El pensamiento tras el proverbio
SE DICE que un proverbio es “una gran cantidad de sabiduría envuelta en la más mínima cantidad de palabras.” La palabra hebrea para proverbios, Me shalim, significa una comparación. Incluye más de lo que abarca la palabra castellana, la cual entendemos que quiere decir una oración sentenciosa que expresa en pocas palabras una verdad bien conocida u obvia.
Puede compararse un proverbio a un grano de maíz, el cual, aunque es cosa pequeña en sí mismo, tiene la potencialidad de ensancharse y aumentar hasta poder alimentar a millones de personas. Un proverbio también es parecido a un diamante precioso, el cual, aunque de tamaño pequeñísimo, puede constituir una fortuna. Hasta un niño de pocas fuerzas puede tener escondido un diamante y llevarlo por todas partes. Pero si el valor del diamante estuviera en forma de hierro o algún otro metal común, requeriría las fuerzas de muchos el transportarlo de un lugar a otro. Lo mismo es cierto de los proverbios que son preciosos con sabiduría mental y moral; son de tamaño lo suficientemente pequeño para que la memoria más débil pueda llevarlos y retenerlos y no obstante son de valor instructivo inapreciable.
En la antigüedad cuando los libros eran escasos era natural que las observaciones sobre la vida y los modales se condensaran en la menor cantidad posible de palabras y que la gente se las aprendiera de memoria. La gente llevaba consigo estos dichos y los citaba de vez en cuando como salvaguardia. El propósito mismo del libro de Proverbios de la Biblia se declara en las siguientes palabras: “Para conocer uno la sabiduría y la disciplina, para discernir los dichos del entendimiento, para recibir la disciplina que da perspicacia, justicia y juicio y rectitud, para dar a los inexpertos sagacidad, al joven conocimiento y habilidad para pensar.”—Pro. 1:1-4.
Muchos proverbios nacieron de las experiencias y observaciones almacenadas, no meramente de un solo sabio, sino de muchos. Por eso, el epigrama de lord Russell describe un proverbio como “la sabiduría de muchos y el ingenio de uno.” Algunos proverbios deben su origen a situaciones comunes a la vida cotidiana de los tiempos, y hay que tener conocimiento de ésta para poder entender cómo llegó a existir el proverbio y cuál es su significado y aplicación. Para aclarar el valor básico y práctico de la sabiduría encerrada en los Proverbios, note unos cuantos de ellos y las lecciones que enseñan.
“Quien ama la transgresión está amando una lucha. Quien hace alta su entrada está buscando un estrellarse.”
En diferentes partes de Palestina los judíos tenían que hacer las puertas de sus casas y atrios muy bajas, de no más de 91 centímetros de altura, para que los hombres montados a caballo no pudieran entrar en sus atrios y casas y arruinar sus efectos. El que hacía una puerta o entrada alta estaba invitando el desastre. El proverbio también pudiera referirse a la boca como una entrada que se levanta en alto al jactarse y hablar arrogantemente. El habla de esa clase tiende a encender y mantener contiendas, lo cual resulta en un estrellarse.
“‘¡Es malo, malo!’ dice el comprador, y va yéndose por su camino. Entonces es que se jacta acerca de sí mismo.”
Este proverbio es común en los países orientales. El comprador dice que el artículo de venta es “malo.” Se baja el precio. Lo compra y se va, jactándose del trato inteligente que hizo. No requiere habilidad ni experiencia el pronunciar malo un artículo, pero sí requiere algún conocimiento y discernimiento el poner precio justo a un artículo. Si el comprador le roba al vendedor al declarar “malo” el artículo, tiene poco de qué jactarse. Le ha hecho mal a otro y a sí mismo. Ha privado a su prójimo de dinero por engaño y ha dañado su propia conciencia y probablemente ha perdido la confianza de su semejante. Por lo tanto, tiene poco de qué jactarse.
“El corazón de un rey es cual corrientes de agua en la mano de Jehová. Adondequiera que se deleita en hacerlo, lo vuelve.”
Este proverbio alude al método de regar la tierra en Oriente. Se cavan muchos canales de un río o arroyo, y por medio de abrir determinada boquera el cultivador puede dirigir la corriente a cualquier lugar que él escoja. Así Jehová puede dirigir los pensamientos de un rey de acuerdo con su voluntad y mando. En esto también se muestra que Jehová rige el espíritu del hombre por cuanto tiene acceso a sus pensamientos más recónditos y sus sentimientos—facultad que los monarcas humanos no pueden alegar poseer.
“Exactamente como el frío de la nieve en el día de la cosecha es el enviado fiel a los que lo envían, pues restaura el alma misma de sus amos.”
Unos cuantos selectos de Oriente tienen neveras, es decir, lugares subterráneos donde guardan nieve para usarla durante el verano. Se ponía la nieve del Líbano o Hermón en el vino u otras bebidas para que refrescaran más durante el tiempo de la siega. Pero la gente común enfriaba sus licores por el modo sencillo de la evaporación. Metían un paño en agua, envolvían la botella en él y luego la colgaban en el calor del sol. La evaporación se llevaba el calor del vino, y el proceso hacía el vino casi tan frío como el hielo. Las buenas nuevas refrescan al alma tanto como una bebida fría en el tiempo de la siega.