¿Estableció Cristo la Iglesia católica?
La Iglesia católica pretende remontarse hasta el tiempo de Cristo y los apóstoles. ¿Apoyan esa pretensión los hechos de la historia y la Palabra de Dios, la Biblia? Si no es así, ¿cuál es la realidad en cuanto al origen y desarrollo de la Iglesia católica?
SEGÚN el Departamento de Información Religiosa de los Caballeros de Colón, la Iglesia católica romana, y solamente ella, fué establecida por Cristo Jesús mismo. En vista del hecho de que el apóstol Pablo nos da instrucción de ‘asegurarnos de todas las cosas; adherirnos tenazmente a lo que es correcto’; y de que debemos dejar que “sea Dios hallado veraz, aunque todo hombre sea hallado mentiroso,” examinemos estas pretensiones a la luz que las Escrituras cristianas griegas arrojan sobre este tema. Esto debe ser completamente satisfactorio para todos los que sostienen que la Iglesia católica romana es la iglesia verdadera, puesto que ella también pretende que “fueron miembros de la Iglesia católica aquellos que, bajo inspiración de Dios, escribieron el Nuevo Testamento en su entereza.”—1 Tes. 5:21; Rom. 3:4, NM.
Si Cristo Jesús y sus apóstoles de veras establecieron la Iglesia católica romana, entonces ¿por qué será que desde Mateo en adelante, incluyendo al Apocalipsis o Revelación, buscamos en vano mención alguna del “Santo Padre,” o un papa, un colegio de cardenales, arzobispos, metropolitanos, patriarcas, monseñores, reverendísimos, sacerdotes, abades, monjes y monjas? El registro bíblico nos dice que los cristianos fueron organizados allá en ese tiempo, pero si la estructura de la Iglesia católica sigue el modelo de la de los primeros cristianos, ¿cómo es que no hallamos absolutamente ninguna referencia a ella, ni siquiera una insinuación respecto a un sistema tan elaborado? Al contrario, Jesús dijo: “Quienquiera que desee ser el primero entre ustedes tiene que ser esclavo de ustedes”; y, “Uno solo es su maestro, entre tanto que todos ustedes son hermanos. Además, no llamen a nadie su padre en la tierra, porque Uno solo es su Padre, el Celestial.”—Mat. 20:27; 23:8, 9, NM.
Además de eso, si Cristo estableció la Iglesia católica romana, ¿por qué es que en vano buscamos en la Santa Biblia las expresiones más corrientes en ella, tales como trinidad, purgatorio, misa, alma inmortal, cuaresma, novenas, indulgencias, penitencias, veneración a María, la Inmaculada Concepción, la Asunción de María, etc.?
Por otra parte, leemos mucho en la Biblia acerca de temas que el clero católico rara vez menciona concerniente, por ejemplo, a que el salario que paga el pecado es la muerte, la esperanza de una resurrección, nuevos cielos y una tierra nueva, y, sobre todo, la importancia del nombre de Jehová.—Véanse Romanos 6:23; Juan 5:28, 29; Apocalipsis 20:5, 6; 2 Pedro 3:13; Salmo 83:18; Juan 17:4, 6; Hechos 15:14.
Cristo no se mezcló en la política. Él le dijo a Pilato que su reino no era parte de este mundo, de otro modo sus seguidores hubieran peleado para impedir que él fuera entregado. Y dijo el discípulo Santiago: “Adúlteras, ¿no saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que desea ser un amigo del mundo se está constituyendo un enemigo de Dios.” Pero la Iglesia católica se ha mezclado en la política durante mil quinientos años; un ejemplo clásico de lo cual es el astuto, sagaz y ladino cardenal Richelieu, ejemplo que es tan notorio que Hollywood, de disposición católica romana, no se atrevió a representarlo como cardenal por temor a la ira de la Iglesia católica. ¿Podríamos imaginarnos a un Pedro, un Juan, desempeñando el papel de un cardenal Richelieu?—Juan 18:36; Sant. 4:4, NM.
