Rusia
“DESDE el nacimiento del sol aun hasta su puesta mi nombre será grande entre las naciones.” (Mal. 1:11.) La veracidad de esta impresionante profecía pronunciada hace unos dos mil cuatrocientos cincuenta años puede comprobarse en la Rusia de hoy. Cuando los siervos de Jehová de Kaliningrado —ciudad occidental de Rusia— están contemplando la puesta del Sol, los de la península de Chukchi lo están viendo aparecer, pues viven once husos horarios más al este, separados de Alaska solo por el estrecho de Bering. En efecto, en el caso de Rusia, el Sol literalmente nunca se pone sobre los que participan en la obra de predicar el Reino y hacer discípulos. Jehová ha bendecido generosamente la labor de los valerosos e incansables cristianos de la era soviética, hombres y mujeres que, como veremos, aguantaron una enconada persecución, y con ello prepararon el camino para los más de 150.000 publicadores que hay actualmente en Rusia.
Rusia, cuyo nombre oficial es Federación Rusa, no es un país integrado por una sola nación o pueblo. Es una federación de naciones, un verdadero mosaico de tribus, lenguas y pueblos, cada uno con su propia cultura. Nuestro relato comienza en este inmenso mosaico étnico, lingüístico y religioso; pero no en el de la Rusia democrática de hoy, sino en el mosaico del Imperio ruso de hace más de cien años, gobernado entonces por un zar.
SE PREDICA CON VALOR AL CLERO DE MOSCÚ
Semyon Kozlitsky era un hombre devoto que se había graduado de un seminario ortodoxo ruso. En una época en la que el interés de la gente por la religión estaba resurgiendo, conoció a Charles Taze Russell, que dirigía la obra de los Estudiantes de la Biblia (como se llamaba entonces a los testigos de Jehová). Su nieta, Nina Luppo, explicó: “Mi abuelo viajó a Estados Unidos en 1891 y conoció al hermano Russell. Recuerdo que conservaba una fotografía de los dos juntos, y siempre hablaba de su hermano Russell”. En aquellos años, a finales del siglo XIX, el hermano Russell y sus compañeros coordinaban la obra de dar a conocer las poderosas verdades contenidas en la Biblia con el fin de restaurar la adoración pura. Parte de esa obra consistía en poner al descubierto las doctrinas falsas de las iglesias de la cristiandad y desenmascarar al clero. La verdad bíblica, así como el celo por la adoración pura que manifestaban el hermano Russell y sus compañeros, impulsaron a Semyon Kozlitsky a predicar con valor al clero de Moscú. ¿Con qué resultados?
“De inmediato, y sin juicio alguno, lo encadenaron y lo deportaron a Siberia por, supuestamente, haber insultado al arzobispo de Moscú —escribió Nina—, y así es como en 1891 llegó a Siberia el mensaje de la Palabra de Dios.” Semyon Kozlitsky fue trasladado después a la región de Siberia que actualmente forma parte de Kazajistán, donde se mantuvo predicando valerosamente la palabra de Dios hasta el último momento. Falleció en 1935.
“NO HEMOS VISTO [...] UNA BUENA DISPOSICIÓN HACIA LA VERDAD”
El mismo año que deportaron a Semyon Kozlitsky, el hermano Russell fue a Rusia por primera vez. Sus palabras tocante a aquella visita se han citado con frecuencia: “No hemos visto condiciones favorables en Rusia ni una buena disposición hacia la verdad”. ¿Quería decir que la gente de Rusia no estaba dispuesta a escuchar la verdad? No, lo que sucedía era que el régimen autocrático se lo impedía.
En la revista Zion’s Watch Tower (hoy en español La Atalaya) del 1 de marzo de 1892, el hermano Russell explicó con más detalle la situación: “El gobierno de Rusia controla rigurosamente a todo hombre del imperio, y cualquier extranjero que haya dentro de sus fronteras es objeto de sospecha. Cada vez que un extranjero entra o sale de una ciudad o pueblo, tiene que presentar su pasaporte en la estación de ferrocarril y en el hotel. El dueño del hotel recoge el pasaporte y se lo entrega al jefe de policía, quien lo retiene hasta que la persona parte del lugar. De esa manera pueden saber con exactitud cuándo entró o salió del país. Los oficiales y las autoridades se limitan a ser corteses, y con su frialdad indican que simplemente toleran la presencia del extranjero. Todos los libros o papeles que la persona tenga en su poder son inspeccionados con mucho cuidado para asegurarse de que no contengan nada que contradiga sus ideas”.
Pudiera parecer que bajo tales condiciones la predicación de las buenas nuevas no progresaría mucho. Pero nada iba a impedir que las semillas de la verdad brotaran en Rusia.
AMANECE UN ‘DÍA DE COSAS PEQUEÑAS’
En fecha tan temprana como 1887, la Zion’s Watch Tower informó que se habían enviado números sueltos de esa revista a diversos lugares, “incluso a Rusia”. En 1904, un grupito de Estudiantes de la Biblia de Rusia escribieron diciendo que habían recibido publicaciones bíblicas, aunque con dificultad. Acerca de ellas, la carta decía: “Llamaban la atención, y [la censura] por poco no las dejó pasar”. Estaban sumamente agradecidos por las publicaciones, pues también dijeron en la carta: “Aquí son dificilísimas de conseguir”. Es evidente que comprendían para qué se las habían enviado, pues escribieron: “Que el Señor nos bendiga y nos dé la oportunidad de distribuir estas publicaciones”.
Sí, la predicación de las buenas nuevas en Rusia ya era una realidad, y la adoración verdadera había empezado a extenderse lentamente, pero con firmeza. Tuvo un comienzo modesto, es cierto, pero como escribió el profeta Zacarías: “¿Quién ha despreciado el día de las cosas pequeñas?” (Zac. 4:10).
En los años siguientes, hermanos celosos de Alemania enviaron publicaciones a Rusia. Muchas de ellas estaban en alemán, por lo que un buen número de personas de lengua alemana aceptaron la verdad. En 1907, varios miembros de una congregación de la Iglesia Bautista Alemana en Rusia recibieron por correo ejemplares de la colección La Aurora del Milenio. Cuando quince de ellos se pusieron de parte de la adoración verdadera, la Iglesia los excomulgó. Posteriormente, el pastor que se había puesto en contra de ellos se convenció de las verdades presentadas en La Aurora del Milenio.
En 1911 hubo algo poco usual que dio empuje a la obra: un viaje de luna de miel. Así es, el matrimonio Herkendell, una pareja joven de Alemania, decidió pasar su luna de miel viajando por Rusia para predicar a las personas de lengua alemana. ¡Cuánta alegría les dio encontrar grupos aislados de publicadores del Reino y poderlos ayudar espiritualmente!
Anteriormente, un lector de Rusia había escrito: “Las publicaciones que nos llegan de Alemania son tan valiosas para mí como lo fue el maná celestial para los hijos de Israel. [...] ¡Lástima que no estén en ruso! Siempre que puedo, traduzco algunos artículos al ruso”. Por fin había empezado la traducción al ruso, aunque aquello no era más que el comienzo.
“HAY MUCHAS ALMAS QUE ANHELAN CONOCER A DIOS”
En 1911, R. H. Oleszynski, un hermano polaco de Varsovia (en aquel entonces había una parte de Polonia que pertenecía al Imperio ruso), mandó imprimir en ruso el tratado ¿Dónde están los muertos? En una carta que le escribió al hermano Russell, dijo: “Adjunto un ejemplar [...]. Cobraron 73 rublos por imprimir 10.000 ejemplares [...]. Hay muchas dificultades, pero también hay muchas almas que anhelan conocer a Dios”. Aquellos tratados, así como otras publicaciones, se dejaron en manos de personas de habla rusa, y ellas se las llevaron a Rusia. Se había dado un gran paso adelante en el campo de habla rusa, que acababa de abrirse. Pronto empezaron a traducirse tratados y más folletos. Con el paso del tiempo, los proyectos de traducción fueron cada vez de más envergadura.
En 1912, el hermano Russell fue a Finlandia, que en aquel entonces pertenecía al Imperio ruso. Se le otorgaron poderes a Kaarlo Harteva para actuar en nombre de la Watch Tower Bible and Tract Society en Finlandia. El 25 de septiembre de 1913, el representante del zar —el cónsul de la Rusia imperial en Nueva York— puso un sello oficial en el documento y lo firmó.
SE PROLONGA UN VIAJE DE PREDICACIÓN QUE IBA A DURAR DOS MESES
Poco antes de que estallara la I Guerra Mundial, Joseph F. Rutherford partió de Brooklyn para visitar varios países como representante de la organización. En la ciudad polaca de Lodz conoció a un Estudiante de la Biblia, el hermano Dojczman, quien, al poco tiempo, emprendió junto con su familia un viaje de predicación por Rusia que iba a durar dos meses. El estallido de la guerra, sin embargo, prolongó su viaje.
Después de muchas dificultades, la familia Dojczman se quedó en un pueblecito a orillas del río Volga. Para 1918 decidieron regresar a Polonia, pero no pudieron lograr su objetivo debido a una epidemia de viruela. Después estalló la guerra civil rusa y se cerraron las fronteras. Durante aquellos años, la familia perdió tres hijas: una murió de viruela, otra de pulmonía y la tercera de otras causas.
Había mucha hambre y cundía el pánico. La gente moría de inanición en las calles. En medio de toda aquella confusión, a muchos, particularmente a los extranjeros, se les acusaba de colaborar con “el enemigo” y se les ejecutaba enseguida, sin juicio alguno. Un día, un hombre irrumpió en la casa de los Dojczman acompañado por un soldado armado.
—¡Este es el enemigo, agárrelo! —gritó el hombre.
—¿Por qué? —preguntó el soldado—. ¿Qué ha hecho?
El hombre pretendía maniobrar los asuntos para no tener que pagar al hermano Dojczman unos trabajos de carpintería que este le había hecho. Tras escuchar las dos versiones, el soldado se dio cuenta de que las razones que presentaba el hombre eran falsas, y lo echó de la casa. Entonces le dijo al hermano Dojczman que recordaba una agradable conversación sobre temas bíblicos que había sostenido con él. Aquella conversación probablemente salvó la vida del hermano Dojczman y su familia. En 1921, el nuevo gobierno comunista aplastó a los grupos armados de la oposición, y la guerra civil terminó. Poco después, la familia Dojczman regresó a Polonia.
LOS ESTUDIANTES DE LA BIBLIA Y LOS BOLCHEVIQUES
Durante la I Guerra Mundial se perdió el escaso contacto que había existido entre los hermanos de Rusia y los de otros países. Probablemente, tal como los demás hermanos de Cristo en el resto del mundo, ellos tampoco captaban el pleno significado de la entronización de Jesucristo. Poco se imaginaban que su país pronto iba a experimentar algunos de los sucesos más destacados del siglo XX, muchos de los cuales cumplieron profecías bíblicas.
A finales de 1917, la Revolución rusa puso fin a los trescientos setenta años que había durado el gobierno de los zares. Ajenos a la presencia del Señor Jesucristo, los bolcheviques (comunistas) habían tomado el poder en Rusia y tenían planes ambiciosos de establecer un nuevo tipo de gobierno, uno distinto de todos los anteriores. Así que a los pocos años tomó forma la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), que a la larga abarcaría casi una sexta parte de la masa continental de la Tierra.
Cabe mencionar que unos años antes de la Revolución rusa, Vladimir Lenin, quien llegó a ser el primer líder de la Unión Soviética, había dicho: “Todos deben ser plenamente libres no sólo para profesar la religión que mejor les parezca, sino para propagar su religión o cambiarla por otra. Ningún funcionario deberá tener derecho ni siquiera a preguntar a nadie por su religión, ya que se trata de un asunto de conciencia en el que nadie debe inmiscuirse”.
En algunas partes del país, estos principios oficiales del Partido Socialdemócrata permitieron que las personas sinceras dieran a conocer las verdades bíblicas al prójimo. No obstante, en líneas generales, el nuevo Estado fue ateo desde el principio y adoptó una postura hostil contra la religión, a la que llamaba “el opio del pueblo”. Una de las primeras cosas que hicieron los bolcheviques fue emitir un decreto para separar Iglesia y Estado. El gobierno prohibió que las organizaciones religiosas enseñaran sus doctrinas y nacionalizó los bienes eclesiásticos.
¿Cómo vería ese nuevo gobierno a los grupos de Estudiantes de la Biblia que, diseminados por su territorio, habían prometido lealtad al Reino de Dios? Poco después de la revolución de 1917, un Estudiante de la Biblia que escribió desde Siberia pintó un panorama bastante sombrío: “Es probable que conozcan la situación que se vive en Rusia. Hay un gobierno soviético basado en principios comunistas. Aunque es cierto que se percibe la conocida tendencia hacia la justicia, todo lo relacionado con Dios es rechazado”.
Para 1923 ya se había intensificado la oposición contra los Estudiantes de la Biblia. Los hermanos escribieron: “Esta carta es para informarles de lo que está sucediendo en Rusia. [...] Tenemos lo necesario en cuanto a comida, ropa, etc. [...]; pero estamos muy necesitados de alimento espiritual. Los libros que nos enviaron fueron confiscados. Por eso les rogamos que nos envíen —en forma de carta— extractos de todas las publicaciones que tengan en ruso. [...] Muchos están sedientos de la Palabra de la verdad. Hace poco, cinco personas demostraron su consagración mediante la inmersión en agua, y también se nos han unido quince bautistas”.
La revista The Watch Tower del 15 de diciembre de 1923 comentó: “La Sociedad está tratando de introducir publicaciones en Rusia y, por la gracia del Señor, seguirá haciéndolo”. En 1925 ya se publicaba una edición de la revista La Atalaya en ruso. Su impacto en la predicación fue inmediato. Por ejemplo, a cierto miembro de un grupo evangélico le costaba conciliar la doctrina del infierno con un Dios de amor. Cuando planteó esta cuestión a sus compañeros, estos oraron a Dios para que le quitara aquellas ideas. Después, el hombre y su esposa recibieron algunos ejemplares de la revista La Atalaya y enseguida se dieron cuenta de que habían encontrado la verdad. Cuando escribieron para pedir más publicaciones, dijeron: “Estamos a la espera del maná procedente del otro lado del océano”. Otros hermanos de Rusia también acusaban recibo de ese tipo de “maná” regularmente, y daban gracias a los hermanos de Estados Unidos por el amor cristiano que manifestaban al editar aquellas publicaciones que tanto les fortalecían la fe.
“ENVÍENME UN POCO DE TODO”
En la edición rusa de La Atalaya de septiembre de 1925 apareció una conmovedora carta procedente de Siberia. Un hombre que venía de una familia de campesinos y era maestro de escuela explicaba que en 1909 él y su familia se habían trasladado a Siberia desde el sur de Rusia. Tras comentar que le había encantado leer las publicaciones, escribió: “Deseo de todo corazón recibir ayuda para profundizar cada vez más en las sagradas verdades de Dios y así poder luchar con más fuerza contra la oscuridad”. En la conclusión de su carta pidió que le enviaran más publicaciones, diciendo: “Por favor, envíenme un poco de todo”.
En el mismo número de la revista se publicó la respuesta del director: “Llevamos tiempo tratando de enviar publicaciones a Rusia, pero todos nuestros intentos se han visto frustrados debido a la oposición del gobierno ruso. Su carta, al igual que otras, se parece al llamado de Macedonia: ‘Pasa [...] y ayúdanos’ (Hech. 16:9). Acudiremos en su ayuda tan pronto como las circunstancias lo permitan y si es la voluntad del Señor”.
Desde luego, tanto La Atalaya como otras publicaciones han resultado sumamente útiles a la hora de predicar las buenas nuevas “para testimonio” a las personas de habla rusa (Mat. 24:14). Para el año 2006, los testigos de Jehová ya habían impreso en ruso 691.243.952 ejemplares de sus publicaciones, más que en cualquier otro idioma, salvo el español, el inglés y el portugués. Jehová ha bendecido grandemente los esfuerzos de sus Testigos por proclamar el Reino.
PREDICACIÓN A LOS RUSOS QUE VIVÍAN EN EL EXTRANJERO
Al subir al poder los bolcheviques y crearse el Estado comunista, muchos rusos emigraron a otros países. Como La Atalaya y otras publicaciones en ruso se imprimían fuera de la Unión Soviética, el gobierno no podía impedir que el alimento espiritual llegara a su destino. A finales de la década de 1920, las publicaciones en ruso estaban llegando a personas de toda la Tierra, y se recibían cartas de agradecimiento de rusos que vivían en Australia, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Letonia, Paraguay, Polonia y Uruguay.
Con el tiempo, los hermanos organizaron en algunos de esos lugares reuniones en ruso, así como la predicación. En Estados Unidos había emisoras de radio que transmitían habitualmente conferencias bíblicas en ruso. También se formaron congregaciones en ese idioma, como la de Brownsville (Pensilvania), y se organizaron asambleas. Por ejemplo, en mayo de 1925 se celebró una asamblea en ruso de tres días en Carnegie (Pensilvania), en la que hubo una asistencia de 250 personas y se bautizaron 29.
CAMBIA LA SITUACIÓN
Tras la muerte de Lenin, el gobierno intensificó su ataque contra todas las religiones. En 1926 se formó la Liga de Ateos Militantes, nombre que definía muy bien sus objetivos. La constante propaganda atea tenía el propósito de erradicar por completo la fe en Dios de la mente y el corazón de las personas. El espíritu de ateísmo se propagó en poco tiempo por el inmenso territorio de la Unión Soviética. Un Estudiante de la Biblia escribió una carta a la sede mundial desde Rusia en la que decía: “La juventud está asimilando este espíritu que, sin lugar a dudas, es un gran obstáculo para aprender la verdad”.
La Liga de Ateos Militantes editaba la revista Antireligioznik y otras publicaciones ateas. En 1928, dicha revista declaró que “el oblast de Voronez está plagado de sectas”,a y habló de 48 “Estudiantes de las Santas Escrituras” cuyos “dirigentes eran Zinchenko y Mitrofan Bovin”. Cabe mencionar que en la edición en ruso de La Atalaya de septiembre de 1926 aparecía una carta procedente de un tal Mikhail Zinchenko de Rusia, la cual decía en parte: “La gente tiene hambre espiritual. [...] Disponemos de muy pocas publicaciones. El hermano Trumpi y otros hermanos están traduciendo publicaciones al ruso y haciendo copias de las traducciones. Así es como estamos alimentándonos espiritualmente y animándonos unos a otros. Les enviamos los saludos de todos los hermanos de Rusia”.
En septiembre de 1926, el hermano Trumpi escribió diciendo que parecía que las autoridades iban a permitir que se recibieran publicaciones en ruso. Así que pidió a los hermanos del Betel de Brooklyn que enviaran tratados, folletos, libros y volúmenes encuadernados de La Atalaya a través de la sucursal de Magdeburgo (Alemania). En respuesta a su solicitud, el hermano Rutherford envió a Moscú a George Young, quien llegó el 28 de agosto de 1928. En una de sus cartas, el hermano Young dijo: “Aunque he tenido algunas experiencias interesantes, no sé cuánto tiempo se me permitirá permanecer aquí”. Aunque consiguió hablar con un oficial de alto rango de Moscú, el visado que recibió solo era válido hasta el 4 de octubre de 1928.
En aquellas fechas aún no se veía con claridad cuál era la actitud del nuevo Estado soviético hacia la religión. En varios documentos oficiales se notaba la esperanza del gobierno de que los grupos religiosos llegaran a formar parte de la fuerza laboral soviética. Con el paso de los años, esta esperanza se convirtió en su objetivo. Es importante tener presente que el gobierno soviético no deseaba matar a los siervos de Jehová; lo que pretendía era convertirlos a su ideología. Quería convencerlos de que se hicieran partidarios suyos o coaccionarlos para que demostraran lealtad absoluta al Estado. Lo que menos quería era que fuesen leales a Jehová.
Cuando el hermano Young se marchó, los hermanos rusos continuaron predicando el Reino de Dios con entusiasmo. Danyil Starukhin recibió la asignación de organizar la predicación del Reino en Rusia. A fin de promover esta obra y animar a los hermanos, visitó Moscú, Kursk, Voronez y otras ciudades de Rusia y también de Ucrania. Junto con otros hermanos predicó a los bautistas en sus casas de oración y les expuso la verdad sobre Jesucristo y el Reino de Dios. En enero de 1929, los hermanos de Rusia decidieron alquilar una iglesia de Kursk con el fin de celebrar abiertamente sus reuniones. El alquiler anual era de 200 dólares de aquel entonces.
Aquel mismo año, los hermanos del Betel de Brooklyn pidieron permiso al Comisariado del Pueblo para el Comercio Exterior de la URRS para exportar a su país una pequeña remesa de publicaciones bíblicas. El envío constaba de 800 libros El Arpa de Dios, 800 libros Liberación y 2.400 folletos. En menos de dos meses, la remesa regresó a Brooklyn con estas palabras estampadas: “Prohibida su entrada por la Administración de Material Impreso”. No obstante, los hermanos no se dieron por vencidos. Algunos pensaban que la razón por la que se habían devuelto las publicaciones era que estaban impresas en un alfabeto ruso antiguo. Desde entonces, los hermanos se aseguraron de que todas las publicaciones en ruso estuvieran traducidas con precisión y se imprimieran de acuerdo con las últimas variaciones del idioma.
HACÍAN FALTA BUENOS TRADUCTORES
A partir de 1929, en ciertos números de La Atalaya aparecían anuncios en los que se solicitaban traductores maduros que dominaran tanto el inglés como el ruso. Por ejemplo, en la edición en ruso de La Atalaya de marzo de 1930 salió este anuncio: “Se necesita un hermano dedicado y bautizado que sea maduro, sepa inglés y domine el ruso para traducir del inglés al ruso”.
Jehová vio la necesidad que existía, y se encontraron traductores en varios países. Uno de ellos fue Aleksandr Forstman, que vivía en Letonia. Para 1931, este ferviente traductor ya estaba enviando artículos traducidos al ruso a la sede mundial a través de la sucursal de Dinamarca, en Copenhague. Como era un hombre culto que dominaba tanto el inglés como el ruso, podía traducir publicaciones bíblicas en muy poco tiempo. Al principio solo dedicaba unas horas a la semana a traducir, pues tenía que trabajar para mantener a su esposa, que no era creyente, y a su hijo. No obstante, a partir de diciembre de 1932, el hermano Forstman se dedicó de lleno a la traducción. Durante sus años de servicio tradujo tratados, folletos y libros. Falleció en 1942.
Como los hermanos creían que la obra del Reino se legalizaría pronto en Rusia, querían tener publicaciones bien traducidas al ruso. William Dey, superintendente de la Oficina del Norte de Europa, escribió una carta al hermano Rutherford en la que decía: “Cuando se levanten las restricciones en Rusia, lo cual tiene que suceder pronto, convendría tener publicaciones bien traducidas para ofrecerlas a los 180 millones de habitantes”.
PROGRAMAS DE RADIO
La radio fue otro medio para difundir las buenas nuevas por el inmenso territorio de Rusia. La Atalaya en ruso de febrero de 1929 publicó este anuncio: “Se emitirán conferencias en ruso por la radio”. El segundo y cuarto domingo de cada mes se emitían en Estonia programas para la Unión Soviética.
El hermano Wallace Baxter, superintendente de la sucursal de Estonia, comentó posteriormente: “Tras un largo debate, en 1929 se firmó un contrato por un año. Poco después de que empezaran a transmitirse los programas en ruso, nos enteramos de que había personas en Leningrado que los escuchaban. La reacción del régimen soviético fue similar a la que tuvo el clero en Estonia. Tanto unos como otros dijeron a la gente que no escuchara el mensaje del Reino”. En 1931, los programas en ruso se transmitían a una hora conveniente para los radioyentes: de 5.30 a 6.30 de la tarde por frecuencia media. En junio de 1934, después de tres años y medio, dejaron de emitirse. En una carta de la sucursal de Estonia, los hermanos explicaron por qué se prohibió el programa: “El clero le ha dicho al gobierno [estonio] que nuestras conferencias radiofónicas no benefician al Estado porque tienen el tono de propaganda comunista y anarquista”.
SE PRODUCE UN CAMBIO
En 1935, los hermanos del Betel de Brooklyn enviaron a Anton Koerber a la Unión Soviética con la idea de que pudiera abrir una sucursal. Querían enviar allí una prensa de Alemania, donde Adolf Hitler había asumido el poder hacía poco. Aunque aquellos planes no se materializaron, el hermano Koerber por lo menos pudo conocer a varios hermanos de Rusia.
Durante unos años, la predicación del Reino siguió progresando en Rusia. Se traducían publicaciones bíblicas al ruso bajo la dirección de la sucursal de Letonia. Pero como una vez impresas resultaba difícil introducirlas en Rusia, muchas quedaron almacenadas.
Hasta el comienzo de la II Guerra Mundial, en 1939, había pocos Testigos en Rusia. Por ello, el gobierno soviético les prestaba poca atención, por no decir ninguna. Pero aquella situación cambiaría pronto. Poco menos de un año después de que la Alemania nazi invadiera Polonia en 1939, la Unión Soviética se anexionó las últimas cuatro de sus repúblicas: Estonia, Letonia, Lituania y Moldavia. De la noche a la mañana, miles de Testigos se encontraron dentro de las fronteras de la Unión Soviética, una nación que pronto se sumiría en una encarnizada guerra para sobrevivir. Sería un tiempo de sufrimiento y dificultades para millones de personas. En el caso de los testigos de Jehová, iba a ser un tiempo en el que tendrían que demostrar su lealtad a Dios bajo severa opresión.
SE MANTUVIERON FIRMES
En junio de 1941, Alemania invadió la Unión Soviética, tomando totalmente por sorpresa al líder soviético Josif Stalin. A finales de aquel año, las tropas alemanas llegaron a las puertas de Moscú, y parecía que la caída de la Unión Soviética era inminente.
Desesperado, Stalin trató de movilizar a la nación para la Gran Guerra Patriótica, como la denominaron los rusos. Stalin reconoció la necesidad de hacer concesiones a la Iglesia para ganarse el apoyo del pueblo, ya que millones de personas seguían siendo religiosas. En septiembre de 1943 recibió públicamente en el Kremlin a los tres representantes más importantes de la Iglesia Ortodoxa Rusa, con lo que las relaciones entre la Iglesia y el Estado mejoraron un poco y se abrieron al público centenares de iglesias.
Al igual que los testigos de Jehová de Alemania, los hermanos de Rusia se mantuvieron completamente neutrales durante la guerra. Estaban dispuestos a aceptar las consecuencias, firmemente resueltos a obedecer los mandatos de su Señor (Mat. 22:37-39). Debido a su neutralidad, entre 1940 y 1945, más de un millar de Testigos de Ucrania, Moldavia y las repúblicas bálticas fueron trasladados a campos de trabajos forzados del interior de Rusia.
Vasily Savchuk recuerda: “Me bauticé en Ucrania en 1941, cuando tenía 14 años. Durante la guerra, casi todos los hermanos activos fueron enviados a cárceles y campos del interior de Rusia. Pero la obra de Jehová no se detuvo. Las hermanas fieles y los adolescentes como yo asumían responsabilidades en la congregación y el ministerio. En nuestro pueblo todavía quedaba libre un hermano, pues era inválido. Él me dijo: ‘Vasily, necesitamos tu ayuda. Tenemos una labor muy importante que hacer, y no disponemos de suficientes hombres’. Se me saltaron las lágrimas al ver el interés que manifestaba por la obra de Jehová aquel hermano con tan poca salud. Acepté de buena gana colaborar en todo lo que hiciera falta. Habíamos improvisado imprentas en sótanos, donde hacíamos copias de nuestro valioso alimento espiritual para distribuirlas entre los hermanos, especialmente entre los que estaban en prisión”.
A pesar del trabajo que con tanto amor y abnegación efectuaban aquellas hermanas y aquellos adolescentes, la cantidad de alimento espiritual que se producía todavía no bastaba. Para ayudar, los hermanos polacos que vivían en Rusia y regresaban a su país llevaban informes a la sucursal de Polonia. Y los hermanos ucranianos y rusos que se desplazaban a Rusia introducían alimento espiritual, clichés, tinta y otros artículos.
“QUE SE VAYA CADA UNO A SU LUGAR”
En 1946, algunos hermanos que vivían en Polonia fueron obligados a trasladarse a la parte soviética de Ucrania. Ivan Pashkovsky recuerda: “Se preguntó a la sucursal de Lodz qué debíamos hacer en aquella situación. En la respuesta se citaba Jueces 7:7, donde dice: ‘Que se vaya cada uno a su lugar’. Muchos años después comprendí cómo Jehová, en su sabiduría, guió la predicación en aquellos territorios difíciles. Para nosotros, nuestro ‘lugar’ era allá donde Jehová nos enviara. Comprendimos la importancia de someternos a las órdenes de las autoridades. Por lo tanto, empezamos a organizar las cosas para mudarnos a un país ateo.
”Primero fuimos a la casa de un hermano y nos reunimos con dieciocho candidatos al bautismo a fin de prepararlos. También recogimos publicaciones en ruso y ucraniano, y tratamos de empaquetarlas de maneras que no llamaran la atención durante un registro. Al amanecer, los soldados del ejército polaco rodearon nuestro pueblo y nos ordenaron que nos preparásemos para el viaje. Nos permitieron llevar comida para un mes y algunos artículos domésticos necesarios. Luego nos escoltaron hasta la estación del tren. Así fue como la Ucrania soviética se convirtió en nuestro ‘lugar’.
”Tan pronto como llegamos a nuestro destino, nos vimos rodeados de gente, incluidas las autoridades del lugar. Como queríamos predicar cuanto antes, les dijimos con decisión que éramos testigos de Jehová. Al día siguiente nos visitó de improviso el secretario del comité de agricultura de la zona. Nos dijo que su padre había emigrado a América y que le enviaba publicaciones de los testigos de Jehová. ¡Cuánto nos alegró oír aquello! ¡Y qué agradecidos nos sentimos cuando nos ofreció publicaciones! Al ver a aquel hombre asistir a nuestras reuniones con su familia, nos dimos cuenta de que en el país había muchas ‘cosas deseables’ a los ojos de Jehová (Ageo 2:7). Pronto todos los miembros de aquella familia se hicieron testigos de Jehová, y sirvieron fielmente a Dios por muchos años.”
MUCHO TRABAJO POR DELANTE
Durante la II Guerra Mundial y después, la obra en Rusia se realizaba en condiciones sumamente difíciles. Una carta de la sucursal de Polonia dirigida a la sede mundial, con fecha del 10 de abril de 1947, decía: “Los líderes religiosos intimidan a sus feligreses diciéndoles que si aceptan una Atalaya o un folleto de los testigos de Jehová, serán deportados y pasarán diez años haciendo trabajos forzados. De modo que la gente está atemorizada, pero anhela ver la luz”.
El Yearbook (Anuario) de 1947 comentaba: “Los Testigos no tienen publicaciones impresas ni La Atalaya en su atractivo formato. [...] En muchos casos todavía se está copiando laboriosamente a mano, y así es como se pasa a otros [...]. A veces detienen a nuestros mensajeros, y si les encuentran encima una Atalaya, los meten en la cárcel”.
Regina Krivokulskaya explica: “Me daba la sensación de que el país entero se hallaba cercado por una alambrada y que nosotros nos encontrábamos presos, aunque no estuviéramos en prisión. Los hombres pasaban la mayor parte de su vida en cárceles y campos por su servicio celoso a Dios. Las mujeres tuvimos que aguantar mucho: todas pasábamos noches sin dormir; el Comité de Seguridad del Estado (KGB) nos tenía bajo vigilancia y nos sometía a presión psicológica; perdimos el empleo y pasamos otras muchas tribulaciones. Las autoridades probaron diversos medios para desviarnos del camino de la verdad (Isa. 30:21). No había duda de que Satanás se valía de la situación para tratar de detener la predicación del Reino. Pero Jehová no abandonó a su pueblo; su ayuda era muy evidente.
”Las publicaciones bíblicas, introducidas en el país con mucha dificultad, nos daban ‘el poder que es más allá de lo normal’ (2 Cor. 4:7). Jehová dirigía a su pueblo, y aun bajo la fuerte oposición del Estado, seguían entrando personas nuevas en la organización de Dios. Era asombroso ver como desde el mismo principio estaban dispuestas a aguantar penalidades junto con el pueblo de Jehová. Aquello solo se pudo lograr gracias al espíritu de Jehová.”
CARTAS LANZADAS POR ENCIMA DE LA ALAMBRADA
En 1944, Pyotr —que después se casó con Regina— fue encerrado en un campo de prisioneros del oblast de Gorki debido a su neutralidad. Pero no por ello disminuyó su celo por la predicación. Pyotr escribía cartas en las que incluía una breve explicación de una enseñanza bíblica. Luego ponía cada carta en un sobre, la ataba a una piedra con un cordel y la lanzaba por encima de la alta alambrada. Lo hacía con la esperanza de que alguien encontrara una carta y la leyera. Un día pasó por allí cierta muchacha llamada Lidia Bulatova y recogió una. Cuando Pyotr la vio, le pidió en voz baja que se acercara y le preguntó si le gustaría aprender más de la Biblia. A Lidia le gustó la idea y quedaron en volver a verse. A partir de entonces, la joven pasaba regularmente a recoger más de aquellas preciadas cartas.
Lidia llegó a ser una fervorosa hermana y predicadora de las buenas nuevas. Poco después empezó a dar clases bíblicas a Maria Smirnova y Olga Sevryugina, quienes también comenzaron a servir a Jehová. A fin de apoyar a estas tres hermanas, los hermanos del campo de prisioneros empezaron a suministrarles alimento espiritual. Para ello, Pyotr fabricó una maletita con doble fondo, y la llenaba de revistas. Pedía a algunas personas no Testigos que no estaban presas que la sacaran del campo, la llevaran a la dirección de una de las hermanas y luego la volvieran a traer.
Las hermanas pronto organizaron la predicación en aquella zona. La policía se dio cuenta y envió a una agente para que las espiara, como solía hacerse entonces. La agente —una maestra de escuela— fingió interés en la verdad y se ganó la confianza de las hermanas. Como estas no tenían mucha experiencia, gustosamente le fueron enseñando verdades bíblicas a su nueva “hermana” y con el tiempo le contaron de dónde les llegaban las publicaciones. La siguiente vez que la maleta estaba saliendo del campo, detuvieron a Pyotr y lo sentenciaron a veinticinco años más de prisión. Las tres hermanas también recibieron una sentencia de veinticinco años de prisión cada una.
“HACE FALTA EXPLICARLES LA SITUACIÓN”
Durante la guerra y los años posteriores, el gobierno soviético siguió oponiéndose con firmeza a las actividades de los testigos de Jehová. En marzo de 1947, los hermanos de Polonia informaron que un oficial de alto rango de cierta región occidental de la Unión Soviética había declarado que para finales de la primavera no quedaría allí ni un solo testigo de Jehová. El informe añadía: “Mientras les escribíamos esta carta, nos llegaron noticias de que se arrestó a 100 hermanos y hermanas en un solo día”. En otra carta se informó lo siguiente sobre los hermanos de los campos de prisioneros: “Se están manteniendo increíblemente íntegros a los ojos de Jehová. Muchos ya han dado su vida, y los demás esperan a que Jehová los libere, como hicieron los que estaban en los campos de concentración”.
A los Testigos también se les arrestaba por predicar y por negarse a votar. En 1947, los hermanos de Polonia que estaban encargados de la obra escribieron: “Parece que las máximas autoridades de Rusia no están muy enteradas de lo que les sucede a los hermanos, pero creemos que tampoco desean matarlos. Hace falta explicarles la situación”.
GESTIONES PARA CONSEGUIR LA INSCRIPCIÓN
Al poco tiempo, la sucursal de Polonia sugirió que dos hermanos rusos, junto con un buen abogado, preparasen los documentos necesarios para conseguir la inscripción de los testigos de Jehová en la Unión Soviética. En una carta de la sucursal de Polonia dirigida a los hermanos de Rusia se les decía: “El mensaje de las buenas nuevas del Reino tiene que oírse en todo el mundo, incluida Rusia (Marcos 13:10)”. La carta concluía con estas palabras: “Tengan paciencia. Jehová convertirá sus lágrimas en clamores gozosos (Salmo 126:2-6)”.
En agosto de 1949, Mykola Pyatokha, Mykhailo Chumak e Ilya Babijchuk presentaron la solicitud de inscripción. El gobierno accedió a reconocer a los testigos de Jehová, pero solo bajo ciertas condiciones. Una de ellas era que les dieran los nombres de todos los testigos de Jehová que vivían en el territorio de la Unión Soviética. Eso era algo que los hermanos no podían hacer. Así que, aunque la obra siguió adelante y el número de publicadores continuó aumentando, muchos hermanos todavía eran privados de su libertad.
