GENEALOGÍA
Serie de progenitores y ascendientes de una persona así como el escrito que la contiene. Jehová Dios es el gran Genealogista, el que guarda los registros de la creación así como de los orígenes, el nacimiento y la descendencia de sus criaturas. Él es “el Padre, a quien toda familia en el cielo y en la tierra debe su nombre”. (Efe. 3:14, 15.) Por consiguiente, podemos esperar que su Palabra, la Biblia, contenga un registro exacto de las genealogías que desempeñan un papel importante en su propósito.
PROPÓSITO DE LOS REGISTROS GENEALÓGICOS
Después del Diluvio, Noé indicó mediante su bendición que los descendientes de Sem recibirían el favor divino. (Gén. 9:26, 27.) Más tarde, Dios le reveló a Abrahán que lo que sería llamado su “descendencia” sería por medio de Isaac. (Gén. 17:19; Rom. 9:7.) Por lo tanto llegó a ser obvio que la identificación de esta descendencia requeriría un registro genealógico muy cuidadoso. Así pues, con el transcurso del tiempo se hizo un registro concienzudo de la línea de Judá, la tribu a la cual se prometió la gobernación (Gén. 49:10), y particularmente de la familia de David, por ser esta la línea real. (2 Sam. 7:12-16.) Este registro proveería la genealogía del Mesías, la Descendencia, la línea más importante de todas. (Juan 7:42.)
Después de la genealogía del Mesías, la que se guardó con más cuidado fue la de la tribu de Leví, especialmente la de la familia sacerdotal de Aarón. (Éxo. 28:1-3; Núm. 3:5-10.)
Por otra parte, bajo la Ley se necesitaban los registros genealógicos a fin de establecer los parentescos tribuales para la división de la tierra, y también el parentesco familiar para las herencias de tierra personales. Por medio de estos registros se podía identificar al go·’él, el pariente más cercano y cualificado para efectuar el matrimonio de cuñado (Deu. 25:5, 6), recomprar a su pariente (Lev. 25:47-49) y actuar como vengador de la sangre contra un homicida. (Núm. 35:19.) Además, el pacto de la Ley prohibía el matrimonio dentro de ciertos grados de consanguinidad o afinidad, y para no violar ese mandato se necesitaba conocer la genealogía de la familia. (Lev. 18:6-18.)
Los israelitas se aferraban estrictamente a estas genealogías, como se puede ver por lo que sucedió después del regreso de Babilonia cuando algunos que supuestamente eran de la descendencia sacerdotal no pudieron hallar su registro. Nehemías les dijo que no comieran de las cosas santísimas provistas para el sacerdocio hasta que pudiesen establecer públicamente su genealogía. (Neh. 7:63-65.) En el registro que Nehemías hizo del pueblo estaban incluidos los netineos, pues, aunque no eran israelitas, formaban un grupo dedicado oficialmente al servicio del templo. (Neh. 7:46-56.)
En la mayoría de los casos, las listas genealógicas no tratan de proporcionar todos los datos cronológicos. Sin embargo, sirven de ayuda para los estudios cronológicos, pues corroboran ciertos puntos o completan detalles importantes de la cronología. Las listas genealógicas tampoco proporcionan normalmente el índice de aumento de la población, puesto que en muchos casos se omiten ciertos eslabones intermedios si estos no son necesarios para la genealogía en cuestión. Y puesto que las genealogías generalmente no incluyen los nombres de las mujeres, no se mencionan los nombres de las esposas y concubinas que un hombre pudiera haber tenido; de la misma manera puede que tampoco se mencionen por nombre todos los hijos de estas esposas, y hasta en ciertos casos quizás se omitan algunos de los hijos de la esposa principal.
LISTAS GENEALÓGICAS IMPORTANTES
Además de la línea de descendencia de Adán a Jesucristo (Gén. 5:3-32; 11:10-30; 21:2, 3; 25:26; 35: 22-26; Núm. 1:20-50) y las extensas genealogías de los doce hijos de Jacob, hay también registros genealógicos de los orígenes de los pueblos emparentados con Israel. Entre estos están los hermanos de Abrahán (Gén. 11:27-29; 22:20-24); los hijos de Ismael (Gén. 25:13-18); los descendientes de Moab y Ammón, cuyo padre fue Lot, el sobrino de Abrahán (Gén. 19:33-38); los hijos que Queturá le dio a luz a Abrahán, y de los que procedieron Madián y otras tribus (Gén. 25:1-4); y la descendencia de Esaú ( Edom). (Gén. 36:1-19, 40-43.)
