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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1973 | 15 de julio
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“Por lo tanto, paguen de vuelta a César las cosas de César, pero a Dios las cosas de Dios.” (Mat. 22:17, 21) El apóstol Pablo, al considerar la sumisión a las autoridades gubernamentales, escribió: “Hay . . . razón apremiante para que ustedes estén en sujeción, no solo por causa de esa ira [dirigida contra las personas desaforadas], sino también por causa de la conciencia de ustedes. Pues por eso es que ustedes también pagan impuestos; porque ellos son siervos públicos de Dios que sirven constantemente según este mismo propósito. Rindan a todos lo que les es debido, al que pide impuesto, el impuesto.”—Rom. 13:5-7.
Ni en las palabras de Jesús ni en las del apóstol Pablo hay siquiera una insinuación de que el siervo de Dios tiene responsabilidad alguna respecto al uso que hacen las autoridades gubernamentales del dinero de los impuestos. La situación se compara al pago que uno hace a un electricista, plomero u otro obrero por servicios que rindan.
Las autoridades gubernamentales son “siervos públicos de Dios” en el sentido de que los cristianos se benefician de sus servicios, incluyendo el manejo de la correspondencia, la protección contra incendios, abastecimiento de agua, educación, el transporte público, la construcción y el mantenimiento de caminos y carreteras así como la protección de agencias que hacen cumplir la ley y los sistemas judiciales. Aun cuando los gobiernos participan en prácticas que son contrarias a las creencias del cristiano, él todavía se beneficia de estos servicios.
También, como indicó Jesús, el dinero pertenece a “César.” Esto se debe a que la autoridad gubernamental emite el dinero y le asigna un valor particular. Por eso cuando el gobierno requiere que se le devuelva parte del dinero por servicios que rinde, el cristiano está obligado a hacerlo.
Los gobiernos que abusan de su autoridad tendrán que dar cuenta a Dios.—Rom. 12:19.
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Una Tierra limpiada en nuestro díaLa Atalaya 1973 | 15 de julio
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Una Tierra limpiada en nuestro día
Los esfuerzos que los hombres hacen para mejorar las condiciones del mundo han seguido fracasando porque los hombres no tienen nada nuevo que ofrecer. ¡Pero tal no es el caso con el Creador del universo! Él se ha dado cuenta de la incapacidad humana y ha prometido restaurar al género humano obediente a su debido lugar.
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