“TU JEHOVÁ NO TE VA A SACAR DE AQUÍ”
Pyotr Krivokulsky recuerda lo que sucedió en el verano de 1945: “A los hermanos se les juzgó y se les envió a diversos campos de trabajos forzados. En el campo donde yo estaba, muchos prisioneros mostraron verdadero interés por la verdad. Uno de ellos, un ministro religioso, entendió enseguida que lo que estaba oyendo era la verdad y se puso de parte de Jehová.
”Pero las condiciones eran muy duras. Una vez me encerraron en una celda tan pequeña que apenas podía estar de pie. La llamaban la chinchera porque estaba llena de chinches. Había tantas que probablemente se podrían haber chupado toda la sangre de un ser humano. De pie frente a la celda, el inspector me dijo: ‘Tu Jehová no te va a sacar de aquí’. Mi ración diaria de comida consistía en 300 gramos [10 onzas] de pan y una taza de agua. Como no había aire, me apoyaba contra la pequeña puerta de entrada y aspiraba con ansia a través de una rendija. Sentía cómo las chinches me chupaban la sangre. Durante los diez días que pasé en aquella celda, le pedía continuamente a Jehová que me diera fuerzas para aguantar (Jer. 15:15). Cuando me dejaron salir, caí desmayado y desperté en otra celda.
”Después de aquello, el tribunal del campo de trabajos forzados me sentenció a diez años de reclusión en un campo penitenciario de máxima seguridad por ‘agitación y propaganda contra las autoridades soviéticas’. En aquel campo no se podía enviar ni recibir cartas. La mayoría de los reclusos habían sido condenados por delitos violentos, como el asesinato. Me dijeron que si no renunciaba a mi fe, aquellos presos me harían cualquier cosa que se les mandara. Yo solo pesaba 36 kilos [80 libras] y apenas podía caminar. Pero incluso allí pude encontrar personas sinceras con una buena disposición hacia la verdad.
”En cierta ocasión, mientras estaba recostado entre unos arbustos y orando, se me acercó un hombre mayor y me preguntó: ‘¿Qué hiciste para terminar en este infierno?’. Al oír que era testigo de Jehová, se sentó, me abrazó, me besó y me dijo: ‘Hijo mío, ¡llevo tanto tiempo deseando conocer la Biblia! ¿Podrías enseñarme?’. Me sentí rebosante de felicidad. Enseguida le mostré los pedazos de los Evangelios que había cosido en mi harapienta ropa. Se le llenaron los ojos de lágrimas. Aquella noche pasamos mucho tiempo hablando. Me dijo que trabajaba en el comedor del campo y que me conseguiría comida. Nos hicimos amigos; él progresó espiritualmente, y yo cobré fuerzas. Vi la mano de Jehová en todo aquello. Al cabo de unos meses lo pusieron en libertad, y a mí me llevaron a otro campo en el oblast de Gorki.
”Allí las condiciones eran mucho mejores. Pero, sobre todo, me sentía feliz de que cuatro prisioneros estudiaran la Biblia conmigo. En 1952, los capataces del campo nos encontraron con publicaciones. Durante el interrogatorio previo al juicio me encerraron en una caja herméticamente cerrada, y cuando empezaba a asfixiarme, la abrían para que aspirara unas bocanadas de aire y entonces la volvían a cerrar. Querían que renunciara a mi fe. Nos condenaron a todos. No obstante, a ninguno de mis estudiantes de la Biblia le entró pánico al escuchar la sentencia. ¡Qué satisfecho me sentí! Los cuatro fueron sentenciados a veinticinco años en campos de trabajos forzados. Yo recibí una sentencia más severa, pero me la conmutaron por otros veinticinco años en un campo penitenciario de máxima seguridad y diez años en el exilio. Al abandonar la sala, nos detuvimos para dar gracias a Jehová por habernos sostenido. Los guardias estaban atónitos, no podían entender por qué nos sentíamos felices. Nos separaron y nos enviaron a distintos campos. A mí me enviaron al campo penitenciario de máxima seguridad de Vorkutá.”
LA NEUTRALIDAD CRISTIANA LES SALVA LA VIDA
La vida en el campo era dura, y muchos prisioneros no Testigos hasta llegaron a suicidarse. Pero los Testigos resistieron. Ivan Krylov recuerda: “Después de haber estado en la prisión de máxima seguridad, estuve en distintas minas de carbón donde nuestros hermanos y hermanas hacían trabajos forzados. Logré ponerme en contacto con el grupo de hermanos y establecer una red de comunicación entre nosotros, de modo que si alguien conseguía una revista, la copiaba a mano y la pasaba a los demás. Predicábamos en todos los campos, y muchas personas mostraron interés. Algunas de ellas se bautizaron en el río Vorkutá cuando quedaron en libertad.
”Nuestra fe en Jehová y su Reino se vio sometida a pruebas constantes. Cierto día de 1948, un grupo de prisioneros organizó una revuelta en un campo de Vorkutá. Pensando en producir el mayor impacto posible, los rebeldes les dijeron a los demás prisioneros que se dividieran en grupos, fuera por nacionalidad o por religión. En ese entonces éramos quince hermanos en el campo, y les explicamos que nosotros, los testigos de Jehová, éramos cristianos y que, así como los primeros cristianos no se levantaron contra Roma, nosotros no participábamos en ese tipo de movimientos. Claro, a muchos les sorprendió nuestra respuesta, pero nos mantuvimos firmes.”
La revuelta tuvo consecuencias lamentables: soldados armados sofocaron la rebelión, encerraron a los rebeldes en una barraca, la rociaron de gasolina y le prendieron fuego. Casi ninguno sobrevivió. Pero a los Testigos, ni los tocaron.
“En diciembre de 1948 —prosigue Ivan— conocí en cierto campo a ocho hermanos que habían recibido veinticinco años de condena. Aquel fue un invierno horriblemente crudo, y el trabajo en las minas era muy agotador. Con todo, brillaban en sus ojos la confianza y la esperanza sólida. Hasta los prisioneros que no eran Testigos recobraban las fuerzas al ver su actitud positiva.”
DESTIERRO EN SIBERIA
A pesar de la cruel persecución, los Testigos siguieron predicando con entusiasmo las buenas nuevas del Reino de Jehová. El gobierno central de Moscú estaba irritado, especialmente la KGB. Por ejemplo, se puede leer lo siguiente en un memorando de la KGB a Stalin, fechado el 19 de febrero de 1951: “Con el fin de reprimir cualquier actividad antisoviética de los jehovistas clandestinos en el futuro, el Ministerio de Seguridad del Estado [que llegó a ser más tarde la KGB] considera necesario deportar a los oblasts de Irkutsk y Tomsk a los jehovistas declarados y sus familias”. La KGB ya había identificado a los Testigos, y le estaba pidiendo permiso a Stalin para deportar a Siberia a 8.576 personas de seis repúblicas de la Unión Soviética. El permiso fue concedido.
Magdalina Beloshitskaya recuerda: “A las dos de la mañana del domingo 8 de abril de 1951 nos despertaron unos fuertes golpes en la puerta. Mamá saltó de la cama y corrió a abrir. Delante de nosotros apareció un policía. ‘Se les está deportando a Siberia por creer en Dios —declaró con formalidad—. Tienen dos horas para empacar sus cosas. Pueden llevarse cualquier objeto de la habitación, pero no está permitido llevar semillas, cereales ni harina. Tampoco pueden llevarse muebles, artículos de madera ni máquinas de coser. No pueden llevarse nada del patio. Tomen sus sábanas, su ropa, sus bolsas y salgan.’
”Tiempo antes habíamos leído en nuestras publicaciones que había mucho trabajo espiritual en el este del país. Supimos que había llegado el momento de atenderlo.
”Ninguno de nosotros lloró ni gimió. El policía estaba sorprendido. ‘No les sale ni una lagrimita de los ojos’, comentó. Le respondimos que habíamos estado esperando aquel momento desde 1948. Le pedimos permiso para llevarnos por lo menos una gallina viva para el viaje, pero no quiso. Los agentes se repartieron nuestros animales entre ellos. Las gallinas se las repartieron en nuestra misma cara: uno se llevó cinco, otro seis, otro tres o cuatro. Cuando quedaban solo dos, el policía ordenó que las mataran y que nos las dieran.
”Tenía a mi hijita de ocho meses en una cuna de madera. Le preguntamos al agente si podíamos llevarnos la cuna, pero él ordenó a los otros que la desarmaran, y nos dio solo la parte de la cuna donde cabía la bebé.
”Los vecinos no tardaron en enterarse de la deportación de nuestra familia, que éramos seis en total: mamá, mis dos hermanos, mi esposo, nuestra bebé de ocho meses y yo. Uno de los vecinos trajo una pequeña bolsa con pan tostado y la arrojó dentro de la carreta en la que nos llevaban. Pero el soldado que nos vigilaba se dio cuenta, así que la tomó y la echó fuera de la carreta. Ya en las afueras del pueblo, nos metieron en un automóvil y nos llevaron al centro regional, donde se prepararon nuestros documentos. Luego nos llevaron en camión a la estación de ferrocarril.
”Era un domingo soleado y hermoso. La estación estaba abarrotada de gente: los desterrados y los que venían a vernos partir. Nuestro camión se paró justo al lado de un vagón en el que ya había hermanos. Cuando el tren se llenó, los soldados pasaron lista por apellido. Éramos cincuenta y dos en nuestro vagón. Antes de que el tren emprendiera la marcha, la gente que había venido a despedirnos comenzó a llorar. Era una escena impresionante, pues a algunas de aquellas personas ni siquiera las conocíamos. Pero todas ellas sabían que éramos testigos de Jehová y que íbamos rumbo a Siberia. Cuando la máquina de vapor soltó un fuerte silbido, los hermanos comenzaron a entonar en ucraniano un cántico que en parte decía: ‘Que el amor de Cristo te acompañe. Si le das gloria a Jesucristo, nos veremos de nuevo en su Reino’. Era difícil encontrar a alguien que no tuviera plena fe y confianza en el cuidado de Jehová. Entonamos varias estrofas de aquel cántico. Fue muy conmovedor ver que varios de los soldados empezaron a llorar. Entonces el tren emprendió su marcha.”
“LOS RESULTADOS FUERON TOTALMENTE OPUESTOS A LO ESPERADO”
¿Consiguieron los perseguidores lo que querían? El doctor N. S. Gordienko, especialista de la Universidad Herzen de San Petersburgo, explica en un libro: “Los resultados fueron totalmente opuestos a lo esperado. [Las autoridades] pretendían debilitar la estructura de los testigos de Jehová en la URSS, pero en realidad la reforzaron. En sus nuevos asentamientos, donde nadie había escuchado de su confesión religiosa, los testigos de Jehová ‘infectaron’ a la gente de la localidad con su fe y su lealtad incondicional a ella”.
En general, los Testigos se adaptaron fácilmente a sus nuevas circunstancias. Se formaron pequeñas congregaciones y se asignaron territorios. Nikolai Kalibaba relata: “Hubo un tiempo en que predicábamos en Siberia de casa en casa... o, más bien, de una casa a otra dejando dos o tres de por medio. Pero era peligroso. ¿Cómo lo hacíamos? Para hacer una revisita, dejábamos pasar más o menos un mes. Para comenzar una conversación le preguntábamos a la gente: ‘¿Tiene gallinas, cabras o vacas que venda?’, y poco a poco dirigíamos la conversación hacia el Reino. Con el tiempo, la KGB se enteró de nuestro sistema, y de inmediato salió un artículo en el periódico que puso sobre aviso a la gente del pueblo para que no hablara con los testigos de Jehová. El artículo decía que íbamos de casa en casa preguntando a los vecinos por cabras, vacas y gallinas, ¡pero que en realidad buscábamos ovejas!”.
Gavriil Livy relata: “A pesar de la estrecha vigilancia de la KGB, los hermanos hacían todo lo que podían por participar en el ministerio. La actitud del pueblo soviético era tal que, en cuanto sospechaban que alguien iba a hablarles de religión, llamaban a la policía. Nosotros seguimos predicando, aunque al principio no vimos resultados. Pero poco a poco la verdad comenzó a cambiar a algunas personas. Una de ellas fue un bebedor empedernido de origen ruso. Cuando aprendió la verdad, puso su vida en armonía con las normas bíblicas y llegó a ser un Testigo fiel. En cierta ocasión, un agente de la KGB lo llamó y le dijo: ‘¿Te das cuenta de la clase de gente con la que andas? Esos Testigos son todos ucranianos’.
”El hermano le respondió: ‘Antes, cuando yo andaba borracho y me quedaba tirado en las calles, usted ni se fijaba en mí. Ahora que soy una persona normal y un buen ciudadano, me dice que no le gusta. Muchos ucranianos se irán de Siberia; pero cuando lo hagan, le habrán enseñado a gente de este lugar a vivir como Dios manda’.”
Unos años más tarde, un funcionario de Irkutsk escribió a Moscú: “Varios trabajadores locales han expresado la opinión de que es mejor que a todos estos [testigos de Jehová] se les mande lejos, al norte, para que queden aislados de todo contacto con la población y se reeduquen”. ¡Cómo se nota que ni Siberia ni Moscú sabían qué hacer para acallar a los testigos de Jehová!
“LES HABRÍAMOS PEGADO UN TIRO A TODOS”
A principios de 1957, las autoridades emprendieron una nueva campaña contra los testigos de Jehová. Seguían a los hermanos y registraban sus casas. Viktor Gutshmidt recuerda: “Un día, al volver del ministerio, encontré el apartamento patas arriba. La KGB estaba buscando publicaciones. Me arrestaron y durante dos meses me estuvieron interrogando. Yulia, nuestra hija menor, tenía once meses de edad, y la mayor tenía dos años.
”En uno de los interrogatorios, el agente a cargo me dijo: ‘Tú eres alemán, ¿verdad?’. Para muchos en aquel tiempo, ser alemán era sinónimo de ser fascista. La gente odiaba a los alemanes.
”‘No soy nacionalista —le contesté—, pero si me está hablando de los alemanes a quienes los nazis llevaron a los campos de concentración, ¡estoy muy orgulloso de esos alemanes! Antes se llamaban Bibelforscher, pero ahora se llaman testigos de Jehová. Puedo decirle con orgullo que ningún Testigo jamás ha disparado una ametralladora ni un cañón. ¡De esos alemanes me siento orgulloso!’.
”Como el agente se quedó callado, yo seguí: ‘Estoy seguro de que ningún testigo de Jehová ha participado en rebeliones ni revueltas. Y aun si se prohíben sus actividades, siguen adorando a Dios. Pero no dejan de reconocer y obedecer a las autoridades legales, siempre y cuando sus leyes no quebranten las leyes más elevadas de nuestro Creador’.
”De pronto, el agente me interrumpió diciendo: ‘Jamás hemos estudiado a ningún otro grupo tan de cerca como a los Testigos. Si en los registros se hubiera encontrado cualquier cosa, hasta una gota de sangre derramada por ustedes, les habríamos pegado un tiro a todos’.
”Entonces pensé: ‘Nuestros hermanos de todo el mundo han tenido el valor de servir fielmente a Jehová, y su ejemplo nos ha salvado la vida aquí en la Unión Soviética. Así que quizás el que nosotros sirvamos fielmente a Dios ayude algún día a nuestros hermanos de otras partes’. Este pensamiento fortaleció mi resolución de aferrarme al modo de pensar de Dios.”
TESTIGOS EN MÁS DE CINCUENTA CAMPOS
La neutralidad y el fervoroso ministerio de los testigos de Jehová de la Unión Soviética seguían siendo una fuente de irritación para el gobierno (Mar. 13:10; Juan 17:16). Con mucha frecuencia, la postura de los hermanos en estos asuntos provocaba injustas y largas condenas de prisión.
De junio de 1956 a febrero de 1957 se celebraron 199 asambleas por todo el mundo, con 462.936 asistentes. En ellas se adoptó una petición unánime, y cada asamblea envió una copia de dicha petición al Consejo de Ministros de la Unión Soviética, ubicado en Moscú. Entre otras cosas, el documento decía: “Existen testigos de Jehová detenidos en más de cincuenta campos, desde la Rusia europea hasta Siberia y más al norte, cerca del océano Glacial Ártico, incluso en la isla ártica de Nueva Zembla [...]. Tanto en Estados Unidos como en otros países de Occidente se ha llamado ‘comunistas’ a los testigos de Jehová, mientras que en los países con régimen comunista se les llama ‘imperialistas’ [...]. Los gobiernos comunistas los han enjuiciado bajo el cargo de ‘espías imperialistas’ y les han dado condenas de hasta veinte años de prisión, pese a que jamás han participado en ningún acto subversivo”. Lamentablemente, la petición no cambió en nada la situación de los testigos de Jehová en la Unión Soviética.
Algo especialmente difícil para las familias de Testigos fue la crianza de los hijos. Un hermano de Moscú que crió a tres hijos en ese tiempo, Vladimir Sosnin, comenta: “Era obligatorio mandar a los niños a una escuela soviética. Los maestros y los estudiantes presionaban a nuestros jovencitos para que se incorporaran a organizaciones de ideología comunista. Queríamos que nuestros hijos recibieran la educación necesaria, y les ayudábamos en sus estudios, pero no era fácil para nosotros como padres nutrir en sus pequeños corazones el amor a Jehová. Las escuelas estaban saturadas de ideas sobre la construcción del socialismo y el comunismo. Había que tener extraordinaria paciencia y mucha perseverancia”.
ACUSADOS DE CORTARLE LA OREJA A SU HIJA
Semyon y Daria Kostylyev criaron a sus tres hijos en Siberia. “En aquel entonces —recuerda Semyon—, a los testigos de Jehová se nos catalogaba como fanáticos. Nuestra segunda hija, Alla, empezó a ir a la escuela en 1961. Un día estaba jugando con otros niños, y accidentalmente uno de ellos le lastimó la oreja. Al otro día, la maestra le preguntó qué había pasado, pero ella no respondió, pues no quería delatar a su compañero. Sabiendo que Daria y yo éramos Testigos, la maestra llegó a la conclusión de que la habíamos golpeado para obligarla a hacer lo que dice la Biblia. La escuela denunció la situación a la fiscalía, y las investigaciones continuaron alrededor de un año. Hasta la empresa en la que yo trabajaba se vio involucrada. Por fin, en octubre de 1962 se nos citó para el juicio.
”Dos semanas antes del juicio, ya colgaba en el Palacio de la Cultura una pancarta que decía: ‘Pronto, juicio de peligrosa secta jehovista’. El delito del que nos acusaban a mi esposa y a mí era el de criar a nuestros hijos de acuerdo con la Biblia, con la agravante de crueldad. ¡El tribunal sostuvo que le habíamos cortado la oreja a la niña con el filo de un balde para obligarla a orar! La única testigo era la pequeña Alla, pero se la habían llevado a un orfanato de la ciudad de Kirensk, a unos 700 kilómetros [430 millas] al norte de Irkutsk, donde vivíamos.
”La sala estaba llena de miembros de la liga juvenil. Cuando el tribunal se retiró para deliberar, se formó un gran alboroto. Todos nos empujaban y nos insultaban, y no faltó quien nos ordenara quitarnos nuestra ropa ‘soviética’. La multitud entera gritaba que merecíamos morir, y hasta hubo uno que intentó acabar con nosotros allí mismo. La gente se enfurecía cada vez más, y los jueces no aparecían. Estuvieron una hora deliberando. Cuando la multitud avanzó hacia nosotros, una hermana y su esposo no creyente se interpusieron, suplicándoles que no nos tocaran. Literalmente nos arrebataron de las manos de la gente mientras intentaban explicarle que todas las acusaciones eran falsas.
”Por fin se presentó un juez, acompañado de los asesores del tribunal popular, y dictó la sentencia: pérdida de la patria potestad. A mí me arrestaron y me enviaron dos años a un campo correccional de trabajos forzados. A nuestra hija mayor también la mandaron a un orfanato, no sin antes decirle que sus padres pertenecían a una secta peligrosa y que eran una mala influencia en su crianza.
”A Boris, nuestro hijo varón, lo dejaron con mi esposa, pues solo tenía tres años. Al terminar mi condena, regresé a casa. La predicación no había cambiado; solo podíamos predicar de manera informal.”
“NUESTROS HIJOS FUERON UNA CAUSA DE ORGULLO”
“Al cumplir los 13 años, Alla salió del orfanato y se vino a vivir con nosotros. ¡Qué alegría sentimos al verla dedicarse a Jehová y bautizarse en 1969! Para entonces se estaba presentando un ciclo de conferencias sobre religión en el Palacio de la Cultura de nuestra ciudad, y quisimos asistir para ver qué decían ahora. Como siempre, de quien más hablaron fue de los testigos de Jehová. Uno de los conferenciantes, sosteniendo en alto una revista La Atalaya, sentenció: ‘Esta revista es peligrosa y dañina, y está socavando la unidad de nuestro Estado’. Luego dio un ejemplo para apoyar su afirmación: ‘Los miembros de esta secta obligan a sus hijos a leer estas revistas y a orar. En una familia, una niñita no quiso leerla, así que su padre le arrancó la oreja’. Aquello dejó muy sorprendida a Alla, pues allí estaba sentada, escuchando la conferencia, con las dos orejas intactas. Claro que no dijo nada, no fuera a ser que perdiera de nuevo a sus padres.
”Cuando Boris cumplió 13 años, se dedicó a Jehová y se bautizó. Cierto día, él estaba predicando en las calles con otros muchachos de su edad, a pesar de que nuestra obra todavía estaba prohibida. De pronto, un auto se detuvo, y se los llevaron al cuartel militar. Los militares los interrogaron y los registraron, pero como no llevaban ni la Biblia ni ninguna otra publicación bíblica, lo único que les encontraron fue un par de versículos copiados en un pedazo de papel, así que los dejaron ir. Al llegar a casa, Boris nos contó con gran satisfacción cómo él y los otros jovencitos habían sido perseguidos por el nombre de Jehová. Para nosotros, los padres, nuestros hijos fueron una causa de orgullo, pues vimos que Jehová los había cuidado en sus pruebas. Después del incidente con Boris, la KGB nos citó varias veces a Daria y a mí. En una ocasión, un agente nos dijo: ‘Estos muchachos deberían estar en una colonia penal juvenil. Es una lástima que todavía no tengan 14 años’. Acabaron imponiéndonos una multa.
”Hoy vivo con Boris y mis nietos, que también están andando en la verdad. Mi hija mayor vive en Uzbekistán. Aunque todavía no le sirve a Jehová, nos respeta y respeta la Biblia, y viene a menudo a visitarnos. Daria falleció en el 2001, fiel a Jehová hasta el fin. Mientras las fuerzas no me falten, sigo acompañando a la congregación a predicar en territorios apartados, buscando a quienes ‘estén correctamente dispuestos para vida eterna’ (Hech. 13:48). Estoy seguro de que Jehová cumplirá dentro de poco el deseo de todos nosotros, como se promete en Isaías 65:23.”
LOS PADRES: BUENOS EJEMPLOS
Vladislav Apanyuk, quien sirve en el Betel de Rusia, recuerda cómo sus padres les inculcaron a él y a sus hermanos el amor a Dios desde la infancia: “Nuestros padres fueron deportados de Ucrania a Siberia en 1951. Ellos nos enseñaron a tomar nuestras propias decisiones buscando agradar a Jehová. Agradezco muchísimo que siempre reconocieran sus errores delante de nosotros sin ninguna vergüenza. No escondían sus fallas. Para nosotros era patente cuánto amaban a Jehová. Siempre estaban de buen humor, especialmente cuando nos hablaban de temas espirituales. Tanto les gustaba reflexionar y hablar de Jehová que nos contagiamos y aprendimos a reflexionar en las verdades divinas. Nos imaginábamos a la gente viviendo en el nuevo mundo, cuando todo fuera maravilloso, sin enfermedades ni guerras.
”Cuando estaba en tercer grado, mis compañeros y yo recibimos la invitación de unirnos a una organización soviética llamada los Jóvenes Pioneros. Casi todo niño en la Unión Soviética lo consideraba un gran honor, y mis compañeros habían estado esperando con muchas ansias ese día. Se suponía que cada uno escribiera un juramento oficial en el que expresaba su disposición a formar parte de los Jóvenes Pioneros, los futuros constructores del comunismo. Yo me negué a hacerlo. Como castigo, la maestra me encerró en el salón de clases. ‘No sales hasta que hayas escrito el juramento’, me dijo. Unas horas después, algunos de mis compañeros me tocaron por la ventana y me invitaron a jugar. Pero como estaba totalmente decidido a no escribir nada, me quedé en el salón. Cerca del anochecer, otra maestra me encontró en el salón y me dejó ir a casa. Aquella fue mi primera victoria. Me sentía orgulloso de haber podido hacer algo para regocijar el corazón de Jehová (Pro. 27:11). Les conté todo a mis padres en cuanto llegué a casa, y ellos se alegraron mucho. Papá me dijo: ‘¡Bien hecho, hijo!’.”
LA BIBLIA, LIBRO “ANTISOVIÉTICO”
Algunas veces se enjuiciaba a los hermanos por el simple hecho de tener una Biblia. Respecto a esto, Nadezhda Vishnyak relata: “Mi esposo y yo todavía no éramos testigos de Jehová, pero la verdad ya había dejado una profunda impresión en nuestro corazón. Un día vino la policía a mi trabajo y me arrestaron así, en ropa de trabajo. A Pyotr, mi esposo, también lo fueron a buscar a su lugar de empleo y se lo llevaron. Antes del arresto, la policía había registrado nuestra casa y había encontrado una Biblia y el folleto Después del Armagedón—el nuevo mundo de Dios. Como estaba en mi séptimo mes de embarazo, Pyotr no pensó que me fueran a detener.
”Nos acusaron de actuar contra las autoridades soviéticas, a lo que respondimos que creíamos en la Biblia, una autoridad mucho más alta que los poderes soviéticos.
”‘La Biblia es la Palabra de Dios, y por eso queremos vivir de acuerdo con sus normas’, les dije.
”El juicio se celebró cuando me faltaban solo dos semanas para dar a luz. Ese día, el juez me concedió salir a caminar un poco entre audiencias, pero acompañada de un soldado armado. En cierto momento, durante una de esas caminatas, el soldado me preguntó qué había hecho. Fue una hermosa oportunidad para darle testimonio.
”El juez declaró ‘antisoviéticas’ tanto la Biblia como el folleto que nos habían confiscado. Fue grato saber que no solo mi esposo y yo estábamos acusados de ser antisoviéticos, sino que también nuestras publicaciones y ¡hasta la Biblia! Nos preguntaron dónde habíamos conocido a los testigos de Jehová, y les dijimos que había sido en un campo de trabajos forzados de Vorkutá. Ante aquello, el juez gritó furioso: ‘¡Fíjense qué cosas pasan en nuestros campos!’. Nos declaró culpables y nos sentenció a diez años en campos correccionales de trabajos forzados.
”A Pyotr lo enviaron a Mordvinia, región central del territorio ruso; a mí me pusieron en aislamiento. Nuestro hijo nació en marzo de 1958. Durante aquellos difíciles momentos, Jehová fue mi mejor amigo y apoyo. Mi madre se llevó al bebé y lo cuidó. Yo fui enviada a un campo de trabajos forzados ubicado en Kemerovo (Siberia).
”A los ocho años salí en libertad, antes de cumplir mi condena completa. Recuerdo que en la barraca la capataz anunció a voz en cuello que yo no había hecho nunca ningún comentario antisoviético y que nuestras publicaciones eran estrictamente religiosas. Me bauticé en 1966, tras quedar en libertad.”
En las prisiones y los campos de trabajo eran especialmente valiosas las biblias y las publicaciones bíblicas. En 1958, los hermanos celebraban reuniones con regularidad en un campo de Mordvinia. Cuando un grupo se reunía para estudiar La Atalaya, varios hermanos montaban guardia, separados a una distancia suficiente para escucharse unos a otros y evitar que los capataces los sorprendieran. Si aparecía alguno, el que lo veía primero le decía al siguiente “ahí viene”, y ese le avisaba al otro, hasta llegar al grupo reunido. Al instante se dispersaban y escondían la revista. Pero muchas veces los capataces aparecían de la nada.
Así sucedió un día, en que les cayeron de sorpresa. Para distraerlos y salvar la revista, Boris Kryltsov tomó un libro y salió corriendo de la barraca con los capataces detrás. Lo persiguieron por largo rato. Cuando finalmente lo atraparon, descubrieron que se trataba de un libro de Lenin. Aquello le costó al hermano siete días en una celda de aislamiento, pero él estaba feliz de haber salvado la revista.
SE SIEMBRAN SEMILLAS DE LA VERDAD EN MOSCÚ
La predicación de las buenas nuevas del Reino tuvo un comienzo pequeño en Moscú. Boris Kryltsov fue uno de los primeros entusiastas ministros que predicaron en la capital del país. Él recuerda: “Trabajaba como supervisor de construcción. Otros hermanos y yo procurábamos predicar informalmente, pero la KGB se enteró. Al registrar mi apartamento, en abril de 1957, la policía encontró algunas publicaciones bíblicas, de modo que me arrestaron de inmediato. En el interrogatorio, el agente me dijo que los testigos de Jehová eran las personas más peligrosas del Estado, y añadió: ‘Si los dejamos en libertad, muchos ciudadanos soviéticos se les unirán. Por eso es que los vemos como una seria amenaza para nuestro Estado’.
—La Biblia nos enseña a ser ciudadanos obedientes a las leyes —contesté—. Además, nos dice que debemos seguir buscando primero el Reino y la justicia de Dios. Los cristianos verdaderos jamás han intentado asumir el poder de ningún país.
—¿Dónde conseguiste las publicaciones que encontramos durante el registro? —preguntó.
—¿Qué tienen de malo esas publicaciones? —fue mi respuesta—. De lo que tratan es de profecías bíblicas y no tienen nada que ver con cuestiones políticas.
—Pues sí —reconoció—, pero están impresas en el extranjero.
”Terminé en una prisión de máxima seguridad en la ciudad de Vladimir. Al llegar, me registraron con mucho cuidado, pero para mi sorpresa pude introducir al campo cuatro números de La Atalaya copiados a mano en papel muy delgado. Estaba claro que Jehová me había ayudado. En mi celda volví a copiar los cuatro números, pues sabía que, aparte de mí, había en el campo otros Testigos y que llevaban siete años sin recibir alimento espiritual. Les hice llegar las revistas por medio de una hermana que se encargaba de limpiar la escalera.
”Resultó que entre los hermanos se había colado un soplón que les dijo a los guardias que alguien estaba pasando publicaciones de la Biblia. De inmediato comenzaron a registrarnos a todos y a quitarnos las publicaciones. A mí me encontraron algunas en el colchón, así que me enviaron a la celda de aislamiento por ochenta y cinco días. A pesar de aquello, Jehová siguió cuidándonos como siempre.”
CONFERENCIAS SOBRE EL ATEÍSMO HACEN QUE ALGUNOS APRENDAN LA VERDAD
En la guerra ideológica contra los testigos de Jehová, las autoridades de la Unión Soviética se valieron de conferencias que fomentaban el ateísmo. Al respecto, Viktor Gutshmidt comenta: “El campo donde estábamos detenidos era frecuentado por oradores que presentaban conferencias para fomentar el ateísmo. Los hermanos siempre hacían preguntas, y a veces los conferenciantes eran incapaces de responder a las preguntas más simples. Normalmente, el salón se llenaba, y todo el mundo estaba muy atento. Los asistentes venían por voluntad propia, pues sentían curiosidad por lo que dirían los Testigos al terminar la conferencia.
”Un día visitó el campo un conferenciante que había sido sacerdote de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Todos sabían que había renegado de su fe y que se había hecho ateo mientras cumplía condena en un campo de trabajos forzados.
—¿Era usted ateo antes de ir a prisión, o se hizo ateo después? —le preguntó un hermano cuando terminó su discurso.
—Piensa en esto —respondió él—: un hombre fue al espacio, pero no vio a ningún Dios allá arriba.
—Cuando usted era sacerdote, ¿de verdad se imaginaba que Dios estaría observando a la gente desde una distancia de poco más de 200 kilómetros [120 millas] de la Tierra? —le preguntó el hermano. El conferenciante se quedó mudo. Este tipo de conversaciones hacían pensar a muchos prisioneros y, con el tiempo, algunos comenzaron a estudiar la Biblia con nosotros.
”En una de aquellas conferencias, una hermana pidió permiso para hablar.
—Adelante; casi estoy seguro de que eres testigo de Jehová— dijo el conferenciante.
—¿Qué diría de una persona que se parara en medio de un sembradío, sin que hubiera nadie más, y gritara: ‘¡Te voy a matar!’? —preguntó ella.
—Pues no diría que es muy inteligente —contestó él.
—Entonces, si Dios no existe, ¿por qué pelear contra él? Si no existe, no hay con quién pelear. —Todo el mundo soltó una sonora carcajada.”
“EL PREDICADOR DE SEGURO VOLVERÁ”
Claro está que las conferencias sobre ideología soviética no eran solo para los campos de trabajos forzados, sino que estaban principalmente dirigidas al público en general de las ciudades grandes. Conferenciantes de experiencia visitaban pueblos y ciudades, sobre todo donde había una gran concentración de Testigos, tales como Vorkutá, Inta, Ujta y Siktivkar. “En 1957 —relata el hermano Gutshmidt— vino en cierta ocasión un conferenciante al Palacio de la Cultura de los mineros de Inta, donde estaban reunidas trescientas personas. El conferenciante enumeró las creencias de los testigos de Jehová y explicó nuestra forma de predicar. Después de describir detalladamente el método de predicación, que consistía en una serie de presentaciones en quince visitas, señaló: ‘Si usted no da señal de objetar, el predicador de seguro volverá. Y si en la segunda visita sigue sin objetar, volverá por tercera vez’.
”En dos horas detalló seis de las visitas palabra por palabra y de acuerdo al método que seguíamos, leyendo de sus notas todos los textos bíblicos citados. Yo estaba entonces cumpliendo condena en un campo de trabajos forzados, pero mi esposa, Polina, me mandó una carta relatándome el suceso y diciéndome que los hermanos presentes en la conferencia no daban crédito a lo que oían. Después de la conferencia, el periódico publicó comentarios negativos sobre los Testigos, pero con una descripción muy completa de lo que es el Reino. Además, la conferencia entera se transmitió por radio. Así, miles de residentes se enteraron del mensaje que llevamos los testigos de Jehová y la forma en que lo hacemos.
”En 1962 llegó un orador de Moscú para dar una conferencia sobre los testigos de Jehová. Tras comentar su historia moderna, explicó: ‘Millones de dólares llegan cada mes a Brooklyn en la forma de donaciones voluntarias para sostener las actividades de los Testigos en distintos países. Pero ninguno de los dirigentes tiene siquiera un armario para su ropa. Todos, desde el ama de llaves hasta el presidente, comen juntos en el mismo comedor, y no hay distinción entre ellos. Todos se llaman “hermano” y “hermana”, tal como nosotros nos llamamos “camarada”’.
”Hubo un momento de silencio absoluto en la sala. Entonces el hombre añadió: ‘Pero no vamos a adoptar su ideología, por buena que parezca, porque nosotros queremos crear todo esto sin Dios, con nuestras propias manos y nuestras propias mentes’.
”Era la primera vez que escuchábamos que las propias autoridades decían la verdad sobre los testigos de Jehová, y eso nos animó en gran manera. Por otro lado, tales conferencias le brindaron a mucha gente la oportunidad de conocer, por boca de sus mismos dirigentes, la verdad sobre los Testigos. Con todo, necesitaban ver por sí mismos cómo las enseñanzas de la Biblia podían ayudarles a mejorar su vida.”
LA VIGILANCIA NO SIEMPRE TUVO ÉXITO
Por muchos años fue práctica común de la KGB intervenir los teléfonos, interceptar la correspondencia y recurrir a otros métodos de vigilancia. A veces, los agentes instalaban secretamente aparatos en las casas de los hermanos encargados de la congregación. Grigory Sivulsky, que sirvió de superintendente de distrito durante veinticinco años bajo la proscripción, recuerda que en 1958 descubrió uno de tales artefactos en su desván: “Vivíamos en las afueras de Tulun (Siberia), en el piso de arriba de una casa de dos plantas. Cuando llegué a casa un día, escuché unos ruidos, como si alguien estuviera taladrando en el desván. Aquello me hizo concluir que la KGB estaba instalando algún micrófono para escuchar nuestras conversaciones, un método muy conocido de ellos. La mayoría de las publicaciones estaban guardadas en el desván, así como en los aleros del techo.