Estas naciones son importantes debido a su parentesco con Israel, el pueblo escogido de Dios. Tanto Isaac como Jacob consiguieron esposas de la familia del hermano de Abrahán. (Gén. 22:20-23; 24:4, 67; 28:1-4; 29:21-28.) A las naciones de Moab, Ammón y Edom Dios les asignó territorios que lindaban con Israel, y a Israel se le dijo que no invadiese la herencia de territorio de estos pueblos ni los estorbase. (Deu. 2:4, 5, 9, 19.)
ARCHIVOS OFICIALES
Parece que en Israel se guardaban registros nacionales de genealogías, además de los registros que mantenían las mismas familias. En el capítulo 46 de Génesis hallamos la relación de los miembros de la casa de Jacob hasta la muerte de este después de su entrada en Egipto. En Éxodo 6:14-25 aparece una genealogía, principalmente de los descendientes de Leví, que debió ser copiada de un registro anterior. El primer censo de la nación fue efectuado en el desierto de Sinaí en 1512 a. E.C., al segundo año de su salida de Egipto, cuando se realizó “el reconocimiento de su descendencia respecto a sus familias en la casa de sus padres”. (Núm. 1:1, 18; véase también Números capítulo 3.) Antes del exilio, el único otro censo nacional de Israel que Dios autorizó, y del cual hay registro, es el que se efectuó aproximadamente treinta y nueve años más tarde en las llanuras de Moab. (Núm., cap. 26.)
Además de las genealogías registradas en los escritos de Moisés, están las listas hechas por otros cronistas oficiales, como por ejemplo: Samuel, que escribió Jueces, Rut y parte de Primero de Samuel; Esdras, que escribió Primero y Segundo de Crónicas y el libro de Esdras; y Nehemías, el escritor del libro que lleva su nombre. En esos mismos escritos hay evidencia de otros que guardaron registros genealógicos: Idó (2 Cró. 12:15) y Zorobabel, ya entre los israelitas repatriados. (Esd., cap. 2.) Después, durante el reinado del justo rey Jotán, se hizo un registro genealógico de las tribus de Israel que vivían en la tierra de Galaad. (1 Cró. 5:1-17.)
Estas genealogías fueron cuidadosamente preservadas hasta el principio de la era común. Esto lo prueba el hecho de que cada familia de Israel pudo ir a registrarse a la ciudad de la casa de su padre según el decreto de César Augusto formulado poco antes del nacimiento de Jesús. (Luc. 2:1-5.) Se sabe que Zacarías, el padre de Juan el Bautista, era de la división sacerdotal de Abías, y su esposa Elisabet, de las hijas de Aarón. (Luc. 1:5.) De Ana, la profetisa, se dice que era de “la tribu de Aser”. (Luc. 2:36.) Y, por supuesto, las extensas listas de los antepasados de Jesús que se encuentran en Mateo, capítulo 1, y Lucas, capítulo 3, muestran claramente que tales registros se guardaban en los archivos públicos y podían ser consultados.
El historiador Josefo da testimonio de que los judíos tenían registros genealógicos oficiales, pues dice: “Ahora bien, no solamente desciendo de una familia sacerdotal sin más precisión, sino de la primera de las veinticuatro divisiones; y [...] también de la familia principal de esa primera división”. Entonces, después de señalar que su madre era descendiente de los asmoneos, concluye: “He anotado la línea de descendencia de mi familia tal cual aparece asentada en los registros públicos, haciendo caso omiso de los que nos calumnian”. (Vida de Flavio Josefo, sec. 1.)
