La angustia mental... lo que puede hacer el cristiano afligido
PERITOS en la salud mental dicen que, en los Estados Unidos, de cada cinco personas una padece de alguna clase de desorden mental reconocible. La Organización Mundial de la Salud añade que puede haber hasta 40.000.000 de casos de enfermedad mental que no reciban tratamiento en los países en vías de desarrollo. Se han descubierto problemas mentales hasta entre habitantes de las islas paradisíacas del Pacífico.
Por lo tanto, no debería sorprendernos el que hoy algunos cristianos experimenten dificultades mentales o emocionales que varían desde simple angustia y leve depresión hasta enfermedades serias como la depresión grave, desórdenes bipolares (manía depresiva), fobias y esquizofrenia. Algunos tenían esos problemas antes de llegar a ser Testigos, mientras que otros han empezado a padecer angustia al envejecer.
Por qué no están inmunes los cristianos
Una cristiana que lleva más de 20 años de servicio dedicado informa que la atormentan voces enérgicas e implacables. “Tengo el pensamiento puesto en algo —dice ella—, cuando de repente surge la voz que dice: ‘Mátate’. [...] Vez tras vez oigo esas voces hasta que se me hacen insoportables.” ¿Cómo es posible que un cristiano fiel sufra así? ¿No dice 2 Timoteo 1:7: “Dios no nos dio un espíritu de cobardía, sino de poder y de amor y de buen juicio”?
Sí, pero el buen juicio por lo general se refiere menos al bienestar sicológico que al hecho de que el cristiano puede ejercer juicio basado en la Biblia. A diferencia de la persona del mundo que ‘mentalmente está en oscuridad’ o es ‘corrompida de mente’, el cristiano ha ‘rehecho la mente’ por el estudio de la Palabra de Dios. (Efesios 4:17, 18; 2 Timoteo 3:8; Romanos 12:2.) No hay duda de que esto contribuye mucho al equilibrio emocional y mental del cristiano, pero no lo hace inmune a problemas de salud mental. Algunos siervos fieles de Dios de los tiempos bíblicos, como Epafrodito, padecieron de formas de angustia mental. (Filipenses 2:25, 26; Lucas 2:48.)
“En Adán todos están muriendo”, nos recuerda el apóstol Pablo. (1 Corintios 15:22.) No se puede negar que muchos de nosotros tenemos males físicos. Otros padecen de alguna enfermedad mental o emocional.
Causas de la angustia mental
Parece que muchos casos de angustia mental tienen como raíz factores físicos. Por ejemplo, la Biblia habla de la persona cuyos ojos ‘ven cosas extrañas’. ¿Qué causa tienen esas misteriosas alucinaciones? ¡“Que se quedan largo tiempo con el vino”! (Proverbios 23:29-33.) Está claro que el alcohol puede causar alucinaciones. Los médicos dicen que, de manera similar, desequilibrios químicos en el cerebro, factores genéticos y quizás hasta el régimen alimentario pueden hacer que el cerebro no funcione como debiera. El resultado de esto puede ser problemas mentales y emocionalesa.
Fuertes presiones sicológicas, como la tensión extrema, también pueden causar problemas emocionales. Tan solo tratar de mantener la pureza moral y una personalidad cristiana en estos “tiempos críticos, difíciles de manejar” puede ser fuente de tensión. (2 Timoteo 3:1-5.) ¡Recuerde que Lot “atormentaba su alma justa” por la iniquidad que veía diariamente en Sodoma! (2 Pedro 2:8.) Además, experiencias pasadas de violación y abuso sexual o actos de promiscuidad sexual o abuso de drogas han afectado la mente de algunos cristianos. Estas experiencias pueden causar daño terrible a la salud mental de uno.
Lo que pueden hacer los ancianos
Los superintendentes o ancianos de la congregación se interesan en pastorear a todo el rebaño bajo su cuidado... y eso incluye a los que padecen de angustia emocional. (1 Pedro 5:2; Isaías 32:1, 2.) Es verdad que los ancianos no son doctores en medicina, y no pueden curar de sus males a la gente, tal como el apóstol Pablo no curó a Epafrodito de su enfermedad física ni de la depresión subsiguiente. (Filipenses 2:25-29.) Muchas veces, sin embargo, por su interés y compañerismo verdaderos pueden ser buena fuente de ayuda y estímulo a esas personas. (1 Pedro 3:8.)
Entonces, ¿qué se puede hacer si un hermano empieza a comportarse de modo extraño o se queja de algún trastorno emocional? Primeramente los ancianos pudieran tratar de hacer que el afligido se expresara, para determinar precisamente qué le molesta. ¿Se ha desequilibrado temporalmente por alguna calamidad personal o alguna circunstancia poco común que le cause gran tensión, quizás la pérdida del empleo o la muerte de una persona amada? (Eclesiastés 7:7.) ¿Le causa una leve depresión la soledad, y por eso necesita que alguien le ‘hable confortadoramente’? (1 Tesalonicenses 5:14.) ¿O pudiera ser que perturbe al hermano alguna falta personal? El renovar su confianza en el amor y la misericordia de Dios —junto con consejo apropiado— puede aliviar sus ansiedades. (Salmo 103:3, 8-14.) Se puede lograr mucho bien con solo orar junto con el hermano angustiado. (Santiago 5:14.)
