¿Realmente resolverá la ciencia los problemas de usted?
“NOSOTROS podemos resolver nuestros problemas . . .” alardeó un editor norteamericano de ciencia el año pasado.
En un tiempo se pudiera haber aceptado una declaración como ésa sin desafío, pues, hasta recientemente, la historia de la ciencia parecía un relato de éxito brillante. Pero la década de los sesenta y los primeros años de la década que empezó en 1970 trajeron un período de desilusión.
Cierto, la ciencia ha logrado algunos adelantos asombrosos. No obstante, a pesar de sus esfuerzos, a menudo sinceros, por impedirla, el hambre corroe más vientres que antes. El equipo “científico” para combatir el crimen no ha reducido el desafuero; más bien, éste ha continuado desarrollándose y esparciéndose rápidamente de los ghettos urbanos a las zonas rurales anteriormente tranquilas. El aire y el agua son ensuciados con sustancias contaminadoras. Algunos también culpan a la ciencia por suministrar proyectiles con poder horrible y por tenerlos apuntados a las ciudades principales del mundo.
Por eso, ahora, a mediados de 1975, aun los que en un tiempo promovían la ciencia no están tan absolutamente seguros en cuanto a su potencia para lo bueno. Ven que ha llegado a ser una “bolsa miscelánea” que contiene algunas bendiciones pero una cantidad excesiva de males. Sin embargo, estos defectos realmente giran en torno de una debilidad central o principal. Y esta debilidad no es nueva, solo más obvia ante los problemas actuales en toda la Tierra.
Esta falta principal se identifica en el libro bíblico de Job, escrito hace más de 3.400 años. Job tomó nota de la diligencia científica del hombre, incluso su ingeniosidad al extraer de lo profundo de la Tierra sus riquezas. Pero ¿qué dijo Job que faltaba? Leemos:
“Pero la sabiduría... ¿dónde puede hallarse, y dónde, pues, está el lugar del entendimiento?”—Job 28:12.
Sabiduría verdadera... ése fue, y es, el ingrediente que falta en la ciencia. Ésta necesita guía, dirección apropiadas. O, como lo expresa Milton Katz de la Universidad de Harvard: “La dificultad no está en la tecnología. La dificultad está en el modo en que hemos usado nuestra tecnología.”
La sabiduría, la habilidad para usar de manera correcta lo que la ciencia ha descubierto, tiene que provenir de afuera de la ciencia misma. ¿Suministran evidencia los esfuerzos de los científicos por resolver los problemas del hombre de que han hallado tal sabiduría? Considere el registro y vea.
EL RESOLVER LOS PROBLEMAS REQUIERE MODO DE PENSAR CLARO
Entre otras cosas, ¿no es lógico creer que si los problemas han de ser resueltos, entonces los puntos de vista y prejuicios personales tienen que ser puestos en una posición secundaria? Ciertamente. Pero esto requiere humildad.
Es como dice la Biblia en Proverbios 11:2: “¿Ha venido la presunción? Entonces vendrá la deshonra; pero la sabiduría está con los modestos.” Aquí la palabra hebrea traducida “modestos” encierra la idea de ‘ocultarse uno mismo,’ es decir, en el sentido de colocarse uno mismo en una posición subordinada. Esto no quiere decir que una persona modesta pasa por alto los problemas. No, sino que desentraña cuáles son los verdaderos problemas. Una persona de esta índole no está buscando su propia prominencia o riqueza ni está tratando egoístamente de adherirse a cierta posición.
