La opción del divorcio
“Si tu marido muere, la gente se muestra comprensiva contigo aunque no hayas sido la mejor esposa; pero si te abandona, hay quienes piensan que no te esforzaste lo suficiente. Por favor, ¡AYÚDENME!”—Una lectora de ¡Despertad! de Sudáfrica.
LA INFIDELIDAD y el divorcio son experiencias muy traumáticas. Si bien muchos han encontrado motivos para reconciliarse con su cónyuge y conservar el matrimonio, otros han tenido razones válidas para elegir la opción que Dios ofrece de divorciarse del cónyuge adúltero (Mateo 5:32; 19:9). Se puede dar el caso, por ejemplo, de que la seguridad, la espiritualidad y el bienestar general de la esposa fiel y de sus hijos corran peligro, de que ella tema contraer una enfermedad de transmisión sexual o de que aunque haya perdonado a su marido adúltero, tenga poco fundamento para creer que es posible recuperar del todo la confianza que le tenía y continuar la vida en común.
“Fue la decisión más difícil de mi vida”, admitió una esposa consternada. Una decisión difícil, sí, no solo por lo doloroso de la traición, sino también porque el divorcio tiene repercusiones de gran alcance que afectan a todo aspecto de la vida. Por consiguiente, la decisión de divorciarse o no del cónyuge infiel es totalmente personal, y es un derecho bíblico que los demás han de respetar.
Por desgracia, muchas personas se divorcian precipitadamente sin detenerse a pensar en el costo (compárese con Lucas 14:28). ¿Cuáles son algunos de los factores implicados en la opción del divorcio?
Si hay hijos
“Los padres se concentran tanto en sus propios problemas que a menudo olvidan o pasan por alto las necesidades de sus hijos”, afirma el libro Couples in Crisis. Por lo tanto, al contemplar la posibilidad del divorcio, tome en consideración la espiritualidad y el bienestar de sus hijos. Muchos investigadores comentan que cuanto más amistoso sea el divorcio, tanto menor será el sufrimiento de los hijos. Incluso en circunstancias difíciles, la apacibilidad ayudará a la persona a ‘no pelear, sino a ser amable para con todos, manteniéndose reprimida bajo lo malo’ (2 Timoteo 2:24, 25).a
Quien opte por el divorcio debe tener presente que son los esposos —no los hijos— los que se divorcian. Los hijos siguen necesitando a ambos padres. Por supuesto, hay circunstancias extremas, como cuando el niño corre el riesgo de sufrir maltrato o abusos deshonestos. Pero las diferencias religiosas o personales no deben utilizarse para privar a los hijos del beneficio de contar con ambos padres.
También hay que tomar en cuenta las frágiles emociones de los niños pequeños y la necesidad que tienen de que se les prodigue seguridad y cariño. “La continuidad del amor —asegura un libro— les servirá de telón de fondo y de cimientos para afrontar la nueva situación.” Además, el atender diariamente a sus necesidades espirituales puede contribuir a su estabilidad (Deuteronomio 6:6, 7; Mateo 4:4).
Trámites legales y financieros
El divorcio despoja inevitablemente a los cónyuges de cierta cantidad de ingresos y bienes, de algunas comodidades y quizás de una casa muy querida. Como tal vez haya que vivir con más gastos y menos ingresos, es conveniente hacer un presupuesto realista según las prioridades económicas. Debe evitarse el impulso de compensar las pérdidas y los sentimientos heridos derrochando el dinero o endeudándose.
Si se opta por el divorcio, es preciso que ambas partes decidan el manejo de las cuentas conjuntas. Para evitar la malversación de fondos de una cuenta bancaria conjunta, por ejemplo, sería bueno pedir a la institución que, mientras cada uno no tenga su propia cuenta, exija las firmas de los dos titulares para sacar dinero.
También es aconsejable llevar un registro exacto de los gastos e ingresos para acordar la pensión alimentaria. Además, en muchos países, la ley exige que se informe al fisco del cambio de estado civil.
Por otro lado, a muchas personas les resulta útil consultar con un abogado experto en divorcios. Algunos países permiten la intervención de un mediador o conciliador que ayude a las parejas a llegar a acuerdos pacíficos y aceptables para ambas partes, los cuales son ratificados después por un tribunal. Muchos padres prefieren utilizar los servicios de un profesional que no sea contencioso, sobre todo cuando hay hijos. Más bien que intentar ganar a todo trance, procuran reducir al mínimo los conflictos y el daño. El precio que hay que pagar en términos emocionales y económicos para obtener ciertas ganancias materiales, simplemente no vale la pena.
Cambio en las relaciones
“No debe subestimarse la incomodidad y la inseguridad que muchas personas sienten con respecto a sus amigos divorciados”, sostiene una investigadora. Aun cuando el cónyuge fiel actúe conforme a sus derechos legales, morales y bíblicos, algunos quizás lo vean como el causante de la ruptura matrimonial. Su reacción puede ir desde un frío saludo hasta el rechazo obvio; peor aún, antiguos compañeros íntimos tal vez lo traten con franca animosidad.
Muchos sencillamente no comprenden todo el apoyo que precisa quien atraviesa un divorcio. Tal vez les parezca que basta con enviar una breve carta o una tarjeta. Sin embargo, suele haber amigos que “tienen la sensibilidad adecuada —dice el libro Divorce and Separation—, y que llamarán para ver si deseas que te acompañen a algún lugar, si quieres que te hagan algo o si solo tienes ganas de hablar”. En efecto, la persona que pasa por este difícil trance necesita, como dice la Biblia, de “un amigo más apegado que un hermano” (Proverbios 18:24).
