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Las buenas noticias que tanto necesitamosLa Atalaya 2011 | 15 de junio
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¿Qué necesitaban los romanos?
4. Durante su primer cautiverio en Roma, ¿qué dos temas destacó Pablo en su predicación?
4 Algo que nos ayuda a entender mejor este asunto es examinar los temas de los que habló Pablo durante su primer cautiverio en Roma. El relato señala que cuando un grupo de judíos fue a visitarlo, él hizo dos cosas. Primero, estuvo “dando testimonio cabal respecto al reino de Dios”. Y, segundo, estuvo “tratando de persuadirlos respecto a Jesús”. ¿Con qué resultados? “Algunos creían las cosas que se decían; otros no.” Tras esto, leemos que Pablo “recibía amablemente a todos los que venían” a visitarlo y que actuaba igual que en la anterior ocasión: primero, “predicándoles el reino de Dios” y, segundo, “enseñando las cosas respecto al Señor Jesucristo” (Hech. 28:17, 23-31). Como vemos, el apóstol destacaba siempre el Reino de Dios. Pero ¿en qué más centraba la atención? En algo esencial para este gobierno: el papel de Jesús en el propósito divino.
5. ¿Qué importante necesidad trata Pablo en su carta a los Romanos?
5 Todas las personas tenían que conocer a Jesucristo y cifrar su fe en él. En la carta a los Romanos, Pablo aborda esa necesidad. En sus primeros versículos explica: “Rindo servicio sagrado [a Dios] con mi espíritu respecto a las buenas nuevas acerca de su Hijo”. Más adelante añade: “No me avergüenzo de las buenas nuevas; son, en realidad, el poder de Dios para salvación a todo el que tiene fe”. Y luego menciona “el día que Dios, mediante Cristo Jesús, juzgue las cosas secretas de la humanidad, conforme a las buenas nuevas”. Finalmente, termina diciendo: “Desde Jerusalén y en un circuito hasta Ilírico he predicado cabalmente las buenas nuevas acerca del Cristo” (Rom. 1:9, 16; 2:16; 15:19).a ¿Por qué sería que Pablo les habló tanto a los romanos acerca de Cristo?
6, 7. ¿Qué origen tuvo la congregación de Roma, y qué tipo de personas la componían?
6 Desconocemos cómo se fundó la congregación de Roma. Puede que la establecieran algunos judíos o prosélitos que se convirtieron al cristianismo durante el Pentecostés del año 33 y luego regresaron a la capital del imperio (Hech. 2:10). O quizás llegara la verdad a Roma a través de comerciantes o viajeros cristianos. Sea como fuere, cuando Pablo escribió su carta, hacia el año 56, la congregación ya llevaba buen tiempo establecida (Rom. 1:8). ¿Cómo eran los hermanos de esa comunidad?
7 Algunos eran de origen judío. Por ejemplo, Pablo envió saludos a Andrónico y Junias, a quienes llama “parientes”, probablemente con el sentido de que eran de la misma familia y nación. También eran judíos Áquila y Priscila, quienes ejercían su oficio de fabricantes de tiendas de campaña en la capital (Rom. 4:1; 9:3, 4; 16:3, 7; Hech. 18:2). No obstante, parece que muchos de los hermanos a quienes saludó el apóstol eran de procedencia gentil. Algunos hasta quizás fueran “de la casa de César”, queriendo decir, posiblemente, esclavos del emperador y oficiales de segundo rango (Fili. 4:22; Rom. 1:6; 11:13).
8. ¿A qué situación se enfrentaban los romanos?
8 Al igual que nosotros, todos los cristianos de Roma, sin excepción, se enfrentaban a una grave situación. Pablo lo explica así: “Todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios” (Rom. 3:23). Como vemos, era imprescindible que los destinatarios de la carta de Pablo reconocieran su condición de pecadores y aceptaran con fe la solución que Dios les ofrecía.
Reconozcamos el problema: somos pecadores
9. Tal como destaca Pablo, ¿qué efecto pueden tener las buenas nuevas?
9 En los primeros versículos de su carta, Pablo les recalcó a los romanos el maravilloso efecto que podían tener en ellos las buenas nuevas que menciona repetidas veces: “No me avergüenzo de las buenas nuevas; son, en realidad, el poder de Dios para salvación a todo el que tiene fe, al judío primero, y también al griego”. Como indicó el apóstol, todos —fueran judíos o no— tenían la salvación a su alcance. Pero era preciso que demostraran fe, de acuerdo con la profunda verdad que Pablo señaló al citar de Habacuc 2:4: “El justo... por medio de la fe vivirá” (Rom. 1:16, 17; Gál. 3:11; Heb. 10:38). Ahora bien, ¿qué relación hay entre estas buenas nuevas, que ofrecen la salvación, y el hecho de que “todos [los seres humanos] han pecado”?