Las genealogías oficiales de los judíos fueron destruidas, no por el rey Herodes el Grande, como Africano sostuvo a principios del tercer siglo, sino evidentemente por los romanos cuando Jerusalén fue destruida en el año 70 E.C. (Contra Apión, Libro I, sec. 7.) Desde ese tiempo los judíos no han podido establecer su línea genealógica y ni siquiera quedan registros de las dos líneas más importantes, la de David y la de Leví.
PROBLEMAS PARA LA IDENTIFICACIÓN DE PARENTESCOS GENEALÓGICOS
Para determinar los parentescos suele ser necesario considerar el contexto, o comparar listas paralelas o textos de diferentes partes de la Biblia. Por ejemplo, el término “hijo” puede significar nieto o meramente un descendiente. (Mat. 1:1.) También es posible que una lista de nombres parezca una relación de varios hermanos, hijos de un solo hombre. Sin embargo, al examinarla más detenidamente y compararla con otros textos puede que resulte ser el registro de una línea genealógica, con los nombres de algunos hijos y también nietos o descendientes posteriores. Génesis 46:21 incluye tanto a hijos como a nietos de Benjamín bajo el término “hijos”, según se deduce al comparar este texto con Números 26:38-40.
Por otra parte, “padre” puede significar “abuelo”. (Dan. 5:11, 18.) En muchos lugares, como en Deuteronomio 26:5; 1 Reyes 15:11, 24; y 2 Reyes 15:38, la palabra hebrea ’av (“padre”) también se usa en el sentido de “ascendiente” o “antepasado”. De manera similar, las palabras hebreas ’em (“madre”) y bath (“hija”) se usan en ciertas ocasiones para referirse a “abuela” y “nieta” respectivamente. (1 Rey. 15:10, 13.)
Ciudades; nombres en plural
En algunas listas puede que se diga que un hombre es el “padre” de cierta ciudad, como en 1 Crónicas 2:50-54, donde a Salmá se le llama “el padre de Belén” y a Sobal “el padre de Quiryat-jearim”. Probablemente se deba a que las ciudades de Belén y Quiryat-jearim fueron o fundadas por estos hombres o quizás pobladas por sus descendientes. La misma lista dice más adelante: “Los hijos de Salmá fueron Belén y los netofatitas, Atrot-bet-joab y la mitad de los manahatitas, los zoritas”. (Vs. 54.) Los netofatitas, los manahatitas y los zoritas mencionados en este texto evidentemente eran familias.
En Génesis 10:13, 14 los nombres de los descendientes de Mizraim parecen estar en plural. Hay quien opina que representan los nombres de familias o tribus y no de individuos. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que hay otros nombres que están en número dual o plural, como Efraín, Apaim, Diblaim, Mesilemot y Mizraim, el hijo de Cam mencionado antes, y todos ellos se refieren a una sola persona. (Gén. 41:52; 1 Cró. 2:30, 31; Ose. 1:3; 2 Cró. 28:12.)
Listas abreviadas
A menudo los escritores bíblicos abreviaban mucho una lista genealógica, mencionando por nombre solo a los cabezas de familia de las casas más prominentes, a los personajes importantes, o a los que eran más importantes desde el punto de vista del registro histórico en cuestión. Según parece, a veces todo lo que el cronista estaba interesado en mostrar era la descendencia de cierto antepasado remoto, por lo que podía omitir muchos nombres intermedios.
La genealogía del propio Esdras es un ejemplo de esos compendios. (Esd. 7:1-5.) Él registra su descendencia desde el sumo sacerdote Aarón, pero en la lista paralela de 1 Crónicas 6:3-14 aparecen varios nombres (en los versículos 7 al 10) que se omiten en Esdras 7:3. Probablemente Esdras quería evitar la repetición innecesaria y acortar la larga lista de nombres. Aun así, la lista era perfectamente adecuada para probar su descendencia sacerdotal. Esdras dice que él es el “hijo” de Seraya, es decir, su descendiente (debió ser el bisnieto de Seraya, o quizá su tataranieto). El sumo sacerdote Seraya murió a manos de Nabucodonosor para el tiempo del exilio a Babilonia (607 a. E.C.), y su hijo Jehozadaq fue llevado cautivo. (2 Rey. 25:18-21; 1 Cró. 6:14, 15.) El sumo sacerdote Josué (Jesúa), que regresó setenta años más tarde con Zorobabel, era hijo de Jehozadaq y, por lo tanto, nieto de Seraya. (Esd. 5:2; Ageo 1:1.) Sesenta y nueve años después, Esdras viajó a Jerusalén, de modo que es imposible que fuese hijo directo de Seraya y hermano de Jehozadaq.
