-
La regla de oro... ¿qué es?La Atalaya 1989 | 1 de noviembre
-
-
La regla de oro... ¿qué es?
“MIRE, yo no molesto a mis vecinos. Por mí, ellos pueden hacer lo que quieran. Pero, claro, si estuvieran en aprietos, haría lo que pudiera por ayudarles.” ¿Opina usted así? Cuando ocurren desastres, puede que abunden los actos de bondad y altruismo, lo que frecuentemente sorprende a muchos. Pero ¿basta con eso?
Si usted tiene hijos, sin duda les ha aconsejado que no provoquen a sus compañeros de juego. Muchos tenemos cicatrices, desde la niñez, que demuestran que es blanco de represalias el que pasa por alto esa pauta. Sí, hemos aprendido cuán sabia es la máxima que expresó el filósofo oriental Confucio: “No hagas a otros lo que no quieras que ellos te hagan”. Sin embargo, ¿se da cuenta usted de que esta es simplemente una versión inferior y negativa de lo que se conoce como la regla áurea o regla de oro?
Una regla positiva
Se ha dicho que la regla áurea es una regla de conducta ética relacionada con Mateo 7:12 y Lucas 6:31, y que señala que uno debe tratar a otros como quisiera que otros lo trataran a uno. Eche un vistazo al recuadro al pie de esta página y considere cómo transmiten el brillo de esta guía diferentes versiones de la Biblia en el capítulo 7 de Mateo, versículo 12 Mt 7:12.
Sírvase notar que aunque las expresiones varían de una versión a otra, la regla es positiva. Después de todo, es como Jesús había razonado anteriormente en el Sermón del Monte: “Sigan pidiendo, y se les dará; sigan buscando, y hallarán; sigan tocando, y se les abrirá. Porque todo el que pide recibe, y todo el que busca halla, y a todo el que toca se le abrirá”. (Mateo 7:7, 8.) Todas estas son acciones positivas: pedir, buscar, tocar. “Por lo tanto —pasa a decir Jesús—, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos.” (Mateo 7:12.)
La Biblia muestra que los discípulos de Jesús también recomendaron vivir de acuerdo con esa regla. (Romanos 15:2; 1 Pedro 3:11; 3 Juan 11.) Sin embargo, desgraciadamente la condición actual de las relaciones humanas da testimonio de que, en general, la gente no la sigue, sean cristianos nominales o no. ¿Significa eso que esta regla de conducta ética ya no es válida ni eficaz? ¿Será anticuada?
[Recuadro en la página 3]
“Hagan siempre a otros lo que ustedes quieran que ellos les hagan a ustedes.”—Dios llega al hombre. El Nuevo Testamento (Versión Popular), 1966.
“Todo cuanto deseéis que os hagan los hombres, hacedlo igualmente vosotros con ellos.”—La Biblia, por Serafín de Ausejo, 1976.
“Todo lo que querrían que hicieran los demás por ustedes, háganlo ustedes por ellos.”—Nueva Biblia Española, edición latinoamericana.
“Así pues, hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes.”—Dios habla hoy. La Biblia (Versión Popular), 1979.
-
-
La regla de oro... ¿por qué es válida y eficaz todavía?La Atalaya 1989 | 1 de noviembre
-
-
La regla de oro... ¿por qué es válida y eficaz todavía?
EL ORO puro nunca pierde el brillo; por eso las joyas de oro son estimadas y valiosas. En vez de desechar los objetos de oro que han recibido daño, los orfebres vuelven a trabajar el preciado metal para formar un nuevo objeto de arte, porque el oro conserva su valor.
De igual manera, aunque Jesús dio la regla áurea hace unos dos mil años, el valor de ella no ha disminuido. Mediante probar o determinar las razones de su validez y eficacia, podemos comprender mejor su valor para nosotros hoy día.
Cuando Jesús dio la regla de oro, “por lo tanto, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos”, añadió: “Esto, de hecho, es lo que significan la Ley y los Profetas”. (Mateo 7:12.) ¿Cómo entendieron esto los discípulos de Jesús y otras personas que le escuchaban?
