El búfalo cafre: un animal cooperativo
Por el corresponsal de ¡Despertad! en Kenia
USTED está viajando por la sabana africana. Al terminar de subir una escabrosa cuesta, aparece de pronto ante sus ojos, a solo unos pocos metros, una fila de temibles bestias. Son unos animales imponentes, de más o menos metro y medio de altura en la cruz y de casi una tonelada de peso. Alarmados por su presencia, se quedan inmóviles, como petrificados, con la cabeza levantada hacia atrás para percibir su olor y mirándole amenazadoramente.
Usted tiene los ojos fijos en sus enormes cuernos, que divergen hacia el exterior y se curvan luego hacia arriba. Entre la punta de un cuerno y la del otro a veces puede haber hasta 147 centímetros. En algunas de estas bestias, la ondulada base de los cuernos se ensancha y recubre toda la frente, formando un enorme casco. Usted se pregunta cuántas embestidas de semejante ariete podría resistir su vehículo.
En vista de la reputación de estas bestias, tales temores son comprensibles. Al fin y al cabo, se trata de búfalos cafres, que tienen la fama de ser animales sumamente peligrosos que atacan ante la más mínima provocación. Se dice que algunos han herido o matado más hombres, y leones, que cualquier otro herbívoro de la Tierra. No es de extrañar que con solo verlos quizás se haya asustado. Así que cuando uno de ellos emite un fuerte resoplido, usted se prepara para lo peor. Sin embargo, para su sorpresa, y alivio, no le atacan. Al contrario, toda la fila de búfalos se da la vuelta y huye.
No, no es que usted los haya asustado con la mirada. Lo que sucede es que aunque el búfalo cafre no es un animal con el que se juega, es sorprendentemente tranquilo por naturaleza. Se alimenta de hierba, no de carne (ni animal ni humana). Su reputación de animal feroz es producto de leyendas y exagerados relatos de caza, no de estudios científicos. En realidad, es un animal que huye para evitar una confrontación, no la busca. Puede decirse que el búfalo cafre no hace honor a su nombre, pues lejos de ser un “cafre”, o bruto, es un modelo de cooperación.
Cooperación para sobrevivir
El búfalo cafre es un animal extraordinariamente sociable. Su área de distribución abarca casi toda el África al sur del Sahara, y se encuentra a gusto en prácticamente cualquier tipo de terreno, siempre que haya agua cerca. Durante las estaciones lluviosas, cuando abundan el agua y el alimento, viaja en inmensas manadas. Aunque en algunas zonas el tamaño medio de las manadas es de unas trescientas cincuenta cabezas, las hay de miles de ejemplares. En la estación seca, las manadas se reducen a pequeñas agrupaciones de entre dos y veinte individuos. Todos los días —una vez por la mañana y otra por la noche— la manada se desplaza hasta algún abrevadero cercano. Un solo búfalo bebe entre 30 y 40 litros de agua.
Durante las horas más calurosas, a estos sociables cuadrúpedos les encanta meterse en el agua y revolcarse en el fango. Este hábito no solo los refresca y reconforta, sino que los ayuda a librarse de los molestos parásitos. O puede que simplemente se echen a la sombra como si estuviesen meditando, mientras digieren con lentitud la hierba, los arbustos y las hojas que han comido durante la noche.
Cuando se presenta algún peligro, enseguida manifiestan su espíritu de cooperación. Un búfalo da la alarma soltando un fuerte bufido. Pronto, la entera manada se agrupa para defenderse. Se ha sabido de búfalos que se han agrupado y han atacado a un león. Este instinto de protegerse unos a otros es poco corriente en los herbívoros, pues lo general es que cada uno vele por su propia seguridad cuando se presenta un peligro. Pero entre los búfalos cafres, los cojos y ciegos son capaces de sobrevivir siempre que se mantengan cerca de la manada.
La misma cohesión existe incluso cuando no hay ningún peligro inminente. Por ejemplo, cuando se produce un cambio de actividad, digamos que dejan de pastar y se echan, en cuestión de minutos toda la manada hace lo mismo. Los científicos creían que las manadas seguían la dirección de un jefe fijo, pero más recientemente se ha comprobado que son conducidas por el animal que mejor conoce el terreno en que se encuentran. Lo más frecuente es que el guía sea una hembra adulta, pues los machos adultos tienden a independizarse y abandonar la manada. Así que las manadas no obedecen a la fuerza a un jefe dominante, sino que todos sus miembros demuestran ser, por naturaleza, bastante cooperativos.
El macho solitario: ¿insociable?
Pero ¿por qué abandonan los machos la manada a cierta edad? ¿Es porque se vuelven insociables? En absoluto. Su existencia relativamente solitaria parece obedecer a su gran corpulencia. Como son demasiado pesados para desplazarse al paso de la manada, prefieren una vida más sedentaria. De modo que cada uno delimita un territorio particular: un lugar con sombra, hierba abundante para pastar por la noche y un abrevadero cercano. Pero se mantiene lo más cerca posible de la ruta que sigue la manada en sus desplazamientos diarios hacia algún abrevadero. De vez en cuando, hasta pasta en su compañía. Cuando el agua escasea durante las estaciones secas, varios machos se desplazan juntos dos veces al día al abrevadero común.
¿Qué ocurre si la manada tiene que atravesar el territorio particular de un macho solitario? ¿Se produce un feroz combate? De ninguna manera. El macho sale al encuentro de la manada en los límites de su “propiedad” y la escolta personalmente hasta llegar al límite del territorio de un macho vecino. Este, a su vez, se encarga de conducir la manada hasta el siguiente territorio. El proceso continúa hasta que llegan al abrevadero. Si la manada se ve amenazada, los machos asumen el papel de protectores de las hembras y las crías. Automáticamente se colocan en la retaguardia —la posición más peligrosa— y son los últimos en huir.
De todo lo dicho se desprende que la reputación que se le ha dado al búfalo cafre de ser una bestia temible es totalmente inmerecida. Ahora que lo conocemos un poco mejor, podemos verlo, no como un monstruo irracionalmente agresivo, sino como un ejemplo pacífico de cooperación que es digno de contemplar, y quizás hasta de imitar.
[Fotografías en las páginas 24, 25]
Se ha sabido de búfalos que se han agrupado y han atacado a un león
Aunque los machos adultos abandonan la manada, continúan siendo bastante sociables