profundidad.
Los musgos de pantano (del género Sphagnum) colonizaron la pastosa masa que surgía de los lagos y actuaban como esponjas, manteniendo la superficie de la turbera saturada de agua. Grandes montículos de estos musgos de pantano se desarrollaron en altura y lateralmente produciendo sorprendentes turberas de formación lenticular más abultadas en el centro que en los bordes, lo que da lugar a que reciban el nombre de turberas altas o abombadas. “En realidad, la cúpula de una turbera alta —dice David Bellamy— es una gigantesca gota de agua mantenida unida por una matriz de restos de plantas muertas o en proceso de descomposición y conservada intacta por una cubierta viva de turba.”
Por otro lado, las turberas bajas no necesitaron lagos para formarse. Consiguieron toda el agua que necesitaban de las persistentes precipitaciones de lluvia en las zonas del país saturadas de agua, lugares donde llueve por lo menos 235 días al año y las precipitaciones anuales son de más de 1.200 milímetros. David Bellamy dice que la turbera baja, que puede alcanzar los 6 metros de profundidad, es un gigantesco “montón inútil de abono [...] supersaturado de agua”.
Debajo de la superficie, la turbera consiste en capas de vegetación en diferentes fases de descomposición. Cerca de la parte superior, en la suave turba de color pardo, puede verse con claridad los restos de plantas muertas. En el fondo, estas se han descompuesto y formado una turba más oscura y densa que, al tacto, parece como una masilla.
Explicado así, quizás no resulte muy atractivo. Pero las turberas, además de ser enormes depósitos de combustible, tienen una singular belleza propia. Michael Viney describe la turbera baja del oeste de Irlanda diciendo que envuelve las montañas como una gran manta parda sobre las rodillas de un anciano. Y añade: “Si se mira más de cerca, se ve que está tejida con materiales costosos: musgos aterciopelados de color negro y verde botella, líquenes decorados con brocados dorados y rosas, adornos afiligranados de encaje verde grisáceo”. (The IPCC Guide to Irish Peatlands [Guía del IPCC para las turberas irlandesas.)
Este húmedo mundo maravilloso es lo que los conservacionistas quieren proteger. Las turberas albergan innumerables animales: la rana bermeja, el tritón liso, la liebre variable, aves y diversos insectos. Y también crecen en ellas una amplia variedad de plantas: la cañuela algodonosa rabo de liebre, el nenúfar amarillo, la sarracenia purpúrea, el Eriocaulon aquaticum, el peralito de hoja redonda, el Narthecium ossifragum y docenas de plantas más. Una planta curiosa de las turberas es la drosera (atrapamoscas). Es carnívora y se vale de sus pegajosas hojas para atrapar insectos que luego digiere poco a poco.
La explotación de las turberas
Si en primavera o verano usted conduce, o más bien rebota, por uno de los viejos caminos que atraviesan las turberas de Irlanda, todavía puede ver a hombres y mujeres que participan en la extracción de la turba. Para ello siguen utilizando la tradicional laya turbera, una laya especial de cuchilla estrecha que suele disponer de dos cuchillas adicionales situadas en planos perpendiculares a la primera, lo que permite practicar las tres incisiones verticales de una sola vez al cortar un tepe de turba. Una vez cortados los tepes, los obreros los extienden para que se sequen al sol del verano y después los recogen para utilizarlos en invierno como combustible. El aromático olor que desprende la turba al arder incrementa la satisfacción que produce notar el calor del fuego en una fría noche invernal.
Cuando los hombres extraen la turba de esta forma, parecen hormigas asaltando un enorme almacén de alimento. Sin embargo, debido a los sistemas de desecación del terreno que también se utilizan, incluso este método de explotación ha acabado modificando las turberas durante el transcurso de los pasados mil años. No obstante, la verdadera amenaza para la supervivencia de las turberas se ha presentado en los últimos cuarenta años, cuando las potentes máquinas de la Bord na Móna (compañía irlandesa dedicada a la explotación de la turba) han excavado y raspado la turba a una velocidad alarmante.
La extracción de turba a gran escala no es tarea fácil. Una turbera virgen contiene un 95% de agua y necesita por lo menos cinco años de desecación constante antes de que las máquinas excavadoras de ingenioso diseño puedan funcionar sin peligro sobre la turbera.
Una vez extraída la turba, la tierra no queda yerma. Las autoridades se esfuerzan mucho por convertir las turberas explotadas en terreno productivo útil. Pero, en lo que respecta a las turberas, siguen en peligro de extinción. En Irlanda quedan menos del 5% de las turberas altas con algo de reserva natural. Ya no se trata de un caso de hormigas que asaltan un almacén de alimento. Ahora, se vacía el entero almacén y se demuele todo el edificio.
¿Pueden sobrevivir?
Los conservacionistas saben que no es realista prohibir la extracción de la turba, pues es razonable que la gente aproveche esas fuentes de energía accesibles. Pero, preguntan ¿no se puede evitar que la explotación llegue a extinguirlas? La miembro del IPCC Catherine O’Connell pregunta: “¿Queremos que a nuestras turberas les suceda lo mismo que al dodo?”.
El tiempo dirá.
[Fotografías en las página 16, 17]
Arriba, de izquierda a derecha:
Turba apilada en Connemara (Irlanda)
Turbera virgen, cenagosa y traicionera
La drosera (atrapamoscas), una planta carnívora
Un buen refugio para el nido del zarapito
[Reconocimientos]
Arriba y en la parte superior derecha, por el doctor R. F. Hammond (Teagasc, Irlanda)
Fundación Holandesa para la Conservación de las Turberas Irlandesas
[Recuadro en la página 16]
Las turberas de Irlanda conservan más que solo turba
Se han sacado de las turberas, en un asombroso estado de conservación, cadáveres de personas que se ahogaron en ellas o que fueron ejecutadas hace siglos según ciertos rituales. La gente del campo solía utilizar las turberas como frigorífico, donde almacenaban la mantequilla. Los que cortan la turba muchas veces se encuentran barriles llenos de mantequilla que fueron enterrados en la turbera y nunca los llegaron a desenterrar. También se han encontrado hermosos objetos de oro, plata y bronce, colocados allí para que no cayeran en manos de los vikingos que merodeaban por la zona.
[Recuadro en la página 17]
Las turberas pueden ser peligrosas
“Las turberas pueden ser lugares peligrosos, nunca las visite si no va acompañado”, aconsejan algunos. Las turberas son zonas complejas, llenas de canales de drenaje, corrientes de agua y pozos. Al hacerse una capa de turba sobre la superficie de un lago profundo, se pueden formar tremedales —turberas flotantes que retiemblan cuando se transita sobre ellas— que pueden engullir a personas y animales.
“Secciones de turba situadas en pendientes pueden desprenderse del resto de una turbera baja y descender por la ladera derribando árboles y destrozando casas de forma muy parecida a como una corriente de lava volcánica destruye todo lo que se encuentra al paso.”