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Tratemos a los demás como Dios quiereVivamos muy pendientes del día de Jehová
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Miqueas responde: “Sus propios ricos se han llenado de violencia, y sus propios habitantes han hablado falsedad, y su lengua es mañosa en su boca” (Miqueas 6:12). Conviene recordar que aquellos profetas condenaron tanto la “práctica de engaño” como la “lengua [...] mañosa”. Por esta razón, hasta el cristiano —que jamás contaría mentiras intencionadas— debe preguntarse: “¿Recurro a veces al engaño o a la lengua ‘mañosa’? ¿Cómo quiere Dios que me comporte al comunicarme con los demás?”.
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Tratemos a los demás como Dios quiereVivamos muy pendientes del día de Jehová
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NO TRATEMOS A NADIE CON VIOLENCIA
13. ¿Qué otro problema se señala en Miqueas 6:12?
13 Como hemos visto en Miqueas 6:12, algunos miembros del pueblo de Dios trataban mal a su prójimo porque “habla[ban] falsedad, y su lengua [era] mañosa”. Pero ese mismo versículo señala otro grave problema: los ricos se habían “llenado de violencia”. ¿A qué se refieren estas palabras, y qué lección extraemos de ellas?
14, 15. ¿Qué historial de violencia tenían las naciones vecinas del pueblo de Dios?
14 Pensemos en la fama de algunas naciones vecinas del pueblo de Dios. Al nordeste estaba Asiria, de cuya capital, Nínive, escribió Nahúm las siguientes palabras: “¡Ay de la ciudad de derramamiento de sangre! Está toda llena de engaño y de robo. ¡De allí la presa no parte!” (Nahúm 3:1). Los asirios eran notorios por su agresividad en el combate y su crueldad con los prisioneros de guerra, a quienes acostumbraban quemar o desollar vivos, sacarles los ojos o cortarles la nariz, las orejas o los dedos. El libro Dioses, tumbas y sabios señala: “El recuerdo y la fama de Nínive se grabó en la conciencia de los hombres por las monstruosidades cometidas: asesinatos, pillaje, sumisión de pueblos y opresión de los débiles. La guerra y el terror fueron las únicas normas”. De hecho, contamos con un testigo que observó —y posiblemente cometió— tales actos violentos: el rey de Nínive. En efecto, cuando él escuchó el mensaje de Jonás, dio este mandato al pueblo: “Que se cubran de saco, hombre y animal doméstico; y que clamen a Dios con fuerza y se vuelvan, cada uno, de su mal camino y de la violencia que había en sus manos” (Jonás 3:6-8).b
15 Pero la brutalidad no se limitaba a Asiria. Edom, al sudeste de Judá, también iba a ser castigada por ello. ¿Qué había hecho? “En lo que respecta a Edom, un desierto de yermo desolado llegará a ser, debido a la violencia hecha a los hijos de Judá, en cuya tierra derramaron sangre inocente.” (Joel 3:19.) ¿Tomaron en serio esta advertencia los edomitas y abandonaron su agresividad? No, pues dos siglos después Abdías escribió: “Tus hombres poderosos tendrán que aterrarse, oh [lugar edomita de] Temán [...]. Por la violencia [con que trataste] a tu hermano Jacob, [...] tendrás que ser cortado hasta tiempo indefinido” (Abdías 9, 10). Ahora bien, ¿qué hay del pueblo de Dios?
16. Según indicaron Amós y Habacuc, ¿qué problema había en sus tiempos?
16 Amós denunció así la situación de Samaria, la capital del reino del norte: “Vean los muchos desórdenes que hay en medio de ella, y casos de defraudación dentro de ella. Y ellos no han sabido hacer lo que tiene derechura —es la expresión de Jehová—, aquellos que están almacenando violencia y despojo” (Amós 3:9, 10). Cabría esperar que Judá —el reino que albergaba el templo de Jehová— fuera diferente. Pero Habacuc, que vivía allí, preguntó a Dios: “¿Hasta cuándo clamaré a ti por socorro contra la violencia, sin que tú salves? ¿Por qué me haces ver lo que es perjudicial, y sigues mirando simple penoso afán? ¿Y por qué hay expoliación y violencia enfrente de mí[?]” (Habacuc 1:2, 3; 2:12).
17. ¿Por qué razón se volvió violento el pueblo de Dios?
17 ¿Por qué se volvió tan violento el pueblo de Dios? ¿Sería por imitar la agresividad de naciones como Asiria y Edom? Esa era una posibilidad contra la que había advertido Salomón: “No tengas envidia del hombre de violencia, ni escojas ninguno de sus caminos” (Proverbios 3:31; 24:1). Y más tarde, Jeremías fue directamente al grano: “Esto es lo que ha dicho Jehová: ‘No aprendan de ninguna manera el camino de las naciones’” (Jeremías 10:2; Deuteronomio 18:9).
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