Otra cosa que aprendemos al comparar estas genealogías es que, aunque Esdras era descendiente de Aarón por medio de Seraya, no descendió de Jehozadaq, la línea de Seraya por la que se transmitía el sumo sacerdocio, sino de un hijo que le nació más tarde al mismo Seraya o a Jehozadaq. La línea del sumo sacerdocio pasó por Josué (Jesúa), Joiaquim y Eliasib, siendo este último sumo sacerdote durante la gobernación de Nehemías. De modo que Esdras consiguió su objetivo con su genealogía abreviada, proporcionando sólo los nombres suficientes para demostrar su posición en el linaje de Aarón. (Neh. 3:1; 12:10.)
ALGUNAS RAZONES POR LAS QUE LAS LISTAS GENEALÓGICAS VARÍAN
Si un hijo moría sin descendientes no se le solía mencionar; a veces se daba el caso de que un hombre no tenía ningún hijo varón, y la herencia posiblemente se transmitía por medio de una hija que al casarse llegaba a estar bajo otro cabeza de familia de la misma tribu. (Núm. 36:7, 8.) En algunos casos la genealogía fusiona a una familia menos prominente con otro cabeza de familia y de este modo omite su nombre. Por lo tanto, el que alguien no tuviera descendencia, el que la herencia se transmitiera por medio de mujeres, la adopción, o el que no se formase una casa ancestral separada, eran razones por las que algunos nombres no figuraban en ciertas listas genealógicas. Por el contrario, con la formación de nuevas casas podían añadirse nuevos nombres a las genealogías. De modo que los nombres de una genealogía posterior podían diferir de los de una lista anterior.
Lo que pudiera parecer una lista de hermanos quizá incluya a varios cabezas de familia que en realidad son sobrinos, como en el caso de la “adopción” de los hijos de José por parte de Jacob, cuando dijo: “Efraín y Manasés llegarán a ser míos como Rubén y Simeón”. (Gén. 48:5.) Es así como a Efraín y a Manasés posteriormente se les cuenta junto con sus tíos como cabezas tribuales. (Núm. 2:18-21; Jos. 17:17.)
El capítulo 10 de Nehemías presenta una serie de nombres que autenticaron con su sello un “arreglo fidedigno” para llevar a cabo los mandamientos de Dios. (Neh. 9:38.) Los nombres que se dan en estas listas pueden referirse a las casas implicadas en los acuerdos, representadas por su cabeza ancestral, y no necesariamente a personas individuales. (Véase Esdras 1O:16.) Puede pensarse así porque muchos de los nombres que están en la lista corresponden con los de aquellos que regresaron de Babilonia junto con Zorobabel aproximadamente ochenta años antes. Por lo tanto, aunque algunos de los implicados tuvieran el mismo nombre que el cabeza ancestral, posiblemente hayan sido simplemente representantes de esas casas ancestrales.
Repetición de nombres o diferentes nombres para la misma persona
Con bastante frecuencia sucede que en una lista genealógica aparece el mismo nombre más de una vez. El que un descendiente llevase el mismo nombre que uno de sus antecesores le facilitaba seguir su línea de descendencia, aunque, por supuesto, a veces había personas con el mismo nombre en diferentes familias. Algunos de los muchos ejemplos de tales repeticiones en la misma línea ancestral son: Sadoc (1 Cró. 6:8, 12), Azarías (1 Cró. 6:9, 13, 14) y Elqaná. (1 Cró. 6:34-36.)
