NEFILIM
Transliteración de la palabra hebrea nefi·lím, que está en plural las tres veces que se encuentra en la Biblia. (Gén. 6:4; Núm. 13:33 [dos ocasiones].) Se cree que significa “derribadores” o “los que hacen caer a otros”, pues muy probablemente proviene del verbo hebreo na·fál (“caer”), usado, por ejemplo, en Josué 11:7.
El relato de la Biblia que describe el desagrado de Jehová con los hombres en los días de Noé antes del Diluvio, explica que “los hijos del Dios verdadero” tomaron para sí esposas de entre las atractivas hijas de los hombres. Entonces menciona la presencia de los “nefilim”, diciendo: “Los nefilim se hallaban en la tierra en aquellos días, y también después, cuando los hijos del Dios verdadero continuaron teniendo relaciones con las hijas de los hombres y ellas les dieron a luz hijos, estos fueron los poderosos [heb. guib·bo·rím] que eran de la antigüedad, los hombres de fama”. (Gén. 6:1-4.)
IDENTIDAD
Los comentaristas bíblicos, al considerar el versículo 4, han ofrecido varias indicaciones en cuanto a la identidad de esos nefilim. Algunos han pensado que la derivación del nombre indica que los nefilim habían caído del cielo, es decir, que eran ‘ángeles caídos’ que se emparejaron con mujeres para producir “los poderosos […] los hombres de fama”. Otros doctos, enfocando su atención particularmente en la expresión “y también después” (vs. 4), han dicho que los nefilim no eran los ‘ángeles caídos’ o “los poderosos”, puesto que los nefilim “se hallaban en la tierra en aquellos días”, antes de que los hijos de Dios tuviesen relaciones con mujeres. Estos últimos doctos sostienen la opinión de que los nefilim eran simplemente hombres inicuos como Caín—ladrones, intimidadores y tiranos—, que vagaron por la tierra hasta que fueron destruidos en el Diluvio. Y también hay quienes, tomando en consideración el contexto del versículo 4, llegan a la conclusión de que los nefilim no eran ellos mismos ángeles, sino la prole híbrida que resultó de las relaciones que mantuvieron los ángeles materializados con las hijas de los hombres.
Lo mismo que los “guib·bo·rím”
Ciertas traducciones bíblicas ajustan la colocación de la frase “y también después”, colocándola cerca del principio del versículo 4, identificando así a los nefilim con “los poderosos”, los guib·bo·rím, mencionados en la última parte del versículo. Por ejemplo: “En aquellos días—y aún después—cuando los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres y ellas tuvieron hijos, aparecieron en la tierra los gigantes, que fueron los héroes famosos [heb. guib·bo·rím] de la antigüedad”. (Gén. 6:4, LT; véase también Biblia de Jerusalén.)
La Versión de los Setenta griega también indica que los “nefilim” y los “poderosos” son los mismos, al usar la palabra guí·gan·tes (“gigantes”) para traducir ambas expresiones.
Al repasar el relato, podemos ver que en los versículos del 1 al 3 se habla de que “los hijos del Dios verdadero”, tomaron esposas y de la declaración de Jehová (seguramente dirigida a Noé) de dar fin a su paciencia con los hombres una vez que se cumpliesen ciento veinte años. Luego, el versículo 4 menciona que los nefilim se hallaban en la tierra “en aquellos días”, sin duda los días en que Jehová hizo la declaración. Entonces pasa a mostrar que esta situación continuó “después, cuando los hijos del Dios verdadero continuaron teniendo relaciones con las hijas de los hombres”, y describe con más detalle los resultados de la unión de “los hijos del Dios verdadero” con las mujeres.
Los padres de los nefilim
¿Quiénes fueron esos “hijos del Dios verdadero”? ¿Eran hombres adoradores de Jehová (para distinguirlos de la humanidad inicua en general), como algunos afirman? Obviamente, no. De la Biblia se deduce que su matrimonio con las hijas de los hombres resultó en un avivamiento de la maldad en la tierra. Noé y sus tres hijos, junto con sus esposas, fueron los únicos que tuvieron el favor de Dios, y fueron conservados con vida a través del Diluvio. (Gén. 6:9; 8:15, 16; 1 Ped. 3:20.)
