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El Sanedrín lo juzga y después lo envía a PilatoJesús: el camino, la verdad y la vida
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Los judíos llegan con Jesús al palacio de Poncio Pilato temprano por la mañana. Pero ellos se niegan a entrar, pues les parece que, si tienen contacto con los gentiles, se contaminarán y no podrán celebrar la comida del 15 de nisán. Ese es el primer día de la Fiesta de los Panes Sin Levadura, que se considera parte de la temporada de la Pascua.
De modo que Pilato sale y les pregunta: “¿De qué acusan a este hombre?”. Ellos contestan: “Si este hombre no fuera un delincuente, no te lo habríamos entregado”. Quizás Pilato se da cuenta de que quieren presionarlo, así que les dice: “Llévenselo y júzguenlo ustedes según su ley”. Pero la respuesta que le dan revela que tienen intenciones asesinas: “A nosotros no se nos permite matar a nadie” (Juan 18:29-31).
Lo cierto es que, si los judíos mataran a Jesús durante la fiesta de la Pascua, probablemente se armaría un revuelo entre el pueblo. Pero, si logran que sean los romanos quienes ejerzan su autoridad de ejecutarlo por una acusación política, será más fácil para ellos librarse de responsabilidad ante la gente por la muerte de Jesús.
Los líderes religiosos no le dicen a Pilato que ellos ya han condenado a Jesús por blasfemia. Más bien, se inventan otros cargos: “Encontramos a este hombre [1] alborotando a nuestra nación, [2] prohibiendo pagar impuestos a César y [3] diciendo que él mismo es Cristo, un rey” (Lucas 23:2).
Como representante de Roma, a Pilato le preocupa la acusación de que Jesús haya afirmado ser un rey. De manera que entra de nuevo al palacio, ordena que se lo traigan, y le pregunta: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Es como si le preguntara: “¿Has violado la ley imperial al declararte un rey rival de César?”. Ahora Jesús, quizás con la intención de averiguar qué le han contado a Pilato sobre él, le dice: “¿Salió de ti hacer esa pregunta, o es que otros te han hablado de mí?” (Juan 18:33, 34).
Pilato da a entender que no conoce los hechos del caso, pero que desea saberlos, al preguntar: “¿Acaso soy yo judío? Tu propia nación y los sacerdotes principales te entregaron a mí. ¿Qué fue lo que hiciste?” (Juan 18:35).
Jesús no intenta evitar la cuestión más importante, a saber, si él es rey o no. Al contrario, contesta de una manera que sin duda deja sorprendido al gobernador Pilato.
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Pilato y Herodes consideran inocente a JesúsJesús: el camino, la verdad y la vida
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Pilato y Herodes consideran inocente a Jesús
MATEO 27:12-14, 18, 19 MARCOS 15:2-5 LUCAS 23:4-16 JUAN 18:36-38
PILATO Y HERODES INTERROGAN A JESÚS
Jesús no trata de ocultar a Pilato que realmente es rey. Sin embargo, su Reino no es una amenaza para Roma, pues le dice: “Mi Reino no es parte de este mundo. Si mi Reino fuera parte de este mundo, mis ayudantes habrían peleado para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero la realidad es que mi Reino no es de aquí” (Juan 18:36). Así que Jesús deja claro que tiene un Reino, pero no es parte de este mundo.
Pilato no se queda satisfecho con la respuesta de Jesús. Por eso le pregunta: “¿O sea, que tú eres rey?”. Entonces Jesús le dice que ha llegado a la conclusión correcta: “Sí, tú mismo estás diciendo que yo soy rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz” (Juan 18:37).
Poco antes, Jesús le había dicho a Tomás: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. En esta ocasión, hasta Pilato llega a saber que Jesús vino a la Tierra para dar testimonio de la verdad, en concreto, la verdad sobre su Reino. Jesús está dispuesto a ser fiel a esta verdad aunque le cueste la vida. Ahora Pilato le pregunta: “¿Qué es la verdad?”. Pero no espera la respuesta, pues considera que ya ha oído suficiente para juzgar a este hombre (Juan 14:6; 18:38).
Pilato se dirige de nuevo a la multitud que está esperando fuera del palacio. Al parecer, Jesús está junto a él. Entonces Pilato les dice a los sacerdotes principales y a los que están con ellos: “Yo a este hombre no lo encuentro culpable de ningún delito”. Enfurecida por estas palabras, la multitud grita: “Alborota al pueblo enseñando por toda Judea; comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí” (Lucas 23:4, 5).
El fanatismo ciego de los judíos debe de llamar la atención de Pilato. Por eso, mientras los sacerdotes principales y los ancianos siguen gritando, Pilato le pregunta a Jesús: “¿Es que no oyes cuántas cosas testifican contra ti?” (Mateo 27:13). Aun así, Jesús se queda callado. A Pilato le sorprende la serenidad que Jesús muestra ante las absurdas acusaciones de los judíos.
