-
Dos historias sobre viñasJesús: el camino, la verdad y la vida
-
-
Dos historias sobre viñas
MATEO 21:28-46 MARCOS 12:1-12 LUCAS 20:9-19
LA HISTORIA DE UN HOMBRE QUE TENÍA DOS HIJOS
LA HISTORIA DE LOS AGRICULTORES DE UNA VIÑA
En el templo, Jesús acaba de dejar sin palabras a los sacerdotes principales y a los ancianos del pueblo, quienes habían cuestionado la autoridad con la que hace las cosas. Ahora, les cuenta una historia que deja al descubierto la clase de gente que son.
Jesús empieza diciendo: “Un hombre que tenía dos hijos se acercó al primero y le dijo: ‘Hijo, vete a trabajar hoy en la viña’. El hijo le respondió: ‘No quiero ir’. Pero después se arrepintió y fue. Luego el hombre se acercó al otro hijo y le pidió lo mismo. Y este le respondió: ‘Sí, señor, yo voy’. Pero después no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?” (Mateo 21:28-31). La respuesta es obvia: el que finalmente la hizo fue el primer hijo.
Entonces Jesús les dice a sus adversarios: “Les aseguro que los cobradores de impuestos y las prostitutas van delante de ustedes al Reino de Dios”. Hay cobradores de impuestos y prostitutas que al principio no servían a Dios. Sin embargo, como el primer hijo, luego se arrepintieron, y ahora sí le sirven. Por el contrario, los líderes religiosos son como el segundo hijo: afirman servir a Dios, pero no lo hacen en realidad. Jesús menciona: “Juan [el Bautista] vino y les mostró el buen camino, pero ustedes no le creyeron. En cambio, los cobradores de impuestos y las prostitutas sí le creyeron. Y ustedes vieron eso, pero ni siquiera así se arrepintieron y creyeron en él” (Mateo 21:31, 32).
Después de esa historia, Jesús les cuenta otra. Esta vez, muestra que el problema de los líderes religiosos va más allá de haber descuidado su servicio a Dios. La realidad es que son malvados. Les dice: “Un hombre plantó una viña y la rodeó con una cerca. Además, excavó un lagar y construyó una torre. Luego les alquiló la viña a unos agricultores y viajó al extranjero. A su debido tiempo, les envió un esclavo a los agricultores para recibir de ellos su parte del fruto de la viña. Pero ellos lo agarraron, le dieron una paliza y lo mandaron de vuelta con las manos vacías. Y el dueño les envió otro esclavo, y a este lo golpearon en la cabeza y lo humillaron. Luego envió otro, y lo mataron. Y envió muchos más; a algunos les dieron una paliza y a otros los mataron” (Marcos 12:1-5).
¿Entenderán la historia los que están escuchando a Jesús? Bueno, tal vez se les vengan a la mente las palabras de censura de Isaías: “La viña de Jehová de los ejércitos es la casa de Israel; los hombres de Judá son la plantación que él amaba. Él esperaba justicia, pero resultó que hubo injusticia” (Isaías 5:7). La historia de Jesús es parecida. El dueño de la viña es Jehová, y la viña es la nación de Israel, que está protegida por “una cerca”, la Ley de Dios. Jehová mandó a sus profetas para enseñar al pueblo y ayudarlo a producir buen fruto.
Sin embargo, los agricultores maltrataron y asesinaron a los esclavos que les habían enviado. Jesús explica: “[Al dueño de la viña] todavía le quedaba alguien más: un hijo amado. Así que en último lugar lo envió a él, porque decía: ‘Respetarán a mi hijo’. Pero los agricultores se dijeron unos a otros: ‘Este es el heredero. Vamos, matémoslo; así la herencia será nuestra’”. De modo que lo agarraron y lo mataron (Marcos 12:6-8).
Entonces, Jesús les pregunta: “¿Qué hará el dueño de la viña?” (Marcos 12:9). Y los líderes religiosos responden: “Por ser tan malos, acabará por completo con ellos y les alquilará la viña a otros agricultores, quienes le darán los frutos a su debido tiempo” (Mateo 21:41).