En muchos casos los nombres que aparecen en listas paralelas difieren. Esto puede ser debido a que ciertas personas tenían más de un solo nombre, como por ejemplo, Jacob, quien también fue llamado “Israel”. (Gén. 32:28.) Los rabinos afirman que Reuel, el suegro de Moisés, tenía siete nombres. Por otro lado, también podía darse el caso de una ligera alteración en el deletreo del nombre, con lo que a veces este adquiría incluso un significado diferente. Algunos ejemplos son: Abrán (“Padre de Exaltación [o: Altura]”) y Abrahán (“Padre de Una Multitud”); Sarai (“Contenciosa”) y Sara (“Princesa”). Elihú, el antepasado del profeta Samuel, parece ser que es la misma persona a la que también se llama Eliab y Eliel. (1 Sam. 1:1; 1 Cró. 6:27, 34.)
En las Escrituras Griegas Cristianas se mencionan algunos sobrenombres, como “Cefas”, el de Simón Pedro, que era el equivalente arameo del nombre griego para “Pedro” (Luc. 6:14; Juan 1:42); y “Marcos”, sobrenombre de Juan. (Hech. 12:12.) Estos nombres podían obedecer a algún rasgo característico. Simón el “cananita” (o “el celoso”) distingue a este apóstol de Simón Pedro. (Mat. 10:4; Luc. 6:15.) La expresión “Santiago hijo de Alfeo” distingue a este otro apóstol de Santiago hijo de Zebedeo y hermano del apóstol Juan. (Mat. 10:2, 3.) Podía añadirse la ciudad, distrito o país de donde procedía la persona, como José de Arimatea y Judas el galileo. (Mar. 15:43; Hech. 5:37.) Judas Iscariote se cree que significa Judas “Un Hombre de Queriyot”. (Mat. 10:4.) En las Escrituras Hebreas también se emplearon estos métodos. (Gén. 25:20; 1 Sam. 17:4, 58.) A veces se daba el nombre del hermano para aclarar la identidad de alguien. (Juan 1:40.) A las mujeres que tenían el mismo nombre se las distinguía de manera similar por medio de mencionar también al padre, la madre, el hermano, la hermana, el esposo o el hijo. (Gén. 11:29; 28:9; 36:39; Juan 19:25; Hech. 1:14; 12:12.)
Tanto en las Escrituras Hebreas como en las Escrituras Griegas Cristianas se usaban nombres de familia o títulos. La identidad de la persona se determinaba por su nombre personal o por la época y acontecimientos históricos con los cuales estaba relacionada. Por ejemplo, Abimélec debió ser un nombre personal de tres diferentes reyes filisteos, o bien un título comparable a “Faraón” entre los egipcios. (Gén. 20:2; 26:26; 40:2; Éxo. 1:22; 3:10.) Por lo tanto, cuando se habla de Abimélec o Faraón hay que identificarlos por la época y las circunstancias. Herodes era un nombre de familia; César también lo era, y más tarde llegó a ser un título. Al hablar de uno de Jos Herodes, y para evitar la ambigüedad, se podía añadir el nombre personal o el título, como por ejemplo: Herodes Antipas y Herodes Agripa. En el caso de los césares: César Augusto y Tiberio César. También podía usarse simplemente el nombre personal, como por ejemplo: Agripa. (Luc. 2:1; 3:1; Hech. 25:13.)
NOMBRES DE MUJERES
De vez en cuando, cuando había una razón histórica, se incluían nombres de mujeres en los registros genealógicos. En Génesis 11 :29, 30 se menciona a Sarai (Sara) debido a que la descendencia prometida tenía que venir por medio de ella, no por medio de otra esposa de Abrahán. Puede que se mencione a Milcá en el mismo pasaje debido a que era la abuela de Rebeca, la esposa de Isaac, mostrando así que el linaje de Rebeca provenía de los parientes de Abrahán, ya que Isaac no debía casarse con una mujer extranjera. (Gén. 22:20-23; 24:2-4.) En Génesis 25:1 se da el nombre de la esposa posterior de Abrahán, Queturá. Esto muestra que Abrahán se casó de nuevo después de la muerte de Sara y que aún conservaba la facultad de la reproducción más de cuarenta años después de haber sido regenerada milagrosamente por Jehová. (Rom. 4:19; Gén. 24:67; 25:20.) Además, de este modo se muestra la relación que Madián y otras tribus árabes tenían con Israel.
