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  • LAS RELACIONES DE MOAB CON ISRAEL
  • Antes de que Israel entrase en la Tierra Prometida
  • En el tiempo de los jueces
  • Durante los reinados de Saúl, David y Salomón
  • Desde después de la división del reino hasta el exilio de Judá
  • Después del exilio
  • MOAB EN LA PROFECÍA
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MOAB

(posiblemente: “De Padre”), Moabitas

1. Hijo que Lot tuvo con su hija mayor. Al igual que su medio hermano Ammón, Moab fue concebido después que Lot y sus hijas partieron de Zóar y empezaron a morar en una cueva de la cercana región montañosa. Moab llegó a ser el antepasado de los moabitas. (Gén. 19:30-38.)

2. Al territorio que antiguamente habitaban los moabitas se le llamaba “Moab” y también “el campo (o los campos) de Moab”. (Gén. 36:35; Núm. 21:20; Rut 1:2; 1 Cró. 1:46; 8:8; Sal. 60:8.) Anteriormente, en esta tierra habían residido los emim, pero al parecer fueron expulsados por los moabitas. (Deu. 2:9-11; compárese con los versículos 18-22.) Hacia el final del período en que Israel vagó por el desierto, el territorio de Moab probablemente se extendía desde el valle torrencial de Zered, al sur, hasta el valle torrencial de Arnón, al norte (una distancia de unos 48 Km.), el mar Muerto formaba el límite occidental y el desierto de Arabia un límite oriental no definido. (Núm. 21:11-13; Deu. 2:8, 9, 13, 18, 19.) Esta región consiste principalmente en una meseta que se eleva bruscamente desde el mar Muerto, atravesada por desfiladeros, y tiene una altitud promedio de unos 900 m. sobre el nivel del mar Mediterráneo. Antiguamente había en Moab pastos suficientes para alimentar a enormes rebaños (2 Rey. 3:4), así como viñas y huertos (compárese con Isaías 16:6-10; Jeremías 48:32, 33), y también se cultivaba grano. (Compárese con Deuteronomio 23:3, 4.)

Hubo un tiempo en que la tierra de Moab se extendía hacia el norte del Arnón y abarcaba las “llanuras desérticas de Moab, al otro lado del Jordán desde Jericó”. (Núm. 22:1.) Pero antes de la llegada de los israelitas, el rey amorreo Sehón se anexionó esta región de modo que el Arnón llegó a convertirse en el límite norteño de Moab. (Núm. 21:26-30; Jue. 11:15-18.) Sehón también derrotó a los ammonitas haciéndolos retroceder hacia el norte y el este. El territorio que los amorreos conquistaron a estos dos pueblos formó una división entre Moab y Ammón, haciendo que Moab limitase por el norte con el territorio amorreo y por el sur con el edomita. (Jue. 11:13, 21, 22; compárese con Deuteronomio 2:8, 9, 13, 14, 18.) La máxima extensión abarcada por el territorio de Moab fue de aproximadamente 100 Km. de N. a S. y 40 Km. de E. a O. (Véase el mapa de la página 83.)

LAS RELACIONES DE MOAB CON ISRAEL

Al ser descendientes de Lot, sobrino de Abrahán, los moabitas estaban emparentados con los israelitas. Sus lenguajes eran muy similares, como puede verse en las inscripciones de la Piedra Moabita, y, al igual que los israelitas, parece que los moabitas practicaban la circuncisión. (Jer. 9:25, 26.) Sin embargo, salvo pocas excepciones, como el caso de Rut y el de Itmá, el hombre poderoso del rey David (Rut 1:4, 16, 17; 1 Cró. 11:26, 46), los moabitas manifestaron una gran enemistad para con Israel.

Antes de que Israel entrase en la Tierra Prometida

La canción de Moisés en cuanto a cómo destruyó Jehová al poder militar egipcio en el mar Rojo, indicó que las noticias de este acontecimiento harían que los “déspotas de Moab” temblasen. (Éxo. 15:14, 15.) El que unos cuarenta años después el rey de los moabitas no consintiese en que Israel pasara en paz por su dominio muestra que les temían. (Jue. 11:17.) Sin embargo, debido a un mandato directo de Dios, los israelitas no atacaron a los moabitas sino que, al llegar al límite meridional de Moab en el valle torrencial de Zered, se desviaron, evitando así el territorio de Moab. (Núm. 21:11-13; Deu. 2:8, 9; Jue. 11:18.) Aunque los moabitas le vendieron alimento y agua a los israelitas (Deu. 2:26-29), “no vinieron en socorro de [Israel] […] con pan y agua”. (Deu. 23:3, 4.) Probablemente, esto significa que los moabitas no los recibieron hospitalariamente ni les suministraron provisiones, a no ser con el fin de conseguir alguna ganancia.