Sin darse cuenta, acaban de sentenciarse a sí mismos, ya que ellos se cuentan entre “los agricultores” de “la viña” de Jehová, la nación de Israel. Jehová tiene el derecho de esperar que estos agricultores produzcan fruto, lo que incluye que pongan su fe en su Hijo, el Mesías. Jesús mira directamente a los líderes religiosos y les pregunta: “¿Es que nunca leyeron este pasaje de las Escrituras: ‘La piedra que los constructores rechazaron, esa ha llegado a ser la principal piedra angular’? ¿Y no leyeron: ‘Esta ha venido de Jehová y para nosotros es maravillosa’?” (Marcos 12:10, 11). A continuación, deja claro lo que quiere decir: “Por eso les digo que el Reino de Dios se les quitará a ustedes y se le dará a una nación que produzca los frutos esperados” (Mateo 21:43).
Los escribas y los sacerdotes principales se dan cuenta de que Jesús les ha contado esta historia “pensando en ellos” (Lucas 20:19). Sus ganas de matar a Jesús, “el heredero” legítimo, son más intensas que nunca. Pero temen a la gente, que considera a Jesús un profeta, así que no intentan matarlo en ese momento.
-
-
Un rey hace un banquete de boda y llama a sus invitadosJesús: el camino, la verdad y la vida
-
-
LA PARÁBOLA DEL BANQUETE DE BODA
En la parte final de su ministerio, Jesús sigue usando ejemplos que desenmascaran a los escribas y a los sacerdotes principales. Por esa razón, quieren eliminarlo (Lucas 20:19). Pero él no ha terminado aún. Ahora les pone una comparación:
“El Reino de los cielos puede compararse a un rey que hizo un banquete de boda para su hijo. Envió a sus esclavos para que llamaran a los invitados al banquete de boda, pero estos no quisieron venir” (Mateo 22:2, 3). Así, Jesús comienza la comparación mencionando el “Reino de los cielos”. Es lógico concluir que el rey es Jehová. ¿Y el hijo del rey y los invitados al banquete de boda? No es difícil identificar al hijo del rey como el Hijo de Jehová, el mismo que está ahí poniéndoles este ejemplo. También es posible deducir que los invitados son los que estarán con el Hijo en el Reino de los cielos.
¿A quiénes se invita primero? Bueno, ¿a quiénes han estado predicando Jesús y los apóstoles acerca del Reino? A los judíos (Mateo 10:6, 7; 15:24). Esta nación aceptó el pacto de la Ley en el año 1513 antes de nuestra era, de modo que fueron los primeros en tener la oportunidad de formar “un reino de sacerdotes” (Éxodo 19:5-8). Pero ¿cuándo se les ofrecería la invitación para el “banquete de boda”? Como es lógico pensar, fue en el año 29 de nuestra era, cuando Jesús comenzó a predicar sobre el Reino de los cielos.
¿Cómo respondió la mayoría de los israelitas a la invitación? Jesús dijo que “no quisieron” ir. La mayor parte de los líderes religiosos y del pueblo no lo aceptaron como el Mesías ni como el Rey elegido por Dios.
Pero Jesús indica que los judíos tendrían otra oportunidad: “Luego [el rey] envió a otros esclavos más con estas instrucciones: ‘Díganles a los invitados: “Miren, tengo la comida preparada. Ya han matado mis toros y mis animales engordados. Todo está listo. Vengan al banquete de boda”’. Pero ellos se fueron sin hacer caso, uno a su campo, otro a sus negocios; y los demás agarraron a los esclavos, los maltrataron y los mataron” (Mateo 22:4-6). Eso corresponde a lo que pasaría una vez que la congregación cristiana se fundara. Para ese momento, los judíos todavía tendrían la oportunidad de estar en el Reino. Aun así, la mayoría rechazaría esta invitación y hasta maltrataría a los esclavos del Rey (Hechos 4:13-18; 7:54, 58).
