Investigación sobre sangre contaminada en Canadá
Por el corresponsal de ¡Despertad! en Canadá
LA CANTIDAD de víctimas de sangre contaminada que muere de sida aumenta incesantemente en Canadá. ¿A qué se debe el incremento? A que en la década de los ochenta más de mil canadienses contrajeron el virus del sida mediante sangre y derivados sanguíneos infectados. Ante estos hechos inquietantes, el gobierno federal creó la Comisión Investigadora del Sistema de Transfusiones Sanguíneas Canadiense. Se pretendía determinar la fiabilidad de dicho sistema mediante una investigación judicial.
Se nombró encargado de la comisión a uno de los magistrados más veteranos y respetados de Canadá, el honorable juez Horace Krever, del Tribunal de Apelación de Ontario. El 14 de febrero de 1994 tuvo lugar la primera audiencia en Toronto y desde entonces se han celebrado más vistas por todo el país. El juez Krever debe presentar en su momento los resultados de la investigación y recomendar las mejoras oportunas.
Una madre desconsolada cuyo hijo había muerto de sida tras recibir sangre contaminada, dijo al juez: “Me arrebatan a mi hijo y lo único que recibo a cambio es una investigación. Le suplico que esta sirva de algo”. Todo su afán era que se efectuara una indagación exhaustiva que permitiera dar los pasos necesarios para evitar los riesgos de las transfusiones de sangre. Pero ella no fue la única que perdió a un hijo como consecuencia del uso de sangre contaminada. La comisión escuchó testimonios desgarradores con relación a esta tragedia que ha destrozado la vida de muchos canadienses.
Los siguientes titulares han aparecido en el diario de Toronto The Globe and Mail: “El testimonio de las víctimas del horror de la sangre suscita indignación y lágrimas”, “La comisión de la sangre escucha una declaración escalofriante”, “Se expone la ignorancia de los médicos con pormenores” y “Según la comisión investigadora, los funcionarios juzgaron mínimo el riesgo de contraer sida”.
Las personas contagiadas con el virus del sida (VIH) por el empleo de sangre dicen que no se les advirtió de los riesgos. Varias no supieron que habían recibido sangre hasta que se descubrió que eran seropositivas.
Un adolescente enfermo de sida contrajo el virus por transfusión sanguínea durante una operación a corazón abierto cuando tenía 3 años de edad. Un hombre seropositivo que tiene hemofilia leve fue tratado con hemoderivados antes de 1984, en una época en la que jugaba al hockey. De haber conocido los riesgos, hubiera cambiado su estilo de vida. Otro caso es el de una mujer que recibió sangre contaminada con el VIH en 1985, y ahora ella, su esposo y su hija de 4 años están infectados.
Ha habido relatos estremecedores de personas contagiadas con solo una o dos unidades de sangre. “Se la pusieron solo para darle un poco de color a las mejillas”, dijo con amargura una mujer respecto a la transfusión que transmitió el VIH a su esposo. Ahora ella también tiene el virus.
Las sucesivas declaraciones han orientado la atención hacia otra tragedia de grandes proporciones: el contagio de la hepatitis. Según The Globe and Mail, se calcula que “cada año mueren de hepatitis C hasta mil canadienses”. El periódico añade que “la mitad puede haber contraído la enfermedad mediante transfusiones de sangre”.
Un señor informó que una transfusión que le administraron durante una operación de espalda en 1961, le había contagiado la hepatitis C. Después de la intervención, empezó a donar sangre periódicamente. En 1993 se le diagnosticó cirrosis. “¿Cuánta gente habrá recibido la sangre que he donado durante todos estos años sin saber que tenía la enfermedad?”, preguntó en la audiencia.
El juez Krever ha escuchado atentamente a más de cien canadienses cuyas vidas han sido destrozadas por el sida y otras enfermedades trágicas transmitidas por medio de sangre contaminada. Los especialistas médicos han atestiguado que es imposible eliminar toda posibilidad de transmisión de enfermedades, así como otros peligros. Han admitido que el uso de sangre conlleva graves riesgos y que está utilizándose indebidamente. El doctor J. Brian McSheffrey, director médico de un servicio regional de transfusiones sanguíneas, declaró que para resaltar el problema dice a sus colegas en las conferencias: “Si se ve en la necesidad de transfundir es porque se ha equivocado en el diagnóstico o en la terapia”.
Se han levantado acusaciones de intriga y rivalidad entre quienes el comité gubernamental llamó “los principales interesados” en el sistema de transfusiones sanguíneas de Canadá, que anualmente mueve 250 millones de dólares canadienses. La Cruz Roja y varios organismos estatales se han convertido en el blanco de las críticas. Parece que nadie está a cargo del complejo sistema nacional de transfusiones de sangre.