Habiendo cruzado el valle torrencial de Arnón, Israel se enfrentó con los amorreos bajo el rey Sehón, quien antes se había apoderado del territorio moabita al norte del Arnón. Después de las victorias que Dios les concedió sobre este gobernante, y también sobre el rey Og de Basán, los israelitas acamparon en las llanuras desérticas de Moab. (Núm. 21:13, 21-22:1; Deu. 2:24-3:8.) El extenso campamento israelita atemorizó a los moabitas y a su rey Balac, haciendo que sintieran un pavor mórbido. Aunque Balac no pretendía reclamar el anterior territorio moabita que los israelitas tomaron de los amorreos, sin embargo, temía por su reino. Por lo tanto, consultó con los ancianos de Madián y entonces envió mensajeros, ancianos de Moab y de Madián, para alquilar al profeta Balaam con el fin de que acudiese y maldijese a Israel. (Núm. 22:2-8; compárese con Jueces 11:25.) Así fue como Balac ‘peleó’ contra los israelitas. (Jos. 24:9.) Sin embargo, Jehová hizo que Balaam bendijese a Israel y hasta que predijese que Israel subiría más alto que Moab. (Núm., caps. 23, 24; Jos. 24:10; Neh. 13:1, 2; Miq. 6:5.) Seguidamente, siguiendo la sugerencia de Balaam, se valieron de mujeres moabitas y madianitas para seducir a los varones israelitas a cometer inmoralidad e idolatría con relación al Baal de Peor. Muchos israelitas sucumbieron ante esta tentación, con lo que se acarrearon la cólera de Jehová y la consiguiente muerte de 24.000 hombres. (Núm. 25:1-3, 6, 9; 31:9, 15, 16.) Por no ayudar a los israelitas proporcionándoles pan y agua, y además alquilar a Balaam para que maldijese a Israel, a los moabitas se les prohibió entrar en la congregación de Jehová “hasta la décima generación misma”. (Deu. 23:3, 4; véase AMMONITAS [Se casan con israelitas].)

En el tiempo de los jueces

Durante el período de los jueces, parece que los moabitas extendieron su territorio hacia el norte del Arnón y, durante el reinado de su rey Eglón, ocuparon el territorio israelita al oeste del Jordán, por lo menos hasta la “ciudad de las palmeras”, Jericó. (Jue. 3:12, 13; compárese con Deuteronomio 34:3.) La subordinación de Israel a Moab continuó por dieciocho años hasta que Ehúd, un benjamita zurdo, mató al rey Eglón durante una audiencia privada que tuvo con él. Entonces Ehúd dirigió a los israelitas contra Moab, derribando a unos 10.000 moabitas y subyugándoles. (Jue. 3:14-30.)

Durante ese período, hubo un hambre en Judá que hizo que Elimélec, junto con su esposa Noemí y sus dos hijos Mahlón y Kilión, emigraran a la tierra de Moab que era más fértil. Allí los hijos se casaron con Orpá y Rut, dos mujeres moabitas. Los tres hombres murieron en Moab y, al mejorar las condiciones en Israel, Noemí regresó a Belén acompañada por Rut. Allí fue donde Boaz, un pariente de Elimélec, se casó con Rut, quien había abandonado el politeísmo de los moabitas y se había convertido en una adoradora de Jehová. De este modo la moabita Rut llegó a ser antepasada de David y, por lo tanto, también de Jesucristo. (Rut 1:1-6, 15-17, 22; 4:13, 17.)

También fue en el tiempo de los jueces cuando Israel empezó a venerar las deidades de los moabitas, entre las que se contaba su dios Kemós. (Jue. 10:6; Núm. 21:29; Jer. 48:46.) Por adoptar la adoración falsa de los pueblos vecinos, los israelitas perdieron el favor de Jehová y sufrieron a manos de sus enemigos. (Jue. 10:7-10.) Para el tiempo de Samuel, el último juez antes del establecimiento de la monarquía, el infiel Israel aún experimentó hostigamiento por parte de los moabitas. (1 Sam. 12:9, 10.)