También se menciona a Lea, a Raquel y a las concubinas de Jacob junto con los hijos que ellas dieron a luz. (Gén. 35:21-26.) Esto nos ayuda a entender los tratos que posteriormente Dios tuvo con estos hijos. Por razones similares, hallamos los nombres de otras mujeres en los registros genealógicos. Cuando una herencia se transmitía por medio de una mujer, su nombre también podía ser incluido. (Núm. 26:33.) Por supuesto, Tamar, Rahab y Rut son casos sobresalientes. En cada uno de ellos hay algo que destacar en cuanto a la manera en que estas mujeres llegaron a estar en Ja línea de antepasados del Mesías, Jesucristo. (Gén., cap. 38; Rut 1:3-5; 4:13-15; Mat. 1:1-5.) Otros casos en que se menciona a mujeres en las listas genealógicas son: 1 Crónicas 2:35, 48, 49; 3:1-3, 5.
GENEALOGÍA Y GENERACIONES
En algunas genealogías hallamos los nombres de un hombre y sus descendientes hasta sus tataranietos, lo cual podría contarse como cuatro o cinco generaciones. Sin embargo, si el hombre vivía para ver todas estas generaciones de descendientes, desde su punto de vista, una “generación” podría significar el tiempo transcurrido desde su nacimiento hasta su muerte, o hasta el último descendiente que naciera durante su vida. Este último concepto de “generación”, implicaría un período de tiempo mucho más largo que el primero.
Para poner un ejemplo: Adán vivió novecientos treinta años, y tuvo hijos e hijas. Durante ese tiempo vio, por lo menos, ocho generaciones de descendientes. Sin embargo, su vida alcanzó la de Lamec, el padre de Noé. Así pues, desde este punto de vista, el Diluvio aconteció en la tercera generación de la historia humana. (Gén. 5:3-32.)
En la Biblia hallamos algunos casos de esta última forma de calcular. Jehová le prometió a Abrahán que su descendencia llegaría a ser residente forastera en una tierra que no era suya y que regresarían a Canaán “a la cuarta generación”. (Gén. 15:13, 16.) El censo registrado en los capítulos 1 al 3 de Números indica que deben haberse sucedido muchas generaciones de padres a hijos durante los doscientos quince años de estancia en Egipto, siendo 603.550 el número total de hombres de veinte años de edad para arriba poco después del éxodo (sin contar a la tribu de Leví). Pero las ‘cuatro generaciones’ de Génesis 15:16, calculadas desde el momento de la entrada en Egipto hasta el éxodo, podrían contarse de una de estas dos maneras: 1) Leví, 2) Jokébed, 3) Aarón, 4) Eleazar (Núm. 26:59, 60), o: 1) Leví, 2) Qohat, 3) Amram, 4) Moisés. (Éxo. 6:16, 18, 20.) Estas personas vivieron como promedio más de cien años cada una. Cada una de estas cuatro “generaciones”, por lo tanto, vieron numerosos descendientes, posiblemente hasta los tataranietos o quizá más, dejando un lapso de veinte o incluso treinta años antes de que naciera el primer hijo de cada uno de ellos. Esto explicaría cómo pudo crecer tanto la población en tan solo ‘cuatro generaciones’ hasta el tiempo del éxodo. (Véase ÉXODO.)
Este mismo censo presenta otro problema para los doctos bíblicos. En Números 3:27, 28 se dice que de Qohat procedieron cuatro familias, llegando a sumar en el tiempo del éxodo la elevada cifra de 8.600 varones de un mes para arriba, lo cual significaría que para ese tiempo Moisés tendría 8.599 hermanos, primos y sobrinos. Por ello, algunos han llegado a la conclusión de que Moisés no era el hijo de Amram, hijo de Qohat, sino de otro Amram que vivió varias generaciones después, a fin de permitir suficiente tiempo para que las cuatro familias de qohatitas llegaran a tener un número tan grande de varones para el tiempo del éxodo de Egipto.
