“Hablen confortadoramente a las almas abatidas”
“AL PRINCIPIO me sentía abatida, y este estado de ánimo persistió. No tenía ganas de ir a ninguna parte ni hacer nada, tampoco podía concentrarme en nada. Me sentía triste, confundida, y empecé a pensar que toda mi vida y mi buen registro de servicio a Dios no valían nada. Me llené de pánico y de terror.” Así describió sus sentimientos cierta Testigo que había pasado muchos años en la obra misional. “Yo siempre había disfrutado de buena salud física y espiritual, pero de repente me pareció que jamás volvería a sentirme bien.”
También cierto hermano maduro informa: “Me deprimí mucho debido a mi trabajo. Llegaba a casa tan triste que no podía comer. Me levantaba de la mesa y lloraba en privado en un cuarto... simplemente no podía controlar el llanto. Me enojaba fácilmente con otros. Continuamente pensaba: ‘¿Hacia dónde me dirijo? ¿Por qué me está sucediendo esto?’ La condición continuó por seis meses.”
Estas personas sufrieron de depresión grave. Otros informes relatan que todavía hay “almas abatidas” entre los del pueblo de Dios. (1 Tesalonicenses 5:14) Las estadísticas indican que por todo el mundo ha habido un aumento asombroso en la cantidad de personas deprimidas. Aunque en muchos casos personas que tienen una relación con Dios son menos afectadas por las situaciones que causan la depresión, dichas personas no están de manera alguna inmunes a este trastorno. Pero, ¿deberían estar atormentados así estos siervos fieles?
“Estoy sumamente deprimido”
David, fiel rey de Jerusalén, fue víctima de la depresión. Debido a ciertos errores o conducta insensata de parte suya, él escribió: “Estoy sumamente deprimido; ando como en duelo todo el día.” (Salmo 38:6, DeWitt, en inglés) En el recuadro que aparece en la siguiente página se muestra cómo se sintieron varios siervos fieles en ciertas ocasiones, y por qué. Pero, todos los que se mencionan en el recuadro vencieron su aflicción. Según el registro bíblico, todos ellos siguieron sirviendo a Dios fielmente.
Son muchas las causas de la depresión. Es poco lo que la víctima puede hacer para controlar algunas de éstas. Investigaciones médicas que se han llevado a cabo en los últimos años han indicado que algunas clases de depresión grave se deben a un desequilibrio químico en el cerebro que tal vez se deba a diversas causas físicas.* Además, nuestros pensamientos en sí pueden causar depresión. Cierto ejemplo bíblico revela esto.
Epafrodito, celoso ayudante del apóstol Pablo mientras éste estuvo en la prisión, sufrió de depresión. Pablo envió a este siervo desde Roma a su antigua congregación que estaba en Filipo, y tal vez por medio de él despachó una carta en la que declaró, entre otras cosas: “[Epafrodito] se siente abatido porque ustedes oyeron que había enfermado.” Cierto, él había estado enfermo, pero ahora estaba bien... y no obstante estaba deprimido. ¿A qué se debió la depresión? Se dio cuenta de que los de la congregación “oyeron que había enfermado.” ¿Por qué había de deprimirle esto?—Filipenses 2:25-30.
Evidentemente, este siervo devoto era muy sensible para con los sentimientos de otras personas. Sentía gran inquietud porque los queridos hermanos y hermanas de su congregación estaban preocupados por el informe en cuanto a la salud delicada de él. Parece que el gran deseo que sentía de que se tranquilizaran —aunque estaba irremediablemente separado de ellos por centenares de kilómetros— provocó la depresión. Lo mismo puede suceder hoy, aun en el caso de los que, como Epafrodito, se esfuerzan vigorosamente en la obra del Señor. El preocuparse intensamente o perturbarse por los sentimientos de otras personas, o tal vez el sentirse como si uno no hubiera estado a la altura de las expectativas de los demás, puede resultar en depresión.
Pero, ¿cómo pueden otras personas ayudar a los deprimidos?
“Hablen confortadoramente”
Cierta cristiana deprimida imploró con lágrimas a su esposo: “¿Qué voy a hacer? ¡Simplemente no puedo seguir de esta manera!” El esposo, que no era creyente, replicó: “¡Tú simplemente vas a tener que tolerarlo!” ¡La mujer se sintió tan abrumada que al día siguiente casi se suicidó! ¡Qué importante es obedecer el mandato bíblico: “Hablen confortadoramente a las almas abatidas!” Si uno no lo hace, hasta pudiera causar daño irremediable. Pero, en muchos casos, tal vez alguien quiera alentar a un alma deprimida y no sepa qué decir.—1 Tesalonicenses 5:14.
En su segunda carta a los cristianos de Corinto, Pablo indica que se sentía ‘atribulado,’ pues tenía “temores por dentro.” Un buen informe lo consoló. Tito le informó acerca de la mejora en la condición espiritual de la congregación de Corinto y del “celo” o interés de ellos para con Pablo, y del “anhelo” que ellos tenían de verlo. El enterarse de que ellos le amaban animó a Pablo. (2 Corintios 7:5-7) Lo mismo es cierto hoy. Cierta cristiana que sufrió de una depresión paralizadora declaró: “Más que nada se necesita saber que otros se interesan en uno como persona. Se necesita oír a alguien decir: ‘Comprendo; pronto estarás bien. Comprendo lo que estás experimentando y me agrada hablar contigo.’”