Durante los reinados de Saúl, David y Salomón

Las dificultades con los moabitas continuaron por años. El primer rey de Israel, Saúl, guerreó contra ellos y salió victorioso. (1 Sam. 14:47.) Como por esta causa los moabitas debieron ver a Saúl como un enemigo, se comprende que el rey de Moab concordase en que los padres de David, hombre a quien Saúl había proscrito, morasen en Mizpé de Moab. (1 Sam. 22:3, 4.)

Más tarde, cuando el propio David gobernó como rey, también hubo guerras entre Israel y Moab. David sojuzgó completamente a los moabitas y estos le pagaron tributo. Tras la victoria, dos terceras partes de los combatientes de Moab fueron ejecutados. Parece que David hizo que se tumbaran en fila en el suelo y entonces fue midiendo a fin de determinar las dos terceras partes que deberían ser ejecutadas y la tercera parte que seguiría viva. (2 Sam. 8:2, 11, 12; 1 Cró. 18:2, 11.) Fue posiblemente durante esta misma batalla que Benaya, hijo de Jehoiadá, “derribó a los dos hijos de Ariel de Moab”. (2 Sam. 23:20; 1 Cró. 11:22.) Esa victoria decisiva de David sobre los moabitas cumplió las palabras proféticas que Balaam había pronunciado más de cuatrocientos años antes: “Una estrella ciertamente saldrá de Jacob, y un cetro verdaderamente se levantará de Israel. Y él ciertamente partirá las sienes de la cabeza de Moab y el cráneo de todos los hijos de tumulto de guerra”. (Núm. 24:17.) Refiriéndose probablemente también a esta victoria, el salmista habló de que Dios consideraba a Moab como la “vasija” en la que se lavaba. (Sal. 60:8; 108:9.)

Sin embargo, Salomón, hijo de David, desobedeció la ley de Dios y se casó con mujeres moabitas que no habían llegado a ser adoradoras de Jehová. Para agradarlas, Salomón edificó un lugar alto a su dios Kemós. No fue sino hasta tres siglos después, durante el reinado de Josías, que este lugar alto fue hecho inservible para adoración. (1 Rey. 11:1, 7; 2 Rey. 23:13.)

Desde después de la división del reino hasta el exilio de Judá

Algún tiempo después de que el reino de Israel se separase de Judá, parece que los moabitas recuperaron parte del territorio al norte del Arnón. En la estela negra de basalto conocida como la Piedra Moabita, Mesá, el rey de Moab, menciona que el rey Omrí de Israel tomó posesión de la región de Medebá. Como la meseta de Medebá estaba en el territorio de Rubén (Jos. 13:15, 16), Israel debió haber perdido esta zona ante los moabitas, de modo que Omrí, más tarde, tuvo que volver a capturarla.

Moab permaneció bajo el control israelita durante los reinados de Omrí y Acab. Pero después de la muerte de Acab, el rey Mesá de Moab, quien “pagó al rey de Israel cien mil corderos y cien mil carneros sin esquilar”, se sublevó. (2 Rey. 1:1; 3:4, 5.) La Piedra Moabita conmemora esta sublevación. Si las ciudades que en esta se mencionan han sido correctamente identificadas como los mismos lugares referidos en la Biblia, once de las ciudades que el rey Mesá afirma haber sojuzgado, capturado, o reedificado, estaban ciertamente en el territorio israelita al norte del Arnón. Estas ciudades son: Dibón, Atarot, Aroer, Quiryataim, Nebo, Baal-meón (Núm. 32:34, 37, 38), Medebá, Bamot-baal, Bet-baal-meón, Jáhaz (Jos. 13:9, 17-19) y Bézer. (Jos. 20:8.)

