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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1973 | 15 de septiembre
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Sin embargo, Jesús sí sabía que iba a morir y ser resucitado. En otra ocasión dijo a escribas y fariseos incrédulos: “Una generación inicua y adúltera sigue buscando una señal, mas no se le dará ninguna señal, sino la señal de Jonás el profeta. Porque así como Jonás estuvo en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así el Hijo del hombre estará en el corazón de la tierra tres días y tres noches.” (Mat. 12:39, 40) Teniendo este conocimiento anticipado acerca de su muerte y resurrección, Jesús, en un sentido profético, pudo hablar de ‘levantar el templo de su cuerpo.’ Puesto que él lo predijo, era tal como si él fuese a hacerlo. Esto se puede ilustrar con Ezequiel 43:3, donde el profeta Ezequiel declara: “Vine a arruinar la ciudad [Jerusalén],” es decir, al predecir su destrucción. Ezequiel como desterrado en Babilonia no tuvo parte en realmente destruir a Jerusalén; los babilonios hicieron eso. Pero su profecía, siendo divinamente inspirada, lo dio por hecho. (Compare también con Jeremías 1:10.) De modo similar, Jehová Dios resucitó a su Hijo, pero Jesús pudo hablar de hacerlo en un sentido profético.
Además, la voluntad, comisión o mandato de Dios tocante a su Hijo fue que muriera y fuera restaurado a la vida. Jesús entregó voluntariamente su vida en armonía con el propósito de su Padre. Por lo tanto Jesús pudo levantar el templo de su cuerpo en el sentido de que tenía la autoridad para recibir la vida de nuevo.
Al tercer día Dios le mandó a Jesús que se levantara de entre los muertos, y lo hizo aceptando o recibiendo vida a manos de su Padre, por autoridad de Dios. Junto con la vida como Hijo espíritu, recibió el derecho a la vida humana perfecta que, al morir en plena inocencia, no había perdido. Después de eso presentó este mérito de su sacrificio humano a su Padre en el cielo. (Heb. 9:11-14, 24-28) Esto está de acuerdo con las palabras de Jesús en Juan 10:17, 18: “El Padre me ama porque entrego mi vida, para recibirla de vuelta, otra vez. Nadie me la ha robado; la entrego de mi propio albedrío. Tengo el derecho de entregarla, y tengo el derecho de recibirla de vuelta de nuevo; he recibido esta comisión de parte de mi Padre.”—New English Bible.
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El tiempo es un tesoroLa Atalaya 1973 | 15 de septiembre
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El tiempo es un tesoro
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