Es para crédito suyo que muchos científicos se esfuerzan solícitamente por ser así. En algunos casos han dado su vida tratando de hallar la verdad. Sin embargo, a medida que uno lee literatura científica no puede evitar el notar que a menudo prevalece el dogmatismo intolerante, presentado ambiciosamente con un fervor religioso. En cuanto a esto, Robert K. Merton escribió en el American Scientist, en su número de la primavera de 1969:
“El hecho es que casi todos los que están firmemente colocados en el panteón de la ciencia —Newton, Descartes, Leibniz, Pascal o Huggins, Lister, Faraday, Laplace o Davy— fueron atrapados en esfuerzos apasionados por alcanzar prioridad [es decir, ser los primeros con determinado descubrimiento] y hacer que se registrara públicamente. . . . A veces . . . el deseo de reconocimiento se acelera a tal grado que llega a ser incontenible. Llega a ser un anhelo impetuoso de aclamación.”
La “modestia” no ha caracterizado a la historia de la ciencia. En cambio, ha habido “presunción,” como se refiere a ello el proverbio de la Biblia. En consecuencia, la ciencia ha caído en cierta “deshonra.”
¿DÓNDE HAY INTERÉS EN OTROS Y COOPERACIÓN?
Lógicamente, la sabiduría también debe manifestarse en un interés genuino en los que están afligidos. En Proverbios 8:22-31 la “Sabiduría” es personificada y dice: “Las cosas que eran el objeto de mi cariño estaban con los hijos de los hombres.” La sabiduría verdadera no es ajena a las necesidades de otros, sino que se complace en servir de ayuda.
¿Ha seguido la ciencia este modelo noble?
Los problemas alimentarios del mundo yacen principalmente en el trópico, pero la mayor parte del estudio científico tiene que ver con siembras que medran en zonas templadas. De hecho, el 98 por ciento de las facilidades del mundo para la investigación y el desarrollo están situadas en las naciones desarrolladas y tienen la mira de resolver sus problemas. Dos tercios del mundo tienen que “ingeniárselas” con productos diseñados para otra cultura.
¿Con qué resultados? El científico británico lord Ritchie-Calder nos recuerda: “Suministramos a los países atrasados tractores que no saben usar y carecen de las facilidades para conservarlos. Debemos concentrarnos, en cambio, en la cooperación técnica. . . . En vez de tratar a los esquimales como piezas de museo y entrar en el Ártico con fotocalcos de planos, deberíamos entrar en un consorcio con los esquimales.”
El insistir en que solo una manera —quizás los “métodos científicos occidentales”— resolverá los problemas realmente ha intensificado las circunstancias adversas. Un hambre severa ha agostado partes de África, en particular el Sahel, en años recientes. Muchos factores han contribuido al problema. Sin embargo, ¿ha ayudado la ciencia occidental? Dice un artículo en Science: “La ciencia y la tecnología de Occidente . . . de hecho han efectuado una contribución principal a la destrucción. . . . De hecho, cuando los pueblos del Sahel han sido conservadores y han resistido los cambios propugnados por los expertos de Occidente, a menudo ha sido con razón. . . . pocas intervenciones de Occidente en el Sahel, cuando se consideran a través de largo plazo, han obrado a favor de los habitantes.”
La falta de interés verdadero en otros y de cooperar con ellos ha hecho que la ciencia aumente los problemas de otras maneras. A menudo ha pasado por alto advertencias de desastres venideros como problemas alimentarios, de transportación, alojamiento y energía. Esos mismísimos problemas han rodeado ahora a la raza humana con velocidad fenomenal.
Por supuesto, eso no es decir que algún hombre o grupo de hombres puede saber con exactitud los detalles del futuro. Sin embargo precauciones razonables ante advertencias razonables son siempre apropiadas. Cuando amenazan las crisis, acción es obligatoria. Pero vez tras vez lo mejor que la ciencia ha podido reunir es una reacción posterior a los hechos. “El sensato prevé el peligro, y se oculta de él,” dice la Biblia, y luego agrega: “Pero los simples pasan adelante, y son castigados.” (Pro. 22:3, An American Translation) Millones sufren, se sienten “castigados,” debido a la falta de previsión y acción sensatas de parte del mundo científico.
