¿Está ganándose la lucha?
“CUIDEMOS este planeta; es el único que tenemos.” Ese fue el dramático llamado que hizo el príncipe Felipe de Inglaterra, presidente del Fondo Mundial para la Vida Silvestre.
Miles de años antes, el salmista escribió: “En cuanto a los cielos, a Jehová pertenecen los cielos, pero la tierra la ha dado a los hijos de los hombres”. (Salmo 115:16.) Dios ha designado la Tierra como nuestro hogar, y debemos cuidarla. Esa es la esencia de la ecología.
“Ecología” significa literalmente “estudio de la casa”.a La obra The American Heritage Dictionary define la palabra como “el estudio de los efectos perjudiciales de la civilización moderna sobre el medio ambiente, con la mira de prevenirlos o anularlos mediante la conservación”. Expresado en palabras sencillas, el objeto de la ecología es descubrir los daños causados por el hombre y buscar las maneras de solucionarlos. Ninguna de estas dos tareas es fácil.
Las tres verdades fundamentales de la ecología
En su libro En paz con el planeta, el biólogo Barry Commoner menciona tres leyes sencillas de la ecología que permiten explicar por qué la Tierra ha sido vulnerable al abuso del hombre.
Todo está relacionado con todo lo demás. Tal como un diente enfermo puede afectar todo el cuerpo, causar daño a un recurso natural puede desencadenar una serie de problemas ecológicos.
Por ejemplo, en los últimos cuarenta años se ha talado el 50% de los bosques himalayos de Nepal para producir leña combustible y artículos de madera. Una vez deforestadas, las montañas perdieron rápidamente el suelo de sus faldas a causa de las lluvias monzónicas. Sin la capa superior de suelo, los nuevos árboles no han podido arraigarse, y muchas montañas han quedado estériles. La deforestación está haciendo que Nepal pierda millones de toneladas de suelos fértiles anualmente. Pero el problema no es exclusivo de este país.
En Bangladesh, las lluvias torrenciales que los árboles embebían corren ahora velozmente por las montañas peladas hacia las costas, donde ocasionan inundaciones desastrosas. En el pasado, Bangladesh experimentaba una inundación grave cada cincuenta años; ahora la sufre cada cuatro años o menos.
En otras latitudes, la deforestación ha causado desertificación y cambios climáticos. Pero los bosques no son el único recurso natural que el hombre ha explotado. Los ecologistas saben aún muy poco sobre la interacción de los elementos que conforman nuestro vasto ecosistema, y quizá no se percatan de un problema hasta que ha causado grandes daños. Tal es el caso del procesamiento de residuos. Este ilustra muy bien la segunda ley de la ecología.
Todas las cosas han de ir a parar a alguna parte. Imagine lo que sería de una casa que careciera de un medio para deshacerse de la basura. Nuestro planeta es, precisamente, un sistema cerrado de ese tipo; todos los residuos finalmente van a parar a algún sitio del hogar terrestre. La destrucción parcial de la capa de ozono indica que ni siquiera los gases aparentemente inocuos, como los clorofluorocarbonos (CFC), se esfuman en el aire. Pues los CFC son solo una de las centenares de sustancias peligrosas que hoy se arrojan a la atmósfera, los ríos y los océanos.
Algunas sustancias, como las llamadas “biodegradables”, pueden descomponerse y ser absorbidas mediante un proceso natural, pero otras no. Las playas del mundo están sucias con envases plásticos que permanecerán allí por decenios. Los residuos tóxicos de las industrias, que por lo general se entierran en algún lugar, son menos perceptibles. Pero el hecho de que no se vean no quiere decir que sean inofensivos. Pueden filtrarse hasta los mantos acuíferos del subsuelo y representar un problema grave para la salud de personas y animales. “No sabemos qué hacer con todos los productos químicos de la industria moderna —admitió un científico húngaro del Instituto de Hidrología de Budapest—. Ni siquiera podemos seguirles el rastro.”
