La verdadera prosperidad viene de Dios
A MENUDO la prosperidad se mide erróneamente en términos de valor financiero, o de éxito político y social. No obstante, todos deberían saber que no puede haber prosperidad verdadera sin paz ni expectativa de vida. Aptamente, Jesús hace surgir la pregunta: “¿De qué provecho le será al hombre si gana todo el mundo pero lo paga con perder su alma?” (Mat. 16:26) La respuesta es obvia. El favor y la vida que provienen de Dios son ingredientes vitales de la prosperidad verdadera.
Medida correctamente, entonces, no hay evidencia de prosperidad verdadera entre las naciones del mundo. No, ni siquiera entre aquellas naciones que disfrutan de las más elevadas normas de vida. El éxito material y el aumento de tiempo desocupado han producido una hueste de males, incluyendo la delincuencia de adultos y de jóvenes, una actitud de independencia para con Dios, de quien provienen todas las cosas, y la concentración egoísta en miras materialistas y placeres carnales. Agregue a lo susodicho la precaria situación internacional, cuyos peligros latentes rondan tanto a los ricos como a los pobres.
¿Dónde habrá de hallarse prosperidad verdadera? ¿Cómo le va a la sociedad de testigos de Jehová? ¿Está prosperando? Para obtener la respuesta exacta, tenemos que dar más que un vistazo rápido a sus experiencias de los pasados cincuenta años. Es verdad que han sufrido el odio de todas las naciones a través de dos guerras mundiales, como predijo Cristo Jesús. (Mat. 24:9, 10) Han sido proscritos injustamente en país tras país, han sido violentamente acosados por chusmas, han sido el blanco de toda clase de acusaciones mentirosas, han sido víctimas del ostracismo. Aun hoy en día en muchos círculos el mencionar el nombre “testigos de Jehová” basta para producir expresiones de intolerancia ignorante de parte de personas que de lo contrario son muy corteses.
Sin embargo, un vistazo más de cerca a los testigos de Jehová revela algunos hechos muy sorprendentes. Solo ellos de todas las organizaciones religiosas han podido entrenar y equipar a todos sus miembros para ser ministros activos de Dios y predicadores del reino. Han podido lograr algo que las Naciones Unidas con sus 112 estados miembros no han podido hacer, a saber, reunir en paz y cooperación a pueblos de toda nación, lengua y raza. Desemejantes a tantas otras organizaciones, han podido mantener entre sus miembros las elevadas normas bíblicas de moralidad en todo campo de relación humana. Sobresalientemente, han retenido los fuertes vínculos de la familia, con el resultado de que multitudes de personas jóvenes están abrazando seriamente el verdadero camino de vida cristiano y participando en esparcir las buenas nuevas del Reino. ¡Seguramente éstas son marcas de prosperidad verdadera! Pero hay mucho más.
En agosto de 1923 el vocero de los testigos de Jehová se dirigió a una muchedumbre de 2,500 congregados en asamblea en Los Ángeles, California. Al terminar el discurso ese auditorio entusiásticamente se puso en pie para adoptar una Resolución que, de hecho, lo comprometía a participar sin reservas en la obra de proclamar el Reino, para que las personas de cualidades de oveja y de cualidades de cabra pudieran ser divididas en armonía con la ilustración de Jesús. (Mat. 25:31-46) Cuarenta años después, en septiembre de 1963, en Pasadena, California, llegó la reunión de conclusión de una serie que se celebró alrededor del mundo de Asambleas “Buenas nuevas eternas” de los testigos de Jehová, asambleas que se celebraron durante tres a ocho días en veinticuatro ciudades principales del mundo, y a las cuales asistió una muchedumbre total de 580,509 personas. El transcurso de los años entre esas dos asambleas obviamente estuvo lleno de progreso y expansión global a medida que se congregó a personas de cualidades de oveja en el rebaño de Dios.
INCREÍBLE EXPANSIÓN
La historia moderna de los testigos de Jehová tiene más cifras sorprendentes que ofrecer. En 1918 el número de Testigos que empleó tiempo cada mes predicando las buenas nuevas con Studies in the Scriptures fue de alrededor de 7,000. Diez años después el número de predicadores había ascendido a 44,080. Veinte años después fue 59,047; treinta años después 260,756. Cuarenta años después, en 1958, el número había crecido a 798,326. Ahora, en 1965, la cifra ha llegado al asombroso máximo de 1,075,523. Durante la década de 1942-52 el número de testigos de Jehová se duplicó en la América del Norte, se multiplicó cinco veces en Asia, más de seis veces en las islas del Pacífico, alrededor de siete veces en Europa y África, más de doce veces en las islas del Atlántico, y casi quince veces en la América del Sur. De 1953 a 1963 aumentaron a más del doble en horas dedicadas a la predicación por toda la Tierra. La única oficina de sucursal afuera de los Estados Unidos en 1900 ahora está reforzada con 91 sucursales más alrededor del mundo. Las oficinas principales en Brooklyn, Nueva York, dirigen ahora la obra de predicación en 194 países, y la literatura se publica en 162 idiomas. Puesto que todo esto tiene que ver con la obra altruista de esparcir las buenas nuevas del reino de Dios, podemos decir sin titubear que esto es verdadera prosperidad.
A ningún hombre u organización de hombres se le puede atribuir este maravilloso registro de expansión logrado a pesar de los obstáculos de la II Guerra Mundial y las persecuciones de los fascistas y los comunistas. Aun hoy en día en once países donde los testigos de Jehová se ven obligados a trabajar clandestinamente y bajo dificultades extremadas, hay más de 104,500 ministros que fiel y consistentemente están haciendo lo que Dios les ha mandado hacer. ¿Cuál, entonces, es el secreto de toda esta sorprendente prosperidad en medio de oposición nacional e internacional? No puede ser otro que el espíritu de Jehová Dios, quien prometió: “Cualquiera que sea el arma que se forme contra ti no tendrá éxito, y cualquiera que sea la lengua que se levante contra ti en el juicio la condenarás. Esta es la posesión hereditaria de los siervos de Jehová, y su justicia proviene de mí.” (Isa. 54:17) La prosperidad espiritual produce gran paz y felicidad al pueblo de Jehová.
El esforzarse por obstruir la obra y propósito del Dios Todopoderoso no solo es asunto vano, sino mortífero. Y el perseguir a sus ministros es hacerle la corte al desastre. En el primer siglo el maestro de ley Gamaliel aconsejó: “Varones de Israel, presten atención a ustedes mismos en cuanto a lo que piensan hacer respecto a estos hombres. . . . No se metan con estos hombres, sino déjenlos; (porque si este proyecto o esta obra proviene de hombres, será derribada; pero si proviene de Dios, no podrán derribarlos;) de otro modo, quizás sean ustedes hallados luchadores realmente contra Dios.” (Hech. 5:35-39) Los esfuerzos infructuosos de parte de hombres y gobiernos por detener la predicación del reino de Dios solo agrega a la prueba, ya fuerte, de que la prosperidad de esta obra proviene de Dios. “Mi propio consejo subsistirá,” dice él, “y todo lo que es mi deleite haré.”—Isa. 46:10.