”Por la noche, cuando nos reunimos como familia, les hablé de mis sospechas, y concordamos en no mencionar por un tiempo asuntos de la congregación en casa. Encendimos el radio, subimos el volumen, y lo dejamos así toda la semana. A la semana, otro hermano y yo entramos a gatas al desván y encontramos un micrófono oculto. El cable al que estaba conectado corría entre dos filas de tablas, rodeaba los aleros y salía directamente al cuartel de la KGB de la ciudad. No cabía duda de que estaban grabando todo, pero lo único que habían conseguido hasta entonces eran programas de radio.”
LA KGB SE INFILTRA EN LA ORGANIZACIÓN
Con el tiempo, la KGB se dio cuenta de que la persecución directa no apagaría el fervor de los Testigos, así que con astucia y engaño sembró semillas de desconfianza hacia la organización y hacia quienes estaban nombrados para dirigirla. Una de sus estrategias consistía en infiltrar en las congregaciones a agentes con experiencia.
Varios de tales agentes se hicieron pasar por hermanos y lograron alcanzar puestos de responsabilidad en la organización. Tras su nombramiento, hicieron cuanto pudieron por frenar la predicación. Creando un ambiente de temor e incertidumbre, alimentaron la sospecha contra los hermanos que dirigían la obra. Además, se encargaban personalmente de que las publicaciones no llegaran a los hermanos y las entregaban a la KGB. En cierto informe se indica que tan solo dos agentes, entre 1957 y 1959, se apropiaron de más de quinientos ejemplares de La Atalaya junto con otras publicaciones.
A mediados de los años cincuenta, algunos hermanos comenzaron a perder la confianza en el Comité del País. Abundaban los rumores de que algunos de los miembros de dicho comité en realidad trabajaban para la KGB y que estaban traicionando a hermanos fieles, como los encargados de reproducir las publicaciones. Ivan Pashkovsky recuerda lo siguiente sobre aquel tiempo: “En abril de 1959 se formó un nuevo Comité del País, del que yo fui parte. Estábamos totalmente resueltos a defender la verdad, sin importar los esfuerzos del Diablo por perturbar la hermandad. Había comenzado el período más difícil de la historia de los testigos de Jehová en la URSS”.
A medida que crecieron las sospechas, varios hermanos dejaron de enviar los informes de congregación al Comité del País. No es que los publicadores dejaran de predicar, pues seguían activos en el ministerio y entregaban puntualmente sus informes; lo que pasaba era que la mayoría no sabía que sus informes ya no se estaban enviando al Comité. Para 1958 ascendían a varios miles los hermanos que habían quedado aislados del Comité del País por culpa de ciertos grupos de hermanos. En Irkutsk y Tomsk, y más tarde en otras ciudades rusas, los grupos de hermanos separados de la organización siguieron creciendo en número. En marzo de 1958, los grupos separados ya habían formado su propio “comité del país” con la esperanza de que todas las congregaciones lo aceptaran.
El Cuerpo Gobernante recurrió a todos los medios que tenía a su disposición para ayudar a los hermanos de la Unión Soviética a recuperar la unidad en la adoración a Jehová. Alfred Rütimann vivía en Suiza y supervisaba la Oficina de Europa del Norte, que para entonces se encargaba de la obra en la Unión Soviética. En 1959, el hermano Rütimann envió una carta a los hermanos de Rusia señalándoles que Jehová bendeciría únicamente a quienes estuvieran haciendo el esfuerzo por conservar la unidad y seguir predicando las buenas nuevas del Reino. Algunos de los hermanos que se habían separado aceptaron el consejo y empezaron a poner de su parte para restablecer la confianza en el Comité del País. Con todo, pasaron años antes de que se lograra restablecer completamente dicha confianza. Durante todo este tiempo, el Comité del País suministró las publicaciones bíblicas por medio de mensajeros. Los hermanos que se habían separado estudiaban las publicaciones, pero seguían reteniendo sus informes del servicio del campo.
La KGB continuó sembrando semillas de desconfianza entre los hermanos. Adrede dejaba libres a algunos, mientras que a otros los mandaba a prisión. Eso hacía parecer que los que habían quedado en libertad estaban cooperando con la KGB, así que muchos se hicieron muy desconfiados y criticaban exageradamente a los hermanos encargados.
SE DA GRAN PUBLICIDAD A UN JUICIO
Un funcionario del gobierno de Irkutsk envió un informe a Moscú que en parte decía: “[Los testigos de Jehová del oblast de Irkutsk] realizan sus actividades clandestinas a gran escala. Durante los últimos seis meses de 1959, las agencias de la KGB descubrieron cinco imprentas clandestinas”. Esas imprentas se encontraban en las ciudades siberianas de Zima y Tulun, así como en los pueblos de Kitoy, Oktiabrskii y Zalari. Una vez descubiertas, se arrestó a todos los que tenían alguna relación con ellas.
Los primeros cuatro hermanos que fueron detenidos entregaron declaraciones escritas sobre las operaciones de impresión. Los investigadores, con toda astucia, los coaccionaron para que lo hicieran. Después, la KGB tergiversó los testimonios y los publicó en la prensa local. Los cuatro hermanos fueron puestos en libertad y se arrestó a otros ocho. El juicio iba a celebrarse en abril de 1960, en Tulun. La KGB lo preparó todo para que fuese un juicio llamativo y que recibiese mucha publicidad. Pensaban utilizar a los cuatro hermanos que recibieron libertad para que actuaran como testigos de cargo. Muchos miembros de las congregaciones llegaron a creer que estos hermanos se habían pasado a la KGB.
La KGB también intentaba valerse de este juicio espectáculo para destruir la fe de los Testigos que asistieran y para poner a la población en su contra. Con este objetivo presente, antes del juicio, la KGB organizó visitas a un sótano donde los hermanos habían impreso publicaciones por varios años. Pronto empezaron a oírse rumores por toda la ciudad sobre las actividades de una “secta” clandestina. Cuando llegó el día del juicio, la sala se llenó: había más de trescientas personas, incluidos periodistas y reporteros de televisión, algunos de los cuales incluso habían venido desde Moscú. También había presentes muchos Testigos.
DESORDEN EN LA SALA
Sin que nadie lo esperara, los planes de la KGB empezaron a venirse abajo. Los cuatro hermanos que habían entregado declaraciones escritas se dieron cuenta de su error. De modo que, el día antes del juicio, los cuatro tomaron la firme determinación de hacer todo lo posible por dar gloria a Jehová. Durante el juicio declararon que se les había engañado y que su testimonio había sido tergiversado. A continuación anunciaron: “Estamos listos para sentarnos en el banquillo de los acusados junto a nuestros hermanos”. Se desató el desorden en la sala.
Por otro lado, en el interrogatorio los hermanos consiguieron no involucrar a los demás con sus respuestas. Por ejemplo, cuando el juez le preguntó a Grigory Timchuk quién había construido la imprenta en su casa, este respondió: “Fui yo”. Cuando se le preguntó quién imprimía las publicaciones, respondió: “Yo”. Cuando se le preguntó quiénes las distribuían, respondió: “Lo hacía yo”. Cuando se le preguntó quién compraba el papel y lo entregaba, de nuevo respondió: “Eso también lo hacía yo”. Ante aquellas respuestas, el fiscal preguntó: “¿Quién es usted entonces? ¿Acaso es su propio encargado, proveedor y obrero?”.
“LA CARTA NOS INFUNDIÓ MUCHO ÁNIMO”
Cuando el fiscal vio que no tenía testigos a su favor, acusó a los hermanos de conspirar con extranjeros. Para probarlo, presentó una carta de Nathan H. Knorr, del Betel de Brooklyn. Mikhail Savitsky, uno de los hermanos que asistió al juicio, dice: “El fiscal empezó a leer en voz alta una carta interceptada por la KGB que el hermano Knorr había enviado a los hermanos de la Unión Soviética. Para todos los Testigos que estábamos en la sala, aquello fue un maravilloso regalo de Jehová. La carta nos infundió mucho ánimo. Contenía sabios consejos de la Biblia y nos instaba a servir con amor a nuestros hermanos espirituales y a mantenernos fieles ante las pruebas. Además, alentaba a todos los testigos de Jehová a confiar en Dios para todo, a pedirle sabiduría y guía, y también a colaborar estrechamente con los hermanos nombrados. El fiscal leyó la carta de principio a fin. Nosotros escuchamos absortos. Nos sentíamos como en una asamblea”. Aunque los hermanos recibieron diversas penas de prisión, los que asistieron al juicio se mantuvieron decididos a servir a Jehová.
FELICES DE VOLVER A ADORAR A DIOS EN UNIDAD
Como la KGB pensaba que había logrado detener las actividades de los testigos de Jehová en la Unión Soviética, planeó su ataque final. En 1960, más de cuatrocientos cincuenta hermanos fueron recluidos inesperadamente en uno de los campos de trabajos forzados de Mordvinia. Entre ellos se encontraban los que dirigían a ambos grupos de hermanos: los que se habían separado y los que no. La KGB esperaba que al ponerlos a todos juntos se dividiría aún más la organización. Incluso publicaron un artículo difamatorio en el periódico del campo en el que decían quiénes, según ellos, pelearían entre sí. Pero los hermanos, aprovechando el hecho de que estaban juntos, hallaron la manera de restablecer la unidad.
Iov Andronic recuerda: “Los hermanos responsables rogaron a todos los Testigos, incluidos los que se habían separado, que se esforzaran por vivir en unidad. Dieron especial atención a un artículo de la edición en ruso de La Atalaya del 1 de septiembre de 1961, titulado ‘La unidad de todos los hombres de buena voluntad prometida’. El artículo contenía principios y ejemplos que mostraban cómo había dirigido Jehová a su pueblo en la antigüedad. También hablaba de la importancia de que todos los miembros de la congregación cristiana se esfuercen por vivir en paz y unidad. Al estudiar con cuidado el artículo, muchos reconocieron el valor de la unidad teocrática y respondieron favorablemente”.
EL ALIMENTO ESPIRITUAL CERRÓ LA BRECHA
Aquel artículo de La Atalaya de 1961 también ayudó a los Testigos que no estaban presos a que recuperaran la unidad entre ellos. Los hermanos nombrados para dirigir la obra oraron y leyeron juntos la información. El artículo decía que en agosto de 1941, el hermano Rutherford, que ya estaba muy enfermo, pronunció su último discurso en una asamblea. Después de animar a los hermanos a aferrarse a la organización de Jehová y no seguir a ningún líder humano, dijo: “Cada vez que algo surge y comienza a crecer, dicen que hay algún hombre, un líder que tiene un gran conjunto de seguidores. [...] Si ustedes los que están aquí creen que yo soy solo uno de los siervos del Señor, y que estamos trabajando hombro a hombro en unidad, sirviendo a Dios y sirviendo [a] Cristo, digan sí”. La respuesta enérgica, clara y unánime fue: “¡Sí!”.
Mikhail Savitsky recuerda: “Esa unidad era lo que realmente necesitábamos los Testigos de la Unión Soviética en aquellos tiempos. Cuántas gracias le dimos a Jehová por habernos ayudado espiritualmente con tanto amor y paciencia. Un hermano que se había separado de la organización me pidió enseguida la revista y me dijo: ‘Dámela para que se la podamos leer a los hermanos de Bratsk y de otros lugares’. Le dije que solo teníamos aquel ejemplar, pero él me aseguró que la devolvería al cabo de una semana. Y así lo hizo. Devolvió la revista y junto con ella entregó los informes de servicio enviados por muchas congregaciones durante un largo período de tiempo. Centenares de hermanos y hermanas regresaron a la unida familia de adoradores de Jehová”.
Ivan Pashkovsky, que fue miembro del Comité del País por más de treinta años, recuerda: “Mediante un hermano que vino del extranjero le pedimos al hermano Knorr que exhortara a todos los Testigos de nuestro país a que se unieran y se sometieran al orden teocrático. El hermano Knorr accedió y escribió una carta. En 1962 recibimos veinticinco copias de ella en dos idiomas: inglés y ruso. Aquella carta logró despertar a muchos”.
LAS OVEJAS OYEN LA VOZ DE SU PASTOR
El Comité del País tuvo que trabajar mucho para unir a los hermanos, dadas las circunstancias. Para el verano de 1962 ya se había logrado que un distrito entero volviera a integrarse en la organización. Se creó un comité especial formado por hermanos espiritualmente maduros, y Jehová bendijo sus esfuerzos dándoles “la sabiduría de arriba” (Sant. 3:17). Aleksey Gaburyak, que fue superintendente de circuito de 1986 a 1995, cuenta: “En 1965 nos reunimos con el Comité del País en Usolje-Sibirskoje. Nos pidieron que buscáramos a todos los hermanos y hermanas dispersados como consecuencia de la deportación, el encarcelamiento y las divisiones, y que los animáramos a integrarse de nuevo en las congregaciones. Nos dieron algunas direcciones para empezar. Mi territorio incluía los oblasts de Tomsk y Kemerovo, además de las ciudades de Novokuznetsk y Novosibirsk. A otros hermanos también les asignaron sus territorios. Nuestra misión era organizar congregaciones y grupos, así como nombrar y preparar a hermanos para que atendieran las congregaciones. Además, teníamos que idear una ruta para entregar las publicaciones y organizar las reuniones tomando en cuenta las circunstancias existentes a causa de la proscripción. En poco tiempo logramos visitar a ochenta y cuatro hermanos y hermanas que habían perdido el contacto con la organización. Qué contentos estábamos al ver que las ‘ovejas’ de Jehová volvían a oír la voz del Pastor Excelente y a servirle junto con su pueblo” (Juan 10:16).
Al poco tiempo, muchos volvieron a aceptar la dirección del Comité del País y a enviar sus informes del servicio del campo. En 1971 ya se habían vuelto a integrar en la organización de Jehová más de cuatro mil quinientos publicadores. Para mediados de la década de 1980, a pesar de que la proscripción aún estaba en vigor, la predicación continuaba efectuándose y las congregaciones seguían creciendo.
VALIOSOS TROCITOS DE PELÍCULA
Reproducir el alimento espiritual siempre exigía un enorme esfuerzo por parte de los cautelosos —y también valerosos— hermanos que vivían en la Unión Soviética. Pero primero tenían que recibirlo. ¿Cómo les llegaba?
Principalmente lo recibían en microfilme. Había hermanos en un país vecino que fotografiaban nuestras revistas, libros y folletos publicados en ruso y ucraniano, y también los publicados en otros idiomas. Lo hacían página por página con una microfilmadora que usaba carretes de 30 metros (100 pies) de película. Fotografiaban todas las publicaciones muchas veces, con lo que producían múltiples microfilmes para facilitar su distribución. Con el paso de los años, la cantidad de microfilme utilizada para reproducir alimento espiritual llegó a ser de muchos kilómetros. Una vez cortada la película en pedacitos de 20 centímetros (7 pulgadas) para facilitar su manejo, las tiritas quedaban listas para que hermanos que servían de correos las introdujeran en la Unión Soviética.
IMPRENTAS CLANDESTINAS EN SIBERIA
La labor de copiar publicaciones bíblicas era difícil, pero Jehová la bendijo. Tan solo entre 1949 y 1950, los hermanos copiaron y entregaron a las congregaciones 47.165 publicaciones bíblicas. Además, pese a la intensa oposición, el Comité del País informó que durante ese mismo período se celebraron en la Unión Soviética 31.488 reuniones.
Como la demanda de publicaciones seguía en aumento, se necesitaban más imprentas. Stakh Savitsky dice: “En 1955 instalamos una imprenta clandestina en nuestra casa. Como mi padre no era testigo de Jehová, primero tuvimos que pedirle permiso. Durante unos dos meses estuvimos excavando debajo de nuestro porche para hacer un cuarto de 4 metros [13 pies] de largo por 2 metros [7 pies] de ancho. Llegamos a sacar unos 30 metros cúbicos [40 yardas cúbicas] de tierra, y tuvimos que arreglárnoslas para ocultarla y no despertar sospechas. Cuando alcanzamos una profundidad de un metro y medio [cuatro pies y medio], nos topamos con el permafrost [capa de tierra permanentemente congelada]. Así que de día, mientras estábamos en nuestro lugar de empleo, mamá prendía una pequeña fogata en el suelo para que se derritiera, procurando no atraer la atención de los vecinos. Finalmente, recubrimos con tablas el hueco que habíamos excavado a fin de que tuviera piso y techo. Tan pronto como dejamos listo el cuarto, se mudó allí un matrimonio. Los dos iban a trabajar y a vivir en aquel sótano. Mamá cocinaba para ellos, les lavaba la ropa y los cuidaba. Aquella imprenta estuvo funcionando hasta 1959.
”En 1957, el hermano que supervisaba la producción de publicaciones me preguntó: ‘¿Podrías trabajar en la imprenta? Necesitamos producir por lo menos doscientas revistas al mes’. Al principio hacía doscientas y después quinientas. Pero la demanda seguía aumentando. Por si fuera poco, todo esto teníamos que hacerlo de noche, pues los deportados trabajábamos bajo un supervisor asignado por las autoridades que nos exigía una producción constante todos los días. Además, solo nos daban un día libre a la semana.
”Al llegar a casa después de terminar la jornada, bajaba a la imprenta. Casi nunca podía dormir porque cuando se empezaba una tirada había que terminarla; no era posible parar el proceso y continuarlo en otro momento, pues la tinta se secaba. A veces tenía que imprimir quinientas páginas, revisarlas y hacerles pequeñas correcciones con una aguja para que el texto se pudiera leer bien. Como apenas había ventilación, costaba mucho secar las páginas que salían de la prensa.
”Una vez impresas las revistas, las llevaba por la noche a la ciudad de Tulun, a 20 kilómetros [12 millas] de casa. No sabía exactamente adónde las transportaban desde allí, pero sí sabía que las utilizaban los Testigos de Krasnoyarsk, Bratsk, Usolje-Sibirskoje y otras ciudades.
”En 1959, los hermanos que dirigían la obra me pidieron que ayudara a construir una nueva imprenta en Tulun, cerca de la estación de ferrocarril. Así que me encontré de nuevo excavando, instalando el sistema de iluminación eléctrica y haciendo otros trabajos que ya había realizado para la primera imprenta. No cabe duda de que Jehová nos capacitaba para todo aquello. Cuando quedó lista, una familia se mudó al lugar y trabajaron allí alrededor de un año. Con el tiempo, la KGB descubrió la imprenta. El periódico local publicó que ‘el sistema de iluminación estaba ideado de tal manera que hasta electricistas de experiencia tuvieron dificultades para averiguar cómo lo habían instalado’.
”Aparte de nuestra familia, solo unos cuantos hermanos sabían que yo trabajaba en la imprenta. Como nadie me veía por las noches, a los hermanos de la congregación les preocupaba mi espiritualidad. Venían a casa para animarme, pero yo nunca estaba. No hay que olvidar que en aquellos tiempos de estricta vigilancia, la imprenta tenía que funcionar bajo absoluta confidencialidad.”
LA IMPRESIÓN DE PUBLICACIONES EN MOSCÚ
Las autoridades sabían bien que los Testigos necesitaban con urgencia Biblias y publicaciones bíblicas. Cada vez que el Cuerpo Gobernante solicitaba permiso para que los hermanos de Rusia imprimieran o importaran publicaciones, el gobierno no atendía la solicitud o denegaba el permiso. Como había tanta escasez de publicaciones, los hermanos siempre estaban buscando maneras de copiarlas en diversas partes del país, hasta en Moscú, con el fin de suministrar alimento espiritual a las congregaciones y los grupos.
En 1957, Stepan Levitsky fue sentenciado a diez años de prisión por posesión de una Atalaya, una sola, descubierta debajo del mantel de la mesa del comedor de su casa. Stepan relata: “Al cabo de tres años y medio, el Tribunal Supremo anuló mi sentencia. Antes de salir en libertad, los hermanos me recomendaron que me estableciera en algún lugar cerca de Moscú para predicar y apoyar otras actividades espirituales. Encontré un lugar para vivir a dos horas de Moscú y empecé a predicar en toda la capital. Jehová bendijo mis esfuerzos, y a los pocos años ya se había organizado un grupo de hermanos en Moscú. En 1970 me asignaron un circuito que incluía Moscú, Leningrado (actual San Petersburgo), Gorki (actual Nizni Nóvgorod), Orel y Tula. Tenía que encargarme de que las congregaciones recibieran publicaciones.
”Estaba convencido de que era la voluntad de Jehová que Moscú y otras partes de Rusia recibieran las publicaciones bíblicas en cantidades adecuadas. Así que le expresé en oración a Jehová mi deseo de hacer más por lograr ese objetivo. Poco después conocí a un experto en impresión que tenía conexiones con varias imprentas de Moscú. Como quien no quiere la cosa, le pregunté si era posible imprimir una pequeña cantidad de ejemplares de un libro en alguna imprenta de Moscú.
—¿Qué libro? —preguntó.
—De paraíso perdido a paraíso recobrado —le contesté nervioso.
”Un buen amigo suyo trabajaba en una imprenta. Era comunista y líder de una organización del partido. Pero por dinero, este impresor estuvo dispuesto a imprimir una pequeña cantidad de libros. ¡Qué contentos estaban los hermanos de recibir aquella ayuda para el estudio de la Biblia!
”Imprimir nuestras publicaciones en aquel lugar suponía un gran riesgo para mí y para el impresor. Tan pronto como se terminaba una tirada, normalmente de noche, había que sacarla de la imprenta a toda prisa sin que nadie se diera cuenta. Jehová bendijo la labor, y fueron muchas las publicaciones bíblicas que se imprimieron en aquel taller, entre ellas los libros ‘La verdad os hará libres’, La verdad que lleva a vida eterna y hasta el cancionero. Estábamos recibiendo alimento al tiempo apropiado (Mat. 24:45). Pudimos utilizar aquella imprenta durante nueve años.
”Pero un día entró la supervisora de improviso mientras se imprimía una de nuestras publicaciones. Aunque el impresor ajustó la prensa enseguida y empezó a imprimir una revista de salud, con las prisas incluyó accidentalmente seis páginas de nuestra publicación. La supervisora tomó una de las revistas recién salidas de la prensa, se la llevó a su oficina y, al leerla, le extrañó encontrar unas páginas que obviamente no correspondían a aquella revista. Llamó al impresor y le preguntó cómo había podido suceder aquello. El caso pasó a manos de la KGB, y el impresor, al verse amenazado con una larga sentencia, dijo todo lo que sabía. La KGB me localizó enseguida pues me conocían bien como el único testigo de Jehová en Moscú. Me sentenciaron a cinco años y medio de prisión.” El impresor recibió una pena de tres años.
“¡QUE VENGA EL ARMAGEDÓN!”
Un gran número de Testigos, tanto hermanos como hermanas, pasaron muchos años en prisión. Grigory Gatilov, que estuvo preso quince años, explica: “La última cárcel en la que estuve tenía un nombre muy romántico, se llamaba el Cisne Blanco. Se encontraba en una pintoresca zona de la cordillera del Cáucaso, en la cima de una de las cinco montañas entre las cuales se extiende la turística ciudad de Piatigorsk. En aquella cárcel tuve la oportunidad de hablar de la verdad con varias personas durante todo un año. Mi celda era un magnífico territorio de predicación, y ni siquiera tenía que salir. Los guardias de la prisión traían hombres a la celda y al cabo de unos días se los llevaban, pero yo siempre me quedaba. Muy de vez en cuando me cambiaban de celda. Yo siempre procuraba dar un testimonio cabal del Reino de Jehová. Muchos tenían preguntas sobre el Armagedón. A algunos presos les sorprendía que alguien pudiera pasar tanto tiempo en prisión a causa de su fe. ‘¿Por qué no reniegas de tu religión y te vas a casa?’, me preguntaban algunos presos, y a veces también los guardias. Para mí era una alegría cuando uno de ellos manifestaba interés sincero en la verdad. En cierta ocasión vi que alguien había escrito en las paredes de una celda: ‘¡Que venga el Armagedón!’. Aunque la vida en la cárcel no era de por sí agradable, me alegraba poder hablar de la verdad”.
“¿HAY ALGUIEN DE LA CLASE JONADAB AQUÍ?”
Muchas cristianas celosas en el servicio a Jehová también estuvieron recluidas en los campos de prisioneros (Sal. 68:11). Hace algún tiempo, Zinaida Kozyreva contó cómo las hermanas se mostraban amor unas a otras y también se lo mostraban a las presas no Testigos: “En 1959, menos de un año después de mi bautismo, Vera Mikhailova, Lyudmila Yevstafyeva y yo fuimos enviadas a un campo de Kemerovo (Siberia) en el que había quinientas cincuenta prisioneras. Al llegar, vimos a varias mujeres junto a la entrada.
”Preguntaron: ‘¿Hay alguien de la clase Jonadab aquí?’.
”Nos dimos cuenta de que aquellas mujeres eran nuestras queridas hermanas. Enseguida nos dieron comida y empezaron a hacernos preguntas. Irradiaban un cariño y un amor muy profundo, algo que jamás había experimentado en mi propia familia. Como sabían que éramos nuevas en el campo, se convirtieron en nuestras protectoras (Mat. 28:20). Pronto nos dimos cuenta de que allí el programa de alimentación espiritual estaba muy bien organizado.
”Llegamos a ser una verdadera familia. La cosecha del heno, durante el verano, era una ocasión muy agradable. Como la administración del campo no tenía miedo de que escapáramos o rompiéramos las reglas del campo, asignaban a un solo soldado para vigilar a las veinte o veinticinco hermanas. Aunque, a decir verdad, éramos nosotras las que estábamos pendientes de él. Por ejemplo, cuando se acercaba alguien, lo despertábamos para que no lo castigaran por dormirse durante su guardia. Y mientras él dormía, nosotras aprovechábamos los períodos de descanso para hablar de temas espirituales. Aquel sistema funcionaba bien tanto para él como para nosotras.
”A finales de 1959 nos trasladaron a algunas hermanas y a mí a un campo de alta seguridad. Nos metieron en una celda fría cuya única ventana no tenía cristal. Por la noche dormíamos sobre tablas y durante el día trabajábamos. Nos pusieron a clasificar verduras y nos vigilaban mientras lo hacíamos. Al ver que nosotras no robábamos como las demás presas, nos trajeron un poco de paja sobre la que acostarnos y colocaron un cristal en la ventana. Al cabo de un año nos enviaron a todas las hermanas a un campo de mínima seguridad en Irkutsk.
”En aquel campo había ciento veinte hermanas, y estuvimos en él un año y tres meses. El primer invierno fue sumamente frío y cayó mucha nieve. Teníamos que hacer trabajo físico agotador en el aserradero. Los capataces nos revisaban con frecuencia buscando publicaciones. Parecía que aquella era la única manera que tenían de pasar el tiempo. Nosotras ya habíamos aprendido el arte de esconder nuestro alimento espiritual, a veces demasiado bien. En una ocasión, Vera y yo escondimos unos pedazos de papel con el texto del día en nuestras chaquetas de trabajo, y lo hicimos tan bien que no fuimos capaces de encontrarlos. Pero un capataz sí los encontró, así que Vera y yo tuvimos que pasar cinco días en una celda de incomunicación. Afuera, la temperatura era de más de 40 °C bajo cero [–40 °F], y adentro, las paredes estaban cubiertas de escarcha porque no había calefacción.
”En la celda había unos pequeños salientes de cemento, tan pequeños que solo podíamos sentarnos en ellos. Cuando ya no aguantábamos el frío, nos sentábamos espalda contra espalda, colocábamos las piernas contra la pared y nos quedábamos dormidas en esa postura. Pero cuando de golpe nos despertábamos, nos levantábamos de un salto por temor a morir congeladas mientras dormíamos. Nos daban un vaso de agua caliente y 300 gramos [10 onzas] de pan negro al día. Pese a aquella difícil situación, nos sentíamos felices porque veíamos que Jehová nos daba ‘el poder que es más allá de lo normal’ (2 Cor. 4:7). Cuando llegó el momento de regresar a los barracones, las hermanas fueron sumamente bondadosas con nosotras. Habían preparado comida caliente, y nos calentaron agua para que pudiéramos lavarnos.”
“SABE LLEVARSE BIEN CON LOS DEMÁS”
Zinaida añadió: “Era difícil predicar en aquel campo porque, como había pocas prisioneras, todas sabían quiénes éramos las Testigos. Así que decidimos poner en práctica el principio que se enseña en 1 Pedro 3:1, el de ‘predicar sin palabras’. Además de mantener los barracones limpios y ordenados, éramos amables y bondadosas al tratarnos unas a otras (Juan 13:34, 35). Además, nos llevábamos bien con quienes no eran Testigos. Tratábamos de comportarnos tal como enseña la Palabra de Dios y teníamos presentes las necesidades de los demás. Procurábamos ayudar a las otras prisioneras de diversas maneras. Por ejemplo, una hermana ayudaba gustosamente a las que necesitaban hacer cálculos matemáticos. Muchos se dieron cuenta de que los testigos de Jehová éramos diferentes de las personas de otras religiones.
”En 1962 nos trasladaron del campo de Irkutsk a uno de Mordvinia. Allí también procuramos ser pulcras y mantener una buena higiene personal. Nuestras camas siempre estaban limpias y bien hechas. En nuestros barracones vivían unas cincuenta mujeres, la mayoría Testigos. Solo las hermanas limpiaban los barracones ya que a las demás no les gustaba hacer ese trabajo. El piso siempre lo teníamos limpio y pulido, y la administración del campo nos daba los utensilios y productos necesarios. Las monjas que estaban con nosotras se negaban a limpiar, y las intelectuales tampoco colaboraban, así que la limpieza del lugar dependía mayormente de nuestro trabajo. Cuando alguna hermana era puesta en libertad, el informe sobre su personalidad decía: ‘Es adaptable y sabe llevarse bien con los demás’.”
LAS FLORES DE TALLO ALTO PROPORCIONABAN UN BUEN ESCONDITE
“En cierta ocasión —contó Zinaida— varias hermanas escribieron a sus familias pidiendo semillas de flores que fueran grandes. Dijimos a la administración del campo que deseábamos plantar algunas flores bonitas y preguntamos si podrían traernos algo de tierra negra fértil. Para nuestra sorpresa, les gustó mucho la idea y nos dijeron que sí. De modo que sembramos semillas en los arriates que habíamos preparado a lo largo de los barracones y trazamos largos senderos adornados con flores. Al poco tiempo ya habían brotado densos macizos de rosas de tallo largo, claveles de ramillete y otras flores hermosas, pero más importante aún, de tallo largo. En el arriate central crecían llamativas dalias y espesos y altos macizos de margaritas de diferentes colores. Íbamos allí, estudiábamos la Biblia entre las flores y escondíamos las publicaciones en los frondosos rosales.
”Las reuniones las celebrábamos mientras caminábamos. Nos organizábamos en grupos de cinco. Cada una memorizaba de antemano un párrafo de una publicación bíblica. Después de la oración de apertura, recitábamos nuestros párrafos por turno y los comentábamos. Tras la oración de conclusión, seguíamos caminando. Nuestras revistas La Atalaya estaban hechas a modo de libritos en miniatura [como la que aparece en la página 161]. Cada día estudiábamos algo —particularmente el texto diario— y recitábamos párrafos para nuestras reuniones, que celebrábamos tres veces a la semana. No solo eso, sino que procurábamos aprendernos de memoria capítulos enteros de la Biblia y nos los repetíamos unas a otras para fortalecernos. De esa manera no nos inquietábamos demasiado si, durante un registro, las autoridades nos confiscaban las publicaciones.
”Aunque la administración del campo trataba de averiguar a través de otras prisioneras cómo teníamos organizadas nuestras actividades en el campo, muchas prisioneras nos veían con buenos ojos. Por ejemplo, en nuestra barraca vivía Olga Ivinskaya, compañera del famoso poeta y escritor Boris Pasternak, el cual recibió el Premio Nobel de Literatura. Ella también era escritora, y como nos apreciaba, le gustaba ver lo bien organizadas que estábamos. Jehová nos dio sabiduría, especialmente para que pudiéramos tener alimento espiritual.” (Sant. 3:17.)
“¡YA ME TIENES CANSADA!”
“Las publicaciones nos llegaban de diversas maneras —prosiguió Zinaida—. Era obvio que el propio Jehová estaba supervisando todo el proceso, fiel a su promesa: ‘De ningún modo te dejaré y de ningún modo te desampararé’ (Heb. 13:5). A veces simplemente cegaba los ojos de los guardias. Hubo una ocasión, en invierno, que cuando nuestra brigada de trabajo cruzaba las puertas para entrar en el campo, las guardias nos sometieron a la acostumbrada inspección haciendo que nos quitáramos toda la ropa. Yo era la última, y llevaba escondido bajo mis dos pares de pantalones alimento espiritual que acabábamos de conseguir.
”Como hacía frío, llevaba tantas capas de ropa que parecía una cebolla. La guardia registró primero mi abrigo, luego una chaqueta acolchada sin mangas que llevaba debajo. Decidí alargar el proceso con la esperanza de que se cansara. Poco a poco me fui quitando un suéter y luego otro. Mientras ella los registraba minuciosamente, me quité despacio varias bufandas, después un chaleco, entonces una camisa, y a continuación otra. Ya solo me quedaban los dos pares de pantalones y las botas de fieltro. Con gran lentitud me saqué una bota, luego la otra, y entonces, con la misma lentitud, empecé a sacarme el primer pantalón. En ese momento pensé: ‘¿Y ahora qué hago? Si me dice que me saque el otro pantalón, tendré que echarme a correr y lanzarles las publicaciones a las hermanas’. Tan pronto como me hube sacado el primer pantalón, la guardia gritó irritada: ‘¡Ya me tienes cansada! ¡Vete de aquí!’. Me vestí a toda prisa y entré corriendo en el campo.
”¿De dónde sacábamos las publicaciones? Los hermanos nos las dejaban en un lugar acordado de antemano, y nosotras, por turno, las recogíamos y las introducíamos en el campo. Una vez dentro del campo, las escondíamos en un lugar seguro, que de vez en cuando cambiábamos. Además, siempre estábamos copiando el texto a mano y ocultando esas copias. Lo hacíamos bajo las frazadas [mantas], a la luz de una farola. La luz entraba por la ventana y la dejábamos pasar por un resquicio de las mantas. Nos manteníamos siempre ocupadas, no perdíamos ni un solo minuto. Hasta cuando íbamos al comedor, cada una llevaba un pedacito de papel con un texto escrito.”
“LLEGÓ EL DÍA”
En 1965, el gobierno soviético emitió inesperadamente una orden judicial para liberar a todos los Testigos que habían sido deportados a Siberia entre 1949 y 1951. No obstante, a la mayoría no se les permitió regresar a su anterior lugar de residencia. Quienes prefirieron salir de Siberia optaron por trasladarse a alguna zona en la que hubiera mayor necesidad de ayuda en el ministerio.
Magdalina Beloshitskaya cuenta: “Vivimos exiliados en Siberia durante casi quince años. En invierno las temperaturas llegaban a bajar hasta los 60 °C bajo cero [–75 °F], y en verano venían nubes de tábanos y mosquitos que nos picaban hasta en los ojos. Pero sobrevivimos a todo aquello gracias a la ayuda de Jehová. ¡Y qué satisfechos nos sentíamos de poder sembrar las semillas de la verdad en los gélidos territorios siberianos! Durante aquellos quince años, todos los meses firmábamos una declaración en la oficina del supervisor en la que nos comprometíamos a no huir de nuestro lugar de destierro. A veces, el supervisor venía y pasaba la noche en nuestra casa. En aquellas ocasiones era sumamente amable con nosotros y nos hacía muchas preguntas sobre la Biblia y sobre lo que había que hacer para vivir en conformidad con sus enseñanzas. Nos preguntaba qué nos había impulsado a escoger aquella manera de vivir si ya sabíamos que se nos perseguiría por ello. Una vez le preguntamos si había alguna posibilidad de que se nos liberara. Enseñándonos la palma de su mano, nos preguntó: ‘¿Hay alguna posibilidad de que crezca pelo aquí?’.
—No —respondí.
—Pues tampoco hay posibilidad alguna para ustedes —dijo. Luego, después de pensar un poco, añadió—: Es decir, a menos que su Dios intervenga o realice algún milagro para ustedes.
”Un día de verano de 1965 fui a la estación del tren para echar una carta al correo. El supervisor me vio desde lejos y gritó: ‘Magdalina, ¿adónde vas sin permiso?’.