Los ancianos pueden también compartir sabiduría práctica con el afligido. (Proverbios 2:7.) Por ejemplo, ya indicamos que pudiera haber relación entre algunos disturbios emocionales y lo que la persona come. Por lo tanto, los ancianos quizás sugieran que el hermano procure tener alimentación equilibrada y evite extremos dietéticos. O quizás disciernan que el angustiado ha estado bajo gran presión en su empleo y le beneficiaría mucho “un puñado de descanso”... procurar dormir bien con mayor regularidad. (Eclesiastés 4:6.)
Los que “necesitan médico”
No obstante, cuando la angustia grave persiste, es bueno recordar estas palabras de Jesús: “Las personas en salud no necesitan médico, pero los enfermizos sí”. (Mateo 9:12.) Muchos angustiados vacilan en cuanto a visitar a un médico. Por eso, los ancianos de la congregación y los miembros de la familia de un hermano quizás tengan que animarlo a buscar atención médica, como yendo a un médico de confianza para que le haga un examen completo. Dice el profesor Maurice J. Martin: “Una gran variedad de enfermedades físicas se presentan bajo la apariencia de desórdenes siquiátricos”. Y hasta en los casos en que realmente hay enfermedad mental implicada, muchas veces se puede obtener tratamiento eficaz.
La esposa de un superintendente de una congregación dijo que su esposo, perturbado, “empezó a sentirse incómodo entre los hermanos, y no quería ir a las reuniones. [...] ¡Quería morir!”. Pero después que aquel superintendente recibió atención médica profesional, su esposa pudo informar: “Ya no tiene aquella gran depresión, ni desea alejarse de las reuniones. ¡Esta mañana pronunció el discurso público!”.
Es verdad que no todas las situaciones se resuelven con tanta facilidad. La ciencia apenas empieza a descifrar los misterios de los problemas mentales. El obtener el diagnóstico apropiado y el tratamiento debido puede ser un proceso largo y complicado, pero frecuentemente vale la pena.
¿Afligido por los demonios?
Algunas víctimas de problemas mentales temen que están bajo ataque demoníaco, y a veces alegan que oyen “voces”. Se ha sabido que los demonios han hecho que personas mentalmente sanas se comporten irracionalmente. (Marcos 5:2-6, 15.) No hay prueba de que los demonios estén envueltos en la mayoría de los casos de comportamiento extraño, tal como no la hay respecto a todos los casos de mudez, ceguera y epilepsia. Sin embargo, ¡allá en los tiempos bíblicos los demonios a veces causaban (o por lo menos empeoraban) esos mismos males! (Mateo 9:32, 33; 12:22; 17:15-18.) Pero la Biblia hace una clara distinción entre “los que se hallaban mal, y los endemoniados”. (Marcos 1:32-34; Mateo 4:24; Hechos 5:16.) Es obvio, pues, que la gran mayoría de los casos de ceguera o epilepsia hoy son causados por factores físicos, no demoníacos. Quizás lo mismo sucede en la mayoría de los casos de angustia mental.
Con todo, hay que recordar que Satanás y sus demonios están ‘guerreando’ contra el pueblo de Dios, y se sabe que han hostigado a cristianos fieles. (Revelación 12:17; Efesios 6:12.) Los demonios son malvados, y no debe sorprendernos que se deleiten sadísticamente en atormentar a algunas almas que sufren angustia mental, lo cual agrava las dificultades de estas.
Por eso, si los ancianos tienen buena razón para sospechar que hay influencia demoníaca implicada, no habría ningún daño en realizar alguna investigación al respecto. Por ejemplo, ¿ha recibido la persona algunos artículos sospechosos directa y deliberadamente de individuos que estén envueltos en alguna forma de demonismo? Puede que el librarse de tales objetos traiga alivio. (Hechos 19:18-20.) Puesto que a los cristianos se les dice que ‘se opongan al Diablo’, los ancianos también pueden aconsejar al afligido que rechace toda “voz” extraña que pudiera tener origen demoníaco. (Santiago 4:7; Mateo 4:10.) Si a alguien le parece que está bajo ataque, debe orar fervorosamente e invocar en voz alta el nombre de Jehová. (Efesios 6:18; Proverbios 18:10.)
Sin embargo, parece que los casos de intervención demoníaca son la excepción, no la regla. Una hermana relata lo siguiente: “Yo creía que estaba bajo posesión demoníaca hasta que busqué ayuda médica y se me informó que tenía un desequilibrio químico. Me alivió mucho saber que mis acciones se debían a una enfermedad, ¡y no a un demonio dentro de mí!”.
