EJEMPLOS DE FE
“Andaba con el Dios verdadero”
NOÉ se toma un respiro del trabajo. Sentado en una ancha viga de madera, endereza la espalda y estira sus doloridos músculos mientras contempla la inmensa estructura de lo que será el arca. Hay un fuerte olor a alquitrán caliente en el aire y se oye el sonido de las herramientas. Desde donde está, Noé ve a su familia trabajando arduamente en la gran estructura de madera. Sus hijos, sus nueras y su amada esposa ya llevan décadas colaborando con él en la construcción del arca. Tienen mucho adelantado, pero aún les queda mucho por hacer.
La gente dice que están locos. Conforme el arca va tomando forma, más se ríen de que vaya a venir un diluvio que inunde la Tierra entera, como les está advirtiendo Noé. La sola idea de que pueda ocurrir una catástrofe de tales dimensiones les parece increíble, absurda. No entienden por qué ese hombre desperdicia su vida —y la de su familia— en una tarea tan ridícula. Pero Jehová, el Dios de Noé, ve a su amado siervo de una manera muy diferente.
La Biblia nos dice: “Noé andaba con el Dios verdadero” (Génesis 6:9). ¿Qué significan esas palabras? No quieren decir que Dios hubiera bajado a la Tierra ni tampoco que Noé hubiera ido al cielo. Se refieren a que Noé obedecía a Dios al pie de la letra y lo amaba profundamente; para él era un amigo muy íntimo. Miles de años después se registraron en la Biblia estas palabras acerca de Noé: “Por [su] fe condenó al mundo” (Hebreos 11:7). ¿Cómo lo hizo? ¿Qué lección podemos extraer de la fe que Noé demostró?
UN HOMBRE RECTO EN UN MUNDO TORCIDO
Noé se crió en un mundo que iba rápidamente de mal en peor. Ya estaba mal en tiempos de su bisabuelo Enoc, otro hombre justo que anduvo con Dios y que anunció un día de juicio contra toda la gente malvada. Pero en los días de Noé, la maldad había llegado a límites impensables. De hecho, la violencia era tanta que a los ojos de Jehová la Tierra estaba arruinada (Génesis 5:22; 6:11; Judas 14, 15). ¿Por qué habían empeorado hasta ese grado las cosas?
Por algo terrible que ocurrió entre los ángeles. Uno de ellos ya se había rebelado contra Jehová, calumniándolo y llevando a Adán y Eva al pecado, con lo que se convirtió en Satanás, el Diablo. En los días de Noé, otros ángeles se unieron a esa rebelión contra la justa autoridad de Jehová. Abandonaron el puesto que Dios les había asignado en el cielo, vinieron a la Tierra en forma de hombres y se casaron con hermosas mujeres. Aquellos ángeles rebeldes, orgullosos y egoístas eran una influencia muy nociva para los seres humanos (Génesis 3:1-5; 6:1, 2; Judas 6, 7).
Además, de esas uniones contranaturales entre ángeles y mujeres nacieron unos hijos híbridos de tamaño gigantesco y fuerza descomunal. La Biblia los llama nefilim, palabra que significa “derribadores” o “los que hacen caer a otros”. Aquellos seres salvajes hicieron del mundo un lugar sumamente perverso. No es de extrañar que a los ojos del Creador “la maldad del hombre [abundara] en la tierra, y que toda inclinación de los pensamientos del corazón de este [fuera] solamente mala todo el tiempo”. Jehová decidió eliminar esa sociedad malvada en un plazo de ciento veinte años (Génesis 6:3-5).
Noé y su esposa tuvieron que proteger a sus hijos de las malas influencias que los rodeaban
Noé encontró una buena esposa y, cuando ya tenía más de 500 años, llegó a ser padre de tres hijos: Sem, Cam y Jafet.a ¡Qué difícil le debió resultar criar a sus hijos en un mundo tan terrible! Él y su esposa tuvieron que protegerlos de las malas influencias que los rodeaban. Los nefilim tenían las características que todo niño admira: eran hombres “poderosos” y “de fama”. Noé y su esposa no podían evitar que sus hijos se enteraran de las barbaridades que cometían aquellos sanguinarios gigantes, pero sí podían enseñarles la atrayente verdad acerca de Jehová Dios, quien odia todo tipo de maldad. Tenían que ayudarles a comprender que a Jehová le dolía ver la violencia y la rebelión que reinaban en el mundo (Génesis 6:6).