El camino hacia la recuperación
“Todavía hay ocasiones en que siento una soledad increíble, incluso cuando estoy rodeada de gente”, confiesa una madre que se divorció hace dieciséis años. ¿Cómo sobrelleva la situación? “He construido mi propio mecanismo de defensa —dice— manteniéndome ocupada en el trabajo, en el cuidado de mi hijo y en los quehaceres de la casa. También comencé a asistir a las reuniones de los testigos de Jehová, a expresar mi fe a los vecinos y a hacer cosas para los demás. Esto me ayudó muchísimo.”
Ciertas fechas y épocas del año pueden hacer revivir memorias y emociones dolorosas: el día en que se descubrió la infidelidad, el momento en que su cónyuge se marchó de casa, la fecha del juicio. Los acontecimientos felices que la pareja compartía, como las vacaciones y los aniversarios de boda, pueden convertirse en experiencias emocionales difíciles de soportar. “Esos días procuro pasar tiempo con mi familia o con amigos cercanos que conocen la situación —dice Pat—. Hacemos cosas que irán desplazando los pensamientos del pasado y convirtiéndose en nuevos recuerdos. Pero mi mayor ayuda es la relación que tengo con Jehová, saber que él entiende lo que siento.”
No se desespere
Los cónyuges inocentes que, ateniéndose a los principios bíblicos, se valen del derecho otorgado por Dios de divorciarse del cónyuge adúltero, no tienen por qué sentirse culpables ni temer que Jehová los haya abandonado. Lo que Dios odia es el proceder traicionero del cónyuge adúltero, la causa de “lloro y suspiro” (Malaquías 2:13-16). Hasta Jehová, el Dios de “tierna compasión”, sabe lo que es ser rechazado por alguien a quien se ama (Lucas 1:78; Jeremías 3:1; 31:31, 32). Por lo tanto, tenga la seguridad de que “Jehová es amador de la justicia, y no dejará a los que le son leales” (Salmo 37:28).
Naturalmente, para empezar sería mucho mejor evitar la infidelidad conyugal y sus trágicas consecuencias. El secreto de la felicidad familiar,b un práctico manual para la familia, está ayudando a muchas personas de todo el mundo a conseguir matrimonios felices y evitar la infidelidad. Algunos de sus capítulos tratan de cómo tener un matrimonio feliz, cómo educar a los hijos y cómo resolver los problemas maritales. Los testigos de Jehová de la localidad o los editores de esta revista tendrán mucho gusto en suministrarle más información sobre este tema.
[Notas]
a Hallará más información en el reportaje “El punto de vista equilibrado sobre la custodia de los hijos” y en el artículo “Cómo ayudar a las víctimas del divorcio”, publicados en ¡Despertad! del 8 de diciembre de 1997 y del 22 de abril de 1991 respectivamente.
b Editado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.
[Recuadro de la página 10]
Los hijos no merecen el divorcio
Según dijo en 1988 la difunta Diana, princesa de Gales, tan solo en Gran Bretaña, todos los días alrededor de cuatrocientos veinte niños sufren el divorcio de sus padres. Un tercio de estos son menores de cinco años y, trágicamente, un 40% pierde el contacto con uno de sus padres después del divorcio.
Contrario a lo que muchos opinan, “muy pocos hijos de padres divorciados se alegran con la ruptura —observa una respetada escritora sobre asuntos médicos y de salud—. La gran mayoría de los niños preferirían ver a sus padres juntos a pesar de un ambiente familiar tenso”. Aunque durante la época de la infidelidad la pareja discuta mucho, no deberían precipitarse a concluir que poner fin al matrimonio es lo mejor para sus hijos. Los cambios en las actitudes y en el comportamiento pueden hacer posible que permanezcan juntos por el bien de toda la familia.
“Los padres que llevan una vida promiscua —añade la escritora Pamela Winfield— deberían pensar en el dolor que se reflejará en los ojos de sus hijos en el momento en que se desintegre la familia a consecuencia de su insensatez.”
[Recuadro de la página 11]
¿Odia Dios todo divorcio?
“La idea de que ‘Jehová odia un divorciarse’ me tenía muy preocupada —admite Pat—. Una y otra vez me preguntaba: ‘¿Estoy haciendo lo que le agrada a Jehová?’.”
Para responder a esta pregunta, analicemos el contexto de Malaquías 2:16. En la época de Malaquías, muchos israelitas se divorciaban de sus esposas, posiblemente para casarse con mujeres paganas más jóvenes. Dios condenó aquella conducta engañosa y desleal (Malaquías 2:13-16). De esto se desprende que lo que Jehová odia es el abandonar a la ligera al cónyuge para casarse con otro. Aquel que artificiosamente comete adulterio y se divorcia de su esposa o la presiona para que se divorcie de él, incurre en un vil y detestable pecado.
Sin embargo, tales versículos no significan que se condene todo divorcio, como lo confirman las palabras de Jesús: “Cualquiera que se divorcie de su esposa, a no ser por motivo de fornicación, y se case con otra, comete adulterio” (Mateo 19:9). Jesús reconoció que la fornicación es el único motivo aceptable desde el punto de vista de las Escrituras para obtener el divorcio y poder contraer nuevas nupcias. La esposa inocente podría perdonar a su cónyuge. No obstante, si decide poner fin al matrimonio sobre la base de las palabras de Jesús, no está haciendo nada que Jehová odie. Lo que Dios odia es la conducta engañosa del cónyuge infiel.
[Ilustraciones de la página 10]
Los cónyuges inocentes y sus hijos se benefician del apoyo amoroso que se les dé