¿Qué sucederá con la nación? Jesús dice: “Entonces el rey se enfureció y envió a sus tropas; acabó con aquellos asesinos y quemó su ciudad” (Mateo 22:7). Eso les ocurrió a los judíos en el año 70, cuando los romanos destruyeron “su ciudad”, Jerusalén.
Ahora bien, ¿invitaría el rey a alguien más? Según la comparación de Jesús, sí. Él continúa: “Luego [el rey] les dijo a sus esclavos: ‘El banquete de boda está listo, pero los que fueron invitados no se lo merecían. Por eso, vayan a los caminos que salen de la ciudad e inviten al banquete de boda a todo el que encuentren’. Así que los esclavos salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, tanto a buenos como a malos. Y la sala de bodas se llenó de invitados” (Mateo 22:8-10).
Eso pasaría cuando el apóstol Pedro empezara a ayudar a los gentiles a hacerse cristianos verdaderos (los gentiles eran personas que no eran judías de nacimiento ni se habían convertido al judaísmo). En el año 36, un oficial del ejército romano llamado Cornelio y su familia recibieron espíritu santo. De esta manera, se les dio la oportunidad de ocupar un lugar en el Reino de los cielos que Jesús mencionó (Hechos 10:1, 34-48).
Jesús indica que al final el rey no aceptará a todo el que vaya al banquete: “Cuando el rey entró para ver a los invitados, se fijó en un hombre que no llevaba traje de boda. Así que le dijo: ‘Amigo, ¿cómo te presentas aquí sin traje de boda?’. El hombre se quedó callado. Entonces el rey les dijo a sus sirvientes: ‘Átenlo de pies y manos y échenlo afuera, a la oscuridad. Ahí es donde llorará y apretará los dientes’. Porque muchos son invitados, pero pocos son elegidos” (Mateo 22:11-14).
Los líderes religiosos quizás no entienden todo lo que Jesús les dice ni lo que implican sus palabras. De todas maneras, están muy molestos y más resueltos que nunca a deshacerse de él por toda la vergüenza que les está causando.
-
-
Tratan de entrampar a Jesús, pero no lo logranJesús: el camino, la verdad y la vida
-
-
Tratan de entrampar a Jesús, pero no lo logran
MATEO 22:15-40 MARCOS 12:13-34 LUCAS 20:20-40
LAS COSAS DE CÉSAR, A CÉSAR
¿SE CASARÁN LOS RESUCITADOS?
LOS MANDAMIENTOS MÁS IMPORTANTES
Los líderes religiosos están muy enojados con Jesús porque acaba de ponerles varios ejemplos que desenmascaran lo malos que son. Ahora, los fariseos se ponen de acuerdo para entramparlo en algo de lo que diga, y así poder entregarlo al gobernador romano. De modo que les pagan a algunos de los discípulos de ellos para que vayan y pongan a prueba a Jesús (Lucas 6:7).
Le dicen: “Maestro, sabemos que hablas y enseñas correctamente y no muestras parcialidad, sino que enseñas el camino de Dios de acuerdo con la verdad. ¿Está permitido que le paguemos tributo a César, o no?” (Lucas 20:21, 22). Jesús no se deja impresionar por esos halagos porque sabe que en el fondo son unos hipócritas y actúan con malicia. Si les dijera que no tienen que pagar el impuesto, lo podrían acusar de sedición contra Roma. Pero, si les dijera que tienen que pagarlo, la gente, que está harta de vivir bajo el dominio romano, podría malinterpretarlo y volverse contra él. ¿Cómo responderá, entonces?
“Hipócritas, ¿por qué me ponen a prueba? Muéstrenme la moneda del impuesto”, les dice. Y ellos le traen un denario. Él les pregunta: “¿De quién es esta imagen y el nombre que está aquí escrito?”. “De César”, le responden. Y enseguida él les dice: “Entonces, páguenle a César lo que es de César, pero a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:18-21).