Los padres de hoy pueden ponerse en el lugar de Noé y su esposa. Nuestro mundo también está envenenado de violencia y rebeldía. Hasta el entretenimiento dirigido a los niños suele estar saturado de esos temas. Pero los buenos padres hacen todo lo posible por contrarrestar tales influencias enseñando a sus hijos acerca del Dios de la paz, Jehová, quien acabará con toda la violencia (Salmo 11:5; 37:10, 11). Sí, es posible criar buenos hijos en un mundo malo. Noé y su esposa lo consiguieron. Sus hijos llegaron a ser hombres de bien y se casaron con mujeres que, al igual que ellos, estaban dispuestas a obedecer a Jehová por encima de todo.
“HAZ PARA TI UN ARCA”
Llegó un día en que la vida de Noé cambió para siempre. Jehová habló con él, le dijo que había decidido poner fin al mundo de aquel tiempo y le mandó lo siguiente: “Haz para ti un arca de madera de árbol resinoso” (Génesis 6:14).
El arca no era un barco, como algunos se imaginan, con superficies curvas. No tenía ni proa ni popa ni quilla ni timón. Era básicamente una enorme caja. Jehová le dio a Noé las dimensiones exactas que debía tener, algunos detalles sobre su diseño e instrucciones de recubrirla por dentro y por fuera con alquitrán. Y le explicó: “Voy a traer el diluvio de aguas sobre la tierra [...]. Todo lo que está en la tierra expirará”. Pero también le dijo: “Tienes que entrar en el arca, tú y tus hijos y tu esposa y las esposas de tus hijos contigo”. Además, tenía que introducir en el arca ejemplares de toda clase de animales. Solo se salvarían del venidero Diluvio los que estuvieran dentro del arca (Génesis 6:17-20).
Noé se enfrentaba a una tarea colosal. El arca iba a ser enorme. Mediría unos 133 metros (437 pies) de largo, 22 metros (73 pies) de ancho y 13 metros (44 pies) de alto. Su tamaño sería mucho más grande que el de los mayores barcos marítimos de madera construidos en tiempos modernos. ¿Rechazó Noé esta comisión? ¿Se quejó de las dificultades que presentaba? ¿Alteró los detalles para que el trabajo le resultara más fácil? La Biblia responde: “Noé procedió a hacer conforme a todo lo que le había mandado Dios. Hizo precisamente así” (Génesis 6:22).
El trabajo le tomó varias décadas, puede que unos cuarenta o cincuenta años. Había que talar árboles, arrastrar troncos y cortarlos para hacer vigas, tablas y demás. Luego había que unir todas esas piezas. El arca tendría tres plantas, o cubiertas, diversos compartimientos y una puerta en uno de los lados. Por lo visto también tendría ventanas a lo largo de la parte superior y un techo elevado por el centro con una ligera pendiente hacia los lados para que el agua escurriera (Génesis 6:14-16).
Con el paso de los años el arca fue tomando forma. ¡Qué contento debía estar Noé de contar con el apoyo de su familia! Pero había otra faceta de su comisión que debió ser aún más difícil que la construcción del arca. La Biblia nos dice que Noé fue “predicador de justicia” (2 Pedro 2:5). Eso significa que tuvo el valor de avisar a aquella sociedad malvada de que venía una destrucción. ¿Cómo respondió la gente? Jesucristo dijo que “no hicieron caso”, que estaban tan ocupados con los asuntos de la vida cotidiana —comer, beber y casarse— que no prestaron atención a Noé (Mateo 24:37-39). Seguro que muchos se burlaron de Noé y su familia; y puede que hasta lo amenazaran y llegaran a atacarlo con violencia.
Pese a toda la evidencia de que Jehová estaba bendiciendo a Noé, la gente se burlaba de él y no escuchaba su mensaje
A pesar de todo, Noé y su familia no se rindieron. Siguieron construyendo el arca aunque la gente pensara que estaban perdiendo el tiempo, que aquello era una locura. Hoy día, las familias cristianas pueden aprender mucho de la fe que demostró la familia de Noé. Al fin y al cabo, vivimos en un tiempo al que la Biblia llama “los últimos días” de este mundo (2 Timoteo 3:1). Y Jesús dijo que esta época sería como la época en que Noé construyó el arca. Si la gente responde al mensaje del Reino de Dios con apatía, burlas o hasta persecución, los cristianos hacen bien en recordar a Noé, pues él también afrontó esas dificultades.
“ENTRA [...] EN EL ARCA”
La construcción llegó por fin a su etapa final. Para cuando Noé tenía casi 600 años, murió su padre, Lamec.b Cinco años después murió su abuelo Matusalén, quien había vivido 969 años y es el hombre más longevo que se menciona en la Biblia (Génesis 5:27). Tanto Matusalén como Lamec habían sido contemporáneos del primer hombre, Adán.