Los residuos más peligrosos son los desechos radiactivos, subproductos de las centrales nucleares de energía. Miles de toneladas de residuos nucleares están almacenados temporalmente en diversos lugares, pero cierta cantidad ya ha sido abismada en el océano. A pesar de años de investigación científica, no se ha logrado una forma segura y permanente de almacenarlos o deshacerse de ellos, ni se prevé que suceda esto pronto. Nadie sabe cuándo explotarán estas bombas de tiempo ecológicas. Lo cierto es que el problema no desaparecerá con el tiempo; los residuos seguirán siendo radiactivos durante siglos o milenios, o hasta que Dios tome medidas al respecto. (Revelación [Apocalipsis] 11:18.) La negligencia del hombre en el procesamiento de residuos también nos recuerda la tercera ley de la ecología.
La naturaleza es la más sabia. Dicho de otra manera, el hombre debe cooperar con los sistemas naturales en vez de reemplazarlos por algo que considera mejor. Los pesticidas permiten ilustrar bien este punto. Cuando comenzaron a usarse, ayudaron a los agricultores a controlar la mala hierba y casi eliminar las plagas. Parecía que las grandes cosechas estaban garantizadas. Pero las cosas empezaron a fallar. La mala hierba y los insectos se hicieron inmunes a un pesticida tras otro, y estos empezaron a envenenar a los depredadores naturales de los insectos y al hombre mismo. Es posible que lo hayan afectado a usted. En tal caso forma parte del grupo de por lo menos un millón de personas afectadas en todo el mundo.
La gran ironía es que cada vez hay más pruebas de que, a la larga, los pesticidas ni siquiera aumentan el rendimiento de los campos. Tan solo en Estados Unidos, los insectos se comen ahora una proporción mayor de las cosechas que antes de la revolución introducida por estos productos químicos. Así mismo, el Instituto Internacional de Investigación sobre el Arroz, con sede en Filipinas, ha descubierto que los pesticidas ya no mejoran el rendimiento de los campos del sudeste asiático. Un programa patrocinado por el gobierno indonesio, que no promueve tanto el uso de pesticidas, ha logrado aumentar la producción de arroz de 1987 hasta la fecha en un 15%, a pesar de que el uso de pesticidas ha disminuido un 65%. No obstante, año tras año los agricultores siguen usando extensamente esos productos químicos.
Las tres leyes de la ecología que hemos expuesto ayudan a comprender por qué la situación es tan mala. Otras preguntas importantes son: ¿cuánto daño se ha hecho? y ¿tiene remedio?
¿Cuánto daño se ha causado?
En el mapamundi de las páginas 8 y 9 se señalan algunos de los principales problemas ecológicos y el lugar en donde son más acuciantes. Es obvio que cuando se destruye el hábitat, o por cualquier otro motivo se extingue alguna especie vegetal o animal, el hombre no puede reparar el daño. Un daño más que se ha causado es el deterioro de la capa de ozono. ¿Qué está haciéndose en cuanto a esta degradación del medio ambiente? ¿Logrará detenerse, o al menos está reduciéndose?
Dos indicadores principales del daño ecológico son la agricultura y la pesca. ¿Por qué? Porque la productividad en estos campos depende de la salud del medio ambiente y porque nuestra vida depende de un suministro confiable de alimentos.
En ambas actividades se ven señales de deterioro. La FAO (siglas en inglés de la Organización para Alimentación y Agricultura) ha calculado que las flotas pesqueras del mundo no pueden capturar más de 100 millones de toneladas de peces sin reducir sus poblaciones a niveles críticos. Ese límite se rebasó en 1989, y como se esperaba, al año siguiente las capturas mundiales tuvieron una disminución de 4.000.000 de toneladas. Algunas pesquerías han sido diezmadas palpablemente. Por ejemplo, en el noreste del Atlántico, las capturas han disminuido un 32% durante los últimos veinte años. Los principales problemas han sido la sobrepesca, la contaminación de los océanos y la destrucción de los lugares de desove.
Esta tendencia alarmante se refleja en la producción de cosechas. En los años sesenta y setenta el aumento en las cosechas, las mejoras en el riego y el uso extenso de pesticidas, elevaron notoriamente la producción mundial de cereales. Pero actualmente los pesticidas y fertilizantes están perdiendo su eficacia; además, la escasez de agua y la contaminación han contribuido a empobrecer las cosechas.