”‘No voy a ninguna parte todavía —le respondí—. Estoy enviando una carta.’ Entonces se acercó y me dijo: ‘Hoy van a ser liberados. Llegó el día’. Y con la mirada parecía que me estaba diciendo: ‘Dios los ha liberado’. ¡No lo podía creer!
”Nos dieron permiso para ir a cualquier parte de la Unión Soviética, excepto a nuestro anterior lugar de residencia. Era como si Jehová nos dijera: ‘Dispérsense y prediquen. No hay tiempo que perder, dispérsense’. Si nos hubieran dado permiso para regresar a casa, muchos hubiéramos querido establecernos en nuestra ciudad natal. Pero como no fue así, todos nos trasladamos a un nuevo lugar. Nosotros decidimos establecernos en el Cáucaso.”
Miles de Testigos se dispersaron por toda la Unión Soviética. Aquel mismo año, en una conferencia estatal, un funcionario preguntó perplejo: “¿Quién puede decirme cómo es que esta secta jehovista ha terminado estableciéndose en nuestra nueva ciudad, una ciudad que acaba de ser construida por jóvenes voluntarios? ¡Una ciudad nueva y limpia, y de pronto aparece esta secta jehovista!”. Las autoridades no sabían qué hacer con los Testigos. Nadie puede impedir el cumplimiento de la promesa divina de llenar la Tierra “del conocimiento de Jehová” (Isa. 11:9).
“USTEDES TIENEN ‘AGUA BENDITA’”
Como castigo por predicar, a los Testigos se les enviaba a campos penitenciarios. Nikolai Kalibaba pasó muchos años en tales campos. Él dice: “A cuatro de nosotros nos enviaron a un campo penitenciario del pueblo de Vikhorevka (oblast de Irkutsk), donde estaban recluidos unos setenta hermanos. No había suministro de agua potable; la única tubería de agua estaba conectada al sistema de alcantarillado, por lo que era peligroso beberla. La comida tampoco estaba en buenas condiciones. Con todo, Jehová nos ayudó. En aquel campo nadie había querido trabajar, a excepción de los Testigos. Nosotros éramos buenos trabajadores. La administración del campo enseguida se dio cuenta de ello y nos asignaron a trabajar en otras zonas del campo, zonas de donde podíamos traernos cubos de agua potable. Muchos prisioneros se nos acercaban y decían: ‘Hemos oído que ustedes tienen “agua bendita”. Dennos al menos medio vaso’. Como es natural, les dábamos agua.
”Entre los prisioneros había personas de buen corazón. Algunos habían sido ladrones o criminales, pero aprendieron la verdad y se hicieron testigos de Jehová. Otros parecían estar en contra de la verdad y se oponían abiertamente a nosotros. No obstante, cuando cierto día se dio un discurso en el campo contra los testigos de Jehová, aquellas mismas personas acudieron en nuestra defensa y dijeron que el discurso estaba lleno de calumnias contra los Testigos.”
“VENDREMOS EN GRUPOS”
Los Testigos continuamente pedían a Jehová que les ayudara a idear maneras de aprovechar sus circunstancias para promover los intereses del Reino. El hermano Kalibaba sigue diciendo: “Oímos que nos iban a trasladar pronto a otro campo no muy lejos de Moscú, en Mordvinia. Antes de nuestra partida sucedió algo interesante que nos sorprendió. Unos oficiales y capataces que habían vigilado a prisioneros testigos de Jehová por varios años vinieron y nos dijeron: ‘Quisiéramos pedirles que canten sus cánticos y nos hablen más de sus creencias. Vendremos en grupos de diez o veinte personas, o tal vez más’.
”Por temor de lo que pudiera sucedernos a nosotros, y también a ellos, dijeron que colocarían soldados de guardia para que vigilaran el lugar donde nos reuniríamos. Nosotros les dijimos que, como teníamos más experiencia en esos asuntos, también colocaríamos a nuestros propios vigilantes. Su sistema de vigilancia funcionaba igual que el nuestro, pues colocaron soldados a intervalos regulares entre el cuartel y nuestro lugar de reunión. ¿Pueden imaginarse el cuadro? Un grupo de Testigos entonó cánticos ante unos oficiales y capataces, tras lo cual un hermano pronunció un discurso breve sobre un tema bíblico. ¡Parecía que estábamos en un Salón del Reino de los Testigos de Jehová! Fueron varias las reuniones que celebramos de esta manera con grupos de personas que mostraban interés. Vimos cómo Jehová cuidaba no solo de nosotros, sino también de aquellas personas sinceras.
”Llevamos muchas revistas desde aquel campo hasta el de Mordvinia, donde había muchos Testigos recluidos —recuerda el hermano Kalibaba—. Los hermanos me dieron una maleta de doble fondo que permitía esconder publicaciones. Lo organizamos todo para que, cuando me registraran, la maleta no atrajera demasiado la atención. En el campo de Mordvinia nos registraron con mucho cuidado. Un capataz levantó mi maleta y exclamó: ‘¡Cuánto pesa! ¡Debe haber un tesoro aquí adentro!’. Pero, de repente, puso a un lado mi maleta y otras cosas y empezó a registrar las pertenencias de otros. Una vez terminado el registro, otro capataz dijo: ‘¡Tomen sus cosas y váyanse!’. Mi maleta no la registraron, así que pude introducir en los barracones aquel alimento espiritual que tanta falta hacía.
”Y eso no fue todo: más de una vez llevé dentro de mis botas tratados escritos a mano. Como tengo los pies grandes, siempre había espacio en mis botas para muchas hojas de papel. Las colocaba debajo de la plantilla y luego untaba las botas con grasa, una grasa muy resbaladiza que, además, apestaba. Así que los capataces ni se acercaban a mis botas.”
“LOS CAPATACES NOS VIGILABAN, Y YO LOS VIGILABA A ELLOS”
El hermano Kalibaba continúa relatando: “En el campo de Mordvinia recibí la asignación de supervisar el trabajo de copiar publicaciones bíblicas a mano. Una de mis responsabilidades consistía en estar pendiente de los capataces para que quienes realizaban la labor de copiar tuvieran tiempo de esconderlo todo. Los capataces nos vigilaban, y yo los vigilaba a ellos. Algunos, en su afán por agarrarnos con las manos en la masa, entraban en los barracones frecuente e inesperadamente. Esos eran los más difíciles de vigilar. Otros venían a los barracones una vez al día; eran más tolerantes y no nos causaban problemas.
”En aquellos tiempos copiábamos directamente de los originales, los cuales se mantenían escondidos en lugares seguros. Varios originales estaban guardados en la estufa, incluso en la que estaba en la oficina del administrador del campo. Los hermanos que le limpiaban la oficina habían hecho un compartimento especial en ella para guardar los valiosos originales de muchas revistas La Atalaya. Por muy bien que nos registraran, los originales siempre estaban seguros en la oficina del administrador.”
Los hermanos se hicieron expertos en esconder publicaciones. Uno de sus lugares favoritos era la repisa de una ventana. Hasta aprendieron a esconderlas en tubos de pasta de dientes. Solo dos o tres hermanos sabían dónde se guardaban los originales. Cuando hacía falta, uno de ellos sacaba el original de su escondite y, después de que se copiaba a mano, lo volvía a colocar en su lugar. De esa forma, los originales siempre estaban protegidos. La mayoría de los hermanos veían el trabajo de hacer copias como un privilegio, pese al riesgo de pasar quince días en una celda de aislamiento. Viktor Gutshmidt dice: “De los diez años que estuve en los campos, aproximadamente tres los pasé en una celda de aislamiento”.
ATALAYAS CON LETRA “DE SEDA DE ARAÑA”
Parecía que la administración del campo había ideado un sistema especial para hacer inspecciones y confiscar publicaciones bíblicas a los Testigos. Algunos oficiales se lo tomaban muy en serio. Ivan Klimko cuenta: “Una vez, en el campo de Mordvinia número 19, unos soldados acompañados de perros sacaron del campo a los hermanos y llevaron a cabo un minucioso registro. Todos los hermanos tuvieron que desnudarse por completo, quitándose incluso los trapos que llevaban en los pies. Pero se habían pegado a las plantas de los pies unas páginas escritas a mano que pasaron sin ser descubiertas. También habían hecho unos folletitos pequeñísimos que podían esconder entre los dedos de las manos. Cuando los guardias mandaron a todos que levantaran las manos, los folletitos quedaron ocultos entre los dedos y, de nuevo, algunos pasaron inadvertidos y no fueron confiscados”.
También había otras maneras de proteger el alimento espiritual. Aleksey Nepochatov explica: “Algunos hermanos eran capaces de escribir con una letra tan pequeña que la llamaban ‘seda de araña’. Había que afilar mucho la punta de la pluma, y entre raya y raya de una libreta cabían tres o cuatro renglones. En una caja de fósforos se podían meter cinco o seis Atalayas escritas a mano con letra ‘de seda de araña’. Para escribir con una letra tan pequeña se necesitaba tener muy buena vista y hacer un gran esfuerzo. Cuando se apagaban las luces y los demás dormían, los hermanos que copiaban las Atalayas se ponían a escribir bajo una manta, con la escasa luz de la única bombilla eléctrica que había a la entrada de los barracones. Aquella labor echaba a perder la vista en unos cuantos meses. A veces había algún guardia que se daba cuenta de lo que hacíamos y, si simpatizaba con nosotros, decía: ‘No paran de escribir y escribir, ¿cuándo van a dormir?’”.
El hermano Klimko añade: “En cierta ocasión perdimos muchas publicaciones, incluida la Biblia. Todo estaba escondido en la pierna artificial de un hermano. Los guardias lo obligaron a quitársela y la destrozaron. Sacaron fotos de las páginas desparramadas por el piso y las publicaron en el periódico del campo. Pero un aspecto positivo de aquella acción fue que muchas personas vieron una vez más que las actividades de los testigos de Jehová eran exclusivamente religiosas. Complacido por haber confiscado aquellas publicaciones, el administrador del campo nos dijo con satisfacción: ‘¡Este es su Armagedón!’. Pero al día siguiente alguien le informó que los testigos de Jehová habían vuelto a reunirse, entonar cánticos y leer como de costumbre”.
CONVERSACIÓN CON EL FISCAL GENERAL
A finales de 1961, el fiscal general de la República Socialista Soviética Federada Rusa hizo una visita de inspección a uno de los campos de Mordvinia. Al caminar por el campo, entró en el barracón de los Testigos y les permitió hacer algunas preguntas. Viktor Gutshmidt recuerda: “Mi pregunta fue: ‘¿Cree usted que la religión de los testigos de Jehová representa un peligro para la sociedad soviética?’.
”El fiscal respondió: ‘No, no la veo como un peligro’. Pero a lo largo de la conversación se le escapó el siguiente comentario: ‘Tan solo en el año 1959, al oblast de Irkutsk se le asignaron 5.000.000 de rublos para investigar a los Testigos’.
”Con aquellas palabras dio a entender que las autoridades sabían bien quiénes éramos, pues para averiguarlo se habían invertido 5.000.000 de rublos de los fondos estatales destinados al sistema penitenciario: una enorme cantidad de dinero. En aquel tiempo, 5.000 rublos bastaban para comprar un buen automóvil o una casa cómoda. De modo que las autoridades de Moscú tenían que saber, sin lugar a dudas, que los testigos de Jehová no representaban ningún peligro para la comunidad.
”El fiscal general añadió: ‘Si dijéramos al pueblo soviético que hicieran lo que quisieran con los Testigos, no quedaría ni rastro de ustedes’. Con aquellas palabras se refería a que la sociedad soviética estaba en contra de los Testigos. Era obvio, por tanto, que la propaganda ideológica y atea había influido en millones de personas.
”Nosotros respondimos: ‘Cuando los Testigos celebren asambleas por toda Rusia, desde Moscú hasta Vladivostok, usted se dará cuenta de la realidad’.
”‘Tal vez lleguen a estar de su lado medio millón de personas, pero los demás seguirán de nuestro lado’, dijo.
”Ahí terminó nuestra conversación con el fiscal general. Y no se equivocó por mucho, pues actualmente hay más de setecientas mil personas que asisten a las reuniones de los testigos de Jehová en los países que ocupan el territorio de la antigua Unión Soviética. En esas reuniones no se escucha ningún tipo de propaganda, solo el mensaje puro de la verdad bíblica.”
“UN LUGAR DE VACACIONES PARA LOS TESTIGOS”
Viktor continúa diciendo: “La administración del campo le enseñó al fiscal general todas las flores y los árboles que habían plantado los Testigos, así como los paquetes que habían recibido y guardado en sus barracones sin que nadie se los robara. Él lo observaba todo sin disimular su asombro. Pero después nos enteramos de que había ordenado arrancar todas las flores y los árboles, y de que le había dicho al administrador del campo: ‘Esto no parece un campo de trabajos forzados, sino un lugar de vacaciones para los Testigos’. También prohibió que recibiéramos paquetes y cerró el quiosco donde comprábamos comida adicional.
”No obstante, nos alegramos de que el administrador no acatara todas las órdenes. Por ejemplo, se permitió que las hermanas siguieran cultivando flores como antes. En el otoño las cortaban y hacían hermosos ramos para los empleados del campo y sus hijos. Era muy bonito ver a los niños reunirse con sus padres en la caseta de la entrada, recoger sus flores y correr felices hacia la escuela. Apreciaban mucho a los Testigos.”
Viktor añade: “Un día, a principios de 1964, un capataz cuyo hermano trabajaba para la KGB nos dijo que se estaba organizando una gran campaña oficial en contra de los testigos de Jehová. Pero a finales de aquel año, Nikita Kruschov fue destituido como jefe de gobierno, y la ola de persecución disminuyó”.
CÁNTICOS DEL REINO EN UN CAMPO DE MÁXIMA SEGURIDAD
En la década de 1960, un campo de máxima seguridad de Mordvinia permitió que los presos recibieran paquetes, pero solo una vez al año y como “recompensa especial”. Se hacían registros continuamente. Si sorprendían a alguien —hombre o mujer— con un texto bíblico escrito en un pedazo de papel, lo encerraban diez días en una celda de aislamiento. Además, por tratarse de un campo de máxima seguridad, los presos recibían menos comida que en otros campos, y el trabajo era más agotador; los Testigos tenían que cavar en la tierra para sacar enormes tocones de árboles. Aleksey Nepochatov cuenta: “Muchas veces nos sentíamos totalmente exhaustos, pero nos manteníamos alertas y no nos dábamos por vencidos. Una de las cosas que hacíamos para animarnos era entonar cánticos del Reino. Formamos un coro de varias voces que, pese a no incluir ninguna voz femenina, era de una belleza indescriptible. Los cánticos no solo nos animaban a nosotros, sino también a los oficiales, quienes nos pedían que cantáramos durante las horas de trabajo. Un día que estábamos talando árboles se nos acercó el jefe de destacamento y dijo: ‘Canten unos cuantos cánticos. Se lo pide el mismísimo jefe de división’.
”Aquel oficial nos había oído entonar cánticos del Reino muchas veces. Su petición llegó en un momento muy oportuno, pues estábamos exhaustos. Así que empezamos a glorificar a Jehová gozosamente con nuestras voces. Por lo general, cuando cantábamos en el campo de máxima seguridad, las esposas de los oficiales que vivían en las casas cercanas salían y se quedaban un buen rato de pie en su porche, escuchándonos cantar. La letra que más les gustaba era la del cántico número 6 —Que la Tierra dé gloria a Dios—, del cancionero que usábamos entonces. Tenía una letra muy bonita y una melodía preciosa.”
ERA “OTRO MUNDO”
Hasta en las situaciones más insospechadas se podía ver qué clase de personas eran los testigos de Jehová. Así lo demuestra esta experiencia que relata Viktor Gutshmidt: “Al final de una semana de trabajo en el campo donde cumplíamos nuestras condenas, estábamos sentados en el jardín cuando llegó un camión que traía un pedido de costosos aparatos eléctricos. Venían dos hombres: el conductor, que era un prisionero de nuestro campo, y el encargado de compras, que era de otro campo. Ninguno era testigo de Jehová. El almacén estaba cerrado, y el encargado estaba de vacaciones, así que nos pidieron a los Testigos que recibiéramos la mercancía.
”Descargamos los aparatos y los acomodamos a un lado del almacén, cerca de la barraca de los hermanos. Pero el encargado de compras dudaba de que aquella entrega fuera oficial, pues el jefe del almacén no estaba y no había quién le firmara el recibo de la mercancía. Para tranquilizarlo, el conductor del camión le dijo: ‘No te preocupes, aquí nadie va a tocar nada; este es “otro mundo”. Olvídate de lo que pasa fuera de aquí. Aquí puedes quitarte el reloj, dejarlo en cualquier sitio y encontrarlo mañana justo donde lo dejaste’. Aun así, el hombre insistía en que no iba a dejar la mercancía —que valía medio millón de rublos— si nadie le firmaba un acuse de recibo.
”Al poco rato llegó personal de la administración exigiendo que el camión saliera del campo. Uno de los empleados le dijo al encargado de compras que dejara la factura y que la recogiera al día siguiente. El pobre hombre no tuvo más remedio que marcharse, y de mala gana. Pero a la mañana siguiente, a primera hora, ya estaba en el campo pidiendo permiso para entrar a recoger su recibo. No fue necesario dejarlo pasar; el guardia se lo entregó, ya firmado, en la puerta.
”Más tarde, el guardia nos contó que al hombre se le había hecho muy difícil irse del lugar. Nos dijo que se había quedado como media hora frente a la entrada: contemplaba el portón, observaba sus documentos, daba la vuelta para irse..., pero regresaba y volvía a contemplar el portón... Parece que jamás había estado en una situación como aquella: le habían firmado la factura sin estar él presente, y el jefe del almacén ni siquiera había estado para recibir la costosa mercancía. Y todo se había hecho con honradez. Pero lo más sorprendente era que esto había sucedido en un campo de trabajo de máxima seguridad lleno de ‘delincuentes especialmente peligrosos’. Sin duda, situaciones de este tipo dejaron bien claro qué clase de personas éramos los Testigos, sin importar las mentiras que dijeran de nosotros.”
“YA ESTÁN PREDICANDO OTRA VEZ”
En 1960, pocos días después de que las autoridades concentraran a cientos de hermanos en el campo número 1 de Mordvinia, escogieron a más de cien de ellos y los transfirieron a la cercana población de Udarnyy, al campo número 10. Se trataba de una prisión especial, un centro “experimental” ideado para reeducar a los Testigos, donde los reclusos llevaban uniformes a rayas parecidos a los de los campos de concentración nazis. Entre otros trabajos, tenían que ir al bosque y desenterrar enormes troncos. La cuota mínima por persona era de once o doce diarios, pero algunos troncos de roble eran tan grandes que ni siquiera la cuadrilla completa de hermanos lograba sacar uno en todo el día. Solían fortalecerse unos a otros entonando cánticos del Reino mientras trabajaban. A veces, el encargado del campo los oía cantar y les gritaba: “¡Hoy los Testigos se quedan sin cenar, para que aprendan que aquí no se canta! ¡Yo les voy a enseñar a trabajar!”. Un hermano que vivió aquellas experiencias relata: “Jehová siempre nos sostuvo, y a pesar de las dificultades, nos mantuvimos espiritualmente alertas. Solíamos levantarnos los ánimos con pensamientos positivos, recordándonos el valor de habernos puesto del lado de Jehová en la cuestión de la soberanía universal” (Pro. 27:11).
Además de los varios “educadores” que trabajaban para toda la prisión, había un educador más por cada celda. Se trataba de un oficial del ejército que tenía, como mínimo, el rango de capitán. Lo que se proponían con aquella “educación” era que los Testigos renunciaran a sus convicciones religiosas. Cualquiera que se sometiera —es decir, que renegara de su fe— obtendría la libertad. Todos los meses, los educadores tenían que escribir un informe sobre el carácter de cada Testigo, el cual iba firmado por una serie de empleados de la prisión. Pero siempre acababan escribiendo lo mismo: “No responde a las medidas de reeducación; se mantiene firme en sus convicciones”. Ivan Klimko comenta: “De mis diez años en la cárcel, seis los pasé en esa prisión, donde otros hermanos y yo quedamos fichados como ‘delincuentes reincidentes especialmente peligrosos’. Según nos dijeron los propios oficiales, las condiciones tan difíciles que tuvimos que soportar fueron creadas con toda la intención de estudiar el comportamiento de los Testigos”.
El hermano Iov Andronic, quien estuvo cinco años en aquella prisión, le preguntó un día al comandante del campo: “¿Cuánto tiempo vamos a estar aquí?”. Señalando al bosque, el comandante respondió: “Hasta que los enterremos a todos ustedes allá”. Iov recuerda: “Nos mantenían aislados de los demás prisioneros para evitar que les predicáramos. Nos tenían bien vigilados. Incluso para ir a otra zona del mismo campo nos escoltaba un capataz. Pero varios años después, cuando nos trasladaron a un campo de trabajos forzados de mínima seguridad, otros prisioneros les dijeron a los administradores del campo: ‘Ganaron los testigos de Jehová. Ustedes los mantuvieron aislados, pero ya están predicando otra vez’”.
UN OFICIAL RECONOCE SU BIBLIA
Si introducir publicaciones al campo número 10 ya era difícil, imagínese lo que sería para los Testigos tratar de meter una Biblia. Era prácticamente imposible. “Pero para Jehová nada es imposible —comenta un hermano que estuvo algunos años en esa prisión—. Jehová oyó las oraciones de los cien hermanos que estábamos allí. Le pedimos tan solo una Biblia para todos, ¡y nos dio dos!” (Mat. 19:26.) ¿Cómo sucedió eso?
Resulta que a cierto coronel lo asignaron como educador en la prisión, pero le parecía irónico tratar de “educar” a los Testigos si él no sabía nada de la Biblia. De modo que se las ingenió para conseguir un ejemplar, un tanto maltratado por cierto. Antes de irse de vacaciones, lo mandó reencuadernar con uno de los presos, un ancianito bautista, y les dijo a los capataces que no se lo confiscaran. Luego, con mucho orgullo, el anciano les dijo a los Testigos que había recibido una Biblia y hasta aceptó prestársela para que le echaran un vistazo. En cuanto aquel valioso tesoro cayó en sus manos, los hermanos separaron rápidamente las hojas por las costuras y las repartieron entre todos para que las copiaran. Durante unos cuantos días, cada celda de los Testigos se convirtió en un “tallercito” donde se hacían a mano dos copias de cada página. “Cuando juntamos todas las hojas, ¡teníamos tres Biblias! —recuerda uno de los hermanos—. El coronel recibió su ejemplar recién encuadernado, y nosotros tuvimos nuestras dos Biblias. Usábamos solo una, y la otra la guardábamos en la ‘caja fuerte’, es decir, en unos tubos por donde corrían cables de alto voltaje y que habíamos acondicionado especialmente para guardar publicaciones. Como los capataces no querían ni acercarse a los cables, nadie revisaba ese lugar. Así fue como el alto voltaje se convirtió en el guardián de nuestra biblioteca.”
Cierto día, sin embargo, hubo un registro. Entonces el coronel encontró una página copiada a mano de la Biblia. Dándose cuenta de lo que había sucedido, exclamó con gran frustración: “¡Esto es parte de la Biblia que yo mismo traje al campo!”.
LA CONMEMORACIÓN
Para los siervos de Jehová, la Conmemoración de la muerte de Cristo siempre fue de primera importancia, aun en los campos de trabajos forzados. Hubo un campo de Mordvinia en el que ninguno de los hermanos se perdió ni una sola Conmemoración en todo el tiempo que estuvieron allí, y eso que, como cabría esperar, las autoridades siempre intentaban frustrar sus planes. Como la administración sabía la fecha del acontecimiento, ese día todas las unidades de guardia estaban en alerta máxima. Pero para las últimas horas de la tarde, la mayoría de los guardias ya estaban cansados de andar vigilando a los hermanos, pues nadie sabía ni el sitio ni la hora exacta en que se llevaría a cabo.
No era nada fácil para los hermanos conseguir el vino y el pan sin levadura. Una vez, el mismo día de la Conmemoración, los guardias encontraron los emblemas en un cajón durante el primer turno de vigilancia y los confiscaron. Ahora los hermanos estaban en un aprieto, pues había un participante de los emblemas. Pero entonces los guardias cambiaron de turno, y un hermano que limpiaba la oficina del comandante logró recuperar los emblemas y pasárselos a los demás sin ser visto. Aquella noche, durante el tercer turno de guardia, los hermanos celebraron la Conmemoración, con un participante.
LA CONMEMORACIÓN EN UN CAMPO DE MUJERES
Celebrar la Conmemoración en otros campos también era difícil, especialmente en un campo femenino de Kemerovo. Al respecto, Valentina Garnovskaya relata: “Éramos unas ciento ochenta hermanas en el campo. Tristemente, teníamos prohibido acercarnos unas a otras. En diez años, solo pudimos celebrar la Conmemoración dos veces. Una vez acordamos hacerlo en una de las oficinas que me tocaba limpiar. Fuimos llegando poco a poco y en secreto desde varias horas antes del momento acordado para comenzar. Unas ochenta logramos llegar al lugar. Pusimos pan sin levadura y vino tinto seco sobre el escritorio.
”Habíamos decidido empezar sin el cántico. Una hermana hizo la oración, y todo comenzó con dignidad y regocijo. Pero entonces oímos gritos y ruidos afuera: eran los capataces que nos estaban buscando. En eso vimos que alguien se asomaba por la ventana, a pesar de que estaba muy alta. ¡Era el comandante! Casi al instante oímos fuertes golpes en la puerta y unos gritos ordenándonos que abriéramos. Los capataces entraron de golpe a la oficina, tomaron de los brazos a la hermana que estaba presentando el discurso y se la llevaron a la celda de aislamiento. Al ver esto, otra hermana tomó valientemente su lugar y siguió con el discurso, pero a ella también se la llevaron. De inmediato, una tercera hermana trató de seguir con el discurso, de modo que nos llevaron a todas a otro cuarto amenazándonos con que iríamos a parar a la celda de aislamiento. Terminamos la Conmemoración de la muerte de Cristo en aquel cuarto, con un cántico y una oración.
”Cuando regresamos a la barraca, las demás prisioneras nos recibieron diciéndonos: ‘Al ver que todas ustedes habían desaparecido, pensamos que el Armagedón había llegado, que Dios se las había llevado al cielo y que a nosotras nos había dejado aquí para destruirnos’. Aquellas mujeres ya llevaban algunos años con nosotras y no habían aceptado la verdad. Pero después de lo que pasó, varias de ellas empezaron a escuchar nuestro mensaje.”
“NOS PEGÁBAMOS BIEN UNOS A OTROS”
En uno de los campos de Vorkutá había muchos Testigos de Ucrania, Moldavia, los países bálticos y otras repúblicas de la Unión Soviética. “Era el invierno de 1948 —relata Ivan Klimko—. No teníamos publicaciones bíblicas. Así que lo único que podíamos hacer era escribir en unos pequeños trozos de papel lo que lográbamos recordar de revistas viejas. Por más discretos que fuéramos, los capataces sabían que teníamos aquellos papelitos, de manera que nos sometían a largos y meticulosos registros. En los días más fríos del invierno nos llevaban a todos afuera y nos obligaban a permanecer formados en filas de cinco. Solían contarnos una y otra y otra vez, quizás pensando que preferiríamos entregarles los pedazos de papel a quedarnos allí afuera en el gélido frío. Durante los conteos, nos pegábamos bien unos a otros y hablábamos de un tema bíblico. Siempre teníamos la mente ocupada con asuntos espirituales. Sin duda, Jehová nos ayudó a permanecer íntegros. Con el tiempo, los hermanos hasta pudieron meter una Biblia al campo. La dividimos en varias partes para que no nos la fueran a confiscar completa si un día la encontraban durante un registro.
”Entre los guardias hubo algunos que se dieron cuenta de que el campo de prisioneros no era lugar para los testigos de Jehová. Fueron amables y nos ayudaron siempre que pudieron. Algunos simplemente ‘cerraban los ojos’ cuando alguno de nosotros recibía un paquete. Y es que, por lo general, en el paquete venían escondidas una o dos páginas de La Atalaya que no pesaban más que unos cuantos gramos, pero que valían más que varios kilos de comida. En sentido físico, los Testigos siempre sufrimos privaciones en los campos, pero espiritualmente éramos muy ricos.” (Isa. 65:13, 14.)
“¡SACARÁ CINCUENTA PEDAZOS!”
Todas las semanas se dirigían estudios bíblicos con quienes querían aprender de la verdad. Entre los prisioneros se sabía que después de las siete de la noche se daban clases de la Biblia en la barraca, así que varios de ellos procuraban guardar silencio, aunque no estuvieran interesados en la Biblia. “Era obvio que Jehová nos estaba cuidando y que le estaba dando impulso a su obra —dice Iov Andronic—. Pero nosotros también hacíamos nuestra parte: nos mostrábamos amor cristiano y aplicábamos los principios bíblicos. Por ejemplo, compartíamos el alimento que recibíamos en nuestros paquetes, lo cual era algo fuera de lo común en los campos de trabajo.
”En uno de los campos, el hermano encargado de repartir la comida entre los Testigos era Mykola Pyatokha. Una vez, un agente de la KGB dijo de él: ‘Denle a Mykola un caramelo, y ¡sacará cincuenta pedazos!’. Esa era la actitud entre nosotros: compartíamos todo lo que nos llegaba al campo, fuera alimento físico o espiritual. De esa manera nos ayudamos y dimos un excelente testimonio, al que podían responder las personas sinceras” (Mat. 28:19, 20; Juan 13:34, 35).
BONIFICACIÓN POR BUENA CONDUCTA
En cierto campo, los trabajadores que trataban directamente con los testigos de Jehová recibían una bonificación de hasta un 30% de su salario. ¿Por qué? Viktor Gutshmidt lo explica: “Una antigua pagadora del campo me contó que, en las prisiones donde había muchos hermanos, el personal había recibido instrucciones de no perder los estribos ni usar malas palabras, y de ser siempre corteses y educados. Obtendrían una bonificación en su sueldo por buena conducta. Me dijo que aquello se había hecho intencionalmente para demostrarles a todos que los testigos de Jehová no eran los únicos que llevaban vidas ejemplares, y que no había diferencia entre ellos y la demás gente. Así que se les tenía que pagar a los empleados para que mantuvieran buena conducta. En nuestro campo había mucho personal, unos cien empleados: médicos, obreros, contadores, capataces..., y nadie quería perder la oportunidad de ganar un dinero extra.
”Cierto día, un hermano estaba trabajando en las afueras del campo cuando oyó a un supervisor de brigada gritar maldiciones. Al día siguiente se lo encontró dentro del campo y le dijo: ‘Parece que alguien en el cuartel lo hizo enojar en serio. ¡Gritaba tan fuerte!’. El agente contestó: ‘Bueno, no. Lo que pasa es que ya no aguantaba la presión que se me había acumulado en todo el día y salí para desahogarme’. Está claro que para la gente era una lucha comportarse como los testigos de Jehová.”
PREDICANDO ENTRE CRISTALES
Los hermanos aprovechaban toda oportunidad para predicar, y a veces obtenían muy buenos resultados. Nikolai Gutsulyak menciona la siguiente experiencia: “A menudo conseguíamos nuestros alimentos en la tienda del campo. Cada vez que me tocaba comprar, intentaba decir unas cuantas palabras sobre algún tema bíblico. La mujer que entregaba la mercancía siempre escuchaba atentamente, y en una ocasión me pidió que le leyera algo. Tres días después, un agente nos llamó a otro hermano y a mí al portón y nos mandó a instalar los cristales de una ventana en la casa del comandante del campo.
”El hermano y yo nos dirigimos a la ciudad, escoltados por tres soldados. Cuando llegamos a la casa y abrieron la puerta, vimos a la mujer que trabajaba en la tienda de comestibles del campo. ¡Era la esposa del comandante! Uno de los soldados se apostó dentro de la casa; los otros dos se quedaron en la calle junto a la ventana. La mujer nos dio un poco de té y luego nos pidió que le dijéramos más de la Biblia. Además de ponerle los cristales a su ventana, aquel día le dimos un testimonio completo. Al final de nuestra conversación, nos dijo: ‘No me tengan miedo. Mis padres eran personas devotas, igual que ustedes’. Ella leía nuestras publicaciones en secreto, sin que su esposo se enterara, pues él odiaba a los Testigos.”
“REGRESEN A SUS TRABAJOS”
Algunas personas en puestos de autoridad tenían un concepto favorable de los Testigos y los defendían. En la década de 1970, la oficina del partido comunista de la planta procesadora de madera de Bratsk (oblast de Irkutsk) tomó la decisión de despedir a todos los empleados que fueran testigos de Jehová. A los hermanos les dijeron: “Como no están del lado de la autoridad soviética, no nos ocuparemos de ustedes. Como están del lado de Jehová, que él se ocupe de ustedes”. Al quedarse sin trabajo, los hermanos pensaron que lo mejor que podían hacer era predicar abiertamente, así que empezaron a ir de casa en casa. Un día abrió la puerta una mujer. Tras presentarse, los hermanos le explicaron brevemente el propósito de su visita. En eso se oyó la voz del esposo desde la cocina: “¿Con quién hablas? Hazlos pasar”. Cuando los hermanos entraron, el hombre les preguntó: “¿Por qué no están trabajando? Hoy es día laborable”. Los hermanos le contaron cómo se habían quedado sin trabajo.
Resultó que el señor era un fiscal y había ido a su casa a almorzar. Indignado, tomó el teléfono, llamó a la planta y preguntó si era verdad que la oficina había despedido a todos los testigos de Jehová. Cuando se lo confirmaron, les dijo: “¿Sobre qué base? ¿No comprenden que han violado la ley? ¡No tienen derecho a hacer eso! Les ordeno que les devuelvan sus puestos a todos los Testigos y les paguen una compensación por los tres meses que estuvieron sin empleo por culpa de ustedes”. El fiscal colgó el teléfono, se volvió hacia los hermanos y les dijo: “Mañana regresen a sus trabajos”.
“HE ESTADO ESCONDIENDO PUBLICACIONES DESDE 1947”
Para la década de 1970, los hermanos ya eran todos unos expertos en producir, distribuir y esconder publicaciones. Aun así, llegaron a surgir situaciones que exigían tomar decisiones rápidas. Por ejemplo, Grigory Sivulsky relata: “Un día de 1976 registraron nuestro hogar. La noche anterior yo había dejado descuidadamente los informes del servicio del campo y las direcciones de algunos hermanos debajo de una cómoda. Los agentes de la KGB que hicieron el registro parecían muy seguros de sí mismos, como si supieran exactamente dónde buscar y qué iban a encontrar. Uno de ellos me dijo: ‘Tráigame unas pinzas y un destornillador; vamos a desarmar el sofá’. Tras hacer una oración, le respondí con voz confiada:
—Si el registro nos hubiera tomado por sorpresa como a otros Testigos, encontrarían algo en mi casa. Pero ya es muy tarde, no van a encontrar nada.
—¿Y qué hubiéramos hallado? —preguntó el agente.
—Revistas La Atalaya y ¡Despertad! Pero hoy no van a encontrar nada.
”Dándole las herramientas que me había pedido, le dije: ‘Cuando terminen el registro, van a tener que dejarme el sofá tal como está ahora’.
”Por un instante se quedaron ahí, indecisos. Percibiendo su inseguridad, me dirigí a uno de ellos, un hombre joven, y le dije: ‘Supongo que usted lleva unos tres años o menos registrando hogares en busca de publicaciones de los testigos de Jehová. Pero yo he estado escondiendo publicaciones desde 1947. No hace falta que pierdan su tiempo conmigo; las publicaciones están en un sitio seguro’.
”Para mi sorpresa, se marcharon. Los informes y las direcciones de los hermanos habían quedado tan a la mano que cualquiera podría haberlos encontrado.”
LLEGAN TIEMPOS DE CAMBIO CON LA PERESTROIKA
La perestroika que se anunció en 1985 no produjo de inmediato los resultados esperados. En algunas regiones se seguía condenando y encarcelando a los siervos de Jehová. No obstante, en 1988 la sucursal de Alemania escribió lo siguiente a las oficinas centrales: “Al comienzo del año de servicio, las autoridades dieron indicios de que estaban dispuestas a conceder mayor libertad a [los hermanos de la URSS] en lo relacionado con las reuniones y las publicaciones, siempre y cuando se inscribieran en el registro oficial. En la mayor parte del territorio se pudo celebrar la Conmemoración sin contratiempos. Los hermanos consideran que la actitud de las autoridades hacia ellos ha cambiado drásticamente”.