En contraste con la inscripción propagandística de Mesá, las Escrituras informan que los moabitas sufrieron una derrota humillante. Contando con la ayuda del rey Jehosafat de Judá y del rey de Edom para reprimir la sublevación moabita, Jehoram (que llegó a ser rey de Israel unos dos años después de la muerte de Acab) marchó contra Moab, desde el sur, por el desierto de Edom. Pero los ejércitos aliados y sus animales casi perecieron por falta de agua. De modo que buscaron la ayuda del profeta Elíseo y, en cumplimiento de su profecía en cuanto a que Jehová les ayudaría por causa de Jehosafat, el valle torrencial se llenó de agua. A la mañana siguiente, el reflejo que el Sol producía sobre el agua hizo que a los moabitas les pareciese sangre. Concluyendo erróneamente que los ejércitos aliados se habían dado muerte unos a otros, los moabitas dejaron de tomar precauciones y entraron en el campamento israelita, pero tuvie­ron que darse a la fuga. En el curso de la batalla las ciudades moabitas fueron arruinadas por los ejércitos aliados, quienes, a su vez, llenaron de piedras porciones de buen terreno, talaron los árboles y cegaron los manantiales. Cuando el rey Mesá se encontró acorralado en la ciudad de Quirharéset y vio que perdía la batalla, intentó abrirse paso hacia el rey de Edom con setecientos hombres, pero sin éxito. Finalmente tomó a su hijo primogénito y lo ofreció como sacrificio quemado sobre el muro. Por esta o por alguna otra razón “llegó a haber gran indignación contra Israel” y el sitio fue abandonado. (2 Rey. 3:6-27.)

Debido a que esta derrota humillante no ocurrió en terreno extranjero sino que trajo devastación a la propia tierra de Moab, es razonable que se requiriese un considerable período de tiempo para que la nación se recuperara. De eso se desprende que fue en una fecha anterior, durante el reinado de Jehosafat, cuando Moab combinó sus fuerzas con las de Ammón y con las de la región montañosa de Seír para atacar a Judá. Por la intervención de Jehová, los tres ejércitos se volvieron unos contra otros y se destruyeron a sí mismos. (2 Cró. 20:1, 22-24.) Algunos eruditos creen que en Salmos 83:4-9 se hace referencia a este acontecimiento. (Compárese 2 Crónicas 20:14 con el encabezamiento del Salmo 83.)

En los años posteriores continuó habiendo enemistad entre Moab e Israel. Después de la muerte del profeta Eliseo, regularmente había partidas merodeadoras de moabitas que invadían Israel. (2 Rey. 13:20.) Unos dos siglos después, en el tiempo de Jehoiaquim, partidas similares de moabitas contribuyeron a la ruina de Judá durante sus últimos años. (2 Rey. 24:2.) Cuando Jerusalén fue destruida en 607 a. E.C., los judíos buscaron refugio en Moab, regresando a Judá cuando Guedalías fue nombrado gobernador. (Jer. 40:11, 12.)

Después del exilio

Después que un resto israelita volvió del exilio en Babilonia en 537 a. E.C., algunos tomaron por esposas a mujeres moabitas. Pero ante la admonición de Esdras despidieron tanto a esas esposas como a sus hijos. (Esd. 9:1, 2; 10:10, 11, 44.) Nehemías se encontró con una situación similar, pues muchos israelitas habían tomado esposas moabitas. (Neh. 13:1-3, 23.)

MOAB EN LA PROFECÍA

En consonancia con su larga historia de oposición a Israel, a Moab se le menciona entre los enemigos acérrimos del pueblo de Jehová. (Compárese con Isaías 11:14.) Condenada por vituperar a Israel y por su orgullo y altivez, Moab quedaría finalmente desolada como Sodoma. (Sof. 2:8-11; véase también Jeremías 48:29.) Ya a finales del siglo IX a. E. C., Amós escribió que Moab sufriría calamidad porque “quemó los huesos del rey de Edom para cal”. (Amós 2:1-3.) Aunque hay quien, basándose en estas palabras, interpreta que 2 Reyes 3:26, 27 se refiere a que el rey Mesá no ofreció a su propio hijo, sino al primogénito del rey de Edom, esto no es muy probable. Sin embargo, hay una tradición judía que enlaza el acontecimiento mencionado por Amós con la guerra librada contra Mesá, y afirma que después de este conflicto los moabitas desenterraron los huesos del rey de Edom y los quemaron para cal. Pero el registro bíblico no ofrece ninguna base para determinar cuándo se cumplió la profecía.

Para el tiempo en que murió el rey Acaz, y mientras dominaba la potencia Asiria, en el siglo VIII a. E.C., Isaías (caps. 15 y 16) mencionó una serie de ciudades moabitas que sufrirían calamidad, y concluyó con las palabras : “Y ahora Jehová ha hablado, y dicho: ‘Dentro de tres años, conforme a los años de un trabajador asalariado, a la gloria de Moab también se tiene que deshonrar con mucha conmoción de toda suerte, y los que queden serán muy pocos, no poderosos’”. (Isa. 16:14.)

