Sopórtelo con amor y podrá soportarlo
¡FELICES son los que pueden soportar! En este viejo mundo todos a veces tendemos a rebelarnos o irritarnos un poco por lo que quizás nos veamos obligados a aguantar. Quizás sea disciplina, o desastre, o discriminación racial, o quizás solo la escueta rutina monótona de ganarse la vida o cuidar un hogar y la familia. ¿Quiere usted poder aceptar cualquier suerte que la vida ofrezca sin rebelarse o irritarse? Entonces, ¡sopórtelo con amor y podrá soportarlo!
Por supuesto, pudiera parecer mucho más sencillo el que uno pudiera escaparse por medio de huir de todo. No pocos de los que son cabeza de familia hacen exactamente eso, lo cual explica por qué hay tantas esposas y tantos niños abandonados. Otros, también, tratan de escaparse mentalmente a fin de olvidar, por de pronto, su suerte en la vida. Tal cosa se llama “escapismo,” y esto se define como “desviación de la mente a actividad o entretenimiento netamente imaginario para escaparse de la realidad o de la rutina; especialmente desviación consuetudinaria de esta clase.” Entre tales “mecanismos de fuga” se halla el entregarse a fantasías que lisonjean la vanidad de uno, un caso extremado de lo cual es la persona mentalmente enferma que se imagina que es Napoleón o algún otro hombre “grande.” Otra forma que esto asume es el retirarse a una concha de compadecimiento de sí mismo o desarrollar un complejo de mártir. Todo ese escapismo es una señal de falta de madurez y obviamente no resuelve el problema.
La manera madura, correcta y sabia de aceptar estas cosas es aceptarlas con amor. Esto no quiere decir que la fe y la esperanza no pueden ayudar también. No hay duda en cuanto a ello, pueden ayudar y ayudarán. Pero ayudará aun más el amor, porque “el mayor de éstos [tres] es el amor.”—1 Cor. 13:13.
Sea lo que sea que a usted se le pida que acepte, el amor le ayudará a aceptarlo. Por ejemplo, la disciplina. Si los jóvenes aman a sus padres, sus maestros, sus instructores, sus mayores; si los de edad madura y los jóvenes por igual aman a los que son colocados sobre ellos, sin importar dónde estén o quiénes sean, podrán aceptar consejo, disciplina y corrección sin “zafarse” en ira o rebelarse. Entonces se sentirán como David cuando dijo: “Si el justo me hiriese, sería una bondad amorosa; . . . que mi cabeza no querría rechazar.”—Sal. 141:5.
A menudo es difícil aceptar la desavenencia. Tal vez crea usted que la otra persona debe saber lo que debe hacerse, que está trabajando bajo impresiones falsas o que está obrando de manera inexcusablemente egoísta. El amor, sin embargo, hará posible que usted tome en cuenta a ese individuo, ejerza paciencia y trate de arreglar el asunto. El amor evitará que usted sea indebidamente sensitivo en sus relaciones con otros, y esto hará más fácil el que usted soporte lo que tiene que soportar. Hará posible el ‘continuar soportándose mutuamente.’—Col. 3:13.
También, el desastre quizás abata de súbito, en forma de pérdida de trabajo, hogar o una persona amada. ¿Cómo lo aceptará usted? ¿‘Maldiciendo a Dios y muriéndose,’ como la esposa de Job le aconsejó tontamente a su esposo? ¿O aceptándolo con amor, estando agradecido por lo que salió librado? Como Job mismo dijo: “¿Aceptaremos del Dios verdadero solo lo que es bueno y no aceptaremos también lo que es malo?”—Job 2:9, 10.
¿O es usted víctima de algún prejuicio—cultural, económico, nacional o racial? ¿Está sufriendo persecución religiosa? El amor le impedirá a usted que estalle, que se encone, que esté hirviendo por dentro con planes de venganza o desquite. Más bien, hará que usted se sienta como Jesús cuando oró: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”—Luc. 23:34.
O quizás usted se halle entre las muchas cabezas de familia cuya suerte es efectuar trabajo monótono día tras día a fin de hacer provisión para los que dependen de usted. Sin embargo, el amor a su familia debe hacer posible que usted lleve esta carga sin irritarse indebidamente. Recuerde, su familia espera que usted haga provisión para ellos, ¡ellos son carne y sangre de usted y son suyos! ¿No es el hecho de que usted pueda proveerles lo que necesitan mucho más importante que la manera particular por la cual usted obtiene los medios necesarios? ¡Sin duda!—1 Tim. 5:8.
Lo mismo, por supuesto, aplica si la persona que lee esto es la esposa y la madre. Sin amor, la rutina diaria de tender las camas, preparar las comidas, lavar y planchar, limpiar y hacer las compras y en otros respectos cuidar de su progenie, puede ser de lo más monótono. Pero si usted tiene amor en su corazón para su esposo y proveedor, para sus hijos que usted concibió y, por el milagro del nacimiento, trajo al mundo, entonces usted apreciará cuánto contribuyen sus esfuerzos a su bienestar y felicidad, y no será demasiado duro el soportarlo.—Pro. 31:10-31.
Sí, prescindiendo de lo que pueda ser—quizás responsabilidades serias de las que usted no puede salirse a conciencia—sopórtelo con amor y usted podrá soportarlo. Interesante es el hecho de que los científicos al fin están llegando a estar conscientes de la importancia de esta necesidad de amor. Dice el antropólogo Ashley Montagu en su más reciente libro (1962), The Humanization of Man: “Este no es un nuevo descubrimiento en el mundo, lo que es nuevo es que los científicos estén volviendo a descubrir estas verdades por medios científicos. Los científicos contemporáneos que trabajan en este campo están dando un fundamento o validación científica al Sermón del Monte y a la Regla Aurea: El hacer a otros como a uno le gustaría que le hicieran a uno, y amar a su prójimo como a sí mismo.”
Hace unos 3,500 años Moisés escribió por inspiración: “Debes amar a tu compañero como a ti mismo,” y hace más de 1,900 años Jesús mostró que el amor resume todo el deber del hombre—el amor a Dios y el amor al prójimo como a uno mismo. Ellos apreciaron la importancia del amor.—Lev. 19:18; Mar. 12:30, 31.
Y en particular el apóstol Pablo nos muestra cómo es el amor: “El amor es sufrido y bondadoso. El amor no es celoso, no se vanagloria, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado. No lleva cuenta del daño. No se regocija por la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todas las cosas las soporta, todas las cree, todas las espera, todas las aguanta. El amor nunca falla.” Puesto que el amor puede hacer todas estas cosas, ¿sorprende algo el que si uno soporta con amor pueda soportar?—1 Cor. 13:4-8.