10, 11. ¿Por qué les resulta fácil a algunas personas entender Romanos 3:23 y a otras no?
10 Para que alguien cultive la fe que puede salvarle, primero debe reconocer que es pecador. Este concepto no resulta extraño en los países donde la gente ha crecido creyendo en Dios y tiene cierto conocimiento de la Biblia (léase Eclesiastés 7:20). En tales lugares, incluso los que cuestionan la afirmación de Pablo de que “todos han pecado” tienen al menos una idea de lo que quiso decir (Rom. 3:23). Sin embargo, hay sitios donde los hermanos encuentran en el ministerio muchas personas que sencillamente no entienden esa afirmación.
11 En algunas naciones, la persona común y corriente desconoce que nacemos pecadores y que el pecado se hereda. Claro, comprende que comete errores, tiene defectos y a veces hace cosas malas. Además, observa que a todo el mundo le pasa igual. No obstante, la cultura en que se ha criado no le ayuda a comprender las causas de esa situación. Para colmo, puede que en su idioma se entienda, por lo general, que el pecador es únicamente el que desobedece ciertas normas o incluso incurre en delitos. Como es obvio, quien se ha criado en un ambiente así no entiende este término en el mismo sentido en que lo usó Pablo y, por consiguiente, no se considera pecador.
12. ¿Por qué no creen muchas personas que todos somos pecadores?
12 Hasta en las naciones de la cristiandad, hay muchos que no aceptan el hecho de que seamos pecadores. ¿Por qué? Porque aunque vayan de vez en cuando a la iglesia, toman el relato bíblico de Adán y Eva como un cuento o una leyenda. Y otros se han criado en un ambiente poco o nada religioso. Dudan de que exista un Creador y, por consiguiente, no admiten que un Ser Supremo haya fijado normas morales para la humanidad ni que desobedecerlas sea pecado. En cierto sentido, son como las personas del siglo primero de las que dijo Pablo que “no tenían esperanza, y estaban sin Dios en el mundo” (Efe. 2:12).
13, 14. a) ¿Cuál es una razón por la que son inexcusables quienes no creen en Dios ni en el pecado? b) ¿Qué han terminado haciendo muchas personas por no creer en el Dios verdadero?
13 En Romanos, Pablo presentó dos razones por las que haber recibido una formación como esa no es una excusa válida. La primera razón es que el universo da testimonio de la existencia del Creador (léase Romanos 1:19, 20). Este hecho está en armonía con la observación que hizo el apóstol al escribir desde Roma su carta a los Hebreos: “Toda casa es construida por alguien, pero el que ha construido todas las cosas es Dios” (Heb. 3:4). Este razonamiento muestra que tuvo que haber un Creador que construyera o produjera el universo entero.
14 Por consiguiente, al escribir a los romanos, Pablo tenía base sólida para calificar de “inexcusables” a todas las personas —gentiles o israelitas— que dieran culto a imágenes sin vida. Y lo mismo cabía decir de quienes se entregaran a prácticas sexuales inmorales contrarias al uso natural que deben recibir los cuerpos del hombre y la mujer (Rom. 1:22-27). Prosiguiendo con su línea de razonamiento, Pablo llegó a la conclusión de que “tanto los judíos como los griegos están todos bajo pecado” (Rom. 3:9).
La conciencia “da testimonio”
15. ¿Quiénes están dotados de conciencia, y qué efecto tiene esto en su conducta?
15 La carta a los Romanos muestra otra razón por la que todos deberían reconocer que son pecadores y que necesitan ser librados de esa triste situación. Refiriéndose al código de leyes que Dios entregó al antiguo Israel, Pablo escribió: “Todos los que hayan pecado bajo ley serán juzgados por ley” (Rom. 2:12). Luego, continuando con su argumentación, señaló que muchas veces las personas de las naciones o grupos étnicos que no conocen ese código divino “hacen por naturaleza las cosas de la ley”. Así, suelen condenar el incesto, el asesinato y el robo. ¿Por qué razón? Porque, como explica Pablo, todos los seres humanos estamos dotados de conciencia (léase Romanos 2:14, 15).