De los registros históricos no se puede situar con precisión en la corriente del tiempo el cumplimiento de las profecías de Isaías y Amós. Sin embargo, hay pruebas de que Moab llegó a estar bajo el yugo de Asiria. El rey asirio Tiglatpiléser III menciona a Salamanu, de Moab, entre los que le pagaron tributo. Senaquerib afirma haber recibido tributo de Kammusunadbi, el rey de Moab. Y los monarcas asirios Esar-hadón y Asurbanipal dicen que los reyes moabitas Musuri y Kamashaltu estaban sometidos a ellos. Además, hay hallazgos arqueológicos que indican que muchos lugares de Moab quedaron despoblados alrededor del siglo VIII a. E.C.

La profecía de Jeremías del siglo VII a. E.C. señaló al tiempo en que Jehová pediría cuentas a Moab (Jer. 9:25, 26), haciéndolo por medio de los babilonios bajo el rey Nabucodonosor. (Jer. 25:8, 9, 17-21; 27:1-7.) Muchas ciudades moabitas iban a quedar completamente desoladas. (Jer., cap. 48.) Debió ser cuando Judá experimentó la ejecución del juicio de Jehová por medio de los babilonios que los moabitas dijeron: “¡Mira la casa de Judá es como todas las otras naciones!”. Por no haber reconocido que el juicio realmente era de Dios, y que los habitantes de Judá eran su pueblo, los moabitas sufrirían desastre y así ‘llegarían a conocer a Jehová’. (Eze. 25:8-11; compárese con Ezequiel 24:1, 2.)

El historiador judío Josefo escribe que, en el quinto año después de haber desolado Jerusalén, Nabucodonosor volvió a guerrear contra Celesiria, Ammón y Moab, y después atacó a Egipto. (Antigüedades Judías, Libro X, cap. IX, sec. 7.) Los hallazgos arqueológicos confirman la desolación de Moab, como dice The Interpreter’s Dictionary of the Bible (vol. 3, pág. 418): “La exploración arqueológica ha mostrado que desde aproximadamente los comienzos del siglo VI Moab estuvo despoblada en su mayor parte, y muchos sectores desde el siglo VIII. Desde el siglo VI en adelante, hubo nómadas vagando por esa tierra hasta que en los últimos siglos antes de Cristo los factores políticos y económicos hicieron posible de nuevo la vida sedentaria”. (Compárese con Ezequiel 25:8-11.)

Posteriormente, en cumplimiento de Jeremías 48:47, Ciro, el conquistador de Babilonia, probablemente permitió que los exiliados moabitas regresasen a su tierra natal.

No se puede negar que las profecías que tienen que ver con Moab se han cumplido con exactitud. Hace siglos que los moabitas dejaron de existir como pueblo. Actualmente solo quedan ruinas de lo que se cree que fueron ciudades moabitas, tales como: Nebo, Hesbón, Aroer, Bet-gamul y Baal-meón, y muchos otros lugares son desconocidos.

La única explicación que existe sobre la desaparición de los moabitas como pueblo está en la Biblia. La Encyclopædia Britannica (11.ª ed., vol. XVIII, pág. 632) observó: “Israel siguió siendo una gran potencia en la historia religiosa, mientras que Moab desapareció. Es cierto que Moab estaba siendo acosada continuamente por hordas procedentes del desierto; la condición expuesta de aquella tierra se pone de relieve por los sistemas defensivos, hoy fortalezas y castillos en ruinas, que hasta los romanos se vieron obligados a construir. Sin embargo, la explicación de la comparativa insignificancia de Moab no se encuentra en consideraciones puramente topográficas. Tampoco se puede buscar en la historia política, puesto que Israel y Judá sufrieron influencias externas tanto como Moab misma. La explicación ha de hallarse dentro del propio Israel, en factores […] que se encuentran en la obra de los profetas”.

En vista de que los moabitas han desaparecido como pueblo, el que en Daniel 11:41 se incluyera a Moab entre las naciones que estarían en el “tiempo del fin” (Dan. 11:40) lógicamente ha de verse en sentido figurado. Los moabitas por lo visto representan los acérrimos enemigos del Israel espiritual. Para información sobre la “Piedra Moabita”, véase MESÁ.

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