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Graduación de la clase 38va de GalaadLa Atalaya 1964 | 15 de febrero
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Hoy día Dios nos habla por medio de su Hijo, para ordenarnos lo que debemos hacer. Por eso aconsejó a los estudiantes que se graduaban que no pensaran en ningún tiempo que no vienen a estar bajo la autoridad del Hijo de Dios. Tengan presente, recalcó, que lo que Jesús hizo fue auténtico; no fue fábulas, cuentos de hadas. Por lo tanto debemos obedecer los mandamientos que nos ha dado sobre lo que hemos de hacer y lo que no hemos de hacer. Tenemos que escuchar al Hijo; si no, ¿cómo escaparemos si descuidamos una salvación que fue hablada por medio del propio Hijo de Dios? Puesto que Dios siempre apoyó a su Hijo en toda declaración que él hizo, podemos estar seguros de que si se nos manda que no hagamos una cosa y sin embargo la hacemos, no hemos de pensar que escaparemos del castigo. Pero si prestamos atención al Hijo y hacemos lo que él nos manda, entonces conseguiremos la bendición de Dios.
Entonces el presidente Knorr dio a cada estudiante su asignación. Habían venido de cincuenta y seis diferentes países y ahora recibían sus asignaciones, muchos de ellos como siervos de sucursal, a sesenta y siete diferentes países. Hubo un intermedio a las 5:40 p.m., para una excelente cena de despedida. El programa se reasumió a las 7:25 p.m. con un estudio condensado de la lección de La Atalaya; cuarenta estudiantes dieron sus comentarios sobre las preguntas. Entonces unos cuarenta estudiantes participaron en un programa alegre con experiencias y escenas, ilustrando, por ejemplo, cómo se lleva a cabo la obra del Reino en el África y en la India. Después de un cántico, y la oración por el presidente de la Sociedad, el programa inspirador de la graduación terminó a las 11:05 p.m.
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1964 | 15 de febrero
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Preguntas de los lectores
● ¿Quisieran explicar, por favor, el Salmo 78:24, 25? ¿Indica esto que los ángeles necesitan alguna clase de alimentación para continuar viviendo?—D. H., EE. UU.
En la Versión Nácar-Colunga el Salmo 78:24, 25 dice que los israelitas comieron “pan de ángeles” en el desierto. Leemos: “Y llovió sobre ellos el maná, para que comieran, dándoles un trigo de los cielos. Comió el hombre pan de ángeles, y les dió comida hasta la saciedad.” La Versión del Rey Jaime, en inglés, dice: “El hombre comió alimento de ángeles.” Es interesante el hecho de que The Newberry Study Bible, editada por Tomás Newberry y basada en la Versión del Rey Jaime, dice en una nota al margen en cuanto a la expresión “El hombre comió alimento de ángeles”: “ish o Todos comieron el pan de poderosos, heb. lehhem, abbirim.” Note ahora cómo se vierten estos versículos en la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras: “Y siguió haciendo llover sobre ellos maná para que lo comieran, y les dio el grano del cielo. Los hombres comieron el pan mismo de poderosos; les envió provisiones hasta la satisfacción.”
Sí, los israelitas, aunque eran meramente hombres, comieron “el pan mismo de poderosos.” Y esta expresión se refiere al maná que comieron en el desierto. Bueno, entonces, ¿era el maná realmente alimento de ángeles dado por Dios al hombre? El maná sí descendió, por decirlo así, del cielo, porque aparecía sobre el terreno por el funcionamiento del espíritu de Dios desde el cielo. No obstante, esto no era alguna clase de pan que comieran los ángeles; tampoco tenemos prueba bíblica alguna de que los ángeles del cielo coman alguna cosa.
Por lo tanto, cuando el Salmo 78:24 y 25 muestra que al comer maná los israelitas “comieron el pan mismo de poderosos,” ¿qué se quiere decir? Sencillamente que subsistieron con alimento procedente de una poderosa fuente espiritual, suministrado por motivo del funcionamiento del espíritu o fuerza activa de Jehová. Por lo tanto, estaban comiendo alimento que se proveía divinamente.
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