A pesar de que cada año hay unos cien millones más de bocas que alimentar, en el último decenio ha menguado la cantidad de tierras cultivables, y las que quedan están perdiendo su fertilidad. El Instituto Worldwatch calcula que en los últimos veinte años la erosión ha arrancado a los agricultores 500.000 millones de toneladas de la capa superficial del suelo. Inexorablemente, la producción de alimentos ha comenzado a declinar. El informe de La situación en el mundo, 1993 comenta que “el bajón del 6% en la producción de cereales por persona entre 1984 y 1992, es quizás la tendencia económica más perturbadora del mundo actual”.
Se ve con claridad que, como consecuencia de la negligencia humana hacia el medio ambiente, la vida de millones de personas ya está en peligro.
¿Puede resolver los problemas el hombre?
Si bien podemos ahora comprender en parte lo que está sucediendo, no es fácil remediarlo. La primera dificultad estriba en la gran cantidad de dinero que se necesita —por lo menos 600.000 millones de dólares anuales— para poner en marcha los abarcadores propósitos postulados en la Cumbre de la Tierra de 1992. Serán precisos enormes sacrificios, como tirar menos basura y reciclar más, conservar el agua y la energía, utilizar el transporte público en lugar del automóvil y, lo más difícil, dar prioridad al planeta, no a nuestro propio patio. John Cairns, hijo, jefe del comité estadounidense para la restauración de los ecosistemas acuáticos, resumió la situación así: “Veo con optimismo lo que podemos hacer, pero con pesimismo lo que vamos a hacer”.
El costo de una limpieza a fondo es tan grande que la mayoría de los países prefiere no pensar en el día de ajuste de cuentas. En los momentos de crisis económica, las medidas ecológicas se consideran una amenaza a los empleos y un paso atrás en el manejo de la economía. Las promesas son más baratas que las acciones. El libro Cuidar la Tierra explica que hasta el presente la respuesta ha sido como “tormentas de teoría” que “han desembocado en desiertos de inactividad”. Pero ¿no podría la nueva tecnología —a pesar de los retrasos— restablecer gradualmente la salud de nuestro planeta? Parece que no.
En una declaración conjunta la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos y la Real Sociedad de Londres admitieron con franqueza: “Si las actuales predicciones sobre el crecimiento de la población resultan acertadas y si los modelos de actividad humana no cambian, la ciencia y la tecnología podrían verse incapacitadas para evitar una irreversible degradación del medio ambiente y la pobreza definitiva para buena parte de la población mundial”.
El terrible problema de los irreductibles desechos nucleares es un recordatorio de que la ciencia no es omnipotente. Durante cuarenta años los científicos han estado buscando sitios seguros donde almacenar permanentemente los residuos altamente radiactivos. La dificultad es tan grande que algunos países, como Italia y Argentina, han llegado a la conclusión de que no encontrarán una solución por lo menos hasta el año 2040. Alemania, el país más optimista en ese sentido, espera realizar sus planes para el año 2008.
¿Por qué son un problema tan grande los residuos radiactivos? “No hay científico o ingeniero que pueda dar la garantía absoluta de que los residuos radiactivos no vayan a filtrarse algún día en cantidades peligrosas a través del mejor de los depósitos”, explica el geólogo Konrad Krauskopf. No obstante, a pesar de advertencias tempranas sobre la imposibilidad de deshacerse de tales residuos, los gobiernos y la industria nuclear siguieron pensando despreocupadamente que la tecnología del mañana encontraría la solución. Ese mañana no ha llegado.
Si la tecnología no encuentra pronto una solución a la crisis ecológica, ¿qué alternativa queda? ¿La necesidad obligará finalmente a las naciones a sumar sus esfuerzos para proteger el planeta?
[Nota]
a Del griego óikos (casa, morada) y -loguía (estudio).
[Recuadro de la página 7]
La búsqueda de recursos energéticos renovables
La mayoría de nosotros no piensa en la energía hasta que hay un apagón o sube el precio de la gasolina. El consumo de energía, por otro lado, es una de las principales causas de contaminación. La mayor parte de la energía proviene de la combustión de madera o sustancias fósiles, un proceso que arroja a la atmósfera millones de toneladas de dióxido de carbono y diezma los bosques de todo el mundo.