Claramente, la ciencia no ha resuelto los problemas del hombre; carece de sabiduría verdadera para hacerlo de por sí. Pero ¿es esto decir que una persona temerosa de Dios debe ser “anticiencia”?
PUNTO DE VISTA EQUILIBRADO DE LA CIENCIA
Un cristiano aprecia la erudición verdadera y el descubrimiento científico. Sin embargo, tiene el provecho de la sabiduría verdadera para dirigir su modo de pensar. Esta guía apropiada no proviene de ningún hombre. El hombre recto, Job, mencionado al principio de este artículo, reconoció este hecho. Después de admitir que aun los científicos no tienen sabiduría, Job, inspirado por Dios, planteó la pregunta:
“Pero la sabiduría... ¿dónde puede hallarse?” Su respuesta:
“¡Mira! El temor de Jehová... eso es sabiduría, y apartarse del mal es entendimiento.”—Job 28:1-28.
¿Cuáles son los resultados de acudir a Dios para que guíe el modo de pensar de uno en cuanto a asuntos de índole científica? Muy favorables; los problemas de la vida son resueltos.
Esto se puede ilustrar por un acontecimiento antiguo. Un rey de Babilonia ordenó que cautivos jóvenes, judíos, fueran traídos ante él para entrenamiento especial. ¿Cuáles? Según Daniel 1:4 en la traducción de Franquesa y Solé, fueron los “dotados de toda sabiduría, instruidos en todo saber, conocedores de ciencias.” Pero “ciencias” en este versículo no significa las ciencias astrológica y mágica insensatas que se basaban en los puntos de vista filosóficos y religiosos de aquel día. Los judíos antiguos no ignoraban la astronomía y química fundamentales, etcétera, pero tampoco eran engañados por la pseudociencia de Babilonia.
En cambio eran particularmente famosos por la sabiduría y moralidad expresadas en su literatura, su arquitectura, historia natural, agricultura y otras ciencias prácticas. “En cuanto a muchos de estos asuntos,” hace notar el comentarista Albert Barnes con referencia a los judíos, “estaban, sin duda, muy adelantados de los caldeos [babilonios], y probablemente el propósito del monarca caldeo era aprovecharse de lo que ellos sabían.”
Lo mismo es cierto hoy día, los cristianos verdaderos tienen un punto de vista equilibrado en cuanto al conocimiento científico, y esto produce buenos resultados. No son extraviados por ideas “científicas” que a menudo son más opinión personal que hecho establecido. Karl Popper, filósofo de la ciencia, confiesa: “La ciencia no es un sistema de declaraciones seguras o bien establecidas; . . . no sabemos: solo podemos conjeturar. Y nuestras conjeturas son guiadas por lo no científico, lo metafísico . . .” Lo que el apóstol cristiano le dijo sabiamente a Timoteo es apropiado aun hoy día; le aconsejó que se apartara “de las vanas palabrerías que violan lo que es santo y de las contradicciones del falsamente llamado ‘conocimiento.’”—1 Tim. 6:20.
La sabiduría divina, que se encuentra en la Biblia, ayuda a los cristianos verdaderos al justipreciar el valor de cualquier material científico. De consiguiente, por ejemplo, cuando un científico habla de rehacer este presente sistema de cosas mundial con el fin de “mejorarlo,” el cristiano verdadero no es engañado. Sabe que, según la Biblia, “el mundo va pasando,” y la evidencia indica que su salida se acerca. Un nuevo sistema —un sistema diseñado por Dios— seguirá en el cual todo el conocimiento, incluso la erudición científica, se usará para bien del hombre y para gloria de Dios.—2 Ped. 3:7-13; 1 Juan 2:15-17.