“Aprendí a ejercer empatía”
“Hay una lección que jamás olvidaré,” admitió cierta madre cristiana que sufrió de depresión. “Aprendí a ejercer empatía. Antes, creía que todo lo que uno tenía que hacer era esforzarse por ser activo, de modo que nunca me compadecí mucho de los enfermos. Ahora comprendo la situación. Cuando varios amigos me dijeron que ‘saliera de esa condición,’ eso era lo que más yo quería hacer, pero en aquel entonces no podía controlar la situación de manera alguna. Los comentarios de aquellas personas realmente me herían. Los deprimidos necesitan que otros ‘compartan sus sentimientos como compañeros.’—1 Pedro 3:8.
¿Cómo pueden ayudar los miembros de la familia y las amistades? Cierta madre de 40 años de edad que anteriormente había estado deprimida reflexionó como sigue: “Uno no solo se siente terrible física y emocionalmente, sino que también se siente culpable porque no está haciendo lo que normalmente haría para su familia.” Por eso ella dio el siguiente consejo: “Haga saber a la persona deprimida que usted reconoce que ella está haciendo lo mejor que puede. Anímela a seguir adelante.”
Aunque se necesitan y se aprecian las palabras edificantes, los que deseen ser útiles tal vez puedan ofrecer más ayuda.
Dé apoyo a los débiles
El apóstol Pablo instó a los de la congregación de Tesalónica a que no solo ‘hablaran confortadoramente a las almas abatidas,’ sino que también ‘dieran su apoyo a los débiles, fueran sufridos para con todos.’ El término “apoyo” encierra obras, pues la palabra que originalmente se usó en el griego* lleva el sentido primordial de mantenerse directamente enfrente de la otra persona para sostenerla.—1 Tesalonicenses 5:14.
En el informe sobre un estudio que se efectuó entre más de 500 personas, se llegó a la siguiente conclusión: “Para evitar la depresión, más que ánimo, fuerza de voluntad y una disposición alegre, a las personas tal vez les haga falta tener amistades y familiares íntimos que les presten apoyo.” En armonía con esto, el Dr. L. Cammer, muy conocido siquiatra, declaró: “Es vital que la persona deprimida tenga a su lado a alguien que no se ponga a sermonearle, que continúe siendo paciente.” Sí, puede que la persona deprimida aprecie profundamente el que uno haga un esfuerzo positivo por ayudarle, ya sea por medio de una llamada telefónica o una visita breve.
A cierta cristiana se le preguntó que cuál había sido el tratamiento que más le había ayudado. Ella contestó: “El mejor tratamiento fue el estar rodeada de mis hermanos y hermanas espirituales. De otro modo, jamás me hubiera recuperado. Nuestra congregación de Testigos desplegó amor, interés y comprensión. Aquello fue como una pared protectora.”
Claro, a veces es necesario ejercer firmeza junto con ternura al ayudar a la persona deprimida, puesto que ésta pudiera estar confundida en su manera de pensar. Tal vez sea necesario instarle bondadosamente a que dé un paseo con usted, haga alguna otra forma de ejercicio, se tome la medicina, o continúe participando en actividades que la edifiquen espiritualmente.
Cuando alguien es hospitalizado debido a una enfermedad física, recibe una serie de porciones pequeñas de comida en vez de solo unas cuantas porciones grandes. Tal vez sea necesario hacer lo mismo para ayudar a la persona deprimida a alimentarse espiritualmente. Puede ser que el cónyuge o un amigo que se interese en dicha persona tenga que ejercer gran paciencia por medio de considerar brevemente las ‘buenas cosas’ espirituales en varias ocasiones, en vez de tratar de tener una larga consideración bíblica, que quizás requiriera demasiado esfuerzo por parte de la persona deprimida. Aun si ésta no responde a la instrucción, el amor que se le muestre tendrá su efecto.
Hasta que el trastorno haya completado su curso o responda al tratamiento médico, es necesario que otros ejerzan constante paciencia y comprensión. En ciertos casos, ninguna forma de tratamiento médico parece dar resultados. En tal situación se necesita ejercer gran paciencia junto con amor abnegado para ayudar a los afligidos hasta que Jehová sane toda enfermedad —tanto mental como física— en el venidero nuevo orden.—Revelación 21:3, 4.
Los ancianos de la congregación llevan una responsabilidad especial al respecto. El artículo “Una lengua instruida... ‘para animar a los cansados,’” que se publicó en La Atalaya del 1 de septiembre de 1982, trata sobre este asunto.
[Notas a pie de página]
Vea el artículo intitulado “¿Es todo asunto mental?” en la revista compañera de ésta, ¡Despertad! del 22 de enero de 1982.
Antekhesthe—”sosténganse contra.”
[Tabla en la página 14]
CÓMO SE SINTIERON POR QUÉ
JOB ‘Dios me ha abandonado.’ Enfermedad y desgracias
‘Siento odio para con mi personales. Parecía que
JACOB Rehusó recibir consuelo. Pesar porque parecía que
“Continuó llorándolo.” su hijo había muerto
‘Quiero descender al
sepulcro.’—Génesis 37:35.
ANA “Lloraba y no comió.” Amargura y decepción por
‘Estaba amargada de alma no tener hijo
y lloraba profusamente.’
JONÁS “El que yo muera es mejor Cólera contenida
que el que esté vivo.”
Estaba en un “estado
calamitoso.”—Jonás 4:6, 8.
DAVID “Todo el día he andado Sentido de culpabilidad
triste.” “Me he entumecido.” por haber cometido un
“Me ha dejado mi poder.” grave error
—Salmo 38:6, 8, 10.
NEHEMÍAS Se puso a llorar y se dio al Perturbado por la
duelo por días,’ tenía condición de algunos
“tristeza de corazón.” dentro del pueblo de Dios
PABLO Tenía “temores por dentro” Oposición y la falta
y se sentía ‘abatido. de descanso