La energía nuclear es una opción cada vez más impopular en virtud de los accidentes potenciales y la dificultad de almacenar los residuos radiactivos. Existe una alternativa: los recursos energéticos renovables, aquellos en los que se aprovecha la energía natural de fuentes gratuitas. Las cinco principales son:
La energía solar. Este tipo de energía puede usarse fácilmente para la calefacción; en algunos países, como Israel, muchos hogares cuentan con placas solares para calentar el agua. La conversión de la luz solar en electricidad es más difícil, pero ya están usándose células fotovoltáicas, cuyo precio va disminuyendo, para producirla en zonas rurales.
La energía eólica. En muchos lugares ventosos del mundo pueden verse gigantescos molinos de viento en el horizonte. La electricidad que suministra la energía eólica es cada vez más barata y en algunos lugares cuesta menos que la generada mediante los métodos tradicionales.
La energía hidroeléctrica. En la actualidad el 20% de la electricidad del mundo proviene de plantas hidroeléctricas, pero por desgracia, en los países en desarrollo la mayoría de los lugares idóneos para generarla ya están siendo explotados. Además, las presas grandes también pueden causar cuantiosos daños ecológicos. Parece que una mejor opción, sobre todo para estas naciones, consiste en construir muchas plantas hidroeléctricas pequeñas.
La energía geotérmica. Algunos países, sobre todo Islandia y Nueva Zelanda, han podido conectarse al “sistema de agua caliente” del subsuelo. La actividad volcánica calienta el agua subterránea, que puede utilizarse para la calefacción doméstica y la generación de energía eléctrica. Estados Unidos, Filipinas, Italia, Japón y México también están aprovechando, hasta cierto grado, esta fuente natural de energía.
La energía de las olas. Algunos países, como Francia, Inglaterra y Rusia, obtienen electricidad con ayuda de las mareas oceánicas. Sin embargo, en muy pocos lugares del mundo puede generarse este tipo de energía a un costo económico.
[Ilustraciones y recuadro de las páginas 8 y 9]
Algunos de los principales problemas ecológicos del mundo
La deforestación. Se han perdido ya las tres cuartas partes de los bosques templados y la mitad de los bosques tropicales del mundo, y en la última década la deforestación ha aumentado de modo alarmante. Los cálculos más recientes indican que la destrucción de los bosques tropicales oscila entre los 150.000 y los 200.000 kilómetros cuadrados anualmente, más o menos la superficie de Uruguay.
Los residuos tóxicos. La mitad de los 70.000 productos químicos que se elaboran actualmente se consideran tóxicos, y estos tan solo en Estados Unidos originan 240 millones de toneladas anuales de residuos. La falta de información en este aspecto impide hacer un cálculo de la situación mundial. Por otra parte, para el año 2000 habrá unas 200.000 toneladas de residuos radiactivos en almacenes temporales.
La degradación del suelo. La desertificación amenaza a una tercera parte de la superficie del mundo. En algunos lugares de África, el desierto del Sahara se ha extendido 350 kilómetros en veinte años. Actualmente la vida de millones de personas corre peligro.
La escasez de agua. Unos dos mil millones de personas viven en zonas donde la escasez de agua es permanente. En algunos lugares la escasez ha empeorado debido a que miles de pozos se secaron al descender los mantos acuíferos que los alimentaban.
Las especies en peligro de extinción. Aunque las cifras son en cierto modo una conjetura, los científicos estiman que para el año 2000 se habrá causado la extinción de entre quinientos mil y un millón de especies animales y vegetales.
La contaminación atmosférica. Un estudio de la ONU, realizado a comienzos de los años ochenta, reveló que 1.000 millones de personas de las zonas urbanas aspiran diariamente partículas y gases tóxicos que son un peligro para la salud, como dióxido de azufre, dióxido de nitrógeno y monóxido de carbono. No hay duda de que el crecimiento acelerado de las ciudades en el último decenio ha empeorado la situación. Además, todos los años se contamina la atmósfera con 24.000 millones de toneladas de dióxido de carbono, y se teme que el “efecto invernadero” produzca un sobrecalentamiento en el planeta.
[Mapa]
Deforestación
Residuos tóxicos
Contaminación atmosférica
Escasez de agua
Especies en peligro
Degradación del suelo
[Reconocimiento de la página 8]
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[Reconocimientos de la página 9]
Foto: Hutchings, Godo-Foto
Foto: Mora, Godo-Foto