Con el tiempo, varios hermanos asignados le proporcionaron a la sucursal de Alemania las direcciones postales de hermanos dispuestos a recibir paquetes de alimento espiritual. Estos hermanos, a su vez, entregarían los paquetes a los ancianos, quienes se encargarían de que el resto de los publicadores se beneficiaran de estas provisiones espirituales. Para febrero de 1990 había unas mil seiscientas direcciones a las que se dirigían envíos privados de alimento espiritual una vez al mes.
En 1989, varios miles de Testigos de la Unión Soviética pudieron asistir a las asambleas especiales celebradas en Polonia. Yevdokia, una hermana procedente de Náberezhnie Chelni, cuenta: “Oramos fervientemente a Jehová pidiéndole que pudiéramos asistir a nuestra primera asamblea de verdad. Cuando el director de la empresa en la que yo trabajaba escuchó que yo quería salir del país, exclamó: ‘¿Qué cosa? ¿No ves la televisión? ¡La frontera está cerrada, y no dejan pasar a nadie!’.
”Con total confianza, le respondí: ‘Abrirán la frontera’. Y eso fue precisamente lo que sucedió. En la aduana de Brest solo estaban dejando pasar a los testigos de Jehová. Ni siquiera nos registraban, y a todos nos trataron con amabilidad. Un hombre no Testigo trató de hacerse pasar por asambleísta y colarse entre nosotros, pero los agentes de la aduana no tardaron en descubrirlo y detenerlo. ¿Cómo lo descubrieron? Todos los que íbamos a la asamblea teníamos sonrisas radiantes, además de que solo llevábamos bolsos pequeños en las manos.”
CÁLIDA RECEPCIÓN EN MOSCÚ
Habían pasado cuarenta años desde que, en 1949, los testigos de Jehová habían solicitado el reconocimiento oficial de sus actividades. En aquel entonces, las exigencias del gobierno estalinista iban más allá de lo que la conciencia de los hermanos les permitía cumplir. Pero el 26 de febrero de 1990, el presidente del Comité de Asuntos Religiosos de Moscú recibió a una delegación de los testigos de Jehová. En la reunión también estuvieron presentes dos vicepresidentes del comité y otros tres altos funcionarios. La delegación de los testigos de Jehová se componía de quince personas: once hermanos de Rusia y otras repúblicas de la Unión Soviética; Milton Henschel y Theodore Jaracz, de Brooklyn, y dos hermanos de la sucursal de Alemania, Willi Pohl y Nikita Karlstroem.
El presidente del comité abrió la sesión con las siguientes palabras: “Nos alegra mucho estar reunidos con los testigos de Jehová. Yo había oído mucho sobre ustedes, pero es la primera vez que los conozco en persona. Estamos abiertos al diálogo en el espíritu de la glasnost” (política de transparencia). Los hermanos expresaron su deseo de presentar una solicitud de registro para las actividades de los testigos de Jehová en la Unión Soviética. La respuesta del presidente del comité fue: “Nos alegra escuchar eso, y estamos en un buen momento para hacerlo. Falta poco para que llegue la primavera y, con ella, el tiempo de la cosecha. Así que podemos esperar buenos resultados y buenos frutos”.
Cuando el presidente del comité les pidió a los hermanos que se identificaran, quedó patente que había testigos de Jehová en todo rincón del país, desde Kaliningrado hasta el Extremo Oriente soviético. Un superintendente de circuito se presentó así: “Represento a cuatro congregaciones del oblast de Irkutsk. Pero también atiendo el Extremo Oriente, los krays de Jabárovsk y Krasnoyarsk,b y los oblasts de Novosibirsk y Omsk”. Entonces el presidente del comité exclamó: “Su territorio es enorme, ¡más grande que el de muchas naciones!”.
Uno de los vicepresidentes comentó: “Tenemos que conocer mejor sus creencias, porque no entendemos algunas. Por ejemplo, uno de sus libros dice que Dios va a limpiar la Tierra y a eliminar todos los gobiernos. No entendemos ese punto”. El hermano Pohl respondió: “Los testigos de Jehová no participamos en actos de violencia de ninguna clase. Si uno de nuestros libros dice eso, se refiere a profecías bíblicas específicas. Los testigos de Jehová hablamos del Reino de Dios y de la vida eterna en el Paraíso en la Tierra”.
A esto, el vicepresidente dijo: “No hay nada de malo en eso”.
Al terminar la entrevista, el presidente del comité señaló: “Nos da mucho gusto habernos reunido con ustedes. Deben registrarse cuanto antes”.
Los testigos de Jehová recibieron el reconocimiento oficial de las autoridades rusas en marzo de 1991. Para ese entonces había en la nación más de 150.000.000 de habitantes y 15.987 proclamadores del Reino. Ahora se necesitaba más instrucción de parte de Jehová para nuestros hermanos de Rusia (Mat. 24:45; 28:19, 20).
“¡QUÉ FELICIDAD! ¡QUÉ LIBERTAD!”
Debido a la proximidad entre Finlandia y Rusia, el Cuerpo Gobernante le pidió a la sucursal de Finlandia que ayudara a organizar la asamblea internacional programada para las fechas del 26 al 28 de junio de 1992 en San Petersburgo (Rusia). ¿Cómo reaccionaron los hermanos ante la perspectiva de tener una asamblea en libertad después de haber vivido más de cinco décadas de proscripción? Cierto hermano menciona: “Éramos miles en el estadio. Todo el mundo lloraba sin parar. ¡Qué felicidad! ¡Qué libertad! Ni en sueños se nos ocurrió que en este sistema podríamos tener tanta libertad. Pero Jehová lo hizo posible. Recordé la celda de aislamiento. Cinco hermanos protegiéndonos unos a otros para no morirnos de frío. Había una cerca enorme que rodeaba el campo. Sí, aquí también había un enorme muro, pero nadie se quería ir; todos queríamos quedarnos tanto como fuera posible. No tengo palabras para describir cómo nos sentíamos.
”Nos pasamos la asamblea hechos un mar de lágrimas. Llorábamos de alegría al ver semejante milagro. Aunque ya pasábamos de los 70 años de edad, recorríamos el estadio como si tuviéramos alas. Habíamos esperado cincuenta años para obtener esta clase de libertad. Es cierto que Jehová había permitido que nos deportaran a Siberia y que termináramos en prisiones y campos de trabajos forzados, ¡pero ahora estábamos en el estadio! Jehová es más poderoso que nadie. Nos quedamos de pie, mirándonos unos a otros, llorando a lágrima viva. No podíamos creer que aquello fuera realidad. Algunos hermanos jóvenes se nos acercaron y nos preguntaron: ‘¿Están bien? ¿Alguien les hizo algo?’. Pero el llanto no nos dejaba contestarles. Entonces, en medio de todas esas lágrimas, uno de nosotros alcanzó a decir: ‘¡Lloramos de alegría!’. Les contamos cómo le habíamos servido a Jehová bajo proscripción durante muchos años y que, ahora, simplemente no podíamos creer que Jehová hubiera cambiado todo tan de repente.”
Tras aquella memorable asamblea, se pidió a la sucursal de Finlandia que enviara quince precursores especiales a Rusia. El 1 de julio de 1992, Hannu y Eija Tanninen, una entusiasta pareja finlandesa, llegaron a su asignación en San Petersburgo. El primer desafío que enfrentaron fue aprender el idioma. Después de su primera lección de ruso, salieron al servicio del campo y le ofrecieron a la gente clases bíblicas a domicilio. Hannu cuenta: “A principios de la década de 1990, casi toda persona de la ciudad quería estudiar la Biblia. En la predicación en las calles, la gente nos daba su dirección de buena gana. Todos querían publicaciones. Si le dabas una revista o un tratado a alguien, otros diez venían a pedirte publicaciones. La gente no solo las aceptaba, sino que a menudo comenzaba a leerlas inmediatamente en la calle o en el metro”.
A partir de octubre de 1992, también llegaron a Rusia muchos precursores especiales de Polonia. En el primer grupo venían algunas hermanas solteras. Poco después, un segundo grupo de precursores de ese país fue asignado a San Petersburgo. Otro grupo fue a Moscú un año más tarde. En años posteriores, más de ciento setenta voluntarios de Polonia —en su mayoría graduados de la Escuela de Entrenamiento Ministerial— también fueron asignados a Rusia.
UNA PUERTA GRANDE QUE CONDUCE A LA ACTIVIDAD
Tras la asamblea internacional celebrada en San Petersburgo, el Cuerpo Gobernante dio permiso para comprar en la población cercana de Solnechnoye un solar adecuado (7 hectáreas [17 acres]), en el que había unos edificios viejos. Había llegado el momento de edificar un Hogar Betel para Rusia. Para la construcción se solicitó la colaboración de la sucursal de Finlandia. En septiembre de 1992 llegó a Solnechnoye el primer grupo de voluntarios finlandeses. Uno de los miembros del grupo, Aulis Bergdahl, quien más tarde llegaría a ser miembro del Comité de Sucursal, cuenta: “Eva Lisa —mi esposa— y yo aceptamos gustosos la invitación de ayudar a construir un Hogar Betel en Rusia. Veíamos con claridad que Jehová estaba dirigiendo la obra. Y nuestros hermanos de todo el mundo también estaban dando su apoyo”.
Alf Cederlöf, el superintendente de la construcción, originario de Finlandia, y su esposa, Marja-Leena, fueron una fuente de inspiración para todos los voluntarios. Los miembros del Comité de Sucursal de Finlandia también apoyaron con entusiasmo. Durante la construcción, también se recibieron las visitas de algunos hermanos de la central de Brooklyn. El hermano Bergdahl recuerda: “En 1993, Milton Henschel nos visitó después de la asamblea internacional celebrada en Moscú. Sus palabras infundieron mucho estímulo, tanto al dirigirse a los trabajadores en grupo como al hablar en privado con ellos”.
En la construcción de Betel había alrededor de setecientos voluntarios procedentes de Escandinavia, Europa, Estados Unidos, Australia, Rusia y el resto de las anteriores repúblicas soviéticas. Las culturas y los antecedentes de los voluntarios variaban tanto como los métodos de trabajo. Pero las obras se completaron, como prometió Jehová en Zacarías 4:6, “no por una fuerza militar, ni por poder, sino por [su] espíritu”. Definitivamente, Jehová se encargó de ‘edificar la casa’ (Sal. 127:1). Los hermanos rusos se ofrecieron de buena gana para la obra del Reino. La mayoría eran jóvenes y nuevos en la verdad, pero muchos ya servían de precursores. Estaban siempre listos para aprender cómo hacer trabajo de construcción rápido y de calidad, y cómo atender asuntos de organización teocrática.
SE ORGANIZA LA OBRA
Para finales de 1993 llegaron a Solnechnoye los miembros del Comité del País de Rusia. Los invitados eran Ivan Pashkovsky, Dmitry Livy, Vasily Kalin, Aleksey Verzhbitsky, Anatoly Pribitkov y Dmitry Fedunishin. Más o menos un año después se les unió Mikhail Savitsky. El Cuerpo Gobernante asignó a Horst Henschel, de la sucursal de Alemania, para que ayudara a los hermanos rusos a organizar la obra.
Una de las primeras cosas que debía organizarse era la obra de viajante. Al principio se establecieron cinco circuitos en el país: dos en San Petersburgo y tres en Moscú y las zonas circundantes. Los primeros cinco superintendentes de circuito de tiempo completo fueron Artur Bauer, Pavel Bugaisky y Roy Öster en Moscú, y Kzyztov Poplawski y Hannu Tanninen en San Petersburgo. Más tarde se asignó también al hermano Roman Skiba como superintendente de circuito. Matthew Kelly, que se graduó en 1992 de la Escuela de Entrenamiento Ministerial en Estados Unidos, fue asignado como superintendente de distrito de tiempo parcial.
Recordando cómo eran las primeras visitas de circuito a principios de los años noventa, Hannu Tanninen relata: “Le mandé una carta a una congregación de Petrozavodsk (Carelia) sobre la visita que les haríamos, y en ella les explicaba cómo se celebrarían las reuniones durante la semana. Cuando mi esposa y yo llegamos, un anciano de la congregación ya nos estaba esperando en la estación del tren para llevarnos a su casa. Al llegar, me mostró la carta y me dijo: ‘Recibimos su carta, pero como no la entendimos, preferimos no hacer nada y esperar a que usted llegara y nos explicara todo’.
”Para la primera visita de circuito que hicimos en Murmansk había trescientos ochenta y cinco publicadores, que dirigían mil estudios bíblicos. Pero, en realidad, el número de personas que estudiaban era mucho mayor porque una gran cantidad de estudios se dirigían con grupos de personas interesadas. Por ejemplo, una precursora tenía trece estudios, pero eran más de cincuenta las personas que estudiaban con ella.
”Nuestra segunda asignación fue en los oblasts de Volgogrado y Rostov. En Volgogrado solo había cuatro congregaciones para una población de más de un millón de personas. Los hermanos aprendieron con entusiasmo cómo dirigir los estudios bíblicos y las reuniones, y cómo predicar de casa en casa. En cada visita se formaban nuevas congregaciones. En mi informe anotaba cuántos se habían bautizado desde la visita anterior. Cada congregación tenía cincuenta, sesenta u ochenta bautizados entre una visita y otra, y en cierta ocasión, ¡una tuvo más de cien! Como consecuencia, en solo tres años se formaron dieciséis nuevas congregaciones.”
En enero de 1996 se nombró un Comité de Sucursal de Rusia. Al mismo tiempo se nombraron los primeros superintendentes de distrito de tiempo completo. Entre ellos estuvieron Roman Skiba (Siberia y el Extremo Oriente ruso), Roy Öster (Bielorrusia, Moscú y el área desde San Petersburgo hasta los montes Urales), Hannu Tanninen (desde Caucasia hasta el río Volga) y Artur Bauer (Kazajistán y Asia central). En aquellos días, todos los superintendentes de distrito atendían, además de su distrito, un circuito pequeño.
RECORREN ENORMES DISTANCIAS
Uno de los primeros precursores especiales que llegaron a Rusia de Polonia a principios de 1993 fue Roman Skiba. Haciendo un recuento de aquellos tiempos, él dice: “En octubre de 1993 recibí el nombramiento para servir en la obra de circuito. Mi primera asignación abarcaba congregaciones en el sur de San Petersburgo, el oblast de Pskov y todo Bielorrusia. Y aunque no era el circuito más grande de Rusia, tuve que acostumbrarme a viajar enormes distancias. En noviembre de 1995 fui asignado a un circuito en los Urales y fui nombrado superintendente de distrito sustituto. Mi territorio abarcaba los Urales, toda Siberia y el Extremo Oriente ruso. Un hermano calculó que en este distrito cabrían treinta y ocho países del tamaño de Polonia. ¡Cruzaba ocho husos horarios! Unos dos años más tarde, la sucursal me pidió que visitara un grupo en Ulán Bator, la capital de Mongolia”.
El hermano Skiba prosigue: “En cierta ocasión, para ir de Norilsk (al norte del círculo polar ártico) a Ekaterimburgo tuvimos que tomar dos aviones: uno de Norilsk a Novosibirsk y otro de Novosibirsk a Ekaterimburgo. Recuerdo muy bien el viaje porque parecía que nunca llegaríamos. En Norilsk, nuestro vuelo salió con doce horas de retraso, así que Lyudmila —mi esposa— y yo estuvimos un día entero en el aeropuerto. Felizmente, aprendimos a tener nuestro estudio personal durante los viajes.
”A veces, pese a todos nuestros esfuerzos, llegábamos tarde para la visita a la congregación. Una vez, para llegar a la congregación de Ust-Kan (república de Altái), que está en lo alto de una montaña, tuvimos que atravesar la cordillera en automóvil por caminos sin pavimentar. Lamentablemente, el auto se averió en el camino, y no solo se nos hizo tarde para que yo revisara los registros de la congregación, sino que llegamos dos horas después de la hora programada para la reunión. Nos sentíamos frustrados, seguros de que todo el mundo se habría marchado. ¡Qué sorpresa fue encontrar a 175 personas esperándonos en el salón alquilado! ¡Y eso que eran menos de cuarenta publicadores! Al parecer, nuestra demora dio tiempo para que alcanzaran a llegar muchas personas interesadas que venían de otras aldeas en las montañas.”c
ASAMBLEAS INOLVIDABLES
Las asambleas de distrito se estaban celebrando por primera vez en algunas ciudades grandes, donde los hermanos no tenían experiencia en organizar reuniones de esta magnitud. Con todo, salieron adelante. En Ekaterimburgo, por ejemplo, los hermanos consiguieron un estadio que consideraron apropiado para celebrar la asamblea de distrito de 1996. Roman Skiba señala: “Había hierba en todas las gradas, y en el interior del estadio había abedules de hasta dos metros [siete pies] de alto. Nos quedaban apenas tres semanas para la asamblea, y solo había tres congregaciones en la ciudad y sus alrededores. Afortunadamente, el director del estadio estuvo dispuesto a cooperar con nosotros, aunque no podía comprender cómo sería posible celebrar una asamblea en ese local. Los hermanos pusieron manos a la obra, y cuando llegó la fecha señalada, el lugar estaba reluciente. El director no podía creer lo que veían sus ojos”. Como muestra de gratitud, aquel hombre permitió que los hermanos celebraran la Escuela del Servicio de Precursor en uno de los edificios del estadio. Un hermano dice al respecto: “Después de la asamblea de distrito se volvieron a celebrar eventos deportivos en el estadio, lo cual fue una fuente de ingresos para la ciudad”.
A veces hacía falta ser flexibles y a la vez perseverantes a fin de poder celebrar las asambleas de circuito y de distrito. En Vladikavkaz, los hermanos no lograron alquilar en 1999 un estadio para una asamblea de circuito con una asistencia calculada de 5.000 personas. Así que de inmediato trazaron un plan alternativo: se abrevió el programa para que cupiera en un día y, durante cinco días, se presentó en un cine alquilado de la ciudad. Luego, ese sábado y domingo se presentó en la ciudad de Nalchik el programa completo de la asamblea de circuito en dos locales ubicados a unos dos kilómetros (milla y media) uno de otro. En uno de los locales, el programa comenzó dos horas después que en el otro para dar tiempo a que los oradores se trasladaran de la primera asamblea a la segunda. Algunos superintendentes viajantes sentían que sus voces durarían menos que las asambleas. Un hermano dijo que, según sus cálculos, ¡aquella semana presentó 35 discursos! Todo iba bien hasta el sábado al mediodía, cuando el programa fue interrumpido por unos uniformados que entraron al salón, con todo y un perro, y anunciaron que había que evacuar de inmediato el edificio por razones técnicas. Tanto los hermanos como las hermanas conservaron la calma, como siempre, y abandonaron el local; entonces se pusieron a almorzar y a conversar afuera. Resultó que un fanático religioso había hecho una llamada telefónica a las autoridades para decirles que había una bomba en el edificio. Se revisó el salón y no se halló nada, así que los hermanos pudieron volver a su asamblea. Tras unos pequeños cambios en el programa, la asamblea concluyó satisfactoriamente, y todos se beneficiaron del alimento espiritual.
PIEDRAS, ESCUDOS Y ESPADAS
Como las semillas de la verdad se habían dispersado rápidamente por todo el país, los superintendentes viajantes tenían que recorrer grandes distancias. Sobre uno de sus viajes, la hermana Eija Tanninen relata: “En 1998, cuando nos preparábamos para viajar quince horas en tren de una asamblea de distrito a otra, los hermanos nos preguntaron si podríamos llevarnos los accesorios para el drama. Aquello era arriesgado, pues eran muchas cosas y sabíamos que los cobradores del tren no simpatizaban con la gente que llevaba mucho equipaje. Pero aceptamos, y con la ayuda de los hermanos, subimos piedras, escudos, espadas y bolsas con el vestuario al compartimiento para cuatro personas que nos había tocado. Allí estábamos nosotros, sentados con todas nuestras cosas, junto con otros dos pasajeros.
”Cuando llegó la cobradora para revisar nuestros boletos, nos preguntó por qué llevábamos tantas cosas. Le explicamos que era la utilería para un drama que se presentaría en la asamblea de distrito de los testigos de Jehová. Fue muy amable y nos contó que, tiempo atrás, ella había escuchado un discurso público presentado por mi esposo mientras visitábamos la congregación del lugar de donde ella era. Una vez más, vimos la ayuda de Jehová.”
OBSERVADORAS EN EL ESTUDIO
Las hermanas podían aprender mucho unas de otras. Por ejemplo, al recordar sus comienzos, Eija recuerda: “No puedo más que imaginar cuánta paciencia y humildad necesitaron las hermanas cuando comenzamos nuestro ministerio en Rusia, pues yo no hablaba bien el idioma. Por otro lado, me conmovía ver lo dispuestas que estaban a aprender cómo dirigir estudios bíblicos. Muchas de ellas eran nuevas en la verdad, mientras que otras habían servido bajo proscripción, cuando no siempre había sido posible que les llegara la instrucción de parte de la organización de Jehová.
”Servimos en Volzskij de 1995 a 1996. Cuando una hermana me invitaba a un estudio de la Biblia, era común que varias hermanas me preguntaran si podían acompañarnos. Al principio no entendía por qué, pero entonces me explicaron que querían aprender a dirigir estudios bíblicos. Yo les dije que, si la estudiante no tenía objeción y no se cohibía ante su presencia, por mí no había problema. Solían acompañarnos de seis a diez hermanas, convencidas de que no sería problema para la estudiante, lo cual resultó cierto. Después de algunos meses, me tocó ver a muchos estudiantes comenzar sus propios estudios bíblicos con personas interesadas. En aquel entonces solo había dos congregaciones en Volzskij; diez años después ya se habían formado once más.”
LA RESPUESTA A SUS ORACIONES
No cabía duda de que la instrucción teocrática estaba beneficiando no solo a los hermanos y hermanas nuevos en la verdad, sino también a quienes habían servido a Jehová durante muchos años bajo proscripción. Al respecto, Hannu Tanninen menciona: “Muchas veces, y en diferentes circunstancias, sentimos la guía de los ángeles y fuimos testigos de sucesos que nos dejaron una honda impresión. En 1994 llegamos a una congregación nueva de Nóvgorod (hoy día también llamada Veliky Nóvgorod), y los hermanos nos llevaron al apartamento donde nos quedaríamos durante la semana. Allí estaba una visitante, Maria, una hermana anciana que había viajado unos 50 kilómetros [30 millas] especialmente para la ocasión. Llevaba cincuenta años en la verdad y quería conocer a uno de los primeros superintendentes de circuito que habían sido nombrados al terminar la proscripción. Le pedimos que nos contara cómo había aprendido la verdad. Nos dijo que, a la edad de 17 años, había ido a parar a un campo de concentración en Alemania y que ahí había conocido a los testigos de Jehová. Aceptó la verdad, y una hermana ungida la bautizó en el campo. Cuando salió en libertad, volvió a Rusia para predicar las buenas nuevas del Reino. Pero después de un tiempo fue arrestada y encarcelada por predicar. Estuvo muchos años en los campos soviéticos de trabajos forzados.
”Al final de su relato, nos conmovió escuchar a esta humilde hermana decir que durante las últimas semanas había estado orándole a Jehová para que le mostrara si había algo malo en la forma como lo adoraba. Más tarde, esa misma noche, le comenté que mucho tiempo atrás, en la sección “Preguntas de los lectores” de La Atalaya, se había explicado que para que el bautismo fuera válido, era importante que lo efectuara un varón. Maria estaba muy agradecida, pues sentía que esta era la respuesta a sus oraciones. Aquella noche, en la bañera del apartamento, se bautizó, rebosante de alegría. Habían pasado cincuenta años desde su dedicación a Jehová, en 1944.”
EL ALIMENTO ESPIRITUAL CRUZA ONCE HUSOS HORARIOS
Desde principios de 1991, Alemania y Finlandia empezaron a enviar publicaciones a Rusia por correo en paquetes pequeños. Ahora bien, en julio de 1993, el primer camión procedente de Alemania llegó a Solnechnoye con 20 toneladas de publicaciones. Desde allí, los camiones de la sucursal de Rusia comenzaron varias rutas de distribución a Moscú, Bielorrusia y Kazajistán. Claro está, había desafíos. Por ejemplo, para entregar las publicaciones a Kazajistán, los hermanos tenían que recorrer 5.000 kilómetros (3.000 millas) solo de ida. Además, el cruce de fronteras provocaba demoras, y durante el invierno, a veces los camiones quedaban atrapados por la nieve.
Actualmente, Solnechnoye recibe unas 200 toneladas de publicaciones al mes. Los choferes de Betel aprovechan cualquier oportunidad para dar testimonio a los guardias fronterizos y los agentes de aduana. A algunos de ellos les gusta leer información basada en la Biblia. En cierta ocasión, cuando un policía revisaba el camión de Betel, se dio cuenta de que pertenecía a una organización religiosa, y comenzó a censurar en voz alta a la religión en general. Entre otras cosas, contó que una vez lo había insultado un sacerdote al que tuvo que detener por haber cometido una grave infracción de tránsito. Los hermanos le hablaron de la forma como Dios trata a la gente y del propósito que tiene para la Tierra y la humanidad. El policía cambió su tono de voz y los trató con amabilidad. Hasta les hizo preguntas, así que los hermanos sacaron sus Biblias y mantuvieron una animadora conversación con él. Aquello conmovió tanto al policía que dijo: “Voy a buscar a los Testigos para seguir con esta conversación”.
De 1995 a 2001, la entrega de publicaciones en Vladivostok (Extremo Oriente ruso) estuvo a cargo de la sucursal de Japón. De Vladivostok se despachaban las publicaciones por mar a las congregaciones de Kamchatka. Los hermanos de Vladivostok entablaron amistad con algunos capitanes de barco que viajaban a Kamchatka. De hecho, cierto capitán aceptó transportar las publicaciones en su cabina sin cobrar, y hasta ayudó a subirlas al barco. “No soy creyente —dijo a los hermanos—, pero quiero hacer una buena obra. Ustedes me caen bien, y me gusta cómo están organizados. Cuando llego al punto de entrega, no tengo que esperar mucho para que descarguen el envío. Sus amigos son como las aves: se abalanzan sobre las cajas y se las llevan en un abrir y cerrar de ojos.”
NUEVAS NECESIDADES A CAUSA DEL CRECIMIENTO
Durante muchos años, La Atalaya en ruso fue una publicación mensual de dieciséis páginas, un poco más grandes que las de la edición actual. Todos los artículos de estudio se traducían al ruso para los hermanos de la Unión Soviética, pero aparecían mucho después que los artículos en inglés. De hecho, un artículo de estudio podía demorarse en aparecer entre seis meses y dos años, y los artículos secundarios tardaban aún más. A partir de 1981, la revista La Atalaya en ruso fue una edición mensual de 24 páginas, y desde 1985, una edición quincenal. La primera revista de 32 páginas a todo color que se imprimió al mismo tiempo que la edición en inglés fue la del 1 de junio de 1990.
Tanja, una de las traductoras, dice: “Mirando atrás, sabemos que mucho de lo que tradujimos y publicamos en aquellos años no tenía el nivel de una traducción natural y fácil de entender. Pero, en nuestras circunstancias, era lo mejor que podíamos hacer. Y aquel alimento era lo que necesitaba la gente que se estaba muriendo de hambre en sentido espiritual”.
Al quitarse las trabas a nuestra obra en las naciones que habían pertenecido a la Unión Soviética, nuestras publicaciones podían distribuirse con libertad. Los traductores rusos que trabajaban en Alemania estaban ansiosos de recibir ayuda, y dos nuevos factores contribuyeron a mejorar la calidad de la traducción. El primero fue que, para su gran alegría, varios hermanos y hermanas de Rusia y Ucrania pudieron trasladarse a la sucursal de Alemania para recibir preparación como traductores. Los primeros cinco llegaron el 27 de septiembre de 1991. Como consecuencia, el equipo de traducción al ruso tuvo que reestructurarse. Por supuesto, el proceso tuvo sus dificultades. Su “madera” y sus “piedras” no se convirtieron en “oro” de la noche a la mañana, sino que pasaron por todas las etapas que menciona Isaías 60:17.
El segundo factor fue que los traductores al ruso comenzaron a beneficiarse del apoyo del recién formado Departamento de Servicios de Traducción. Además, se celebró un curso para traductores en Betel de Alemania poco después de la llegada del primer grupo de hermanos de Rusia.
Lo ideal es que la traducción a un idioma se haga en el país donde se habla ese idioma. De modo que fue emocionante aquel día de enero de 1994 cuando el equipo de traducción al ruso partió de la sucursal de Alemania para instalarse en el Betel que se estaba construyendo en Solnechnoye.
No obstante, las circunstancias de algunos traductores no les permitieron unirse al éxodo. ¡Qué difícil fue para todos separarse! Para quienes se iban resultó doloroso dejar a sus compañeros que, por décadas, habían traducido calladamente para los hermanos que vivían detrás de la cortina de hierro (o telón de acero). Así, con los ojos inundados de lágrimas y tras muchos abrazos, el grupo de diecisiete traductores partió de Selters el domingo 23 de enero de 1994, junto con dos hermanos que servirían de precursores especiales.
“YO SOY EL DIOS DEL PACIENTE”
Durante décadas, tanto los médicos como el resto del personal de salud juzgaron las creencias religiosas de sus pacientes basándose en su educación atea, así como en el extendido uso de la sangre en la práctica médica soviética. Por consiguiente, siempre que los Testigos solicitaban que se les tratara sin sangre, los médicos reaccionaban con asombro o incluso con rudeza.
Era frecuente que les dijeran a los hermanos: “¡Aquí yo soy el dios del paciente!”. Y si el paciente no estaba de acuerdo con lo que el doctor decía, se le podía dar de alta en ese mismo instante. Y no solo eso, sino que a menudo los opositores utilizaban la postura bíblica de los Testigos respecto a la sangre para tratar de que se proscribieran nuestras actividades en Rusia.
Por ello, en 1995 comenzó a funcionar la Sección de Información sobre Hospitales en la sucursal de Rusia, cuyo objetivo sería proveer al personal médico información exacta sobre la postura de los testigos de Jehová. Se celebraron varios seminarios en los que los ancianos de más de sesenta Comités de Enlace con los Hospitales aprendieron a presentar información pertinente a médicos y otros profesionales de la salud, y también a localizar médicos dispuestos a atender a los pacientes Testigos sin usar sangre.
En 1998 se celebró en Moscú una conferencia internacional titulada “Alternativas a las transfusiones en cirugía”, que fue la primera en su tipo y a la que asistieron más de quinientos médicos de muchas regiones rusas, además de facultativos de otras naciones. Entre los años 1998 y 2002, los médicos rusos adquirieron suficiente experiencia para celebrar decenas de conferencias similares en varias de las principales ciudades de Rusia. Tales conferencias produjeron excelentes resultados.
El doctor A. I. Vorobyov, anterior ministro de Salud y hematólogo jefe de la Federación Rusa, dirigió una carta oficial a los abogados que estaban defendiendo los derechos de pacientes Testigos. En ella señaló que, gracias a que la medicina ha revisado su perspectiva sobre las transfusiones de sangre, “el índice de muertes entre las mujeres que dan a luz en nuestro país se ha reducido en un 34%”. Y añadió: “Antes, el sistema médico informaba un índice de muertes mayor que el de Europa porque aquí las parteras administraban sin necesidad transfusiones de sangre durante el parto”.
En 2001, el Ministerio de Salud de la Federación Rusa envió una serie de pautas a las instituciones médicas de toda la nación. Las instrucciones indicaban que los médicos deberían respetar la decisión del paciente de rechazar una transfusión de sangre por cuestiones religiosas. Más tarde, en 2002, el Ministerio de Salud ruso publicó el documento Instrucciones sobre el uso de componentes de la sangre. El documento deja claro que solo se puede transfundir sangre cuando se tiene por escrito el consentimiento del paciente. Además, señala que cuando los pacientes rechazan una transfusión de componentes sanguíneos por razones religiosas, deben buscarse tratamientos alternativos.
Trabajar con los representantes de la Sección de Información sobre Hospitales ayudó a muchos médicos a cambiar su actitud sobre el uso de la sangre. Por ejemplo, un cirujano comentó: “De boca de los pacientes [Testigos] y de ustedes escuché que su rechazo a las transfusiones no es un simple capricho, sino que se basa en un mandato bíblico. Así que decidí comprobarlo. Leí todas las referencias bíblicas citadas en la documentación que me entregaron, y después de reflexionar sobre el asunto, llegué a la conclusión de que su postura verdaderamente se basa en la Biblia. Pero ¿por qué nuestros sacerdotes no dicen nada sobre el tema? Ahora, cuando surge esta cuestión, les digo a los demás médicos que los Testigos son los únicos que hacen lo que dice la Biblia”. En la actualidad, hay en Rusia más de dos mil médicos que brindan tratamiento sin sangre a los pacientes Testigos.
SIRVEN CON ALEGRÍA EN SU ASIGNACIÓN
Arno y Sonja Tüngler —un matrimonio que se graduó de la Extensión de la Escuela de Galaad en Alemania— han servido en varias ciudades rusas desde octubre de 1993. ¿Cómo ha progresado la obra de Jehová en los territorios donde han predicado? Dejemos que nos lo cuenten ellos mismos.
Arno: “Pocas semanas después de llegar a nuestra asignación en Moscú, mi esposa y yo comenzamos a participar en la Escuela del Ministerio Teocrático. Pronuncié mi primer discurso en una asamblea cuando solo llevaba seis semanas en Rusia. La congregación a la que fuimos asignados contaba con unos ciento cuarenta publicadores bautizados, pero su territorio era del tamaño de un circuito en Alemania. El primer lugar en el que predicamos estaba cerca de nuestro hogar de precursores. ¡Éramos los primeros Testigos que predicaban allí de puerta en puerta!”.
Sonja: “Aunque apenas sabíamos ruso, a veces salíamos a predicar solos en las calles. Hablábamos con la gente y les entregábamos tratados y otras publicaciones. Recibimos mucho apoyo de los hermanos. Eran tan buenos y pacientes... Siempre estaban dispuestos a acompañarnos en el ministerio, y soportaban de buena gana el poco ruso que chapurreábamos. Las personas del territorio también nos trataban con consideración. Como la Unión Soviética acababa de desintegrarse, la gente tenía mucho interés en la religión”.
Arno: “Predicar de casa en casa y dirigir estudios bíblicos nos fue de gran ayuda para aprender el idioma. En enero de 1994, cuando solo hacía cuatro meses que habíamos llegado al país, ya dirigíamos veintidós estudios; eso nos daba oportunidades de sobra para escuchar y practicar el ruso que habla la gente en el día a día.
”Era increíble la cantidad de personas que se bautizaban en las asambleas. ¡Podía ser un 10% del auditorio, o incluso más! No todas las congregaciones contaban con suficientes hermanos capacitados para servir de ancianos y siervos ministeriales. Me acuerdo de un anciano que servía de superintendente presidente en cinco congregaciones al mismo tiempo. Una vez me pidió que presentara el discurso de la Conmemoración en una de ellas. Los 804 asistentes tuvieron que salir en cuanto acabó la reunión, pues había otra congregación esperando para usar el local. Sin embargo, el hermano que iba a presentar la conferencia tuvo un accidente de automóvil y no llegó a tiempo, así que me tocó repetir el discurso. La asistencia fue de 796 personas. De modo que, entre las dos congregaciones, a esa Conmemoración asistieron 1.600 personas. Sin duda, en ese tiempo el interés por la verdad era enorme.”
JEHOVÁ ‘ACELERA’ LA COSECHA
En su Palabra, Jehová prometió ‘acelerar’ la recolección de “las cosas deseables” (Isa. 60:22; Ageo 2:7). En 1980 había 65 publicadores en San Petersburgo. A pesar de que la KGB los vigilaba de cerca, estos hermanos se esforzaban por conversar con sus vecinos sobre temas bíblicos. Para el año 1990, ya eran 170 los Testigos que predicaban de manera informal en las calles de la ciudad. En marzo de 1991 se legalizó la obra de los Testigos en Rusia, y en poco tiempo se formaron cinco congregaciones. Más tarde, acontecimientos teocráticos como la asamblea internacional de San Petersburgo en 1992 generaron un rápido crecimiento. Tanto es así que para el año 2006, la ciudad contaba con más de setenta congregaciones.
En 1995, en la ciudad de Astracán —cerca de la frontera con Kazajistán— solo existía una congregación. Y aunque no había ancianos ni siervos ministeriales, los hermanos celebraron una asamblea de circuito y un día especial de asamblea. Pero ¿quién presentó los discursos? Vinieron ancianos desde Kabardino-Balkaria, que se encuentra a más de 700 kilómetros (430 millas) de distancia. Los oradores no sabían cuántas personas se iban a bautizar. Roman Skiba recuerda: “Otro anciano y yo llegamos dos semanas antes de una de estas asambleas con la idea de salir al ministerio con los hermanos y repasar las preguntas con quienes deseaban bautizarse. Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que no tendríamos tiempo para salir a predicar, pues había nada menos que veinte candidatos”.