Los hombres se quedan asombrados con la sabia respuesta de Jesús. Como no saben qué contestar, se marchan. Pero el día no termina ahí. Ellos siguen con la idea de entramparlo. Así que, después de estos fariseos, se le acercan los líderes de otro grupo religioso.
Los saduceos, que dicen que no hay resurrección, le hacen una pregunta que tiene que ver con ese tema y con el matrimonio de cuñado. Le plantean la siguiente situación: “Maestro, Moisés dijo: ‘Si un hombre muere sin tener hijos, su hermano debe casarse con la viuda para darle descendencia al hermano que murió’. Pues resulta que hubo entre nosotros siete hermanos. El primero se casó, pero luego se murió y, como no había tenido descendencia, la viuda quedó para su hermano. Lo mismo pasó con el segundo, con el tercero..., hasta llegar al séptimo. Y, después de todos ellos, se murió la mujer. Dinos, en la resurrección, ¿de cuál de los siete será esposa? Porque todos estuvieron casados con ella” (Mateo 22:24-28).
Jesús sabe que los saduceos aceptan los escritos de Moisés, por eso, haciendo referencia a ellos, les responde: “¿Acaso no es esta la razón por la que están equivocados: que no conocen ni las Escrituras ni el poder de Dios? Porque, cuando se levantan de entre los muertos, los hombres no se casan ni las mujeres son entregadas en matrimonio, sino que son como los ángeles en los cielos. Pero, en cuanto a que los muertos sean resucitados, ¿no leyeron en el libro de Moisés, en el relato de la zarza, que Dios le dijo: ‘Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob’? Él no es Dios de muertos, sino de vivos. Ustedes están muy equivocados” (Marcos 12:24-27; Éxodo 3:1-6). Esa respuesta deja a la multitud impactada.
Jesús ha dejado sin palabras tanto a los fariseos como a los saduceos, de modo que ahora algunos miembros de ambos grupos se juntan para seguir poniéndolo a prueba. Un escriba le pregunta: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?” (Mateo 22:36).
Jesús le contesta: “El primero es: ‘Escucha, oh, Israel. Jehová nuestro Dios es un solo Jehová. Ama a Jehová tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. Y el segundo es este: ‘Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo’. No hay ningún mandamiento más importante que estos dos” (Marcos 12:29-31).
El escriba le dice: “Respondiste bien, Maestro, de acuerdo con la verdad: ‘Él es uno solo, y no hay otro aparte de élʼ. Y amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo vale mucho más que todas las ofrendas quemadas y los sacrificios”. Jesús, al ver que ha respondido con inteligencia, le dice: “No estás lejos del Reino de Dios” (Marcos 12:32-34).
Jesús lleva tres días enseñando en el templo (9, 10 y 11 de nisán). Algunas personas han disfrutado de escucharlo, como este escriba, pero los líderes religiosos no. De hecho, ya no se atreven “a hacerle más preguntas”.
-
-
Condena a sus adversarios religiososJesús: el camino, la verdad y la vida
-
-
Condena a sus adversarios religiosos
MATEO 22:41-23:24 MARCOS 12:35-40 LUCAS 20:41-47
¿DE QUIÉN ES HIJO EL CRISTO?
JESÚS DESENMASCARA A SUS ADVERSARIOS HIPÓCRITAS
Los líderes religiosos no han podido entrampar a Jesús para entregarlo a los romanos (Lucas 20:20). El 11 de nisán sigue en curso, y Jesús está todavía en el templo. Pero ahora le da la vuelta a la situación y toma la iniciativa en hablar sobre su identidad. Les pregunta: “¿Qué piensan del Cristo? ¿De quién es hijo?” (Mateo 22:42). Es bien sabido que el Cristo o Mesías sería descendiente de David. Y eso es lo que le responden (Mateo 9:27; 12:23; Juan 7:42).
Jesús les hace otra pregunta: “Entonces, ¿cómo es que David, guiado por el espíritu, lo llama Señor? Porque él dijo: ‘Jehová le dijo a mi Señor: “Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies”’. Si David lo llama Señor, ¿cómo puede ser su hijo?” (Mateo 22:43-45).