“Lo que significan la Ley y los Profetas”
“La Ley” se refería a los escritos antiguos que fueron los primeros cinco libros de la Biblia (de Génesis a Deuteronomio). Estos revelan el propósito de Jehová de producir una descendencia que eliminaría la maldad. (Génesis 3:15.) Esos primeros libros bíblicos comprendían la Ley o cuerpo de mandatos que Jehová había dado por medio de Moisés a la nación de Israel en 1513 a.E.C. en el monte Sinaí.
La ley divina separaba a Israel de las naciones paganas circundantes, y los israelitas no deberían hacer nada que pusiera en peligro su posición favorecida ante Jehová. Ellos eran Su propiedad exclusiva y tenían que permanecer en tal condición para recibir Sus bendiciones. (Éxodo 19:5; Deuteronomio 10:12, 13.) Pero además de sus obligaciones con Dios, la Ley mosaica explicaba claramente la responsabilidad que tenían los israelitas de hacer el bien a los residentes forasteros en Israel. Por ejemplo, declaraba: “El residente forastero que reside como forastero con ustedes debe llegar a serles como natural suyo; y tienes que amarlo como a ti mismo, porque ustedes llegaron a ser residentes forasteros en la tierra de Egipto. Yo soy Jehová el Dios de ustedes”. (Levítico 19:34.) Durante el período de los reyes en Israel, los residentes forasteros disfrutaron de muchos privilegios, como el de participar en la construcción del templo de Dios en Jerusalén. (1 Crónicas 22:2.)
La Ley que se dio a Israel prohibía el adulterio, el asesinato, el robo y la codicia. Estos mandatos, junto con “cualquier otro mandamiento que haya”, se podían resumir en el precepto: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. El apóstol Pablo añadió: “El amor no obra mal al prójimo; por lo tanto, el amor es el cumplimiento de la ley”. (Romanos 13:9, 10.)
Si la Ley trazó la mismísima base de la regla áurea, ¿qué hay de “los Profetas”?
Los libros proféticos de las Escrituras Hebreas también sostienen la validez y eficacia de la regla áurea. Presentan a Jehová como un Dios que cumple fielmente su propósito. Él bendice a sus siervos fieles, que, aunque imperfectos, tratan de hacer Su voluntad y se arrepienten verdaderamente por sus extravíos. “Lávense; límpiense; quiten la maldad de sus tratos de enfrente de mis ojos; cesen de hacer lo malo. Aprendan a hacer lo bueno; busquen la justicia; corrijan al opresor; dicten fallo para el huérfano de padre; defiendan la causa de la viuda.” (Isaías 1:16, 17.)
Cuando el pueblo de Dios hacía lo correcto para con otros y para con Dios, entonces Jehová le garantizaba Su apoyo. “Esto es lo que ha dicho Jehová: ‘Guarden el derecho y hagan lo que es justo. [...] Feliz es el hombre mortal que hace esto, y el hijo de la humanidad que se ase de ello’.” (Isaías 56:1, 2.)
Cristo dirige a su congregación
Cristo vino a cumplir la Ley y los Profetas, y desde que estuvo en la Tierra el propósito eterno de Jehová ha seguido adelantando. (Mateo 5:17; Efesios 3:10, 11, 17-19.) La antigua Ley de Moisés ha sido reemplazada por el nuevo pacto, que abarca a los cristianos ungidos judíos y gentiles. (Jeremías 31:31-34.) No obstante, la congregación cristiana de hoy todavía sigue la regla áurea. Y aquí está otra razón para aceptar la validez y eficacia de la regla: Cristo es el Cabeza activo de la congregación cristiana moderna. No ha cambiado sus instrucciones. Su consejo inspirado todavía es válido y eficaz.
Antes de partir de la Tierra, Jesús dio a sus seguidores el mandato de hacer discípulos de gente de todas las naciones y enseñarles a “observar todas las cosas que yo les he mandado”. Esta instrucción incluía la regla de oro. Jesús aseguró a sus discípulos: “¡Miren!, estoy con ustedes todos los días hasta la conclusión del sistema de cosas”. (Mateo 28:19, 20.)
Según las palabras de Lucas 6:31, Jesús mandó: “Así como quieren que los hombres les hagan a ustedes, háganles de igual manera a ellos”. ¡Qué excelente ejemplo dio Jesús al tomar la iniciativa en hacer el bien a otros!