En 1999, los hermanos de Ekaterimburgo invitaron a la Conmemoración a varios comerciantes de un mercado local. Estos, a su vez, preguntaron si podían invitar también a sus amigos. ¡Qué sorpresa se llevaron los Testigos cuando vieron aparecer a unas cien personas! Aunque el local alquilado era bastante grande, asistieron tantos que no todos pudieron sentarse.
ESTUDIOS BÍBLICOS CON GRUPOS DE CINCUENTA PERSONAS
La predicación en el oblast de Ivanovo, cerca de Moscú, comenzó a finales de 1991 cuando Pavel y Anastasia Dimov se mudaron allí. El reto que tenían por delante no era fácil, pues en el territorio vivían más de un millón de habitantes. ¿Por dónde empezarían? Escogieron un método sencillo, pero eficaz: instalar un puesto con folletos, revistas y libros en la plaza principal de la ciudad. La gente que pasaba por allí se detenía a mirar, y a todos los que se interesaban en la verdad —que eran muchos— se les invitaba a una reunión para estudiar la Biblia. Aquellos estudios bíblicos eran algo fuera de lo común, pues tenían lugar en locales alquilados y contaban con una asistencia de hasta 50 personas. Se dividían en dos partes, como si fueran reuniones de congregación. En la primera se estudiaba el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra, y en la segunda, un artículo de La Atalaya. Se dirigían tres estudios de esta manera —cada uno en una zona de la ciudad— tres veces a la semana. Además, cada sesión duraba tres horas. Por supuesto, Pavel siempre indicaba en su informe que dirigía tres estudios bíblicos. Un día le preguntaron por qué tenía tan pocos estudios si, en promedio, los publicadores tenían entre diez y veinte. Claro, no sabían que a cada uno de esos tres estudios asistían unas cincuenta personas. Muchas de ellas no tardaron en expresar su deseo de predicar, lo cual fue prueba de que Jehová estaba bendiciendo ese método de predicación. Un día, Pavel pidió que todo el que quisiera ser publicador se quedara en el local al acabar el estudio. Nadie se marchó, así que todos llegaron a hacerse publicadores. Pronto comenzaron a verse más puestos de publicaciones en las plazas y parques de la ciudad.
Entonces llegó el momento de cambiar a otra faceta del ministerio: predicar de casa en casa. El problema era que muy pocos lo habían hecho antes. Así que, ¿cómo iban a enseñarles? Los Dimov saldrían a predicar, y todo el que quisiera aprender simplemente los acompañaría. Pero eran tantos los que se presentaban cada día, que en ocasiones Pavel salía a predicar con diez publicadores al mismo tiempo. Lo mejor de todo era que a las personas del territorio no parecía incomodarles. De hecho, conversaban animadamente con el grupo, y algunos hasta los invitaban a entrar.
Con el tiempo, los nuevos publicadores quisieron predicar más allá de la ciudad de Ivanovo, así que se organizaron viajes a otras ciudades del oblast. Se formaron grupos de 50 publicadores. Comenzaban a predicar en el tren, y cuando llegaban a su destino, se dividían en parejas. Mientras predicaban en los edificios de apartamentos, invitaban a la gente a una reunión que tendría lugar esa misma noche. Durante la reunión, los hermanos proyectaban videos producidos por los testigos de Jehová y presentaban un discurso. Al finalizar, se ofrecía un estudio bíblico a todo el mundo, y quienes aceptaban les daban su dirección a los hermanos. Gracias al trabajo realizado en esas ciudades, hoy existen hasta cinco congregaciones en algunas de ellas.
En 1994 había solo 125 publicadores en Ivanovo. Sin embargo, ese año asistieron 1.008 personas a la Conmemoración, y en la asamblea de distrito se bautizaron 62 personas de ese lugar. ¡El equivalente a una congregación en un solo día! En la actualidad hay 1.800 proclamadores del Reino predicando en el oblast de Ivanovo.
LOS OPOSITORES NO LOGRAN IMPEDIR LAS ASAMBLEAS
En muchas ciudades era toda una odisea obtener permisos para celebrar asambleas en los estadios. En Novosibirsk, un grupo de manifestantes apoyados por el clero se colocó a la entrada del estadio donde iba a celebrarse la asamblea. Una de sus pancartas contenía la siguiente consigna en ruso: “Cuídense de los testigos de Jehová”. Pero no se percataron de que la tinta de las dos últimas letras de la primera palabra se había corrido, de forma que en realidad decía: “Cuiden de los testigos de Jehová”.
Las autoridades locales pusieron muchas trabas a la celebración de una asamblea de circuito en Omsk en 1998. Debido a la presión de los opositores, obligaron al gerente del local a anular el contrato con los Testigos a última hora, cuando ya estaban llegando los asambleístas. El gerente, al ver que se estaban reuniendo cientos de personas junto al local, rogó a los hermanos que pidieran a la multitud que no recurriera a la violencia. Los hermanos lo calmaron diciéndole que allí nadie iba a causar ningún daño, ni a él ni a las instalaciones. De hecho, lo único que hicieron los asambleístas fue tomarse tranquilamente unas fotos de recuerdo y marcharse. El gerente del local quedó convencido de que los testigos de Jehová son personas pacíficas. Finalmente, la asamblea se celebró dos semanas después en otro lugar, y los opositores no pudieron interrumpirla. ¿Por qué? Porque se enteraron demasiado tarde, y cuando llegaron, el programa ya estaba terminando.
UNA ASAMBLEA “BAJO LAS ESTRELLAS”
Una de las asambleas de distrito en lenguaje de señas estaba programada para los días 22 al 24 de agosto de 2003 en la ciudad de Stavropol (Caucasia). Llegaron asambleístas de 70 ciudades rusas. Por desgracia, las autoridades municipales se oponían a su celebración, y se temía que en cualquier momento se tuviera que cancelar el programa. De hecho, el día antes de comenzar, el gerente decidió no alquilarles el recinto. Menos mal que el mismo viernes 22 de agosto los hermanos lograron contratar el local de un circo.
El programa por fin comenzó a las 3.00 de la tarde. Sin embargo, tras el descanso cortaron la energía eléctrica sin previo aviso. Los asistentes esperaron sentados sin perder la paciencia. Una hora después, cuando se restauró el servicio, la asamblea continuó hasta acabar la sesión a las 9.30 de la noche.
El segundo día comenzó con un corte de corriente a las 9.30 de la mañana. Un rato después se interrumpió también el suministro de agua. ¿Cómo iba a continuar la asamblea sin agua ni electricidad? El Comité de Asamblea tuvo que echar mano de todo su ingenio. A las 10.50 de la mañana, aprovechando que el día era soleado, abrieron todas las puertas del local, colocaron grandes espejos en la calle y los orientaron para que la luz se reflejara sobre el orador. Así, los asambleístas podían ver la plataforma. Pero la solución no era la mejor, pues los rayos de luz deslumbraban al orador y le impedían ver sus notas. ¿Qué hicieron los hermanos? Se les ocurrió usar otros espejos para redirigir la luz hacia una enorme bola de espejos que colgaba del techo. Enseguida la oscuridad del circo dio paso a cientos de lucecitas parpadeantes, permitiendo por fin que todos pudieran disfrutar del programa. Los asistentes dijeron que fue como tener una singular asamblea “bajo las estrellas”.
Poco después llegaron al recinto el alcalde de la ciudad y varios funcionarios. Les sorprendió mucho ver que los Testigos habían seguido con el programa. Pero lo que más les impresionó fue el comportamiento de los asambleístas, pues todos estaban prestando atención al programa sin protestar ni quejarse. El jefe de policía, que antes había sido hostil con los Testigos, se sintió tan conmovido que dijo: “En lo más profundo de mi ser yo estoy con los testigos de Jehová. Lo triste es que vivimos en un mundo que no los quiere”.
Poco después de irse los funcionarios, volvió la energía. Y aunque los dos primeros días la sesión había terminado bastante tarde, todos se quedaron para disfrutar del programa hasta la oración final. Pese a toda la oposición, la asistencia no hizo más que crecer cada día: 494 el viernes, 535 el sábado y 611 el domingo. En la oración de conclusión se agradeció a Jehová que hubiera hecho posible aquella sobresaliente asamblea. Los asambleístas volvieron a casa muy alegres y con energías renovadas para servir a Jehová y alabar su nombre.
LOS SORDOS ALABAN A JEHOVÁ
Entre los miles de asistentes a la asamblea de Polonia en 1990 que procedían de la Unión Soviética había varios sordos. Tras recibir ánimo espiritual en la asamblea, ese primer grupo de “sembradores” redobló sus esfuerzos en la predicación. Así, para el año 1992 podía decirse que esta parte del campo también estaba lista para la siega, y que “la mies [iba a ser] mucha” (Mat. 9:37). En 1997 se formó la primera congregación de lenguaje de señas, y además había innumerables grupos por todo el país. En el año 2002 se alcanzó otro hito: la creación de un circuito en lenguaje de señas, el más extenso del mundo. Para el año 2006, la proporción en Rusia era de 1 publicador sordo por cada 300 personas sordas, mientras que entre los oyentes era de 1 publicador por cada 1.000.
En 1997, la sucursal de Rusia emprendió la tarea de traducir publicaciones al lenguaje de señas. Yevdokia, una hermana sorda que trabaja en el Departamento de Traducción al lenguaje de señas, afirma: “Para mí, servir en Betel y traducir nuestras publicaciones al lenguaje de señas es un privilegio muy especial. La gente del mundo no confía en nosotros; nos tratan como si fuéramos inferiores. Pero en la organización de Dios todo es diferente. En primer lugar, veo que Jehová confía en los sordos para que transmitamos la verdad en nuestro idioma. Y en segundo lugar, nos sentimos muy a gusto en el pueblo de Dios y realmente nos alegra formar parte de una familia tan grande”.
BUENAS NUEVAS EN TODOS LOS IDIOMAS
El idioma principal para el comercio y la educación en la Unión Soviética era el ruso, pero allí se hablaban unos ciento cincuenta idiomas más. Tras la desintegración en 1991 se formaron quince naciones, y muchas de las personas que hablaban esas lenguas se interesaron en la verdad, sobre todo en los nuevos países independientes. Como dice Revelación 14:6, se ha hecho un esfuerzo especial para llegar a personas de “toda nación y tribu y lengua y pueblo” en este inmenso territorio. Para proporcionar el alimento espiritual que necesitan las decenas de miles de nuevos discípulos, se está publicando La Atalaya en otros catorce idiomas. Además, a fin de facilitar la difusión de las buenas nuevas, la sucursal rusa supervisa la traducción de publicaciones a más de cuarenta idiomas. Gracias a ello, las verdades bíblicas están llegando más rápido que nunca a lo más profundo del corazón de la gente.
La mayoría de esas lenguas se hablan dentro de la Federación Rusa. Por ejemplo, en las calles de Beslan y Vladikavkaz se oye el osético; en la zona que circunda el lago Baikal se habla buriato (un idioma emparentado con el mongol); los pastores de renos y otros pobladores del Extremo Oriente ruso hablan yakuto (un idioma altaico de la familia túrcica), y en el Cáucaso existen unos treinta idiomas. Después del ruso, el segundo idioma en importancia es el tártaro, que cuenta con más de cinco millones de hablantes, en su mayoría de la región conocida como Tartaristán.
Aunque pocos tártaros están dispuestos a leer publicaciones en ruso, casi todos las aceptan si se les ofrecen en su idioma. Durante la campaña con el tratado Noticias del Reino núm. 35, cierta mujer que vivía en una zona rural recibió un ejemplar, y más tarde escribió solicitando el folleto Exige en tártaro. Una hermana le envió el folleto junto con una carta, y la mujer envió una entusiasta respuesta de ocho páginas. Poco después comenzó a estudiar la Biblia con las publicaciones en tártaro. En otra ocasión, un hombre dijo que leer el folleto ¿Se interesa Dios por nosotros? en tártaro le había ayudado a ver el mundo con otros ojos. Nada de esto hubiera sido posible sin la ayuda de publicaciones en ese idioma.
Una mujer cuya lengua materna es el mari recibió el tratado Noticias del Reino núm. 35 y lo leyó. Ella deseaba más información, pero vivía en una zona rural donde no había Testigos. Por tanto, aprovechó una visita a la ciudad para ponerse en contacto con un testigo de Jehová, quien le entregó el libro Conocimiento y otras publicaciones en ruso. Tan pronto las leyó, se puso a predicar por su cuenta a los vecinos, y en poco tiempo estaba dirigiendo un estudio a un grupo de personas interesadas. Entonces se enteró de que se iba a celebrar un día especial de asamblea en la ciudad de Izevsk, así que viajó allá con la esperanza de bautizarse. No obstante, en la asamblea descubrió que quienes quieren bautizarse deben realizar primero un estudio profundo de la Biblia. Como es natural, los hermanos hicieron planes para ayudarla a progresar espiritualmente. ¡Y todo comenzó con un tratado en mari!
En Vladikavkaz había una sola congregación de habla osética. En las asambleas de circuito y distrito no se traducía ninguna parte del programa a ese idioma, pero en 2002 por fin se empezaron a traducir los discursos. ¡Los hermanos osetos no cabían en sí de alegría! Hasta los que hablaban ruso con fluidez comentaron que les había conmovido profundamente escuchar el mensaje de la Biblia en su lengua natal. Gracias a ello, la congregación se fortaleció en sentido espiritual, y con el tiempo muchos osetos se fueron sintiendo atraídos a la verdad. Debido al crecimiento, en 2006 se organizó un circuito en la región, y por primera vez se celebraron asambleas de circuito en osético.
Durante la visita de los superintendentes de circuito y distrito a un grupo en la remota localidad de Aktash, en la república de Altái, se reunieron unas treinta personas en un solo apartamento. ¡Y eso que el grupo apenas constaba de unos cuantos publicadores! Todo el auditorio escuchó la conferencia pública, pero cuando el superintendente de distrito comenzó su discurso de servicio, casi la mitad se marchó. Al acabar la reunión, el superintendente de distrito preguntó a los hermanos por qué se habían ido tantas personas. Una mujer de edad avanzada le contestó en un ruso muy básico: “Usted hace un trabajo muy importante, ¡pero yo no le entendí nada!”. Para la siguiente visita, el superintendente de circuito utilizó un intérprete, y esta vez todo el auditorio escuchó la reunión completa.
En Voronez viven muchos estudiantes extranjeros. Por eso, un siervo ministerial que habla chino organizó en el año 2000 varios cursos no oficiales para enseñar el idioma. Muchos Testigos aceptaron el reto y comenzaron a predicar a los estudiantes chinos. Los hermanos tuvieron que ser tenaces, pues se trata de una lengua muy compleja. Por fin, en febrero de 2004 se formó el primer estudio de libro en chino de la ciudad. El primer estudiante de la Biblia se bautizó en abril, y el segundo, dos meses después. Hoy hay un buen número de personas que asiste con regularidad al estudio de libro, y se dirigen unos quince estudios bíblicos en chino. Las buenas nuevas están llegando a todo rincón de este enorme país, y la sucursal está trabajando para satisfacer las peticiones de que se publique alimento espiritual en más y más idiomas.
CAPACITACIÓN PARA LOS PRECURSORES
La Escuela del Servicio de Precursor comenzó a celebrarse en Rusia hace varios años. Cada clase se compone de entre veinte y treinta precursores, y la mayoría no tiene que viajar grandes distancias para asistir al curso. Ahora bien, no fue así en las primeras escuelas. Roman Skiba relata: “La escuela de precursores que más recuerdo es la de Ekaterimburgo en 1996. Allí había más de cuarenta hermanos y hermanas, algunos de los cuales habían tenido que viajar cientos de kilómetros; en ciertos casos, casi 1.000 kilómetros [más de 600 millas]”.
Desde 1997, Svetlana sirve de precursora regular en una congregación de lenguaje de señas, y en enero de 2000 asistió a la escuela de precursores en ese idioma. Ella explica que la escuela la ayudó a mejorar su ministerio y a comprender lo que significa ser un verdadero cristiano en la familia y en la congregación. “Mi amor al prójimo creció —dice—, y empecé a valorar la importancia de colaborar con los hermanos y aceptar de buena gana los consejos. También mejoró mi forma de enseñar, pues ahora utilizo ejemplos y comparaciones.”
Alyona es una precursora que lleva la verdad a los sordos de la ciudad de Jabárovsk, en el Extremo Oriente ruso. Ella quería asistir a la Escuela del Servicio de Precursor en lenguaje de señas, pues deseaba ser más eficaz en la predicación. ¿Qué obstáculo tuvo que vencer? Alyona relata: “La escuela en lenguaje de señas más cercana se celebró en Moscú, a 9.000 kilómetros [5.600 millas] de Jabárovsk. Tuve que viajar ocho días en tren para llegar, y otros tantos para volver a casa”. Con todo, ella está convencida de que el esfuerzo que hizo mereció la pena.
Además de las ya mencionadas, de 1996 a 2006 se celebraron cientos de escuelas de precursores en Rusia. La capacitación que recibieron los precursores ha contribuido mucho al crecimiento en las congregaciones. Marcin, que ahora mismo es superintendente de circuito, recuerda: “En 1995 fui nombrado precursor especial, y me asignaron a la Congregación Kuntsëvo, en Moscú. La primera vez que estuve presente en el discurso público y el Estudio de La Atalaya, la asistencia fue de unas cuatrocientas personas. ¡Parecía una asamblea! Por aquella época, la congregación se componía de trescientos publicadores. Y en menos de diez años ya se habían formado diez nuevas congregaciones.
”Entre 1996 y 1997, ya como superintendente viajante, vi crecer el circuito donde servía a un ritmo espectacular. En cierta ocasión visité una congregación en Volzskij, en el oblast de Volgogrado. Cuando regresé seis meses después, había setenta y cinco publicadores más que en la visita anterior. ¡Era como si se hubiera formado una congregación nueva! No hay palabras para describir el espíritu tan entusiasta de aquellos nuevos publicadores. A las reuniones para el servicio del campo, que se celebraban en un apartamento, solían asistir más de ochenta personas. Como no había suficiente espacio, muchos tenían que quedarse de pie afuera, en las escaleras.”
LOS JÓVENES GLORIFICAN A JEHOVÁ
Muchos jóvenes se interesan en el mensaje del Reino pese a la oposición de sus padres. Una hermana joven relata: “Los testigos de Jehová predicaron a mis padres en 1995, cuando yo tenía nueve años. Ellos no aceptaron la verdad, pero yo sí quería aprender sobre Dios. Una compañera de clase amiga mía empezó a estudiar la Biblia, así que aproveché la ocasión y me uní a ella. Pero en cuanto mis padres se enteraron, me prohibieron ver a los Testigos. A veces hasta me dejaban encerrada en nuestro apartamento para que no pudiera ir al estudio. La situación continuó así hasta que alcancé la mayoría de edad y me mudé a otra ciudad para continuar mi educación académica. Allí encontré a los Testigos y retomé mi estudio de la Biblia. ¡Estaba tan contenta! Mi amor por Jehová creció muchísimo, y me bauticé en la asamblea de distrito de 2005. Inmediatamente me hice precursora auxiliar. La verdad ha sido muy importante para mí desde que era niña, y ahora por fin mis padres la ven de manera favorable”.
Otra hermana narra: “En 1997, cuando yo tenía 15 años, los Testigos me ofrecieron un ejemplar de ¡Despertad! Me gustó mucho el nombre de la revista y su contenido, así que decidí que quería recibirla habitualmente. Pero cuando mi padre se enteró de que yo leía esa revista, les dijo a los Testigos que no volvieran. Un día mi prima empezó a estudiar la Biblia, así que a principios de 2002 comencé a asistir al Salón del Reino con ella. Allí me enteré de que algunos testigos de Jehová son misioneros, y me entró un intenso deseo de enseñar a las personas sobre Dios. Sin embargo, mi prima me aclaró que primero tenía que dejar de fumar, adaptar mi vida a la voluntad de Dios y convertirme en una de sus siervas. Seguí sus consejos, y seis meses después me bauticé y comencé de inmediato a servir de precursora auxiliar. Hoy me siento muy feliz, pues le he encontrado sentido a la vida”.
EN BUSCA DE “LAS COSAS DESEABLES” DE SAJÁ
Uno de los circuitos de Rusia abarca el oblast de Amur y toda la región de Sajá. Durante el año de servicio 2005 se celebró por primera vez una asamblea de circuito y un día especial de asamblea en Yakutsk, la capital de Sajá. Fue muy agradable ver reunidos allí a miembros de la etnia local.
Para comodidad de los hermanos, este gran circuito se dividió en cinco secciones, cada una de las cuales disfrutaría de su propia asamblea. A fin de llegar de una localidad a otra, los superintendentes viajantes tenían que desplazarse un día entero en tren, luego quince horas en auto y, finalmente, tres horas en avión.
El invierno allí es muy crudo, con temperaturas de 50 °C bajo cero (-60 °F), o incluso menos. Pese a ello, los publicadores no predican únicamente en el interior de los edificios de apartamentos, sino también en las casas a la intemperie.
A principios de 2005 se formaron dos grupos de publicadores. El primero está en Khayyr, un pueblo situado a 80 kilómetros (50 millas) de la costa del mar de Laptev, más allá del círculo polar ártico. Su población es de 500 personas, y cuatro de ellas son Testigos. Sin embargo, en el año 2004 asistieron 76 personas a la Conmemoración. Para visitar este grupo, el superintendente de circuito primero tiene que viajar unos 900 kilómetros (560 millas) en avión, y luego 450 kilómetros (más de 280 millas) en automóvil por carreteras nevadas.
El otro grupo se encuentra en Ust-Nera, un apartado pueblo a 100 kilómetros (60 millas) de Oymyakon. En esta región, las temperaturas en invierno pueden llegar hasta los 60 °C bajo cero (-75 °F). A fin de asistir a la asamblea de circuito el año pasado, los publicadores de este grupo se repartieron en dos automóviles. Para llegar, tuvieron que viajar unos 2.000 kilómetros (1.200 millas) por lugares inhóspitos y remotos a unos 50 °C bajo cero (-60 °F).
El superintendente de circuito relató la siguiente anécdota, ocurrida a 4.000 metros (13.000 pies) de altura: “Durante la campaña con el folleto ¡Manténgase alerta! se llevaron a cabo varias asambleas. El superintendente de distrito y yo nos encontrábamos volando hacia una de ellas. Como nos habíamos quedado sin el folleto Alerta, le ofrecimos a la azafata el folleto ¿Qué exige Dios de nosotros? Ella nos respondió que ya le habían entregado publicaciones bíblicas. Para nuestra sorpresa, incluso nos mostró su propio ejemplar del folleto Alerta. Desde luego, nos alegró mucho ver que los hermanos estaban haciendo tan bien su labor. Mientras hablábamos, el copiloto se acercó a nosotros y se unió a la conversación. De hecho, nos pasamos casi todo el vuelo charlando. La conversación le gustó tanto al señor que se llevó varias revistas para compartirlas con la tripulación en la cabina de mando”.
LAS BUENAS NUEVAS LLEGAN A SAJALÍN
Los Testigos llegaron por primera vez a Sajalín, una isla situada al norte de Hokkaido (la isla más septentrional de Japón), hacia finales de los años setenta. Los hermanos de Vladivostok que coordinaban la predicación en aquella zona le propusieron a Sergey Sagin que ampliara su ministerio y se trasladara a la isla para predicar. Tras mudarse y conseguir empleo en el puerto, Sergey procuró iniciar conversaciones sobre temas bíblicos con sus compañeros de trabajo. En poco tiempo ya estaba dirigiendo varios estudios bíblicos. Posteriormente tuvo que abandonar la isla, pero las semillas de la verdad que plantó acabaron dando fruto.
Las asambleas celebradas en Polonia en 1989 y 1990 animaron a muchos Testigos rusos a ampliar su ministerio y mudarse a donde hubiera más necesidad. Ejemplos de ello son Sergey y Galina Averin, quienes se mudaron en 1990 de Jabárovsk —en el Extremo Oriente ruso— a Korsakov, en la isla de Sajalín. Pocos meses después, dos precursores y varios publicadores se fueron a vivir a Yuzhno-Sajalinsk, donde solo había un Testigo.
Uno de aquellos dos precursores era Pavel Sivulsky, quien hoy día sirve en Betel y es hijo del Pavel Sivulsky citado anteriormente. Él relata: “Cuando llegamos a Yuzhno-Sajalinsk no teníamos donde vivir, así que un hermano y yo nos quedamos en un hotel. Nos pusimos a predicar en las casas cercanas, y durante las conversaciones preguntábamos a la gente si disponía de alojamiento para alquilar. Algunas personas interesadas nos preguntaban adónde podían ir para seguir aprendiendo sobre la Biblia, pero lo único que podíamos hacer era decirles que dormíamos en un hotel, y que tan pronto encontráramos una residencia fija los invitaríamos. Le rogamos a Jehová que nos ayudara a encontrar casa y trabajo, y él respondió nuestras oraciones, pues en poco tiempo conseguimos ambas cosas. Una señora nos ofreció alojamiento. Como no nos pedía ningún dinero y hasta nos preparaba comida, disponíamos de más tiempo para predicar. Sin duda, Jehová estaba con nosotros. Poco después ya dirigíamos muchos estudios bíblicos, e incluso organizamos grupos de estudio de libro. Dos meses más tarde alquilamos una casa y empezamos a celebrar allí las reuniones”.
La congregación siguió creciendo, y un gran número de publicadores nuevos se hicieron precursores. Como tenían auténtico espíritu de precursor, muchos se mudaron a otros lugares de la isla para llevar la verdad a sus habitantes. Tres años después, en 1993, ya habían surgido ocho nuevas congregaciones. Sin duda, Jehová bendijo en abundancia su entusiasmo en la predicación.
Con el tiempo, muchos publicadores se marcharon de la isla debido a la mala situación económica, y también para extender su ministerio. Y al igual que sucedió en el pasado, sus esfuerzos fueron recompensados con más crecimiento. Hoy día, en el centro de Yuzhno-Sajalinsk hay un hermoso Salón del Reino, y la isla cuenta con un circuito formado por nueve congregaciones y cuatro grupos.
LA PUERTA SE ABRE A PESAR DE LA OPOSICIÓN
En el siglo primero, el apóstol Pablo dijo: “Una puerta grande que conduce a la actividad se me ha abierto, pero hay muchos opositores” (1 Cor. 16:9). Desde entonces han pasado dos mil años, pero sigue habiendo mucha oposición. La fiscalía de Moscú, por ejemplo, inició cuatro procesos penales contra los testigos de Jehová entre 1995 y 1998. Los acusaron de incitar a la intolerancia religiosa, de destrozar familias, de estar implicados en actividades contra el Estado y de violar los derechos de los ciudadanos. En 1998, al ver que no podían probar sus acusaciones, interpusieron una demanda de tipo civil contra los Testigos basándose en las mismas acusaciones infundadas.
Al año siguiente, el Ministerio de Justicia volvió a registrar legalmente al Centro Administrativo de los Testigos de Jehová de Rusia, reconociendo que ni los testigos de Jehová ni sus publicaciones fomentan el odio religioso, ni destrozan familias ni violan los derechos humanos. Pero a la fiscalía no le importó y presentó los mismos cargos otra vez.
Varios catedráticos de Estudios Religiosos admiten que las creencias de los testigos de Jehová están basadas exclusivamente en la Biblia. El doctor N. S. Gordienko, especialista en Estudios Religiosos de la Universidad Pedagógica Estatal Herzen de San Petersburgo, dijo: “Los expertos no se dan cuenta de que, cuando acusan a los testigos de Jehová por sus creencias, en realidad están haciendo acusaciones contra la Biblia”.
Pese a todo, el Tribunal de la Ciudad de Moscú dictaminó que las actividades de los testigos de Jehová de Moscú eran ilegales. No obstante, esto no ha impedido que los hermanos continúen cumpliendo el mandato bíblico de predicar las buenas nuevas. Los testigos de Jehová creen firmemente que los moscovitas deben escoger por sí mismos sus creencias religiosas. Limitar ese derecho sería una violación de las libertades de todos y cada uno de los moscovitas. Por consiguiente, los Testigos de Moscú no dejarán de cumplir el mandato de Jesucristo de predicar y hacer discípulos (Mat. 28:19, 20). Al día de hoy, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos está analizando la decisión que tomó el Tribunal de la Ciudad de Moscú.
En septiembre de 1998, cuando comenzaron las audiencias para la posible disolución de la organización de los testigos de Jehová de Moscú, había 43 congregaciones en la ciudad. ¡Ocho años después había 93! Sin duda, Jehová está cumpliendo la promesa que hizo a su pueblo: “Sea cual sea el arma que se forme contra ti, no tendrá éxito” (Isa. 54:17). En el año 2007, los testigos de Jehová celebraron su asamblea de distrito en el estadio Luzhniki de Moscú, el mismo que fue sede de los Juegos Olímpicos. La asistencia fue de 29.040, y se bautizaron 655 personas.
EL NOMBRE DE DIOS SE HA HECHO GRANDE EN RUSIA
Según Malaquías 1:11, Jehová Dios dijo: “Desde el nacimiento del sol aun hasta su puesta mi nombre será grande entre las naciones”. Cada amanecer nos da una nueva oportunidad de encontrar a más ovejas en este inmenso país. El pasado año de servicio se bautizaron más de siete mil personas en Rusia, lo cual es prueba evidente de que el “Zar de zares” (como se llama a Jesucristo en la Biblia en ruso) apoya a sus súbditos en esta obra (Mat. 24:14; Rev. 19:16).
El apóstol Pedro advirtió: “El día de Jehová vendrá como ladrón” (2 Ped. 3:10). Por ello, los testigos de Jehová que viven en Rusia están decididos a aprovechar el tiempo que queda para buscar a las personas de buena disposición de toda nación, tribu, lengua y pueblo.
[Notas]
a Un oblast es una división administrativa equivalente a una provincia.
b Un kray equivale a un territorio, región o provincia.
c Véase el artículo “Los altaicos: un pueblo al que le cobramos mucho cariño”, de ¡Despertad! del 22 de junio de 1999.
[Comentario de la página 110]
“Si en los registros se hubiera encontrado cualquier cosa, hasta una gota de sangre derramada por ustedes, les habríamos pegado un tiro a todos”
[Comentario de la página 128]
“Si los dejamos en libertad, muchos ciudadanos soviéticos se les unirán. Por eso es que los vemos como una seria amenaza para nuestro Estado”
[Comentario de la página 219]
“Sus amigos son como las aves: se abalanzan sobre las cajas y se las llevan en un abrir y cerrar de ojos”
[Ilustración y recuadro de la página 69]
Siberia
¿Cómo se imagina usted Siberia? ¿Como una zona remota e inhóspita en la que los inviernos son extremadamente crudos? ¿Como una región desolada a la que se deportaba a los delincuentes y a los disidentes del gobierno soviético? Pues está en lo cierto, pero ¿qué más podemos decir de Siberia?
Siberia es inmensa, más grande que Canadá (el segundo país más extenso del mundo). Actualmente, su territorio abarca más de 13.000.000 de kilómetros cuadrados (5.000.000 de millas cuadradas). Limita al oeste con los montes Urales, al norte con el océano Glacial Ártico, al este con el océano Pacífico y al sur con Mongolia y China. También es rica en recursos naturales —madera, petróleo y gas natural— y tiene cordilleras, llanuras, ciénagas, lagos y grandes ríos.
Siberia fue, efectivamente, un lugar de confinamiento, trabajos forzados y exilio durante unos ciento cincuenta años. En las décadas de 1930 y 1940, Josif Stalin envió a millones de personas a los campos de trabajos forzados de esa región. Y en 1949 y 1951, unos nueve mil testigos de Jehová de Moldavia, las repúblicas bálticas y Ucrania fueron deportados a Siberia.
[Ilustraciones y recuadro de las páginas 72 y 73]
Información general
Territorio
Rusia es el país más extenso del mundo: ocupa una superficie de 17.075.400 kilómetros cuadrados (6.592.800 millas cuadradas). De norte a sur mide 3.000 kilómetros (1.850 millas), y de este a oeste —a lo largo del círculo polar ártico— mide 7.700 kilómetros (4.800 millas), o sea, se extiende por casi la mitad del hemisferio norte y abarca nada menos que... ¡once husos horarios! En Rusia se encuentra el pico más alto y el río más largo de Europa, así como el lago más profundo del planeta.
Población
Aunque el 80% de la población es rusa, hay más de setenta grupos étnicos, cuyas poblaciones oscilan entre unos cuantos miles de personas y más de un millón.
Idioma
El idioma oficial es el ruso, y lo hablan casi todos los ciudadanos. Pero se hablan más de cien lenguas, y algunas son el idioma materno de cerca de un millón de personas.
Recursos económicos
Rusia es uno de los principales productores de petróleo y gas natural del mundo. También se destaca por la silvicultura —es decir, el cuidado y explotación de los bosques—, la minería y una variada producción industrial.
Alimentación
Tiene suculentos platos de carne, pescado, col o requesón que se acompañan con pan de centeno, papas y trigo sarraceno. La cocina rusa es rica en grasas y carbohidratos, pues tiene que proporcionar a la gente la energía necesaria para aguantar los largos y fríos inviernos. Entre sus platos típicos están los pelmeni (parecidos a los raviolis), que se comen en sopa o con crema agria por encima, y los piroshki (especie de empanadilla) rellenos de col, carne, queso o papa. Dos sopas que gustan mucho son el borsch (sopa de remolacha) y el shchi (sopa de col fresca).
Clima
El verano es caluroso, y el invierno frío y oscuro. Estas dos son las estaciones dominantes, pues, en Rusia, la primavera y el otoño son muy breves.
(Hay mapas de Rusia en las páginas 116 y 167)
[Ilustraciones]
El Kremlin
El monte Elbrus (Kabardino-Balkaria)
Oso pardo en la península de Kamchatka
[Recuadro de las páginas 92 y 93]
La lucha por captar adeptos
El gobierno soviético no pretendía exterminar a los Testigos, sino convertirlos a la ideología soviética, bien mediante la persuasión, bien mediante la fuerza. Para conseguir su objetivo se valieron del Comité de Seguridad del Estado (KGB). A continuación aparecen algunos de los métodos que utilizaba la KGB.
Registros domiciliarios. Registraban las casas de los Testigos, incluso por la noche. Lo hacían con tanta frecuencia que algunas familias se vieron obligadas a mudarse a otro lugar.
Vigilancia. Además de intervenir el teléfono y el correo de los hermanos, colocaban micrófonos ocultos en sus casas.
Imposición de multas por reunirse. En toda Rusia, las autoridades locales trataban de averiguar dónde se congregaban los hermanos, interrumpían las reuniones y multaban a los asistentes. Con frecuencia, la multa ascendía a la mitad del salario mensual promedio, o incluso más.
Soborno y chantaje. A algunos Testigos, la KGB les prometió apartamentos en el centro de Moscú y también automóviles a cambio de su colaboración. En muchos casos, a los hermanos les decían que si no colaboraban pasarían años en campos de trabajos forzados.
Propaganda. En el cine, la televisión y la prensa se pintaba a los Testigos como una amenaza para la sociedad. En las cárceles y los campos de trabajos forzados incluso se daban discursos en los que se acusaba a los hermanos de, supuestamente, utilizar la Biblia como excusa para promover sus ideas políticas. Toda aquella propaganda hizo que los Testigos sufrieran un trato discriminatorio: los niños recibían bajas calificaciones y a los trabajadores se les negaban los beneficios o las vacaciones que les correspondían.
Infiltración. Hubo agentes de la KGB que, fingiendo interés en el mensaje del Reino, estudiaron la Biblia con los Testigos y llegaron a bautizarse. Algunos hasta consiguieron ocupar puestos de responsabilidad en la organización. Querían detener la predicación creando divisiones y levantando sospechas entre los hermanos.
Deportación. A muchos Testigos se les envió a zonas remotas del territorio nacional, donde tuvieron que efectuar agotadores trabajos físicos durante doce horas diarias para ganarse a duras penas la vida. En invierno tenían que soportar un frío glacial, y en verano, las picaduras de mosquitos y tábanos.
Confiscación y separaciones. Les confiscaron sus tierras, sus casas y sus bienes. Hubo niños que fueron separados de sus padres Testigos.