Por lo tanto, si esos “hijos del Dios verdadero” fuesen meramente hombres, surge la pregunta: ¿por qué sus descendientes llegaron a ser “hombres de fama”, aún más que la prole de los inicuos, o del fiel Noé? También, podía hacerse la pregunta: ¿por qué mencionar su matrimonio con las hijas de los hombres como algo especial? El matrimonio y el nacimiento de niños había tenido lugar por más de mil quinientos años.
Por lo tanto, los hijos de Dios mencionados en Génesis 6:2 deben haber sido ángeles, “hijos de Dios” espirituales. Esta misma expresión se aplica a los ángeles en Job 1:6 y 38:7. Pedro apoya este punto de vista cuando habla de “los espíritus en prisión, que en un tiempo habían sido desobedientes cuando la paciencia de Dios estaba esperando en los días de Noé”. (1 Ped. 3:19, 20.) También Judas escribe acerca de “los ángeles que no guardaron su posición original, sino que abandonaron su propio y debido lugar de habitación”. (Jud. 6.) Los ángeles tenían el poder de materializarse en forma humana, y algunos lo hicieron para llevar mensajes procedentes de Dios. (Gén. 18:1, 2, 8, 20-22; 19:1-11; Jos. 5:13-15, y otros textos.) Pero la morada propia de las personas espíritus es el cielo, y los ángeles tienen allí posiciones de servicio bajo Jehová. (Dan. 7:9, 10.) El abandonar esta morada para habitar en la tierra y dejar su servicio asignado para tener relaciones carnales, quería decir rebelión en contra de las leyes de Dios y perversión.
La Biblia dice que los ángeles desobedientes son actualmente “espíritus en prisión”, habiendo sido arrojados “en el Tártaro”, y se les ha “reservado con cadenas sempiternas bajo densa oscuridad para el juicio del gran día”. Esto parece indicar que están muy restringidos, sin poder materializarse de nuevo tal como lo hicieron antes del Diluvio. (1 Ped. 3:19; 2 Ped. 2:4; Jud. 6.)
INCREMENTO DE LA INIQUIDAD
Los “poderosos que eran de la antigüedad, los hombres de fama” que fueron producidos por esos matrimonios, no eran hombres de fama con Dios, puesto que no sobrevivieron al Diluvio, tal como lo hizo Noé y su familia. Eran “nefilim”, intimidadores, tiranos que sin duda propiciaron el que las condiciones empeorasen. Sus padres angélicos, que conocían la formación del cuerpo humano y podían materializarse, no estaban creando vida, sino que vivían en esos cuerpos humanos y engendraron hijos cohabitando con las mujeres. Sus hijos, “poderosos”, eran por lo tanto híbridos, una forma de vida no aprobada por Dios. Aparentemente los nefilim no tuvieron hijos.
EN LA MITOLOGÍA
La fama de los nefilim y el temor que inspiraron parece que fueron la base para muchas mitologías de los pueblos paganos, los cuales, después de la confusión de los lenguajes en Babel, fueron esparcidos por toda la Tierra. Y aunque este contexto histórico del relato del Génesis quedó notablemente distorsionado y adornado, todavía había una considerable semejanza con dichas mitologías antiguas (la de los griegos es solo un ejemplo), según las cuales los dioses y las diosas se emparejaron con los humanos para producir héroes sobrehumanos y temibles semidioses que tenían características de hombre-dios.
UN INFORME QUE TENÍA LA INTENCIÓN DE ATERRORIZAR
Los diez espías que regresaron a los israelitas en el desierto con un informe falso acerca de la tierra de Canaán, declararon: “Toda la gente que vimos en medio de ella son hombres de tamaño extraordinario. Y allí vimos a los nefilim, los hijos de Anaq, que son de los nefilim; de modo que llegamos a ser a nuestros propios ojos como saltamontes, y así mismo llegamos a ser a los ojos de ellos”. Sin duda había algunos hombres altos en Canaán, tal como lo muestran otros textos, pero nunca—excepto en este “informe malo”, que fue cuidadosamente expresado en términos aterradores con el fin de causar pánico entre los israelitas—se les ha llamado nefilim. (Núm. 13:31-33; 14:36, 37.)