Al oír a los judíos decir que Jesús “comenzó en Galilea”, Pilato descubre que Jesús es galileo. Así que se le ocurre una idea para librarse de la responsabilidad de juzgarlo. Pilato sabe que Herodes Antipas, el gobernador de Galilea, ha venido a Jerusalén en esta época de la Pascua. De modo que decide enviarle a Jesús.
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Pilato y Herodes consideran inocente a JesúsJesús: el camino, la verdad y la vida
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Cuando Jesús regresa, Pilato reúne a los sacerdotes principales, a los gobernantes judíos y al pueblo, y les dice: “Lo interrogué delante de ustedes y no encontré ninguna base para las acusaciones que presentan contra él. De hecho, Herodes tampoco, porque nos lo devolvió. Miren, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. Por lo tanto, lo castigaré y lo pondré en libertad” (Lucas 23:14-16).
Pilato desea liberar a Jesús porque se da cuenta de que los sacerdotes lo han entregado solo por envidia. Además, encuentra otro motivo para hacerlo. Mientras está sentado en el tribunal, su esposa le envía este mensaje: “No tengas nada que ver con ese hombre justo. Hoy sufrí mucho en un sueño [aparentemente de origen divino] a causa de él” (Mateo 27:19).
Pilato sabe que debe liberar a este hombre inocente. Pero ¿lo logrará?
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Pilato declara: “¡Miren! ¡El hombre!”Jesús: el camino, la verdad y la vida
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CAPÍTULO 129
Pilato declara: “¡Miren! ¡El hombre!”
MATEO 27:15-17, 20-30 MARCOS 15:6-19 LUCAS 23:18-25 JUAN 18:39-19:5
PILATO INTENTA LIBERAR A JESÚS
LOS JUDÍOS PIDEN QUE SE LIBERE A BARRABÁS
SE BURLAN DE JESÚS Y LO MALTRATAN
A la multitud que está pidiendo la muerte de Jesús, Pilato ya le ha dicho: “No encontré ninguna base para las acusaciones que presentan contra él. De hecho, Herodes tampoco” (Lucas 23:14, 15). Ahora, busca otra manera de salvar a Jesús y le dice al pueblo: “Ustedes tienen la costumbre de que les ponga en libertad a un preso durante la Pascua. ¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?” (Juan 18:39).
Pilato sabe que en la cárcel está un hombre llamado Barrabás, que es un ladrón, un enemigo del gobierno y un asesino. Así que pregunta: “¿A quién quieren que les ponga en libertad: a Barrabás, o a Jesús, al que llaman Cristo?”. El pueblo, influenciado por los sacerdotes principales, pide que se libere a Barrabás y no a Jesús. Pero Pilato pregunta de nuevo: “¿A cuál de los dos quieren que les ponga en libertad?”. Y la gente responde: “¡A Barrabás!” (Mateo 27:17, 21).
Decepcionado, Pilato les pregunta: “Entonces, ¿qué hago con Jesús, al que llaman Cristo?”. Todos contestan: “¡Al madero con él!” (Mateo 27:22). Al pueblo le tendría que dar vergüenza pedir la muerte de un hombre inocente. Pilato protesta: “Pero ¿por qué? ¿Qué mal ha hecho este hombre? Yo no he encontrado en él nada que merezca la muerte. Por lo tanto, lo castigaré y lo pondré en libertad” (Lucas 23:22).
A pesar de los esfuerzos de Pilato, la multitud enfurecida grita: “¡Al madero con él!” (Mateo 27:23). Los líderes religiosos han alborotado tanto al pueblo que este reclama sangre. Pero no se trata de la sangre de algún criminal o asesino, sino de un hombre inocente al que recibieron como rey en Jerusalén hace tan solo cinco días. No sabemos si los discípulos de Jesús están presentes. Pero, si lo están, se quedan callados y tratan de no llamar la atención.
Al ver que no consigue nada con sus peticiones, sino que la gente está cada vez más enfurecida, Pilato se lava las manos con agua delante de ellos y les dice: “Soy inocente de la sangre de este hombre. Ahora es cosa de ustedes”. Pero el pueblo no cambia de actitud. Al contrario, responden: “¡Nosotros y nuestros hijos nos hacemos responsables de su muerte!” (Mateo 27:24, 25).
El gobernador prefiere complacer a la gente en vez de hacer lo que sabe que está bien. Así que pone en libertad a Barrabás, como le pide el pueblo, y ordena que le quiten la ropa a Jesús y que le den latigazos.