Burlas y palizas. Muchos Testigos, incluidas mujeres, recibieron insultos, burlas y, en algunos casos, hasta palizas brutales.
Encarcelamiento. El encarcelamiento tenía el objetivo de obligar a los Testigos a renunciar a su fe o aislarlos de sus hermanos.
Campos de trabajos forzados. Los hermanos de los campos estaban exhaustos. Muchas veces tenían que cavar en la tierra para sacar enormes tocones de árboles. También trabajaban en las minas de carbón, en la construcción de carreteras y tendiendo líneas de ferrocarril. Los prisioneros vivían en barracones, separados de sus familias.
[Ilustración y recuadro de las páginas 96 y 97]
Fui sentenciado a muerte dos veces
PYOTR KRIVOKULSKY
AÑO DE NACIMIENTO 1922
AÑO DE BAUTISMO 1956
OTROS DATOS Antes de aprender la verdad, había estudiado en un seminario. Pasó veintidós años en diversas prisiones y campos de trabajos forzados. Falleció en 1998.
EN 1940, los Testigos polacos empezaron a predicar en la región de Ucrania donde yo vivía. A mí me visitó un hermano ungido llamado Korney. Estuvimos hablando toda la noche, y quedé convencido de que lo que me había dicho acerca de Dios era la verdad.
En 1942, las fuerzas soviéticas se retiraron de mi región debido al avance de las tropas alemanas. Reinaba la anarquía. Los nacionalistas ucranianos me presionaron para que luchara a su lado en contra de los alemanes y de los soviéticos. Cuando les dije que no iba a hacerlo, me golpearon hasta dejarme inconsciente y me arrojaron a la calle. Aquella misma noche regresaron por mí y me llevaron a un lugar de ejecución en masa. Una vez allí, volvieron a preguntarme si serviría al pueblo ucraniano. Al oírme decir con voz fuerte y firme: “¡Solo serviré a Jehová Dios!”, me sentenciaron a muerte. En el momento en que uno de los soldados dio la orden de disparar contra mí, otro intervino y, agarrando el arma, gritó: “¡No dispares! Todavía puede sernos útil”. Otro hombre, lleno de ira, se puso a golpearme y juró matarme él mismo en menos de una semana, pero a los pocos días lo mataron a él.
En marzo de 1944, las tropas soviéticas regresaron a nuestra región y se llevaron a todos los hombres, incluido yo. Esta vez era el ejército soviético el que necesitaba combatientes. En el lugar donde nos reunieron había setenta Testigos, entre ellos Korney, el hermano que me había dado a conocer la verdad. Nos manteníamos separados de los otros hombres y nos animábamos unos a otros. En cierto momento se nos acercó un oficial y nos preguntó por qué no estábamos junto a los demás. Korney le explicó que éramos cristianos y que no podíamos tomar las armas. Inmediatamente se lo llevaron y nos dijeron que lo iban a fusilar. No lo volvimos a ver más. A continuación se pusieron a amenazarnos con fusilarnos a todos, como habían hecho con él, y nos fueron preguntando uno por uno si nos alistaríamos en su ejército. Cuando me tocó el turno y dije que no lo haría, tres soldados y un oficial me llevaron al bosque. El comandante leyó la sentencia del tribunal militar: “Por negarse a llevar el uniforme y tomar las armas, será ejecutado por un pelotón de fusilamiento”. Oré fervientemente a Jehová, y luego empecé a preguntarme si me aceptaría como siervo suyo, pues aún no había tenido la oportunidad de bautizarme. De pronto oí al comandante gritar: “¡Disparen contra el enemigo!”. Pero los soldados dispararon al aire. Entonces el oficial se puso a golpearme. Me sentenciaron a diez años de prisión y terminé en uno de los campos de trabajos forzados del oblast de Gorki, en el interior de Rusia.
En 1956 me pusieron en libertad, y posteriormente me casé con Regina, una Testigo muy fiel. Solo llevábamos casados seis meses cuando me detuvieron inesperadamente y me sentenciaron a otros diez años de prisión.
Cuando por fin salí en libertad, un oficial me dijo: “En tierras soviéticas no hay lugar para ti”. Estaba equivocado. ¡Qué reconfortante es saber que la Tierra pertenece a Jehová y que es él quien determina quién vivirá para siempre en ella! (Sal. 37:18.)
[Ilustración y recuadro de las páginas 104 y 105]
“Muchachas, ¿hay entre ustedes alguna testigo de Jehová?”
YEVGENIA RYBAK
AÑO DE NACIMIENTO 1928
AÑO DE BAUTISMO 1946
OTROS DATOS De origen ucraniano, se la llevaron por la fuerza a Alemania, donde aprendió la verdad. Continúa sirviendo fielmente a Jehová en Rusia.
UN DOMINGO llegó hasta mi ventana un cantar melodioso. Quienes cantaban eran testigos de Jehová. Al poco tiempo, yo ya estaba asistiendo a sus reuniones. No podía entender por qué los alemanes perseguían a otros alemanes por cuestiones de religión. Mis amigos ucranianos, los mismos con los que había llegado a Alemania, comenzaron a odiarme porque me juntaba con alemanes. Una de mis amigas me gritó en cierta ocasión y me golpeó en la cara, y las otras se echaron a reír.
Regresé a Ucrania cuando recuperé la libertad, en 1945. En casa, mi abuelo me dijo: “Tu mamá se volvió loca. Tiró todos sus iconos y ahora tiene otro dios”. Cuando nos quedamos solas, mamá tomó una Biblia y me leyó un pasaje donde dice que Dios odia la idolatría. Luego me confesó que estaba asistiendo a las reuniones de los testigos de Jehová. Me arrojé a su cuello, y llorando le dije al oído: “Mamita, yo también soy testigo de Jehová”. Las dos lloramos de alegría.
Mamá era muy entusiasta en el ministerio cristiano. Y puesto que la mayoría de los varones estaban en los campos de trabajos forzados, ella ocupó el puesto de siervo de grupo. Su ejemplo infundió en mí el mismo tipo de celo.
En 1950 me arrestaron por participar en actividades religiosas, y el tribunal me condenó a diez años en un campo de trabajos forzados. Nos llevaron a cinco hermanas a Usolje Sibirskoje (Siberia). Allí construimos vías de ferrocarril a partir de abril de 1951. Entre dos mujeres cargábamos sobre los hombros los pesados durmientes. Y con nuestras propias manos cargábamos y colocábamos rieles de 10 metros [11 yardas] de largo y 320 kilos [700 libras] cada uno. Era un trabajo muy agotador. Pero cierto día, justo cuando volvíamos a casa completamente agotadas, se detuvo junto a nosotras un tren lleno de prisioneros. Asomándose por la ventana de un vagón, un hombre preguntó: “Muchachas, ¿hay entre ustedes alguna testigo de Jehová?”. El cansancio desapareció al instante. “¡Aquí estamos cinco!”, gritamos. Los prisioneros eran nuestros queridos hermanos y hermanas desterrados de Ucrania. Durante el tiempo que el tren se quedó parado, nos contaron con mucha emoción lo que había ocurrido y cómo los habían deportado. Luego, los niños nos recitaron algunos poemas que los mismos hermanos habían escrito. Ni siquiera los soldados nos interrumpieron, así que pudimos tener un rato de compañerismo y animarnos unos a otros.
Luego, de Usolje Sibirskoje nos trasladaron a un campo enorme cerca de Angarsk. Las veintidós hermanas que ya estaban allí tenían todo bien organizado, incluso tenían territorios para predicar. Así fue como pudimos sobrevivir en sentido espiritual.
[Ilustración y recuadro de las páginas 108 y 109]
Varias veces en “el último rincón”
NIKOLAI KALIBABA
AÑO DE NACIMIENTO 1935
AÑO DE BAUTISMO 1957
OTROS DATOS En 1949 lo deportaron al oblast de Kurgan (Siberia).
TENÍAMOS la impresión de que las autoridades vigilaban a cada Testigo de la Unión Soviética. No era una vida fácil, pero Jehová nos dio sabiduría. Me arrestaron en abril de 1959 por participar en actividades religiosas. Como yo no quería entregar a ninguno de mis hermanos, decidí negar cualquier cosa que me preguntaran. Así, cuando el inspector me señaló varias fotos de hermanos y me ordenó que le dijera sus nombres, yo le dije que no podía identificar a ninguno. Entonces me enseñó la foto de mi hermano menor y me preguntó: “¿Es este tu hermano?”. “Puede que sí, puede que no —contesté—. No lo sé.” Ante eso, me mostró una foto mía. “¿Y este? ¿Eres tú?”, me preguntó. “Se parece a mí, pero no sé decirle si soy yo o no”, fue mi respuesta.
Estuve más de dos meses encerrado en una celda. Pero todas las mañanas, al despertar, lo primero que hacía era darle las gracias a Jehová por su bondad amorosa. Luego repetía un texto de la Biblia, lo comentaba conmigo mismo y entonaba un cántico del Reino, pero en silencio, porque estaba prohibido cantar en las celdas. Después repasaba algún tema bíblico.
Ya había muchos Testigos en el campo al que me mandaron. Las condiciones de la prisión eran sumamente duras, y no se nos permitía conversar. Muy a menudo enviaban a los hermanos al pabellón de aislamiento; “el último rincón”, le decían. Yo terminé varias veces allí. Los prisioneros que mandaban a ese pabellón solo recibían 200 gramos [7 onzas] de pan al día. Mi cama era un tablón de madera forrado con una gruesa lámina de hierro. La ventana tenía cristales rotos y había muchos mosquitos. Mis botas me servían de almohada.
Cada hermano solía buscar su propio escondite para las publicaciones. Yo las escondía en la escoba con la que barría. A pesar de que durante los registros el capataz revisaba todo con mucho cuidado, jamás se le ocurrió buscar en la escoba. Las paredes también eran un buen escondite. Aprendimos a confiar en la organización de Jehová. Jehová lo ve todo y lo sabe todo, y ayuda a cada uno de sus siervos. Jehová siempre me ayudó.
Aun antes del destierro de mi familia en 1949, mi padre había dicho que Jehová podía arreglar las cosas para que incluso en la lejana Siberia la gente escuchara la verdad. Nosotros nos preguntábamos cómo sería posible aquello. Lo que no sabíamos era que las mismas autoridades le harían el favor a miles de personas sinceras de Siberia para que conocieran la verdad.
Cuando el país se vio arrasado por los cambios, los Testigos aprovechamos gustosos la oportunidad de viajar a Polonia para asistir a la asamblea internacional de 1989. Aquellos fueron momentos inolvidables. Después de la oración final, nos quedamos de pie, aplaudiendo por largo rato. ¡Cuántas emociones juntas! Pese a los muchos años de dificultades y problemas a los que estábamos acostumbrados, rara vez habíamos derramado una lágrima. Pero cuando nos despedimos de nuestros queridos hermanos de Polonia, todos éramos un mar de lágrimas, y nadie podía, ni quería, contenerlas.
[Ilustración y recuadro de las páginas 112 y 113]
Todo por causa de las buenas nuevas
PYOTR PARTSEY
AÑO DE NACIMIENTO 1926
AÑO DE BAUTISMO 1946
OTROS DATOS Pyotr conoció a los testigos de Jehová en 1943. Estuvo en dos campos de concentración nazis y en un campo de trabajos forzados ruso. Más tarde sirvió de superintendente de circuito durante la proscripción.
CUANDO aprendí las enseñanzas bíblicas fundamentales en la Alemania nazi, de inmediato me puse a predicar a mis conocidos, y muchos se unieron a mí en la adoración pura. En 1943, un sacerdote me denunció ante la Gestapo, y me arrestaron por fomentar sedición entre la juventud. Poco después me condenaron al campo de exterminio de Majdanek (Polonia). Cuando llegué, encontré que ya había allí varios hermanos y hermanas. El compañerismo cristiano fue especialmente valioso para nosotros. Allí, en el mismo campo, se fortaleció nuestra determinación de predicar. Buscábamos distintas formas de dar testimonio del Reino de Jehová, y muchos prisioneros se interesaron en la verdad. Pero también había castigos. En cierta ocasión, después de recibir veinticinco azotes con un látigo de dos puntas, me levanté y dije con voz fuerte en alemán: “Danke schön!” (¡Muchas gracias!). La reacción de uno de los agentes alemanes fue: “¡Qué muchacho tan resistente! ¡Lo golpeamos, y nos da las gracias!”. Pero tenía la espalda morada de los latigazos.
El trabajo era muy duro; quedábamos literalmente agotados. Para los que morían, allí estaba el crematorio, que funcionaba noche y día. Llegué a pensar que en poco tiempo yo sería uno de los que arderían en la hornilla. Me parecía que nunca saldríamos vivos del campo. Me salvé porque resulté herido. Si alguien estaba relativamente sano, lo obligaban a trabajar; a los demás los enviaban a otros campos. Así, dos semanas más tarde, me enviaron al campo de concentración de Ravensbrück.
Cuando se acercaba el fin de la guerra, corrieron rumores de que los alemanes iban a fusilarnos a todos. Pero entonces nos enteramos de que los guardias habían huido; así que, viendo que ahora éramos libres, todos nos fuimos por distintos caminos. Yo terminé en Austria. Allí me quisieron alistar en el ejército, pero automáticamente me negué. Les expliqué a las autoridades que había estado preso en los campos de concentración debido a mis creencias religiosas, y me dejaron volver a mi país natal, Ucrania, que entonces formaba parte de la Unión Soviética. En 1949 me casé con Yekaterina, quien se convirtió en mi fiel compañera. En 1958 me arrestaron y me enviaron a un campo de trabajos forzados de Mordvinia.
Cuando quedé en libertad, participamos en la impresión de publicaciones bíblicas. En cierta ocasión, en 1986, habíamos trabajado toda la noche y habíamos apilado las 1.200 hojas impresas en el piso, en las camas o en cualquier otro sitio donde hubiera un espacio. En eso apareció un agente de la KGB, “solo para conversar”, según él. Yekaterina le preguntó que dónde le gustaría conversar, sin pensar que al hombre podía ocurrírsele entrar a la casa. Lo bueno fue que pidió hablar con nosotros en la cocina exterior. Si hubiera entrado, nos habrían arrestado.
Hasta el día de hoy procuramos vivir a la altura de nuestra dedicación y hacer todo por causa de las buenas nuevas. Nuestros seis hijos, veintitrés nietos y dos bisnietas siguen andando en la verdad, sirviéndole fielmente a Jehová, algo por lo que damos muchas gracias a nuestro Padre Celestial.
[Recuadro de la página 122]
Celda de aislamiento
Dentro del sistema penal soviético, era muy común enviar a un preso a la celda de aislamiento cuando, por ejemplo, se negaba a entregar voluntariamente publicaciones religiosas. Al confinado se le cambiaba la ropa normal por ropa gastada de algodón.
¿Cómo era una celda típica? Pequeña, de unos 3 metros (10 pies) cuadrados. Era oscura, húmeda, sucia y horriblemente fría, sobre todo en invierno. Las paredes de concreto eran ásperas. Una pequeña ventana con cristales rotos se hundía en el muro de un metro [una yarda] de espesor. Dentro de un hueco en la pared, y cubierta con una lámina de hierro agujereada, una lámpara eléctrica daba un poco de luz. Aparte del piso de cemento, el único sitio que había para sentarse era una extensión angosta en la pared que remedaba una banca. No se podía estar sentado por mucho tiempo allí, porque se cansaban la espalda y las piernas, y los picos de la pared cortaban la espalda.
Por la noche, los guardias metían a la celda un cajón angosto de madera, reforzado con tiras metálicas, para dormir. Uno podía tenderse sobre las tablas y el metal, pero el frío no dejaba dormir. No había frazadas. Los prisioneros en aislamiento solían recibir 300 gramos [10 onzas] de pan una vez al día, y sopa aguada cada tres días.
La letrina —poco más que un tubo en el piso— despedía un espantoso hedor. En algunas celdas había ventiladores que metían el hedor de las alcantarillas a la celda. A veces, los capataces encendían los ventiladores para desmoralizar y castigar aún más al prisionero.
[Ilustración y recuadro de las páginas 124 y 125]
Campo número 1 de Mordvinia
En la zona de Mordvinia había diecinueve campos de trabajos forzados, entre los cuales estaba el campo número 1, con capacidad para 600 prisioneros. Cientos de nuestros hermanos pasaron por él entre 1959 y 1966; de hecho, en cierto momento hubo más de cuatrocientos cincuenta. Este campo en particular estaba completamente rodeado por una cerca de alambre de púas electrificada de casi 3 metros [10 pies] de altura, seguida de otras trece sin electrificar. La tierra que rodeaba el campo estaba siempre arada para que se marcaran las huellas de cualquiera que intentara escapar.
Al mantener a los Testigos en total aislamiento del mundo exterior, las autoridades pretendían doblegarlos física y psicológicamente. No obstante, los hermanos lograron organizar su actividad teocrática dentro del lugar.
El mismo campo se convirtió en un circuito con su propio superintendente viajante. Había cuatro congregaciones, compuestas por un total de veintiocho grupos de estudio de libro. Para que todos se mantuvieran fuertes espiritualmente, los hermanos celebraban siete reuniones a la semana. Al principio lo único que tenían era una Biblia, así que hicieron un horario para leerla por congregación. Pero tan pronto pudieron, se pusieron a copiarla a mano. Pusieron los distintos libros de la Biblia en cuadernos separados, mientras que el original se mantuvo oculto en un lugar seguro. Así se podía seguir el programa de lectura bíblica. También tenían organizado el Estudio de La Atalaya. Cuando las hermanas visitaban a sus esposos, introducían ejemplares en miniatura de las revistas, escondiendo las delgadas páginas en la boca, en los tacones de los zapatos o en el cabello, entre sus trenzas. Muchos hermanos terminaron cumpliendo castigos de uno a quince días en celdas de aislamiento por haber copiado las publicaciones.
Las celdas de aislamiento se hallaban en un sitio apartado, alejado del resto de los prisioneros. Y aunque los guardias hacían hasta lo imposible para que los hermanos no llevaran consigo material de lectura, los otros hermanos inventaban la forma de suministrarles alimento espiritual. Por ejemplo, un hermano se subía al techo de alguna construcción que diera al patio donde salían a caminar los confinados. Ya llevaba listas unas hojas pequeñas con textos bíblicos y las hacía bolitas de un centímetro [media pulgada] de diámetro. Metía la bolita de papel en el extremo de un tubo largo, apuntaba en dirección al Testigo que estaba en el patio y soplaba con fuerza. El Testigo se agachaba como para atarse los cordones de los zapatos y recogía su alimento espiritual sin que otros se dieran cuenta.
Para el desayuno y la cena, los prisioneros recibían una avena cocida con mucha agua y un poco de aceite de semilla de algodón. A mediodía les daban una sopa aguada de remolacha o de cualquier otra cosa y un plato principal sencillo. El pan que comían parecía cuero para hacer botas. Ivan Mikitkov recuerda: “Estuve siete años en ese campo, y casi siempre nos dolía muchísimo el estómago”.
Pero los hermanos se mantuvieron firmes en la fe. El aislamiento no logró que los siervos leales de Dios perdieran el equilibrio: siguieron demostrando su fe y su amor a Dios y al prójimo (Mat. 22:37-39).
[Ilustración y recuadro de las páginas 131 y 132]
“Polina, ¿por qué lloras?”
POLINA GUTSHMIDT
AÑO DE NACIMIENTO 1922
AÑO DE BAUTISMO 1962
OTROS DATOS Se casó con Viktor Gutshmidt. En prisión le llamó la atención la bondad de los Testigos.
YO DEFENDÍA con lealtad y convicción el ideal comunista, pero fueron los mismos comunistas los que me arrestaron en mayo de 1944 y me enviaron a un campo de trabajos forzados en Vorkutá. Estuve tres años sin saber la razón de mi arresto. Al principio pensé que solo se trataba de un error, y esperaba el momento de mi liberación. Pero ese momento no llegó. Me condenaron a diez años de trabajos forzados por supuestas declaraciones antisoviéticas.
Como tenía conocimientos médicos, trabajé en el hospital de la prisión durante los primeros años de mi condena. En 1949 me trasladaron a un campo de Inta para prisioneros políticos. Allí el régimen era mucho más estricto. Se respiraba un ambiente de resentimiento, grosería, inmoralidad, indiferencia y desesperación. Para agravar las cosas, empezaron a esparcirse rumores de que pronto iban a fusilarnos a todos o a condenarnos a cadena perpetua. Para algunos, aquello fue demasiado y perdieron la razón. Todos odiaban a todos y nadie confiaba en nadie, pues abundaban los informantes en el campo. Cada quien vivía en su propio mundo y sobrevivía como podía. Imperaban la ambición y el egoísmo.
Pero había unas cuarenta mujeres muy diferentes. Siempre estaban juntas y eran sorprendentemente bonitas, limpias, bondadosas y amigables. La mayoría eran jóvenes, y había incluso algunas niñas. Me enteré de que eran creyentes religiosas, testigos de Jehová. Los demás prisioneros las trataban de distintas maneras. Algunos eran malvados y rudos; otros las admiraban por su forma de ser, sobre todo por el amor que se tenían entre ellas. Por ejemplo, si alguna Testigo enfermaba, las otras se turnaban para cuidarla por las noches. En el campo, esto era completamente fuera de lo común.
Me sorprendió ver que este grupo de mujeres se componía de tantas nacionalidades y que, aun así, se llevaran bien unas con otras. Para entonces, yo ya había perdido todo interés por la vida. Un día me sentí tan deprimida, que me senté a llorar. Entonces, una de las chicas se me acercó y me dijo: “Polina, ¿por qué lloras?”.
“Estoy cansada de vivir”, respondí.
La joven, Lidia Nikulina, se puso a consolarme. Me habló del sentido de la vida, de cómo Dios resolverá los problemas de la humanidad, y de muchas otras cosas. Cuando salí en libertad, en julio de 1954, ya había aprendido muchas cosas de los testigos de Jehová. Así que tuve el placer de unirme a ellos.
[Ilustración y recuadro de las páginas 140 y 141]
De ingeniero militar a predicador de las buenas nuevas
VLADIMIR NIKOLAEVSKY
AÑO DE NACIMIENTO 1907
AÑO DE BAUTISMO 1955
OTROS DATOS Lo trasladaron de prisión doscientas cincuenta y seis veces. Falleció en 1999.
EN 1932 me gradué del Instituto de Ingeniería de Comunicaciones de Moscú. Hasta 1941 trabajé de ingeniero y arquitecto jefe en un instituto de esa ciudad, donde diseñé unos artefactos especiales para buques de guerra. Durante la guerra me arrestaron y finalmente me enviaron a un campo de trabajos forzados cerca de Kenguir, pueblo situado en el corazón de Kazajistán.
Allí había un grupo de prisioneros que me llamaron la atención porque eran muy diferentes: los testigos de Jehová. Solo eran unos ochenta, y en el campo había alrededor de catorce mil prisioneros distribuidos en tres sectores. El contraste entre unos y otros se hizo aún más evidente durante el motín que estalló en el campo en 1954. Los testigos de Jehová no participaron en él, y ni siquiera se armaron. Estaban asombrosamente calmados e incluso trataban de explicar su postura a los demás prisioneros. Me impresionó tanto su conducta que les pedí que me hablaran de sus creencias. Al cabo de un tiempo, dediqué mi vida a Jehová. La fe de los Testigos recluidos en el campo se ponía a prueba continuamente, pero la situación más difícil se dio cuando las fuerzas armadas y sus tanques aplastaron aquel motín de 1954.
Un día me dijeron que dos generales habían venido desde Moscú con el único propósito de reunirse conmigo. Uno de ellos me dijo: “Vladimir, basta ya de tonterías. Eres ingeniero militar y arquitecto. Tu país te necesita. Queremos que reanudes el trabajo que estabas haciendo. ¿Cómo es posible que te guste estar rodeado de personas con tan poca educación?”.
“No tengo nada de qué jactarme —respondí—. Al fin y al cabo, todos los talentos del ser humano proceden de Dios. Quienes le obedezcan tendrán la bendición de vivir durante el Reinado Milenario de Cristo, cuando todas las personas serán perfectas y tendrán una buena educación en el pleno sentido de la palabra.”
Me sentí muy contento de haber podido hablar de la verdad con aquellos generales. Me suplicaron varias veces que volviera a hacer el trabajo de antes, pero les pedí que no insistieran más y que me dejaran en el campo de prisioneros con mis hermanos espirituales, a los que tanto amaba.
En 1955, mi sentencia fue anulada y empecé a trabajar en un despacho de arquitectos que no estaba relacionado con el ejército. Mis esfuerzos por sembrar muchas semillas de la verdad se vieron recompensados: un ingeniero y su familia aceptaron estudiar la Biblia conmigo, y al poco tiempo, todos ellos llegaron a ser testigos de Jehová y fervorosos predicadores. Pero la KGB me estaba vigilando, y durante uno de sus registros encontraron publicaciones bíblicas en mi apartamento. El tribunal me sentenció a veinticinco años de prisión, y me enviaron a un campo de trabajos forzados de la ciudad siberiana de Krasnoyarsk. Me trasladaron muchas veces, así que pasé por un buen número de cárceles y campos de prisioneros. Un día calculé que a lo largo de mi vida me habían trasladado doscientas cincuenta y seis veces.
[Ilustración y recuadro de las páginas 147 y 148]
Necesitábamos maletas grandes
NADEZHDA YAROSH
AÑO DE NACIMIENTO 1926
AÑO DE BAUTISMO 1957
OTROS DATOS Nadezhda aprendió la verdad en el campo de concentración de Ravensbrück. Cuando regresó a la Unión Soviética, estuvo muchos años sirviendo de correo, es decir, llevando publicaciones bíblicas de un lugar a otro. Actualmente reside en Caucasia.
CUANDO entré en el campo de concentración, en 1943, perdí las ganas de vivir. Estuve así un tiempo hasta que conocí a los testigos de Jehová. Finalmente salí en libertad. ¡Qué feliz me sentía de regresar a Ucrania con la firme esperanza de vivir para siempre en una Tierra paradisíaca! Para fortalecer mi fe, mantenía correspondencia con algunas hermanas espirituales. Pero la KGB interceptó mis cartas, y poco después me sentenciaron a quince años de reclusión en un campo de prisioneros.
En noviembre de 1947 me enviaron a un campo de Kolyma, donde cumplí mi condena sin ver a ningún otro Testigo. Jehová me ayudó a predicar. Yevdokia, una de las prisioneras, mostró interés en la Biblia. Nos hicimos amigas, y nos apoyábamos la una a la otra espiritual y emocionalmente. Yo tenía muy poco conocimiento de la Biblia, pero con lo que había aprendido tenía suficiente para seguir siendo fiel a Jehová.
A principios de 1957, un año después de que me liberaran, me trasladé a Suietka, en el oblast de Irkutsk. Los hermanos me recibieron con afecto y hospitalidad. Me ayudaron a encontrar trabajo y un apartamento. Sin embargo, lo que más feliz me hizo fue que me invitaran a participar en actividades teocráticas. El problema era que todavía no estaba bautizada. Así que prepararon una gran tina de agua y me bautizaron. Ahora ya podía aceptar responsabilidades en la organización de Jehová. Una de ellas fue la de entregar publicaciones bíblicas y correspondencia.
Las publicaciones tenían que entregarse por toda Siberia, el centro de Rusia y la región occidental de Ucrania. Todo debía planearse cuidadosamente de antemano. Para llevar publicaciones a Ucrania occidental necesitábamos maletas grandes. Una vez, en la estación de ferrocarril de Yaroslavl, en Moscú, se rompió la cerradura de una de las maletas y todas las publicaciones cayeron al piso. Sin perder la calma, me puse a orar y las fui recogiendo; lo amontoné todo como pude y salí rápidamente de la estación. Menos mal que nadie se fijó en mí.
En otra ocasión llevaba dos maletas cargadas de publicaciones desde Ucrania hasta Siberia, pasando por Moscú. Poco después de haber colocado una de las maletas debajo de la litera inferior del compartimento del tren, entraron dos pasajeros —agentes de la KGB— y se sentaron en la litera. Se pusieron a conversar y, entre otras cosas, hablaron de los Testigos, de que “reparten publicaciones” y de que “son unos agitadores antisoviéticos”. Procuré mantener la calma para no levantar sospechas. Al fin y al cabo, estaban sentados prácticamente encima de las publicaciones.
Yo estaba preparada para que me arrestaran en cualquier momento, fuera por servir de correo o por cumplir con alguna otra asignación. A lo largo de mi vida había aprendido a confiar siempre en Jehová.
[Ilustración y recuadro de las páginas 158 y 159]
“Tu gente es muy diferente”
ZINAIDA KOZYREVA
AÑO DE NACIMIENTO 1919
AÑO DE BAUTISMO 1958
OTROS DATOS Pasó muchos años en campos de prisioneros y falleció en 2002.
DESDE que era niña, siempre quise servir a Dios. En 1942, una amiga mía que era ortodoxa me llevó a su iglesia, con las mejores intenciones, para que me bautizaran, pues no quería que acabara “en el infierno”. Pero cuando el sacerdote se enteró de que yo era natural de Osetia (ahora Alania), no quiso bautizarme. No obstante, cuando mi amiga le dio algo de dinero, cambió de opinión y celebró la ceremonia. En mi búsqueda de la verdad, llegué a reunirme con los adventistas, los pentecostales y los bautistas, razón por la que las autoridades me condenaron a hacer trabajos forzados en un campo de prisioneros. Una vez allí, conocí a los Testigos y enseguida me di cuenta de que enseñaban la verdad. En 1952, cuando salí en libertad, regresé a casa y empecé a predicar las buenas nuevas.
Un día de diciembre de 1958, por la mañana temprano, oí que llamaban ruidosamente a la puerta. Unos soldados irrumpieron en nuestra casa, y mientras dos de ellos me tenían vigilada en un rincón, los demás se pusieron a registrarla. Mi padre se despertó y sintió mucho miedo por su familia, en especial por sus hijos varones. (Mis padres tuvieron cinco hijos varones, y yo era la única hija.) Cuando mi padre vio que los soldados estaban registrando todas las habitaciones e incluso el desván, se imaginó que aquello tenía algo que ver con mi religión. Así que agarró un fusil y me gritó: “¡Espía americana!”. Iba a dispararme, pero los soldados le quitaron el fusil. No podía creer que mi propio padre hubiera querido disparar contra mí. Cuando el registro terminó, los soldados me llevaron consigo en un camión de carga cubierto con un toldo. Pero por lo menos estaba viva. Fui sentenciada a diez años de prisión por mis actividades religiosas.
En diciembre de 1965 —antes de cumplir toda la condena— salí en libertad. Tanto mi padre como mi madre se alegraron de verme, pero él no quiso que me quedara en casa. No obstante, por extraño que parezca, unos agentes de la KGB lo obligaron a que registrara mi nombre en su domicilio y hasta me ayudaron a encontrar empleo. La actitud de mi padre hacia mí seguía siendo hostil, pero con el tiempo empezó a cambiar. Fue conociendo a los hermanos y las hermanas que me venían a visitar y los comparaba con mis hermanos carnales, que no querían trabajar, bebían mucho y eran agresivos. Una vez me dijo: “Veo que tu gente es muy diferente de lo que yo pensaba. Voy a darte una habitación para que puedas celebrar tus reuniones”. No podía creerlo. Mi padre no solo me reservó una habitación grande, sino que además me dijo: “No tengas miedo. Mientras se encuentren reunidos, yo estaré vigilando y nadie entrará”. Y así fue, pues todos sabían lo rígido que él era.
De modo que, bajo mi propio techo y con la protección de Jehová y de mi padre, celebrábamos nuestras reuniones cristianas. Acudían hasta treinta personas, que eran prácticamente todos los Testigos que había en Osetia en aquel tiempo. ¡Qué feliz me hacía mirar por la ventana y ver a mis padres sentados en la calle, protegiéndonos! Actualmente hay unos dos mil seiscientos celosos publicadores proclamando el Reino de Jehová en esta región (Isa. 60:22).
[Ilustración y recuadro de las páginas 162 y 163]
Yo era el único Testigo que quedaba preso en el campo
KONSTANTIN SKRIPCHUK
AÑO DE NACIMIENTO 1922
AÑO DE BAUTISMO 1956
OTROS DATOS Aprendió la verdad en 1953 en un campo de trabajos forzados, y allí mismo se bautizó en 1956. Ya como testigo de Jehová, estuvo preso veinticinco años seguidos. Falleció en 2003.
A PRINCIPIOS de 1953 conocí en una celda a un hermano llamado Vasily. Me dijo que lo habían encerrado allí por su fe en Dios. ¿Cómo era posible que encarcelaran a alguien por sus creencias? Estuve dándole tantas vueltas a esa pregunta que no pude conciliar el sueño. Al día siguiente, Vasily me lo explicó. Poco a poco, al ir conversando con él, llegué a convencerme de que la Biblia es un libro que proviene de Dios.
Me bauticé en 1956. A finales de ese año, los capataces hicieron un registro y descubrieron que teníamos muchas publicaciones bíblicas. En 1958, después de casi un año de investigaciones, el tribunal me sentenció a veintitrés años de reclusión en campos de prisioneros por participar en actividades religiosas. Para entonces ya llevaba cinco años y medio preso. En total pasé veintiocho años y seis meses sin salir en libertad ni una sola vez.
En abril de 1962, el tribunal me acusó de ser “un delincuente altamente peligroso”, y fui trasladado a un campo de máxima seguridad, donde pasé once años. Aquel campo era “especial” por muchas razones. Por ejemplo, lo que se gastaba diariamente por cada preso en concepto de comida era 11 kópeks, menos de lo que costaba una barra de pan en aquel tiempo. Yo medía 1,92 metros [6 pies y 3 pulgadas] y solo pesaba 59 kilos [130 libras]. Mi piel estaba tan reseca que se descamaba.
Como tenía buena mano para la construcción, solían enviarme a los apartamentos de los oficiales para hacer reparaciones. Nadie me tenía miedo, y las familias que vivían allí ni se molestaban en esconder sus objetos de valor. Cuando la esposa de uno de los oficiales se enteró de que yo iba a estar en su apartamento trabajando, decidió no llevar a su hijo de seis años a la escuela. ¡Qué curioso! Un “delincuente altamente peligroso” pasando el día entero en un apartamento con un niño de seis años. Es obvio que nadie creía que yo fuese un delincuente, y menos uno “altamente peligroso”.
Poco a poco, todos los hermanos de aquel campo de prisioneros iban saliendo en libertad. En 1974, yo era el único Testigo que quedaba preso en el campo. Pasé allí otros siete años hasta que, en agosto de 1981, por fin me liberaron. Jehová nunca dejó de sostenerme espiritualmente. Durante aquellos siete años recibí La Atalaya en cartas. Un hermano me las mandaba con frecuencia, y en ellas escribía nítidamente a mano artículos de un nuevo número de la revista. Cada vez que llegaba una, el censor del campo me la entregaba abierta. Los dos sabíamos exactamente su contenido. Hasta el día de hoy, todavía no logro entender por qué este hombre se arriesgaba de aquella manera, pero me alegro de que durante los siete años que estuve solo, el censor fuera él. Sin embargo, a quien le estoy más agradecido es a Jehová. Durante todos aquellos años aprendí a confiar en Jehová, y él me dio fuerzas (1 Ped. 5:7).
[Ilustración y recuadro de las páginas 168 y 169]
Cuando acabó la guerra, regresé a Rusia
ALEKSEY NEPOCHATOV
AÑO DE NACIMIENTO 1921
AÑO DE BAUTISMO 1956
OTROS DATOS Aprendió la verdad en 1943 en el campo de concentración de Buchenwald y pasó diecinueve años preso en Rusia. Fue precursor regular por más de treinta años, la mayor parte de ellos bajo proscripción.
ALEKSEY fue enviado al campo de concentración nazi de Auschwitz cuando tenía 20 años. Posteriormente lo trasladaron al campo de Buchenwald, y allí fue donde aprendió la verdad. Poco antes de que saliera en libertad, dos Testigos ungidos le dijeron: “Aleksey, convendría que regresaras a Rusia cuando acabe la guerra. Es un país inmenso donde existe una gran necesidad de cosechadores. La situación en Rusia no es fácil, así que prepárate para afrontar todo tipo de pruebas de fe. Oraremos por ti y por las personas que te escucharán”.
En 1945, Aleksey fue liberado por el ejército británico. Regresó a Rusia y enseguida lo sentenciaron a diez años de prisión por negarse a votar. Él escribe: “Al principio, yo era el único Testigo en la prisión. Le pedí a Jehová que me guiara para encontrar ovejas, y al poco tiempo ya éramos trece. Como no tuvimos ninguna publicación bíblica en todos aquellos años, copiábamos versículos que aparecían en algunas novelas que sacábamos para leer de la biblioteca de la cárcel”.