Durante su ministerio terrestre Jesús observó con cuidado lo que la gente aguantaba, y lamentó aquella situación. En una de sus giras de predicación vio a las multitudes y se compadeció de ellas. Pero hizo más que eso, dio pasos para darles ayuda. ¿Cómo? Organizó una intensa campaña de predicar que llevó a sus discípulos a los hogares de la gente. Como parte de sus instrucciones, dijo: “En cualquier ciudad o aldea que entren, busquen hasta descubrir quién en ella es merecedor, y quédense allí hasta que salgan”. El hecho de que esta obra tenía su apoyo y la bendición de su Padre se ve claramente por las siguientes palabras de Jesús: “El que los recibe a ustedes, me recibe también a mí, y el que me recibe a mí, recibe también al que me envió. [...] Y cualquiera que dé de beber tan solo un vaso de agua fría a uno de estos pequeños porque es discípulo, de cierto les digo, de ninguna manera perderá su galardón”. (Mateo 9:36–10:42.)
El hecho de que la regla áurea implica acción positiva en favor de otros es patente por el razonamiento de Jesús en otra ocasión: “Si ustedes aman a los que los aman, ¿de qué mérito les es? Porque hasta los pecadores aman a los que los aman. Y si hacen bien a los que les hacen bien, ¿de qué mérito, realmente, les es a ustedes? Hasta los pecadores hacen lo mismo. Al contrario, continúen amando a sus enemigos y haciendo bien [...] y su galardón será grande”. (Lucas 6:32, 33, 35.) Por consiguiente, el observar la regla de oro, que todavía es válida y eficaz, nos impulsará a tomar la iniciativa en hacer el bien hasta a personas a quienes no conocemos personalmente.
Sigue siendo válida y eficaz
Quizás la prueba más convincente de que la regla de oro todavía es válida y eficaz viene de las experiencias mismas de los que se guían por ella en la vida. Los cristianos que se comportan diariamente según las leyes de Dios experimentan gran gozo, y muchas veces reciben bendiciones inesperadas. La cortesía y amabilidad de una cristiana con el personal del dispensario médico al que iba fue para su provecho, pues las enfermeras y los médicos la atendían con esmero.
Los testigos de Jehová que han participado en la construcción rápida de Salones del Reino también pueden confirmar el valor de la regla áurea. A menudo las visitas amistosas a los que viven cerca del lugar de la construcción para informarles lo que se va a hacer tienen buenos resultados. Así, personas que antes se oponían a los Testigos han observado que estos hacen el bien a sus vecinos, y han visto directamente cómo los del pueblo de Dios cooperan unos con otros en la obra que hacen. El resultado es que algunos se han ofrecido para ayudar en la construcción, sea directamente o por proveer cosas necesarias. (Compárese con Zacarías 8:23.)
Mientras un Testigo iraní que vive en Londres, Inglaterra, compraba alimento en una tienda, el tendero lo insultó por ser extranjero. Sin dejarse intimidar, el Testigo explicó amable y discretamente que él, como testigo de Jehová, no guardaba resentimiento hacia las personas de otras nacionalidades. Más bien, visitaba a todos sus vecinos para compartir con ellos el mensaje bíblico. ¿Qué resultado tuvo esto? El dueño de la tienda añadió otros manjares exquisitos a los alimentos que compró el Testigo.
Por supuesto, la regla de oro abarca más que esos pequeños actos de bondad. Sin duda, la mayor manifestación de ella, por mucho, es el bien que los testigos de Jehová hacen mundialmente al visitar con regularidad los hogares de su prójimo para llevarle el mensaje de las buenas nuevas del Reino de Dios.
Viva conforme a la regla de oro
Aplicar la regla áurea significa que uno dirige su atención a otras personas. Esta regla es una pauta positiva. Es preciso que uno busque oportunidades para hacer el bien a los que le rodean. Hay que ser amigables y preocuparse por otros, ¡mostrar interés personal por ellos! (Filipenses 2:4.) Si uno hace eso, siega muchas bendiciones. Seguirá el consejo de Jesús: “Resplandezca la luz de ustedes delante de los hombres, para que ellos vean sus obras excelentes y den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos”. (Mateo 5:16.) A su vez, Jehová recompensará a uno mientras uno le busca solícitamente y vive diariamente según la regla áurea. (Hebreos 11:6.)
-