Después de golpearlo de forma brutal, los soldados llevan a Jesús dentro del palacio del gobernador. Entonces, toda la tropa de soldados se reúne y continúa maltratando a Jesús. Trenzan una corona de espinas y se la colocan en la cabeza. Le ponen una caña en la mano derecha y un manto de color púrpura, como el que usa la realeza, y le dicen con desprecio: “¡Viva el rey de los judíos!” (Mateo 27:28, 29). Además, le escupen y le dan bofetadas. Luego le quitan la caña y le golpean en la cabeza con ella, de modo que las afiladas espinas de su humillante “corona” se le clavan todavía más.
La extraordinaria dignidad y fortaleza de Jesús ante este maltrato impresionan a Pilato, quien de nuevo intenta librarse de la responsabilidad de la muerte de Jesús. Por eso les dice: “¡Escuchen! Lo traigo aquí afuera para que sepan que no encuentro que sea culpable de nada”. Quizás Pilato piensa que el pueblo cambiará de opinión al ver a Jesús golpeado y cubierto de sangre. Mientras Jesús permanece de pie ante la cruel multitud, Pilato declara: “¡Miren! ¡El hombre!” (Juan 19:4, 5).
Aunque Jesús está golpeado y herido, demuestra una dignidad y serenidad que llaman la atención de Pilato, pues sus palabras reflejan una mezcla de respeto y lástima.
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Se llevan a Jesús al lugar de ejecuciónJesús: el camino, la verdad y la vida
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Aunque Jesús ha sufrido burlas y un maltrato cruel, los esfuerzos de Pilato por ponerlo en libertad no tienen ningún efecto en los sacerdotes principales ni en los que los apoyan. Ellos quieren que Jesús sea condenado a muerte. Por eso, siguen gritando: “¡Al madero con él! ¡Al madero con él!”. Pero Pilato les responde: “Llévenselo y ejecútenlo ustedes, porque yo no encuentro que sea culpable de nada” (Juan 19:6).
Los judíos no logran convencer a Pilato de que Jesús haya cometido un delito contra el gobierno que merezca la muerte. Así que ahora acusan a Jesús de desobedecer una ley religiosa. Vuelven a acusarlo de blasfemia, tal como hicieron ante el Sanedrín. Afirman: “Nosotros tenemos una ley, y según esa ley debe morir, porque se hizo a sí mismo hijo de Dios” (Juan 19:7). Para Pilato, esta acusación es nueva.
Él entra de nuevo en su palacio y trata de encontrar una manera de liberar a este hombre que ha soportado un trato cruel y sobre el que la propia esposa de Pilato ha tenido un sueño (Mateo 27:19). Esta nueva acusación de los judíos —que el prisionero es “hijo de Dios”— desconcierta a Pilato. Él sabe que Jesús es de Galilea (Lucas 23:5-7). Aun así, le pregunta: “¿De dónde eres tú?” (Juan 19:9). Puede que Pilato se pregunte si Jesús vivió antes en el cielo o si era un dios.
Jesús mismo ya le ha dicho a Pilato que es rey, pero que su Reino no es parte de este mundo. No necesita añadir nada más, así que se queda callado. Sin embargo, Pilato se siente ofendido por el silencio de Jesús y le dice muy molesto: “¿Te niegas a hablarme a mí? ¿No sabes que tengo autoridad para ponerte en libertad y autoridad para ejecutarte?” (Juan 19:10).
Entonces Jesús simplemente responde: “No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran concedido de arriba. Por eso el pecado del hombre que me entregó a ti es peor” (Juan 19:11). Es probable que Jesús no se refiera a nadie en concreto. Más bien, quiere decir que Caifás, los que lo apoyan y Judas Iscariote tienen más culpa que Pilato.
Impresionado por el comportamiento y las palabras de Jesús, y temiendo cada vez más que sea un dios, Pilato intenta de nuevo ponerlo en libertad. Sin embargo, los judíos presionan a Pilato con algo que también debe asustarlo: “¡Si lo pones en libertad, no eres amigo de César! ¡Todo el que se hace rey se opone a César!” (Juan 19:12).
El gobernador saca afuera a Jesús una vez más, se sienta en el tribunal y le dice al pueblo: “¡Miren! ¡Su rey!”. Pero los judíos no cambian de opinión y gritan: “¡Fuera! ¡Fuera! ¡Al madero con él!”. Pilato les pregunta: “¿Entonces ejecuto a su rey?”. Aunque los judíos llevan mucho tiempo sufriendo bajo el dominio romano, los sacerdotes principales se atreven a afirmar: “No tenemos más rey que César” (Juan 19:14, 15).
Pilato no tiene valor para llevarles la contraria a los judíos, así que cede ante sus insistentes exigencias y les entrega a Jesús para que lo maten. Los soldados le quitan a Jesús el manto púrpura, le vuelven a poner su ropa y se lo llevan, obligándolo a cargar con el madero de tormento.
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