Los fariseos se quedan callados porque tienen la esperanza de que un ser humano descendiente de David los libere del dominio romano. Pero, basándose en las palabras de David que se hallan en el Salmo 110:1, 2, Jesús indica que el Mesías sería más que un gobernante humano: es el Señor de David y comenzará a gobernar después de sentarse a la derecha de Dios. De nuevo, la contestación de Jesús los deja sin palabras.
Los discípulos y muchas otras personas están escuchando la conversación. Ahora, Jesús se dirige a ellos y les da una advertencia sobre los escribas y los fariseos, quienes “se han sentado en el lugar de Moisés” al enseñar la Ley de Dios. Pero Jesús les dice a los que lo escuchan: “Hagan y cumplan todo lo que les digan, pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos dicen pero no hacen” (Mateo 23:2, 3).
Entonces Jesús pone ejemplos de su hipocresía: “Agrandan las cajitas con porciones de las Escrituras que llevan como amuletos”. Algunos judíos llevaban atados a la frente o al brazo unos pequeños estuches que contenían pasajes cortos de la Ley. Pero los fariseos los hacen más grandes para dar la impresión de que les importa mucho la Ley. Además, “le ponen flecos más largos a su ropa”. Los israelitas tenían que ponerle flecos a la ropa, pero los fariseos los hacen más largos de lo normal (Números 15:38-40). Hacen todo esto “para que la gente los vea” (Mateo 23:5).
Los discípulos de Jesús también podrían desarrollar el deseo de ser prominentes, por eso él les da este consejo: “No dejen que los llamen rabí, porque uno solo es su Maestro y ustedes son todos hermanos. Además, no llamen padre a nadie en la tierra, porque uno solo es su Padre, el del cielo. Tampoco permitan que los llamen líder, porque su Líder es uno, el Cristo”. Entonces, ¿qué punto de vista deben tener los discípulos sobre sí mismos y cómo deben actuar? Jesús les dice: “Que el más grande entre ustedes sirva a los demás. El que se engrandece será humillado, pero el que actúa con humildad será engrandecido” (Mateo 23:8-12).
A continuación, Jesús pronuncia una condena tras otra contra los escribas y los fariseos hipócritas: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos! ¡Hipócritas! Porque le cierran a la gente la entrada al Reino de los cielos. Ni entran ustedes ni dejan pasar a los que están intentando entrar” (Mateo 23:13).
Jesús denuncia a los fariseos porque pasan por alto lo que es más importante para Jehová, como se nota por todas las reglas que establecen a su antojo. Por ejemplo, dicen: “Si alguien jura por el templo, eso no significa nada; pero, si alguien jura por el oro del templo, queda obligado a cumplir su juramento”. Así muestran lo ciegos que están en sentido moral, porque le dan más importancia al oro del templo que al valor espiritual que tiene el lugar donde adoran a Jehová. Además, “han descuidado los asuntos más importantes de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad” (Mateo 23:16, 23; Lucas 11:42).
Jesús llama a estos fariseos “guías ciegos, que cuelan el mosquito pero se tragan el camello” (Mateo 23:24). Los fariseos filtran el vino para que no tenga mosquitos, que son insectos impuros en sentido ceremonial. Sin embargo, les dan poco valor a los asuntos más importantes de la Ley. De esa manera, es como si se tragaran un camello, que también es un animal ceremonialmente impuro, pero mucho más grande (Levítico 11:4, 21-24).