Este problema podría resolverse de dos maneras. Primero: no siempre se mencionaban todos los hijos de un hombre, como ya se ha explicado anteriormente. Por lo tanto es posible que Qohat, Amram y los cuatro hijos de Amram que se mencionan, tuviesen más hijos que los que se nombran específicamente. Segundo: aunque Leví, Qohat, Amram y Moisés representan cuatro generaciones desde el punto de vista de lo que duró la vida de cada uno de ellos, también es posible que durante su vida hubieran visto varias generaciones. Así pues, aunque solo hubieran transcurrido sesenta años entre los nacimientos de Leví y Qohat, Qohat y Amram, y Amram y Moisés, podrían haber nacido muchas generaciones dentro de cada uno de esos períodos de sesenta años. Moisés pudo haber tenido sobrinos hasta la cuarta y quizás hasta la quinta generación para el tiempo del éxodo. De modo que no es necesario que hubiera ningún otro Amram entre el hijo de Qohat y Moisés a fin de que, para ese tiempo, los descendientes de Qohat llegaran a 8.600.
Surge otra cuestión relacionada con la línea genealógica de la Descendencia prometida, el Mesías, a partir de Nahsón, un principal de la tribu de Judá después del éxodo. Según Rut 4:20-22, Jesé, el padre de David, es el quinto eslabón a partir de Nahsón. El período de tiempo desde el éxodo hasta David es de aproximadamente cuatrocientos años. Esto significaría que el promedio de edad de cada uno de estos antepasados de David (como en el caso de Abrahán) fue de posiblemente cien años en el momento del nacimiento de su hijo, lo cual no sería imposible, y puede que haya sido así. Estos hijos mencionados en el libro de Rut no tendrían que haber sido hijos primogénitos, así como David no era el primogénito, sino el más joven de los diversos hijos de Jesé. Por otra parte, Jehová podría haber desarrollado la línea de descendencia de este modo casi milagroso, a fin de que se pudiese ver retrospectivamente que Él había estado en todo tiempo dirigiendo los asuntos de la Descendencia prometida, como claramente había hecho en los casos de Isaac y Jacob.
Además, puede que hubiese omisiones deliberadas de nombres en este período de cuatrocientos años de la genealogía mesiánica, la cual está registrada también en 1 Crónicas 2:11-15; Mateo 1:4-6 y Lucas 3:31, 32. Pero el hecho de que todas las listas concuerden en esta sección de la genealogía podría significar que no se omitió ningún nombre. Sin embargo, aun en el caso de que los cronistas que recopilaron estas listas hubiesen omitido ciertos nombres que no consideraran importantes o necesarios, esto no presentaría ningún problema, ya que el hecho de que hubiera habido varias generaciones más no impugnaría otras declaraciones bíblicas ni la cronología.
LA GENEALOGÍA BÍBLICA ES CONFIABLE
Los estudiantes cuidadosos y sinceros de la genealogía bíblica no acusarán a los cronistas bíblicos de descuido, inexactitud o exageración en un esfuerzo por glorificar a su nación, a una tribu o a un personaje. Debe tenerse en cuenta que aquellos que registraron genealogías (como por ejemplo Esdras y Nehemías) se remitieron al archivo nacional y obtuvieron su información de las fuentes oficiales disponibles. (Véase CRÓNICAS, LIBROS DE LAS.) Después de hallar los datos necesarios, usaron estas listas para probar de manera satisfactoria lo que interesaba en aquel entonces. Estas listas genealógicas fueron completamente aceptadas por sus contemporáneos, personas que conocían los hechos y podían acceder a los registros. También debe tenerse presente el contexto histórico. Esdras y Nehemías vivieron en tiempos de reorganización, y las genealogías que compilaron eran esenciales para el funcionamiento de la nación.
Las listas genealógicas variarían de un período a otro, pues se añadían nuevos nombres y se quitaban otros, y a menudo se mencionaba solamente a los cabezas de familia más importantes, especialmente en el caso de los más antiguos. En ciertas listas podían aparecer nombres menos importantes debido a que eran de interés en ese tiempo. Las fuentes empleadas puede que solo proporcionaran en ocasiones listas parciales. También es posible que faltaran algunas secciones, o que el mismo cronista las pasara por alto a propósito por considerarlas innecesarias. Y tampoco son necesarias para nosotros hoy.