Un caso felizmente distinto
El 25 de mayo de 1994 el juez Krever escuchó una declaración animadora en Regina (provincia de Saskatchewan), que contrastaba con los testimonios deprimentes hasta entonces presentados. William J. Hall, un anciano de 75 años de edad aquejado de hemofilia grave, explicó cómo ha salido adelante con tratamientos no derivados de la sangre. Además, no tiene sida. El señor Hall, que es testigo de Jehová, no acepta transfusiones ni de sangre ni de factores de la coagulación sanguíneos a causa de su conciencia religiosa. (Véase el recuadro de arriba.)
Todavía se han de aportar más datos, pues el gobierno ha prorrogado la investigación hasta finales de 1995. Por lo tanto, la comisión podría tener tiempo de examinar los tratamientos sin sangre efectivos que se administran a miles de adultos y niños testigos de Jehová y que pueden ser aplicados también a otros pacientes.
Los médicos que emplean tales tratamientos alternativos pueden presentar pruebas periciales ante la comisión. El doctor Mark Boyd, de la Universidad McGill, declaró al diario The Medical Post en 1993: “Deberíamos estar agradecidos a los testigos de Jehová por habernos mostrado lo bien que podemos arreglárnoslas sin transfusiones de sangre”. Una comisión presidencial estadounidense comentó en 1988: “La mejor medida preventiva con respecto al suministro de sangre es no exponer al paciente a sangre ajena, siempre que sea posible”. Por su obediencia a la ley de Dios de ‘seguir absteniéndose de sangre’, los testigos de Jehová han sido bendecidos con la “mejor medida preventiva” contra la sangre contaminada y otros riesgos de las transfusiones. (Hechos 15:20, 29.)
Necesidad de información
Lamentablemente, a la mayoría de las víctimas de transfusiones de sangre contaminada no se les informó de antemano sobre otros tratamientos que podrían haber evitado sus tragedias. No se dio a los pacientes la oportunidad de elegir entre aceptar los riesgos de la transfusión sanguínea o emplear alternativas terapéuticas más seguras.
Las pruebas aducidas ante la comisión revelan que deben darse a conocer las otras posibilidades a los médicos y al público en general. Una investigación gubernamental a tan alto nivel podría tener un gran impacto en Canadá. Las recomendaciones del juez Krever podrían conducir a cambios necesarios en la actitud y la enseñanza de la medicina canadiense sobre las transfusiones. Los hallazgos de la Comisión Investigadora interesarán a todos cuantos quieran evitar los riesgos de las transfusiones de sangre.
[Fotografía en la página 20]
El juez Horace Krever, director de la comisión
[Reconocimiento]
CANPRESS PHOTO SERVICE (RYAN REMIROZ)
[Fotografía en la página 21]
William y Margaret Hall recorrieron 370 kilómetros en su vehículo para declarar ante la Comisión Investigadora
[Recuadro en la página 22]
TRATAMIENTO DE LA HEMOFILIA SIN SANGRE
William J. Hall, de Nipawin (provincia de Saskatchewan), explicó a la comisión cómo y por qué trata su hemofilia grave sin derivados sanguíneos. Estos son algunos pasajes de la transcripción de su testimonio:
◻ “Mis padres supieron que era hemofílico cuando en una ocasión se me hinchó la pierna desde la cadera hasta la punta del pie y los médicos me dieron ese diagnóstico. [...] Debía de tener un año.”
◻ “Jamás se me ha administrado sangre ni ningún tipo de hemoderivado. [...] Aceptar sangre va contra mis creencias religiosas, porque pienso que es sagrada.”
◻ Respecto a su hermano que también era hemofílico: “Él no compartía mi fe, así que le pusieron sangre, y murió de hepatitis”.
◻ Con relación a una úlcera duodenal que tuvo en 1962: “El médico me dijo que, si no me transfundían sangre, moriría. [...] Me aplicaron un tratamiento [sin sangre] que dio resultado”. Consiguieron detener la hemorragia.
◻ Respecto a una operación que le efectuaron en 1971 para unirle una cadera rota: “Tan solo tuvieron que ser cuidadosos porque no iban a ponerme sangre. [...] La operación fue un éxito”. En aquel entonces le hicieron varios análisis que mostraron que carecía de factor VIII de la coagulación en la sangre.
◻ Qué le ayuda a salir adelante: “El estilo de vida [...], tener cuidado”, lo que incluye la dieta, el reposo, el ejercicio y tratar adecuadamente las hinchazones, los moretones y las hemorragias.
◻ “Creo que es útil relajarse y meditar en las cosas buenas que nuestro Dios nos ha dado, dejar las preocupaciones a un lado. Parece que eso ayuda bastante.”
William Hall tiene 76 años y es testigo de Jehová.