-
-
El último día de Jesús en el temploJesús: el camino, la verdad y la vida
-
-
El último día de Jesús en el templo
MATEO 23:25-24:2 MARCOS 12:41-13:2 LUCAS 21:1-6
JESÚS SIGUE CONDENANDO A LOS LÍDERES RELIGIOSOS
EL TEMPLO VA A SER DESTRUIDO
UNA VIUDA POBRE ECHA DOS MONEDITAS EN LAS ARCAS DEL TESORO
Durante su última visita al templo, Jesús sigue denunciando la hipocresía de los escribas y los fariseos; hasta los llama hipócritas directamente. Usando un lenguaje figurado, les dice: “Limpian por fuera la copa y el plato, pero por dentro estos están llenos de codicia y de deseos descontrolados. Fariseo ciego, primero limpia la copa y el plato por dentro, y así también quedará limpio lo de afuera” (Mateo 23:25, 26). Los fariseos son muy estrictos con la limpieza ceremonial y las apariencias, pero están descuidando lo que son por dentro y no están purificando su corazón figurado.
Se ve que son hipócritas, porque ponen empeño en edificar y decorar las tumbas para los profetas, pero, por otro lado, “son hijos de los que asesinaron a los profetas”, como menciona Jesús (Mateo 23:31). Una prueba de ello es que también quieren matarlo a él (Juan 5:18; 7:1, 25).
Entonces, Jesús les indica lo que les espera si no se arrepienten: “Serpientes, crías de víboras, ¿cómo escaparán del juicio de la Gehena?” (Mateo 23:33). Gehena significa “valle de Hinón”, un lugar cercano que se usa para quemar basura. Es una poderosa imagen de la destrucción definitiva que les sobrevendrá a los malvados escribas y fariseos.
Los discípulos de Jesús lo representarán en calidad de “profetas, sabios y maestros”. ¿Cómo los tratarán? Dirigiéndose a los líderes religiosos, Jesús dice: “A algunos [de mis discípulos] los matarán y los ejecutarán en maderos, y a otros les darán latigazos en sus sinagogas y los perseguirán de una ciudad a otra. Así, ustedes acabarán pagando por toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías [...], a quien ustedes asesinaron”. Y advierte: “Les aseguro que esta generación tendrá que pagar por todas estas cosas” (Mateo 23:34-36). Eso se cumplió en el año 70, cuando los ejércitos romanos destruyeron Jerusalén y murieron miles de judíos.
Pensar en esta terrible situación angustia a Jesús, quien dice con profunda tristeza: “Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella..., ¡cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus pollitos debajo de sus alas! Pero ustedes no lo quisieron. ¡Miren! Su casa queda abandonada y se les deja a ustedes” (Mateo 23:37, 38). Seguro que quienes lo escuchan decir eso se estarán preguntando a qué “casa” se referirá. ¿Será tal vez el espléndido templo de Jerusalén, que parece tener la protección de Dios?
Jesús añade: “Les digo que de ahora en adelante ustedes no me verán más hasta que digan ‘¡Bendito el que viene en el nombre de Jehová!’” (Mateo 23:39). Está citando las palabras proféticas de Salmo 118:26: “Bendito el que viene en el nombre de Jehová; nosotros los bendecimos a ustedes desde la casa de Jehová”. Es obvio que, cuando este templo que ven sea destruido, ya no irá nadie a él para adorar a Dios.
Ahora Jesús se va a una parte del templo donde están las arcas del tesoro. La gente puede echar sus donaciones por una pequeña abertura que tienen estas arcas en la parte superior. Jesús ve a varios judíos haciendo sus contribuciones y nota que los ricos echan “muchas monedas”. Pero se fija en una viuda pobre que echa “dos moneditas de muy poco valor” (Marcos 12:41, 42). Jesús sabe muy bien cuánto le agrada a Dios lo que esta mujer acaba de hacer.
Entonces llama a sus discípulos y les dice: “Les aseguro que esta viuda pobre echó en las arcas del tesoro más que todos los demás”. ¿Cómo es eso posible? Él explica: “Porque todos ellos dan de lo que les sobra; pero ella, que es tan pobre, lo echó todo, todo lo que tenía para vivir” (Marcos 12:43, 44). ¡Qué diferente es esta viuda de los líderes religiosos en la manera de pensar y actuar!
El 11 de nisán va avanzando, y Jesús se va del templo. Es la última vez que estará allí.
-