El mismo año en que murió Matusalén, el patriarca Noé recibió un nuevo mensaje de Jehová Dios: “Entra, tú y toda tu casa, en el arca”. También le dijo que introdujera en ella todo tipo de animales: siete ejemplares de cada uno de los limpios —o aceptables como sacrificio— y dos de cada uno de los demás (Génesis 7:1-3).
Debió ser impresionante ver venir del horizonte a centenares de animales de todo tamaño, forma y temperamento: caminando, volando, arrastrándose, balanceándose... Pero no hemos de imaginarnos al pobre Noé tratando de acorralar, arrear o atraer de alguna manera a todos aquellos animales salvajes para obligarlos a entrar en el arca. El relato bíblico dice que ellos mismos “entraron [...] en el arca” (Génesis 7:9).
A algunas personas les cuesta creer que eso haya sucedido. No se pueden imaginar a todos aquellos animales compartiendo en paz el mismo espacio. Pero pensémoslo bien: ¿no tiene el Creador del universo poder para controlar a los animales y hacer que sean mansos y dóciles? Recordemos que Jehová es el Dios que dividió las aguas del mar Rojo e hizo que el Sol se quedara inmóvil. ¿No podía entonces hacer todo lo que se narra en el relato de Noé? Claro que sí.
Dios podía haber salvado a los animales de otra manera, nadie lo niega. Pero en su sabiduría escogió un modo de hacerlo que nos recuerda la confianza que había depositado en el hombre cuando le dijo que cuidara de todos los seres vivos del planeta (Génesis 1:28). Cabe mencionar que hoy muchos padres usan la historia de Noé para enseñar a sus hijos que Jehová valora no solo a las personas, sino también a su creación animal.
Jehová le dijo a Noé que en una semana vendría el Diluvio. Debieron ser unos días muy ajetreados. Imagínese el trabajo de colocar en su lugar a todos los animales y su comida y de subir a bordo las pertenencias de la familia. Seguro que la esposa de Noé y las esposas de Sem, Cam y Jafet se esforzaron por preparar el interior del arca para que se pudiera vivir en ella.
¿Cómo reaccionaron las personas al ver todo aquello? Continuaron sin hacer caso pese a toda la evidencia de que Jehová estaba bendiciendo a Noé y su labor. Ni siquiera el que los animales estuvieran entrando en el arca los hizo reaccionar. Su actitud no debería sorprendernos, pues hoy día pasa algo parecido. La gente tampoco hace caso de la innegable evidencia de que vivimos en los últimos días de este mundo. Además, como predijo el apóstol Pedro, muchos se burlan de quienes hacen caso de la advertencia divina (2 Pedro 3:3-6). Noé y su familia seguramente tuvieron que pasar por lo mismo.
¿Cuándo acabaron las burlas? La Biblia nos dice que una vez que Noé introdujo a su familia y los animales en el arca, “Jehová cerró tras él la puerta”. Aquella acción divina tuvo que acallar a la gente que estuviera burlándose allí cerca. Y si eso no los acalló, la lluvia sí que lo hizo, pues llovió y llovió y llovió hasta que toda la Tierra quedó inundada, tal como Jehová había dicho (Génesis 7:16-21).
¿Se alegró Jehová de que muriera toda aquella gente malvada? No (Ezequiel 33:11). Al contrario, él les había dado suficientes oportunidades para que cambiaran. ¿Podían haber obedecido a Dios y sobrevivido al Diluvio? Por supuesto que sí, si hubieran obrado como Noé. Noé andaba con Dios, es decir, le obedecía en todo. Y la Biblia añade que “por [su] fe condenó al mundo” de su día. En efecto, su fe puso de manifiesto la gran maldad que caracterizaba a sus contemporáneos. Y no solo eso: la fe de Noé resultó en su salvación y la de su familia. Seguir ese ejemplo de fe también puede significar vida para usted y los suyos. Al igual que Noé, usted tiene la posibilidad de andar con Jehová Dios y disfrutar de su amistad, una amistad que puede durar para siempre.
a En aquel entonces, las personas vivían mucho más que ahora porque estaban mucho más cerca del tiempo en que Adán y Eva gozaban de vitalidad y perfección.
b Lamec llamó a su hijo Noé —que probablemente significa “Descanso” o “Consolación”— y profetizó que Noé daría descanso a la humanidad del duro trabajo de cultivar un suelo que Jehová había maldecido (Génesis 5:28, 29). Pero Lamec no vivió para ver cumplida esta profecía.