De nuevo, desde que ella tuvo su comienzo en el tiempo de Constantino, la Iglesia católica ha usado la fuerza para esparcir sus enseñanzas. Especialmente notorio en este respecto fué Carlomagno, el primer emperador que fué coronado por el papa. Considere también a los millones de personas que perdieron la vida en las inútiles cruzadas, la matanza desenfrenada de ciudades enteras por los cruzados, hombres, mujeres y niños, aun como hicieron generales católicos romanos durante las guerras religiosas de Europa, y como se hizo en París la noche de San Bartolomé, en 1572. También considere las torturas diabólicas infligidas por la aterradora Inquisición, las cuales no tienen paralelo en la historia humana. Los apologistas católicos, como Gibbons en Faith of Our Fathers (La Fe de nuestros Padres), tratan de disculpar estos actos señalando a la intolerancia que las sectas protestantes practicaron. Pero eso no prueba que Cristo estableció la Iglesia católica; ¡tan sólo prueba que él tampoco estableció tales sectas protestantes!
En febrero de 1954 la prensa pública desplegó el encabezamiento: “Policía italiana quita a formón el nombre de iglesia que recibe apoyo monetario estadounidense,” indicando que la Iglesia católica todavía practica la intolerancia. Sí, porque fué policía católica romana, en la Italia católica romana (más del 99 por ciento católica romana, según el Almanaque católico), la que quitó el nombre de las paredes de una iglesia protestante, en obediencia a las órdenes de oficiales católicos romanos, las cuales órdenes se basaban en un concordato firmado por el Vaticano y Mussolini.
¿Podríamos imaginarnos el que Cristo o sus apóstoles hicieran que se efectuara tal cosa? Por el contrario, ellos mostraron que los cristianos usaban armas espirituales, que su espada es la Palabra de Dios, y que la venganza pertenece a Jehová y él daría la recompensa.—2 Cor. 10:4; Rom. 12:19.
SI NO LO HIZO CRISTO, ENTONCES ¿QUIÉN?
Si Cristo Jesús no estableció la Iglesia católica, ¿quién lo hizo, y cuándo y cómo? El apóstol Pablo predijo que después de su muerte hombres que serían como lobos entrarían en la congregación cristiana y hablarían “cosas torcidas para arrastrar a los discípulos tras sí.”—Hech. 20:29, 30, NM.
Al escribir a los cristianos tesalonicenses para decirles que no esperaran la vuelta de Cristo en su día Pablo advirtió que no llegaría antes de que hubiera una apostasía, que esta apostasía o misterio de iniquidad ya estaba trabajando en su día y que florecería después que él y otros que le servían de obstáculo ya no estuvieran en el camino de ella. (2 Tes. 2:5, 7, 9) Si tales condiciones empezaron a manifestarse mientras vivían los apóstoles, ¿qué podría esperarse después que los apóstoles pasaran de la escena? ¿Qué podría esperarse? En respuesta a esa pregunta note lo que dijo el historiador Lord en su libro Old Roman World (El antiguo mundo romano) acerca del desarrollo gradual de esta apostasía:
“En el Primer Siglo no fueron llamados muchos sabios o nobles. . . . En el Segundo Siglo . . . El ser cristiano era un estigma a los ojos de la moda o poder.” Sin embargo, fué durante este siglo que “los obispos se hicieron influyentes, no en la sociedad, sino entre los cristianos.” Esto hace recordar lo que el apóstol Juan dijo acerca de un tal Diótrefes, “a quien le gusta tener el primer lugar entre ellos,” y que no recibía con respeto ninguna cosa que decían Juan y los otros que estaban con él.—3 Juan 9, NM.
“El Tercer Siglo,” continúa Lord en su Old Roman World, “vió a la iglesia más poderosa como institución,” aunque “no fué sino hasta el Cuarto Siglo—cuando la persecución imperial había cesado; cuando fué convertido el emperador Constantino [sólo ostensiblemente, ya que no fué “bautizado” sino hasta cuando yacía en su lecho de muerte]; cuando la Iglesia fué aliada con el Estado, . . . que hombres de distinción entraron en la Iglesia. Cuando el cristianismo llegó a ser la religión de la corte y de las clases elegantes, se usó para apoyar los mismos males contra los cuales originalmente protestaba. La Iglesia no sólo fué impregnada de los errores de la filosofía pagana, sino que adoptó muchas de las ceremonias de la adoración oriental.”