Aleksey cumplió su condena de diez años. Cuando lo liberaron, se fue a una zona en la que sabía que vivían muchas personas que creían en Jesús. “La gente estaba espiritualmente sedienta —explica—. Venían a mí día y noche, y traían a sus hijos. Cotejaban con la Biblia todo lo que oían.”
En pocos años, Aleksey ayudó a más de setenta personas a dar el paso del bautismo. Una de ellas fue Maria, con quien después se casó. “La KGB me estaba buscando —recuerda Aleksey—. Finalmente me detuvieron y me sentenciaron a veinticinco años de prisión. Luego detuvieron a Maria y la mantuvieron incomunicada siete meses antes de juzgarla. El investigador dijo que la liberaría inmediatamente si renunciaba a Jehová, pero Maria no cedió. El tribunal la sentenció a siete años de reclusión en campos de trabajos forzados. Una hermana espiritual se encargó de cuidar a nuestra hijita.”
Aleksey y Maria salieron libres antes de terminar sus sentencias y se mudaron al oblast de Tver. Allí se toparon con mucha oposición de parte de las autoridades y de los habitantes de la zona. Un vecino hasta les incendió la casa. Con el paso de los años, se vieron obligados a mudarse muchas veces; pero en cada lugar al que iban hacían nuevos discípulos.
Aleksey añade: “Como durante los años que estuvimos presos no podíamos leer la Palabra de Dios, cuando salimos en libertad nos pusimos la meta de leerla todos los días. Maria y yo ya la hemos leído de principio a fin más de cuarenta veces. Es la Palabra de Dios la que nos ha dado fuerzas y celo en el ministerio”.
En total, Aleksey pasó cuatro años en campos de concentración nazis y diecinueve en prisiones y campos rusos. Durante sus treinta años en el servicio de precursor, él y su esposa ayudaron a decenas de personas a conocer a Jehová y amarlo.
[Ilustración y recuadro de las páginas 177 y 178]
El soldado tenía razón
REGINA KUKUSHKINA
AÑO DE NACIMIENTO 1914
AÑO DE BAUTISMO 1947
OTROS DATOS Aunque tuvo que pasar muchos años sin contacto con ninguna congregación, siguió predicando fielmente las buenas nuevas.
EN 1947 me habló una Testigo en el mercado. Aquella misma noche fui a su casa y estuvimos conversando durante varias horas. Inmediatamente decidí que yo también serviría con celo a Jehová tal como ella lo hacía. “Tú predicas, y yo también lo haré”, le dije.
En 1949 me detuvieron en Lvov (Ucrania) por predicar y me separaron de mi esposo y mis dos niñas. Una troika —grupo de tres jueces en una audiencia a puerta cerrada— me sentenció a morir fusilada. Al leer la sentencia, uno de los miembros de la troika, una mujer, añadió: “Como usted tiene dos hijas, hemos decidido conmutarle la pena de muerte por veinticinco años de prisión”.
Me llevaron a una celda en la que solo había hombres. Ellos ya sabían que yo era testigo de Jehová, y cuando se enteraron de que la pena que me habían impuesto era de veinticinco años, se asombraron de verme tan calmada. El día que me trasladaron se me acercó un soldado joven, me dio un paquete de comida y me dijo afectuosamente: “No tema; todo saldrá bien”.
Hasta 1953 estuve cumpliendo mi condena en un campo de prisioneros del norte de Rusia. Allí había muchas hermanas de varias repúblicas de la Unión Soviética, y nos queríamos como si fuésemos familia.
Aunque teníamos que trabajar duro durante muchas horas, procurábamos dar un buen testimonio con nuestra conducta, esperando que eso impulsara a otros a servir a Dios. Me pusieron en libertad antes de terminar mi condena, pero entonces me encontré viviendo en otro tipo de aislamiento. Por más de cinco años no pude comunicarme con ninguna congregación. Aquello fue mucho más difícil que estar presa. A pesar de las circunstancias, siempre percibí la ayuda de Jehová y su constante amor. Leía mucho la Biblia y meditaba en ella; eso me fortalecía espiritualmente.
Jehová me ayudó a localizar a los Testigos de una manera poco común. En el periódico Soviet Russia leí un artículo despectivo sobre nuestros hermanos en Osetia, en el suroeste de Rusia. El artículo decía que las actividades de los testigos de Jehová iban en contra de la sociedad soviética, y contenía los apellidos y las direcciones de una serie de hermanos y hermanas. ¡Qué felicidad! Les escribí para decirles que deseaba reunirme con ellos. Cuando por fin lo logramos, los hermanos me animaron mucho y me dijeron que Jehová había permitido que se publicara aquel artículo para que yo pudiera ponerme en contacto con su pueblo.
Ya tengo 92 años, y debo reconocer que aquel amable soldado tenía razón. Durante toda mi vida, pese a las dificultades, todo ha salido muy bien.
[Ilustración y recuadro de las páginas 188 y 189]
Hicimos nuestras “estacas de tienda” tan fuertes como pudimos
DMITRY LIVY
AÑO DE NACIMIENTO 1921
AÑO DE BAUTISMO 1943
OTROS DATOS Durante veinte años fue miembro del Comité del País de Rusia; hoy es anciano en una congregación de Siberia.
ERA el año 1944, seis meses antes de que terminara la segunda guerra mundial. Yo estaba en un tribunal, de pie ante un juez militar debido a mi postura neutral como cristiano. Me condenaron a morir fusilado, pero luego me conmutaron la condena a diez años en un campo correccional de trabajos forzados.
En enero de 1945 me llevaron a un campo de trabajo ubicado en el norte de Rusia, en la población de Pechora (república de Komi). Había cientos de prisioneros, pero solo diez hermanos cristianos. Lamentablemente, me confiscaron el único ejemplar de La Atalaya que llevaba, y nos quedamos sin alimento espiritual. Por otro lado, yo estaba tan débil que no podía ni trabajar. Un día, mientras nos bañábamos en las duchas, un hermano me dijo que yo parecía un esqueleto. Y era verdad; mi aspecto daba tanta lástima que me llevaron a una colonia de recuperación en Vorkutá.
Cuando mejoré un poco, me pusieron a trabajar en la mina de arena; pero no había pasado ni un mes y ya parecía de nuevo un esqueleto. El médico pensaba que yo estaba cambiando mi alimento por tabaco, pero le aclaré que no fumaba, pues era testigo de Jehová. Estuve más de dos años en ese campo. Aunque yo era el único Testigo, siempre hubo alguien a quien le gustó escuchar de la verdad; de hecho, algunos prisioneros respondieron al mensaje.
Una vez mis parientes me mandaron una revista La Atalaya copiada a mano. ¿Cómo llegó a mis manos si el capataz revisaba minuciosamente cada paquete? Bueno, mi familia dobló dos veces las hojas, las puso en el doble fondo de una lata y lo cubrió con una gruesa capa de grasa. El capataz perforó la lata, pero no encontró nada sospechoso, así que me la entregó. Aquella fuente de “agua viva” me sostuvo durante un buen tiempo (Juan 4:10).
Me liberaron en octubre de 1949, antes de cumplir mi condena. En noviembre regresé a mi hogar, en Ucrania. Llegamos a oír que varios hermanos habían ido a Moscú a inscribir legalmente nuestra obra, pero parece que las autoridades de la Unión Soviética todavía no estaban dispuestas a dar reconocimiento a los testigos de Jehová.
En la noche del 8 de abril de 1951 nos metieron a varias familias de Testigos en vagones de ferrocarril y nos deportaron a Siberia. Dos semanas después llegamos al corazón de Siberia, a Khazan, que forma parte del oblast de Irkutsk.
Un texto que nos llegó al corazón fue el de Isaías 54:2, que dice: “Alarga tus cuerdas de tienda, y haz fuertes aquellas estacas de tienda tuyas”. Yo creo que estábamos cumpliendo esta profecía. ¿Quién de nosotros se hubiera mudado por voluntad propia a Siberia? Pensé que debíamos hacer nuestras estacas de tienda tan fuertes como pudiéramos. Por eso llevo viviendo en Siberia más de cincuenta y cinco años.
[Ilustración y recuadro de las páginas 191 y 192]
Nunca tuve un lugar propio donde vivir
VALENTINA GARNOVSKAYA
AÑO DE NACIMIENTO 1924
AÑO DE BAUTISMO 1967
OTROS DATOS Estuvo veintiún años en prisiones y campos de trabajos forzados, dieciocho de ellos antes de bautizarse. Valentina ayudó a 44 personas a aprender la verdad antes de su muerte, en 2001.
MI MADRE y yo vivíamos en el oeste de Bielorrusia. Conocí a los testigos de Jehová en febrero de 1945. Un hermano vino a casa solo tres veces y nos enseñó varias cosas de la Biblia. Jamás volví a verlo, pero empecé a predicarles a mis vecinos y conocidos. Entonces me arrestaron y me sentenciaron a ocho años de trabajos forzados. Me mandaron al oblast de Uliánovsk.
En el campo observaba a las demás prisioneras y trataba de oír sus conversaciones, con la esperanza de encontrar a alguna testigo de Jehová. En 1948 escuché a una prisionera mencionar el Reino de Dios. Se llamaba Asya. ¡Qué feliz me sentí de poder hablar con ella de asuntos bíblicos! Poco después llegaron otras tres hermanas al campo. Casi no teníamos publicaciones, así que procurábamos andar juntas la mayor parte del tiempo.
Salí en 1953. Pero tres años y medio después me volvieron a arrestar por predicar, y fui sentenciada a diez años de cárcel. En 1957 me transfirieron al campo de trabajos forzados de Kemerovo, donde había unas ciento ochenta hermanas. Las publicaciones bíblicas nunca nos faltaron allí. Durante el invierno las escondíamos en la nieve; durante el verano, entre la hierba y en la tierra. Cuando había registros, me cubría los hombros con un enorme chal y sujetaba las puntas con ambas manos, donde ocultaba las hojas de la publicación. Para ir de un campo a otro, escondía varios ejemplares de La Atalaya en una gorra que yo misma había hecho, y me la ponía en la cabeza.
Después de un tiempo me enviaron a un campo de trabajos forzados de Mordvinia. En ese campo había una Biblia, que se guardaba en un lugar seguro. Solo podíamos consultarla cuando estuviera presente la hermana que la cuidaba. La única Biblia que yo había visto hasta entonces, aparte de esta, era la del hermano que me llevó la verdad allá en el año 1945.
Cuando quedé libre en 1967, me mudé a Angren (Uzbekistán), y pude simbolizar mi dedicación mediante bautismo en agua. Como siempre había estado en campos de trabajos forzados para mujeres, allí, por primera vez, pude conocer a hermanos varones, aparte del Testigo que nos llevó la verdad a casa. La congregación de Angren estaba formada por celosos ministros del Reino, tanto hermanos como hermanas, y en poco tiempo ya les tenía mucho cariño. En enero de 1969 arrestaron a ocho hermanos y cinco hermanas de nuestra congregación. Yo estaba entre ellos. Me condenaron a tres años de prisión como “delincuente especialmente peligrosa”. Muchas veces terminé en una celda de aislamiento por predicar.
Para dirigir estudios bíblicos me ocultaba debajo de una frazada junto con la estudiante. Teníamos prohibido hablar entre nosotras cuando salíamos a caminar. A la que sorprendieran hablando la mandaban a la celda de aislamiento. Nuestras únicas publicaciones estaban copiadas a mano, y volvíamos a copiarlas una y otra vez.
Nunca tuve un lugar propio donde vivir. Todas mis pertenencias cabían en una maleta. A pesar de eso, yo era feliz y me sentía satisfecha de servir a Jehová.
[Ilustración y recuadro de las páginas 200 y 201]
Un agente me fortalece sin querer
PAVEL SIVULSKY
AÑO DE NACIMIENTO 1933
AÑO DE BAUTISMO 1948
OTROS DATOS Fue sometido repetidas veces a sesiones de reeducación ideológica. Actualmente es anciano en una congregación de Rusia.
ME ARRESTARON en 1958 por participar en actividades religiosas. Antes de partir en tren, el agente que me escoltaba me dijo: “Mira a tu esposa por última vez, porque no la volverás a ver nunca”.
En Irkutsk me pusieron en una celda especial tan pequeña que solo podía estar de pie. Luego estuve seis meses en aislamiento, antes de ir a juicio. Durante los interrogatorios, que se hacían por las noches, los agentes hicieron cuanto pudieron por socavar mi fe en la Biblia y mi confianza en la organización de Dios. Me acusaron de participar en las actividades ilegales de los testigos de Jehová. Hubo veces que recurrieron a la violencia física, aunque su método preferido solía ser el condicionamiento ideológico. Le rogué a Jehová que me diera las fuerzas para mantenerme firme, y él siempre estuvo a mi lado.
En cierta ocasión, durante uno de los interrogatorios de rutina, el agente me llamó a su despacho y me dijo: “Ahora te vamos a enseñar lo que tu organización está haciendo. ¿Nos vas a decir que viene de Dios?”.
Mirándome fijamente, prosiguió: “Este año asistieron a la convención de Nueva York 253.000 personas en dos estadios. Si tomas en cuenta las proporciones del acontecimiento, comprenderás que hubiera sido imposible realizar este acto sin el apoyo de la CIA. La convención duró ocho días. Asistieron representantes de varios países; viajaron en avión, tren, barco y otros medios de transporte. ¿Sería esto posible sin la colaboración de las autoridades? ¿Quién podría pagar semejante reunión de ocho días en estos enormes estadios?”.
El agente cubrió la mesa de fotografías. En una de las fotos pude ver a asambleístas felices, con sus coloridas vestimentas típicas, abrazándose unos a otros. Una más mostraba al hermano Knorr presentando un discurso, y otras eran del bautismo y del hermano Knorr entregando a los recién bautizados el libro “Hágase tu voluntad en la Tierra”. Por cierto, en Rusia no habíamos recibido ese libro, aunque después leímos de él en La Atalaya. “¿De qué trata este libro?”, preguntó el agente mirándome directamente a los ojos. Y él mismo respondió: “Del rey del norte y de lo que le espera. ¿Cómo podrían haber organizado todo esto los testigos de Jehová solos? Sabemos que el ejército norteamericano asiste a estos acontecimientos para aprender a organizarse viéndolos a ustedes. También sabemos que cierto hombre millonario donó una enorme suma para que se celebrara la convención. ¡Y los millonarios no andan por ahí regalando su dinero!”.
Aquel agente no podía imaginar siquiera la sensación que me invadía. Era como asistir a la asamblea sin tener que salir de la prisión. Sentí un torrente de fuerzas renovadas. ¡Cuánta falta me había hecho algo así! Y Jehová me bendijo generosamente de una manera especial. ¡Ahora estaba listo para seguir aguantando!
[Ilustración y recuadro de las páginas 214 y 215]
La sala estaba llena de testigos de Jehová
VENERA GRIGORYEVA
AÑO DE NACIMIENTO 1936
AÑO DE BAUTISMO 1994
OTROS DATOS Fue actriz en la década de 1960 y protagonizó una película de propaganda soviética. Desde 1995 es precursora regular en San Petersburgo.
EN 1960, al comienzo de mi carrera artística, me dieron el papel principal en una película documental titulada Testigos de Dios, que se presentó en los cines soviéticos. En la película se describía a “la temible secta de los testigos de Jehová”, la responsable de la muerte de Tanya, la heroína a quien yo interpretaba. Según el guión, Tanya escapa de la “secta” durante la noche, en medio de una violenta tormenta de nieve y sin ningún tipo de abrigo. Cuando se pierde en la densidad de la nieve, se escucha la voz del narrador que anuncia con tristeza: “Este fue el fin de Tanya Veselova”. Me gustaba el guión, y para mí era un honor participar en la lucha contra los testigos de Jehová, si bien lo único que sabía de ellos era lo que decía el guión.
La película se presentó en cines y clubes de muchas ciudades de la Unión Soviética. Yo asistía a todos los estrenos y aparecía en el escenario en cuanto terminaba la presentación. En aquel tiempo, el pueblo soviético creía todo lo que veía en la pantalla, así que cuando yo salía al escenario, todo el mundo daba un respiro de alivio y decía: “¡Está viva!”. Yo les explicaba algunos detalles de la filmación y de cómo el director y el personal de efectos especiales habían creado la tormenta de nieve, que supuestamente me arrastraba hasta un barranco y me cubría por completo.
Un día llegué a un cine en Vyshniy Volochek (oblast de Kalinin [hoy Tver]) que estaba lleno a reventar. Aquella noche fue algo distinta a las demás. Al terminar la película, un hombre mayor me hizo preguntas que tenían que ver exclusivamente con la religión, ante lo cual defendí el punto de vista ateo sobre el origen de la vida en la Tierra. Nadie mencionó nada de la película. Me escabullí a la parte de atrás del escenario, me acerqué al organizador del espectáculo y le pregunté con quién acababa de hablar.
“Con el jefe de la secta de los testigos de Jehová —contestó—. Todos los presentes son Testigos, sin excepción.” Así fue como, sin haberme dado cuenta, conocí en persona a los testigos de Jehová. Tras aquella experiencia intenté leer la Biblia, pero no pude encontrar ni una. Pasó el tiempo, me casé, y mi esposo y yo nos mudamos a Polonia, pues él es polaco. En 1977 tocaron a nuestra puerta dos hermanas, y al poco tiempo me empezaron a dar clases bíblicas. La Biblia me encantó. Además, nos hicimos amigos de los Testigos. Pero en 1985 enfermó mi padre y tuvimos que mudarnos a Leningrado (hoy San Petersburgo) para cuidarlo. Le pedí a Jehová que me permitiera encontrar a los Testigos de esa ciudad.
Finalmente me hice testigo de Jehová, y ya llevo doce años como precursora regular. Mi esposo, Zdzisław, es siervo ministerial en una de las congregaciones de San Petersburgo.
Sé por experiencia propia que la industria del cine puede confundir a mucha gente “por medio de astucia en tramar el error” (Efe. 4:14). Cuando actué en aquella película de propaganda soviética, jamás me imaginé que treinta años más tarde sería una testigo de Jehová.
[Recuadro de la página 237]
La Traducción del Nuevo Mundo en ruso
Los testigos de Jehová se valieron por más de un siglo de varias traducciones de la Biblia en ruso. Una de ellas fue la traducción sinodal. Esta versión emplea con poca frecuencia el nombre divino y su vocabulario es un poco antiguo; pese a ello, ha ayudado a miles de lectores rusos a aprender el propósito de Jehová. También resultó útil la traducción de Makarios, una versión en la que el nombre de Dios aparece unas tres mil veces. Sin embargo, según iba aumentando el número de Testigos en Rusia, también crecía la necesidad de contar con una Biblia exacta, moderna y fácil de entender.
En respuesta, el Cuerpo Gobernante encargó a la sucursal que editara la Traducción del Nuevo Mundo en ruso. La colosal tarea de traducción tomó más de diez años.
En 2001 se presentó la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas en ruso. Y en el año 2007, los lectores rusos de todo el mundo sintieron una gran alegría al recibir la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras completa en su idioma. El anuncio fue dado por dos miembros del Cuerpo Gobernante: Theodore Jaracz en San Petersburgo y Stephen Lett en Moscú. Los hermanos acogieron la noticia con atronadores aplausos y gran entusiasmo. “Es muy clara, expresiva y fácil de entender —escribió una hermana—. Ahora disfruto como nunca leyendo las Santas Escrituras.” La organización también recibió numerosos comentarios de agradecimiento como estos: “¡Qué regalo tan valioso nos ha hecho Jehová!” y “Gracias de todo corazón”. Sin duda, la presentación de la Traducción del Nuevo Mundo en ruso ha sido un acontecimiento histórico para los lectores rusos de todas partes del mundo que aman la verdad.
[Ilustración y recuadro de las páginas 244 y 245]
Nuestros problemas se resolvieron en un solo día
IVAN Y NATALIA SLAVA
AÑO DE NACIMIENTO 1966 y 1969, respectivamente
AÑO DE BAUTISMO 1989
OTROS DATOS Cuando eran precursores, sirvieron donde había mayor necesidad. Hoy Ivan es miembro del Comité de Sucursal de Rusia.
A PRINCIPIOS de los años noventa, Natalia y yo decidimos mudarnos de Ucrania a Rusia. Llegamos al oblast de Bielgorod, donde había menos de diez publicadores. ¡Y eso que la población era de casi un millón y medio de personas! Sin duda, en aquel lugar “la mies [era] mucha, pero los obreros [...] pocos” (Mat. 9:37).
Estábamos recién casados y necesitábamos un empleo para mantenernos, pero la economía del país iba de mal en peor, y muchas personas se habían quedado sin trabajo. Para que la gente obtuviera los alimentos básicos, el gobierno emitió unos cupones. Pero estos se entregaban en el lugar de empleo, y como no teníamos trabajo, no teníamos cupones. Por tanto, nos vimos obligados a pagar altos precios por la comida en el mercado. Tampoco se nos hizo fácil encontrar casa, así que nos alojamos en un hotel. Después de vivir veinte días en el hotel, apenas nos quedaba dinero. Le pedíamos todos los días a Jehová que nos ayudara a encontrar trabajo y un lugar barato donde vivir. Durante todo ese tiempo seguimos predicando celosamente, buscando personas sinceras. Entonces llegó la última noche de nuestra estancia en el hotel. El dinero que nos quedaba lo habíamos gastado en un panecillo y una botella de leche. Antes de irnos a dormir, le suplicamos a Jehová una vez más que nos ayudara a conseguir trabajo y un lugar para vivir, pues al día siguiente tendríamos que abandonar la habitación.
Aquella mañana nos despertó una llamada telefónica. Para sorpresa nuestra, el gerente del hotel nos comunicó que mi primo me esperaba en el vestíbulo. Cuando llegué, me dijo que había recibido un dinero extra en el trabajo y quería compartirlo conmigo. ¡Pero ahí no acabó todo! Unos minutos después nos llamó un hermano y nos dijo que había encontrado un apartamento muy barato. Y para colmo, ese mismo día comenzamos a trabajar como conserjes de una guardería. Así que todos nuestros problemas se resolvieron en un solo día: conseguimos casa, dinero y trabajo. Sin duda, Jehová había escuchado nuestras oraciones.
La asistencia a la Conmemoración de 1991 en Bielgorod fue de 55 personas. Un año después asistieron 150, y al año siguiente, 354. Para el año 2006 había seis congregaciones en la ciudad, y en el oblast de Bielgorod se había superado la cantidad de 2.200 publicadores.
[Recuadro de la página 250]
Los últimos acontecimientos legales
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos confirmó nuestra libertad de culto cuando, en enero de 2007, decidió por unanimidad que “el estudio y análisis colectivo de los textos religiosos que realizan los testigos de Jehová es una forma reconocida de practicar y enseñar su religión”.
A pesar de que en 2004 el gobierno impuso restricciones a la obra en Moscú, nuestros hermanos siguen reuniéndose públicamente y predicando tanto como pueden. En 2007, los hermanos de Moscú tuvieron el placer de celebrar la Conmemoración y las asambleas de distrito sin intromisión alguna, tal como sucede en la mayor parte de Rusia.
Aunque la oposición continúa, nuestros hermanos siguen defendiendo sus derechos con valor. Por ejemplo, se presentó una nueva demanda ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos por un incidente ocurrido el 12 de abril de 2006. En esa fecha, el Departamento de Policía de Liublino irrumpió en un lugar de Moscú donde se celebraba la Conmemoración y le puso fin. Los policías detuvieron a catorce hermanos y amenazaron a su abogado con una navaja. Aunque el tribunal local dictó un fallo que en parte daba la razón a nuestros hermanos, más tarde la decisión fue revocada, y en la apelación se perdió el caso. Por otro lado, en julio de 2007 también se presentó una queja contra varios funcionarios del gobierno que por mucho tiempo han estado investigando sin ninguna justificación nuestras actividades en San Petersburgo.
[Ilustraciones y tabla de las páginas 228 a 230]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
DATOS HISTÓRICOS: Rusia
1890
1891 Se exilia a Semyon Kozlitsky a la zona oriental del Imperio ruso por predicar con valor.
1904 La sucursal de Alemania recibe cartas de Rusia en las que se agradecían las publicaciones bíblicas.
1910
1913 El gobierno ruso concede permiso a los Estudiantes de la Biblia para abrir una oficina en Finlandia, país que para entonces pertenecía al Imperio ruso.
1923 La Sociedad Watch Tower empieza a recibir cartas en las que se solicita el envío de publicaciones bíblicas a Rusia.
1928 George Young solicita en Moscú la legalización de las actividades de los Estudiantes de la Biblia en Rusia. Las autoridades se niegan a renovar su visado.
1929 Se firma un contrato con una emisora de radio en Tallin (Estonia) y se escuchan discursos bíblicos en Leningrado y otras ciudades.
1930
1939 a 1940 La URSS se anexiona el área occidental de Ucrania, Moldavia y las repúblicas bálticas, y así miles de testigos de Jehová entran a formar parte del país.
1944 Se envía a cientos de Testigos a prisiones y campos de trabajo por toda Rusia.
1949 Testigos de Jehová de Moldavia son exiliados a Siberia y el Extremo Oriente ruso.
1950
1951 Más de 8.500 Testigos de Bielorrusia, Letonia, Lituania, Estonia y el área occidental de Ucrania son enviados a Siberia.
1956 y 1957 Los asistentes a 199 asambleas de distrito de todo el mundo piden al gobierno soviético que conceda la libertad religiosa.
Finales de los años cincuenta Se aísla por completo a más de 600 Testigos en un campo de trabajo especial en Mordvinia.
1965 El gobierno soviético emite una orden especial para liberar a los Testigos exiliados en Siberia; ellos se establecen por todo el país.
1970
1989 y 1990 Varios miembros del Cuerpo Gobernante visitan por primera vez a los hermanos de Rusia. Testigos de la URSS viajan a las asambleas especiales de Polonia.
1990
1991 El 27 de marzo, los testigos de Jehová reciben reconocimiento legal en Rusia.
1992 y 1993 Se celebran asambleas internacionales en San Petersburgo y Moscú.
1997 Se dedica la sucursal de Rusia en Solnechnoye, cerca de San Petersburgo.
1999 Dedicación del primer Salón de Asambleas de Rusia, en San Petersburgo.
2000
2003 Finaliza la ampliación de la sucursal.
2007 Hay más de 2.100 congregaciones y grupos aislados de publicadores en Rusia.
[Ilustración]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Publicadores
Precursores
Publicadores
Precursores
Publicadores en los 15 países de la antigua URSS
360.000
300.000
240.000
180.000
120.000
60.000
40.000
20.000
1890 1910 1930 1950 1970 1990 1990 2000
[Mapa de la página 218]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Otras sucursales han ayudado para que las publicaciones lleguen a todo el país
ALEMANIA FINLANDIA
↓ ↓
Solnechnoye
↓ ↓ ↓ ↓
BIELORRUSIA KAZAJISTÁN MOSCÚ RUSIA
JAPÓN
↓
Vladivostok
↓
KAMCHATKA
[Mapas de las páginas 116 y 117]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
CÍRCULO POLAR ÁRTICO
OCÉANO ÁRTICO
Polo Norte
Mar de Barents
Mar de Kara
Mar de Laptev
Mar de Siberia Oriental
Mar de Chukchi
Estrecho de Bering
SUECIA
NORUEGA
DINAMARCA
COPENHAGUE
ALEMANIA
POLONIA
Lodz
VARSOVIA
Mar Báltico
FINLANDIA
ESTONIA
LETONIA
LITUANIA
BIELORRUSIA
Brest
UCRANIA
Lvov
MOLDAVIA
Mar Caspio
KAZAJISTÁN
ASTANÁ
Kenguir
UZBEKISTÁN
TASKENT
Angren
CHINA
MONGOLIA
ULÁN BATOR
CHINA
Mar del Japón
JAPÓN
TOKIO
Hokkaido
Mar de Ojotsk
Mar de Bering
RUSIA
Petrozavodsk
San Petersburgo
Solnechnoye
Kaliningrado
Nóvgorod
Vyshniy Volochek
MOSCÚ
Tula
Orel
Kursk
Voronez
Udarnyy
Vladimir
Ivanovo
Nizni Nóvgorod
Siktivkar
Ujta
Pechora
Inta
Nueva Zembla
Vorkutá
MONTES URALES
SIBERIA
Ekaterimburgo
Náberezhnie Chelni
Izevsk
Saratov
Volzskij
Stavropol
Piatigorsk
Monte Elbrus
Nalchik
Nartkala
Beslan
Vladikavkaz
CORDILLERA DEL CÁUCASO
Astracán
Río Volga
Tomsk
Novosibirsk
Kemerovo
Krasnoyarsk
Novokuznetsk
Ust-Kan
Aktash
Biriusinsk
Oktiabrskii
Bratsk
Vikhorevka
Tulun
Khazan central
Zima
Zalari
Usolje Sibirskoje
Kitoy
Angarsk
Irkutsk
Lago Baikal
Kirensk
Jabárovsk
Vladivostok
Korsakov
Yuzhno-Sajalinsk
Sajalín
Yakutsk
Oymyakon
Ust-Nera
Kamchatka
Península de Chukchi
Río Kolyma
Khayyr
Norilsk
[Mapa de la página 167]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Mar Caspio
Mar Báltico
Mar de Barents
Mar de Kara
OCÉANO GLACIAL ÁRTICO
Polo Norte
Mar de Laptev
Mar de Siberia Oriental
Mar de Chukchi
Estrecho de Bering
Mar de Ojotsk
Mar del Japón
KAZAJISTÁN
CHINA
MONGOLIA
MURMANSK
PSKOV
TVER
MOSCÚ
BIELGOROD
VORONEZ
ROSTOV
KABARDINO-BALKARIA
ALANIA
IVANOVO
NIZNI NÓVGOROD
MORDVINIA
ULIÁNOVSK
VOLGOGRADO
TARTARISTÁN
PERM
KOMI
MONTES URALES
SIBERIA
SVERDLOVSK
CHELIABINSK
KURGAN
TIUMEN
OMSK
TOMSK
NOVOSIBIRSK
ALTÁI
REP. DE ALTÁI
KEMEROVO
JAKASIA
KRASNOYARSK
TUVÁ
IRKUTSK
BURIATIA
CHITA
SAJÁ
AMUR
JABÁROVSK
PRIMORJE
SAJALÍN
KAMCHATKA
[Ilustración de la página 66]
Amanecer en la península de Chukchi
[Ilustraciones de la página 68]
Este letrero, en kazajo y ruso, señala hacia Bukhtarma, pueblo siberiano al que deportaron a Semyon Kozlitsky
[Ilustraciones de la página 71]
Los hermanos Herkendell pasaron su luna de miel ayudando a personas de habla alemana en Rusia
[Ilustraciones de la página 74]
Poder de representación que se le dio a Kaarlo Harteva (derecha), y al que el cónsul de la Rusia imperial en Nueva York puso un sello oficial
[Ilustración de la página 80]
En esta asamblea en ruso, celebrada en mayo de 1925 en Carnegie (Pensilvania, EE.UU.), hubo una asistencia de 250 personas y se bautizaron 29
[Ilustración de la página 81]
Esta revista declaró: “El oblast de Voronez está plagado de sectas”
[Ilustración de la página 82]
George Young
[Ilustraciones de la página 84]
Aleksandr Forstman tradujo al ruso tratados, folletos y libros durante casi diez años
[Ilustración de la página 90]
Pyotr Krivokulsky y su esposa, Regina (1997)
[Ilustraciones de la página 95]
Olga Sevryugina llegó a ser sierva de Jehová gracias a las cartas que Pyotr lanzaba atadas a una piedra
[Ilustración de la página 100]
Ivan Krylov
[Ilustraciones de la página 101]
Los Testigos desterrados construyeron sus propias casas en Siberia
[Ilustración de la página 102]
Magdalina Beloshitskaya y su familia fueron deportados a Siberia
[Ilustración de la página 110]
Viktor Gutshmidt
[Ilustración de la página 115]
Alla, en 1964
[Ilustración de la página 118]
Semyon Kostylyev, en la actualidad
[Ilustración de la página 120]
La educación bíblica que recibió Vladislav Apanyuk le sirvió para vencer pruebas de fe
[Ilustraciones de la página 121]
La policía encontró el folleto Después del Armagedón—el nuevo mundo de Dios en la casa de Nadezhda Vishnyak
[Ilustración de la página 126]
Boris Kryltsov
[Ilustración de la página 129]
Viktor Gutshmidt con su hermana (de pie, atrás), sus hijas y Polina, su esposa, un mes antes de ser arrestado (1957)
[Ilustración de la página 134]
Ivan Pashkovsky
[Ilustración de la página 136]
En 1959 apareció en la revista Krokodil una fotografía de estas publicaciones descubiertas en un pajar
[Ilustración de la página 139]
Bajo esta casa estaba una de las imprentas descubiertas por la KGB en 1959
[Ilustración de la página 142]
Aleksey Gaburyak ayudó a reunir a los que habían sido dispersados
[Ilustraciones de la página 150]
Equipo de impresión casero
Rotativa
Prensa para el papel
Guillotina
Grapadora
[Ilustración de la página 151]
Stepan Levitsky, que trabajaba de tranviario, abordó valerosamente a un experto en impresión
[Ilustración de la página 153]
Grigory Gatilov predicaba en su celda
[Ilustraciones de la página 157]
Las flores de tallo alto proporcionaban a las Testigos un buen escondite para estudiar la Biblia y analizarla con otras
[Ilustración de la página 161]
Tamaño real de una revista La Atalaya hecha a modo de librito en miniatura
[Ilustración de la página 164]
“Orden Judicial del Presidium del Soviet Supremo de la URSS”
[Ilustración de la página 170]
Los hermanos escondían “tesoros” en maletas de doble fondo o bajo las plantillas de sus botas
[Ilustración de la página 173]
Ivan Klimko
[Ilustración de la página 175]
En una caja de fósforos se podían meter cinco o seis Atalayas escritas a mano con letra “de seda de araña”
[Ilustración de las páginas 184 y 185]
Hubo un campo de Mordvinia en el que ninguno de los hermanos se perdió ni una sola Conmemoración en todo el tiempo que estuvieron allí
[Ilustración de la página 194]
Nikolai Gutsulyak le predicó informalmente a la esposa del comandante de un campo
[Ilustraciones de la página 199]
Asambleas internacionales
En 1989 asistieron hermanos de Rusia a las tres asambleas internacionales de Polonia
Varsovia
Chorzów
Poznań
[Ilustración de la página 202]
Tras concederse el reconocimiento oficial, de izquierda a derecha: Theodore Jaracz, Michael Dasevich, Dmitry Livy, Milton Henschel, un funcionario del Ministerio de Justicia, Anany Grogul, Aleksey Verzhbitsky y Willi Pohl
[Ilustraciones de la página 205]
Milton Henschel presentando un discurso en la Asamblea Internacional “Portadores de Luz” en el Estadio Kirov de San Petersburgo (1992)
[Ilustración de la página 206]
Propiedad adquirida en Solnechnoye (Rusia)
[Ilustración de la página 207]
Aulis y Eva Lisa Bergdahl fueron parte del primer grupo de voluntarios que llegaron a Solnechnoye
[Ilustración de la página 208]
Hannu y Eija Tanninen fueron asignados a San Petersburgo
[Ilustración de la página 210]
En compañía de su esposa, Lyudmila, Roman Skiba recorrió grandes distancias como superintendente de distrito
[Ilustración de la página 220]
En los muelles de Vladivostok, con un envío de publicaciones
[Ilustración de la página 224]
Arno y Sonja Tüngler han disfrutado de muchos privilegios de servicio en su asignación en Rusia
[Ilustración de las páginas 226 y 227]
Reunión de congregación celebrada en 1989 en un bosque cercano a San Petersburgo
[Ilustración de la página 238]
La sucursal de Rusia supervisa la traducción de publicaciones a más de cuarenta idiomas
[Ilustración de la página 243]
La primera Escuela del Servicio de Precursor en San Petersburgo (junio de 1996)
[Ilustraciones de la página 246]
La predicación en Rusia
En los campos del oblast de Perm y en Nartkala
En las calles de San Petersburgo
De casa en casa en Yakutsk
En el mercado de Saratov
[Ilustraciones de las páginas 252 y 253]
Sucursal de Rusia
Vista aérea de los edificios residenciales y sus alrededores
[Ilustración de la página 254]
La asistencia a la asamblea de distrito de Moscú en 2006 fue de 23.537 personas
[Ilustración de la página 254]
Estadio Luzhniki