Medicina siquiátrica
Hoy día los médicos usan una variedad de medicamentos para tratar las perturbaciones mentales. El uso, bajo supervisión médica, de algunos de tales medicamentos ha permitido que cristianos que han estado gravemente enfermos funcionen normalmente. Sin embargo, algunos hermanos, impulsados por buenas intenciones, han impedido que algunos pacientes tomen el medicamento recetado, quizás porque temían que fuera dañino o creara hábito. Por supuesto, hay riesgos implicados en toda clase de tratamiento médico, y “el sagaz considera sus pasos”, con atención a los resultados de largo plazo. (Proverbios 14:15.)
Sin embargo, es interesante el hecho de que muchas drogas de uso siquiátrico no causan alucinaciones ni son tranquilizantes ni crean hábito; sirven simplemente para corregir desequilibrios químicos en el cerebro. Por ejemplo, ciertos medicamentos antisicóticos pueden ayudar a calmar los síntomas frecuentemente extraños de la esquizofrenia. El litio puede aliviar la depresión y equilibrar los cambios abruptos de la manía depresiva.
Es verdad que a veces se usan drogas potentes para tranquilizar a un paciente o para suprimir tendencias suicidas. Pero si un hermano no está tomando por placer cierta medicina recetada, sino para funcionar normalmente, esto se puede ver de manera muy parecida al caso del diabético que usa insulina.
Debe recordarse que con frecuencia los medicamentos siquiátricos funcionan con lentitud y pueden tener efectos secundarios desagradables. A veces también hay una medida de ensayo y error por parte del médico que busca un medicamento eficaz y/o la dosis que tenga menos efectos secundarios. Muchas veces los pacientes se desaniman. Por lo tanto, los miembros de su familia y otras personas pudieran dar apoyo al que está bajo tratamiento al estimularlo a ejercer paciencia y cooperar con el personal médico capacitado. ¿Qué se puede hacer si la persona tiene preguntas en cuanto a cierto medicamento? ¿O qué hay si surgen problemas o parece que cierto tratamiento no es eficaz? Esos problemas deben considerarse con el médicob. Si es necesario, pudiera consultarse a otro médico.
Terapias de conversación
En algunos casos puede considerarse también el que el paciente converse sobre sus asuntos con un profesional adiestrado para ello. Puede que un médico de confianza de la familia que conozca personalmente al paciente le ayude de este modo. Pero ¿qué se puede decir de aceptar tratamiento de un siquiatra o sicólogo? Esto sería una decisión personal que se debe tomar con la debida cautela. Los terapeutas difieren en sus enfoques del tratamiento. Por ejemplo, algunos todavía practican alguna forma del sicoanálisis freudiano, algo cuya validez ponen en tela de juicio muchos del campo de la salud mental.
Aún más serio es el hecho de que algunos facultativos han dado, con buenas intenciones, consejo que contradice rotundamente a la Biblia. Porque no entienden los principios cristianos —algunos hasta los consideran “necedad”—, ¡algunos terapeutas hasta han concluido que seguir el estricto código moral de la Biblia es la fuente de los problemas de la persona! (1 Corintios 2:14.)
Sin embargo, algunos facultativos, entre ellos sicólogos y siquiatras, ofrecen formas de terapia de conversación que no son realmente sicoanálisis, sino un medio de ayudar al paciente a comprender su enfermedad, lo que refuerza la necesidad de recibir tratamiento médico y resolver problemas de modo práctico. Estas terapias pudieran ser útiles para el cristiano, pero él tiene que comprender bien lo implicado antes de aceptar el tratamiento: ¿Qué está envuelto, precisamente, en el tratamiento? ¿Qué clase de consejo recibirá? ¿Entiende y respeta el médico las creencias de los testigos de Jehovác? Si se concuerda en terapia de conversación, ‘pruebe las palabras’ del médico en vez de sencillamente aceptar todo cuanto se le diga. (Job 12:11, 12.)
Como se ve, en la mayoría de los casos la angustia mental puede considerarse un problema médico... no un problema espiritual. Al comprender este hecho, las familias, los ancianos y los miembros de las congregaciones pueden dar mejor apoyo a los afligidos. A veces los angustiados necesitan también apoyo espiritual. En un número futuro consideraremos cómo puede la congregación suministrar ese apoyo.
[Notas a pie de página]
a Véanse los números del 22 de octubre de 1987 y el 8 de septiembre de 1986 de nuestra revista hermana, ¡Despertad!
b La Sociedad no recomienda ni expresa juicio sobre los diversos medicamentos y tratamientos que emplean los médicos. Sin embargo, la investigación de las publicaciones de la Sociedad puede ser útil.
c Si a algún enfermo se le hiciera difícil explicar su postura bíblica a un médico o terapeuta, algún cristiano maduro pudiera ayudarle.
[Fotografía en la página 26]
Frecuentemente los ancianos pueden ayudar a los que padecen de angustia emocional si les escuchan y aconsejan con comprensión
[Fotografía en la página 29]
A veces es aconsejable que el que padece de un mal mental busque ayuda médica