-
Resista la “tendencia hacia la envidia”La Atalaya 1974 | 1 de enero
-
-
que se pueden combinar para el progreso de sus intereses espirituales.
La actitud apropiada de querer que otros participen de privilegios la expresó Moisés cuando le dijo a Josué: “¿Sientes celos por mí? No, ¡quisiera yo que todo el pueblo de Jehová fuesen profetas, porque Jehová pondría su espíritu sobre ellos!”—Núm. 11:29.
El no reflejar esta actitud puede resultar en consecuencias serias. Durante el tiempo de su ministerio terrestre Jesucristo aclaró esto muy bien a sus apóstoles. Cuando cierto hombre, evidentemente facultado por el espíritu de Dios, expulsaba demonios sobre la base del nombre de Jesús, el apóstol Juan y otros trataron de detenerlo porque no los acompañaba. Evidentemente creyeron que el hombre no formaba parte de su grupo exclusivo y que por lo tanto al ejecutar él obras poderosas restaría importancia a la actividad de ellos. Al oír esto, Jesús los corrigió. Luego añadió una fuerte advertencia: “Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen, mejor le sería que se le pusiera alrededor del cuello una piedra de molino como la que el asno hace girar y realmente fuera arrojado en el mar.” (Mar. 9:38-42) Sí, una actitud egocéntrica como la que expresaron los apóstoles pudo haber resultado en que a personas nuevas y de condición humilde se les hubiera hecho tropezar. Dios no consideraría cosa leve un derrotero perjudicial como ése.
Si deseamos una posición aprobada ante Jehová Dios, por lo tanto deberíamos reconocer la envidia por lo que es... pecado contra Dios y el prójimo, sí, una expresión de un espíritu desamoroso. En vista del fruto malo que produce la envidia, tenemos buena razón para odiarla. Este odio puede protegernos de llegar a ser envidiosos nosotros mismos y de suscitar competencia y envidia en otros.
-
-
Éxito en servir a Jehová a pesar de obstáculosLa Atalaya 1974 | 1 de enero
-
-
Éxito en servir a Jehová a pesar de obstáculos
Según lo relató Florentino Banda
CUANDO fui joven, había dos cosas que me molestaban en cuanto a la religión. No podía aceptar la enseñanza de que el hombre tiene un alma inmortal. Y me repugnaba la preocupación que tenían las iglesias por el dinero; parecía que siempre se estaban haciendo colectas. De modo que decidí, más o menos, evitar la religión.
En 1923, salí de México e inmigré a los Estados Unidos, donde hay una cantidad grande de sectas religiosas. A veces, al pasar junto a las iglesias, entraba simplemente para ver lo que hacía la gente. ¡Efectivamente, de vez en cuando pasaban el platillo de colecta! Decía yo para mí mismo: “¡Explotadores!”
HALLANDO UNA RELIGIÓN QUE NO EXPLOTA A LA GENTE
Vivía en Houston, Texas, en 1928, y en una ocasión pasé junto a la casa de algunos conocidos cuando salían. “¿Adónde van?” pregunté. Me dijeron: “Vamos a una reunión. ¿Le gustaría acompañarnos?” Pregunté: “¿De qué se trata? Porque si tiene que ver con política o religión, no me gusta.” Ellos contestaron: “Tiene que ver con el estudio de la Biblia.”
“¡Ah!,” dije, “¡religión! Quizás en otra ocasión.” Y me fui.
Pasaron varios días, y volví a encontrar a estos conocidos; de nuevo me invitaron a asistir a la reunión. Esta vez, por cortesía, acepté.
-