El apóstol escribe: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para toda buena obra”. (2 Tim. 3:16, 17.) Por lo tanto, podemos confiar completamente en las genealogías registradas en la Biblia. Suministraron información fundamental, no solo para el tiempo en que fueron escritas, sino también para nosotros hoy. Por medio de ellas, podemos tener la seguridad, desde el punto de vista genealógico, de que Jesucristo es la Descendencia prometida de Abrahán por tanto tiempo esperada. Nos ayudan a determinar la cronología hasta Adán, cronología que no puede hallarse en ningún otro lugar. La Biblia dice que Dios “hizo de un solo hombre toda nación de hombres, para que moren sobre la entera superficie de la tierra, y decretó los tiempos señalados y los límites fijos de la morada de los hombres” (Hech. 17:26), y también que “cuando el Altísimo dio a las naciones una herencia, cuando separó a los hijos de Adán unos de otros, procedió a fijar el límite de los pueblos con consideración para el número de los hijos de Israel” (Deu. 32:8); y las genealogías bíblicas nos ayudan a comprender cómo todas las naciones están emparentadas.
Al conocer el principio de la humanidad, siendo Adán originalmente “hijo de Dios” (Luc. 3:38), podemos entender claramente la declaración: “Así como por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado”. (Rom. 5:12.) También, ese conocimiento hace que entendamos cómo Jesucristo puede ser “el último Adán” y el “Padre Eterno”; pues debido a que todos los hombres se originan de Adán, “así como en Adán todos están muriendo, así también en el Cristo todos serán vivificados”. (Isa. 9:6; 1 Cor. 15:22, 45.) Podemos entender mejor el propósito de Dios de hacer que los hombres obedientes entren en una relación de “hijos de Dios”. (Rom. 8:20, 21.) Podemos observar que Jehová expresa bondad amorosa para con aquellos que lo aman y guardan sus mandamientos “hasta mil generaciones”. (Deu. 7:9.) También, nos damos cuenta de su apego a la verdad como el Dios que guarda los pactos y que además ha conservado cuidadosamente un registro histórico sobre el cual podemos edificar nuestra fe con seguridad. La genealogía, así como otros rasgos de la Biblia, demuestra que Dios es el gran Registrador y Conservador de la historia.
EL CONSEJO DE PABLO CON RESPECTO A LAS GENEALOGÍAS
El apóstol Pablo, al escribir a Timoteo entre los años 61-64 E.C., le dijo que no prestase atención a “cuentos falsos ni a genealogías, que terminan en nada, pero que proporcionan cuestiones para investigación más bien que una dispensación de cosa alguna por Dios con relación a la fe”. (1 Tim. 1:4.) La fuerza de esta advertencia puede apreciarse mejor conociendo los extremos a los que llegaron posteriormente los judíos en la investigación de las genealogías, y la meticulosidad con que investigaban cualquier posible discrepancia. Debido a ello el Talmud dice que “existían 900 cargas de camellos de comentarios acerca de 1 Cró. viii. 37 a ix. 44” (parte de una genealogía de la Biblia). The Jewish Encyclopedia (1903, vol. 5, pág. 597) también deplora el orgullo que manifestaban muchos judíos en cuanto a su linaje.
El envolverse en un estudio y consideración de tales asuntos no tenía sentido, y menos en el tiempo en que Pablo escribió a Timoteo. En aquel entonces ya no importaban los registros genealógicos pues Dios no reconocía ya ninguna distinción entre judíos y gentiles dentro de la congregación cristiana. (Gál. 3:28.) Además, los registros genealógicos ya habían establecido el linaje de Cristo por medio de la línea de David. Por otra parte, Jerusalén iba a ser destruida en breve y junto con ella los registros judíos. Dios no los preservó. Por consiguiente, Pablo no quería que Timoteo y las congregaciones se desviaran malgastando el tiempo en investigaciones y controversias acerca de asuntos de linaje personal que no contribuían nada a la fe cristiana. La genealogía provista por la Biblia es suficiente para probar que Cristo es el Mesías, y esta es la cuestión genealógica de mayor importancia para los cristianos. Las otras genealogías de las Escrituras permanecen como testimonio de la autenticidad e historicidad del registro bíblico.