En realidad, es muy razonable acudir a Dios por ayuda al tratar de resolver los problemas de la humanidad. ¿Por qué decimos esto? Bueno, ¿no es verdad que la mayoría de los problemas grandes a los que se enfrenta la ciencia están fuera de su control? Definitivamente. La ciencia, entre otras cosas, está vinculada a los sistemas políticos y económicos modernos. Por eso aun cuando la ciencia engendra una “revolución verde” la gente todavía pasa hambre. ¿Por qué? Porque los burócratas políticos u otros que están interesados únicamente en la ganancia personal impiden que el alimento llegue a la gente hambrienta. Sí, la ciencia está inevitablemente baldada por el sistema en el cual se encuentra.
Otra cosa: el conocimiento de la ciencia, aun cuando exacto, por lo general es incompleto. Por ejemplo, la ciencia recientemente acortó la proporción de muertes a causa de enfermedad en algunos países usando drogas maravillosas y DDT; pero la ciencia no ha impedido que esas mismas personas se mueran de inanición debido a escaseces de alimento. La presa Asuán de Egipto fue planeada y construida para suministrar cosas como energía eléctrica e irrigación. Pero también ha contribuido a que se esparza más rápidamente la temida esquistosomiasis. De modo que un aparente adelanto científico a menudo neutraliza otro. Lo que se necesita es un conocimiento de todo el ambiente del hombre. ¿Quién posee éste?
Aquel que creó el universo ciertamente tiene el conocimiento de la ecología de la Tierra y el poder para controlarla. Puesto que originalmente diseñó los intrincados sistemas productores de alimento de la Tierra, ciertamente está en la mejor posición para deshacer el daño que el hombre, en su ignorancia de las interrelaciones de los sistemas de vida, ha causado y así hacer que estos arreglos funcionen para el bien de la humanidad. Por lo tanto, sus promesas, registradas en la Biblia, de que acabará con tales cosas como el hambre y la contaminación son confiables.
Podemos creer a Dios cuando dice: “Jehová de los ejércitos ciertamente hará para todos los pueblos . . . un banquete de platos con mucho aceite, un banquete de vino mantenido sobre las heces.” (Isa. 25:6) De modo similar, podemos aceptar con plena confianza su promesa de que él va a “causar la ruina de los que están arruinando la tierra.”—Rev. 11:18.
Hay todavía otra razón para acudir a Dios —no a la ciencia humana— para resolver los problemas del hombre.
LA CIENCIA NO PUEDE CAMBIAR A LA GENTE... DIOS SÍ
A la raíz de muchos de los problemas del hombre está el hombre mismo. La ciencia realmente no puede cambiar a la gente... sus motivos. Como un caso a propósito, considere el problema del crimen. Los expertos pueden inventar equipo especial para tratar de impedir la diseminación del crimen, pero no pueden desarraigar el deseo incorrecto en la gente que, si es lo suficientemente ladina, simplemente encuentra modos para eludir cualquier dispositivo nuevo. Pero Dios hizo el corazón humano. ¿No está él en la mejor posición para saber quiénes tienen que ser removidos de la sociedad humana, si es necesario, a fin de que otros vivan sin ser molestados?
De modo que es por esta razón que Él puede asegurarnos positivamente que cuando este presente sistema de cosas haya desaparecido y Su nuevo sistema llegue, no estará plagado de crimen: “No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña.”—Isa. 11:9.
La sabiduría que proviene de Dios puede mostrar a los hombres la manera de usar acertadamente su erudición y ciencia. Con un estudio de la Biblia usted hallará que ésta le muestra la manera de resolver o enfrentarse mejor a los problemas verdaderos que arrostra diariamente. También, le ofrece una esperanza confiable para el futuro ¿No son éstas las cosas que usted quiere? Indudablemente. Consulte a los testigos de Jehová; ellos le ayudarán gozosamente a aprender más acerca de esta sabiduría divina verdadera.
[Ilustración de la página 420]
AUNQUE SE HAN EFECTUADO COSAS ASOMBROSAS CON LA TECNOLOGÍA... LA BIBLIA RECUERDA A LOS HOMBRES: “¡Mira! El temor de Jehová... eso es sabiduría, y apartarse del mal es entendimiento.”—Job 28:28.