Así vemos que cuando el cristianismo apóstata se aunó con la filosofía y religión paganas, y en el interés de fama mundana, riquezas y poder político se hizo socia del estado, eso marcó el principio de la Iglesia católica como se ha conocido durante los pasados dieciséis siglos. Aunque pretende estar desposada con Cristo ella ha tenido amantes mundanos desde el tiempo de Constantino hasta la actualidad.
Aunque el nacimiento de la Iglesia católica puede fijarse definitivamente en 325 d. de J.C., cuando Constantino decidió a favor de Atanasio y en contra de Arrio en el debate que se efectuó en Nicea acerca de la trinidad, no fué sino hasta después del año 440 d. de J.C. que el obispo de la sede romana, León I, llegó a ser en realidad el primer papa. Él fué el primer obispo romano que pudo dominar indiscutiblemente a las otras tres sedes en las cuales el mundo cristiano estaba dividido en aquel tiempo, a saber, la constantinopolitana, la de Antioquía y la alejandrina.
Al llegar a ser obispo de Roma, León I declaró presuntuosamente: “Revivificaré los gobiernos una vez más sobre esta tierra; no trayendo otra vez a los Césares, sino por la declaración de una nueva teocracia, haciéndome el vicegerente de Cristo, por virtud de la promesa hecha a Pedro, cuyo sucesor soy yo, para restaurar la ley, castigar el crimen, descabezar la herejía, estimular el intelecto, conservar la paz, sanar disensiones, proteger la ciencia; estimulando el amor, pero gobernando por temor. ¿Quién más que la iglesia puede hacer esto? Una teocracia creará una nueva civilización. No una diadema, sino una tiara usaré yo, un símbolo de soberanía universal, ante la cual el barbarismo huirá.”—Beacon Lights of History, tomo III, páginas 244, 245.
El que algunos aun en el día de Pablo tenían una ambición parecida a la de León I se destaca de las palabras de Pablo a los corintios: “Ustedes ya tienen su hartura, ¿no es así? Ustedes ya están ricos, ¿no es así? Ustedes han comenzado a reinar como reyes sin nosotros, ¿no es así? Y yo quisiera que verdaderamente hubieran comenzado a reinar como reyes, para que nosotros también pudiéramos reinar con ustedes como reyes.” (1 Cor. 4:8, NM) La ambición de León I fué realizada cabalmente por León III, cuando, el 25 de diciembre de 800 d. de J.C., coronó a Carlomagno emperador del Santo Imperio Romano de las naciones germánicas. Aquí, pues, tenemos el desarrollo gradual de la Iglesia católica romana.
Tocante a la congregación cristiana primitiva Pablo expresó esta preocupación: “Estoy celoso de ustedes con un celo piadoso, porque yo personalmente los prometí en matrimonio a un solo esposo para presentarlos como una virgen casta al Cristo. Pero temo que de algún modo, así como la serpiente sedujo a Eva por medio de su sutileza, las mentes de ustedes vayan a ser corrompidas y alejadas de la sinceridad y la castidad que se deben al Cristo. Porque, como están las cosas, si alguien viene y predica un Jesús fuera del que nosotros predicamos, o si ustedes reciben un espíritu fuera del que recibieron, o buenas nuevas fuera de las que aceptaron, ustedes fácilmente le toleran.”—2 Cor. 11:2-4, NM.
Ahí lo tiene. Tal como el ‘querubín cubriente’ permitió que su ambición lo cambiara de una criatura espiritual obediente para que fuera Satanás el Diablo; tal como Israel, la pura y escogida vid, se dejó deteriorar en una vid silvestre degenerada; así, también, muchos de entre la congregación cristiana, la cual empezó como una virgen pura y casta, se dejaron vencer por Satanás el Diablo y su mundo, llegando a ser infieles a su Señor Jesucristo y produciendo toda clase de fruto malo, tiempo en el cual llegaron a ser conocidos como la Iglesia católica. De modo que, en vez de Cristo, es realmente Satanás el Diablo el que estableció la Iglesia católica.—Jer. 2:21; Eze. 28:14-16.