16. ¿Por qué no garantiza la conciencia que no pequemos nunca?
16 No obstante, todos sabemos que el hecho de que nuestra conciencia dé testimonio de lo que está bien y está mal no significa que siempre obedezcamos su voz. Tomemos como ejemplo a los israelitas de la antigüedad. Muchas veces no hicieron caso ni de la conciencia que les había dado Jehová ni de los mandamientos de la Ley que prohibían el robo y el adulterio (Rom. 2:21-23). Por ello, su culpa era doble. Sin duda, eran pecadores, pues no alcanzaban el nivel requerido por las normas y la voluntad de Jehová. Y esto afectaba gravemente su relación con él (Lev. 19:11; 20:10; Rom. 3:20).
17. ¿Qué alentadoras palabras encontramos en Romanos?
17 Por lo que hemos visto hasta ahora, habrá quien piense que el libro de Romanos pinta un cuadro poco alentador de la situación en que nos encontramos ante el Todopoderoso. Pero Pablo fue más allá en su explicación. Citando las palabras de David en Salmo 32:1, 2, escribió: “Felices son aquellos cuyos desafueros han sido perdonados y cuyos pecados han sido cubiertos; feliz es el hombre cuyo pecado Jehová de ninguna manera tomará en cuenta” (Rom. 4:7, 8). Como vemos, Dios perdona los pecados, y para ello ha establecido el medio legal necesario.
Buenas nuevas que se centran en Jesús
18, 19. a) ¿Qué aspecto de las buenas nuevas destacó Pablo en Romanos? b) ¿Qué pasos debemos dar para recibir las bendiciones del Reino?
18 ¡Qué noticias tan alentadoras! Esto nos trae de vuelta al aspecto de las buenas nuevas que Pablo destacó en su carta a los Romanos. Como ya vimos, el apóstol escribió: “No me avergüenzo de las buenas nuevas; son, en realidad, el poder de Dios para salvación” (Rom. 1:15, 16).
19 En este caso, las buenas nuevas se centran en el papel que Jesús desempeña en el cumplimiento del propósito divino. Por ejemplo, Pablo señaló que, “conforme a las buenas nuevas”, llegará “el día que Dios, mediante Cristo Jesús, juzgue las cosas secretas de la humanidad” (Rom. 2:16). Al expresarse de este modo, no estaba quitando importancia ni al “reino del Cristo y de Dios” ni a lo que Jehová hará mediante dicho gobierno (Efe. 5:5). Lo que sí estaba indicando es que todo el que desee vivir bajo el Reino y disfrutar de sus bendiciones debe dar dos pasos: primero, reconocer que es pecador a los ojos de Dios, y, segundo, demostrar fe en Jesucristo para recibir el perdón de sus pecados. Cuando llegamos a entender y aceptar estos aspectos del propósito divino y vemos el futuro que se abre ante nosotros, tenemos todos los motivos del mundo para exclamar: “¡Qué noticias tan buenas!”.
20, 21. ¿Por qué debemos tener muy presentes en nuestro ministerio las buenas nuevas que se destacan en Romanos, y qué resultados podemos obtener?
20 Sin duda, debemos tener muy presente este aspecto de las buenas nuevas cuando efectuamos nuestro ministerio. Citando de Isaías, Pablo escribió: “Ninguno que cifre su fe en [Cristo] será desilusionado” (Rom. 10:11; Isa. 28:16). El mensaje acerca de Jesús no resulta extraño en los países donde la gente ha oído hablar de las enseñanzas bíblicas sobre el pecado. Pero no ocurre igual en las culturas donde no se acepta este mensaje o ni siquiera se conoce. Por eso, cuando las personas de tales lugares llegan a creer en Dios y en su Palabra, es preciso explicarles el papel que desempeña Jesús. El artículo siguiente examinará cómo se expone este aspecto de las buenas nuevas en el capítulo 5 de Romanos. Esta información probablemente nos será útil para el ministerio.
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Dios nos recomienda su amorLa Atalaya 2011 | 15 de junio
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Dios nos recomienda su amor
“La bondad inmerecida [reinará] mediante la justicia con vida eterna en mira.” (ROM. 5:21)
1, 2. ¿Qué herencia dejaron los romanos, y qué legado mucho más valioso hemos recibido?
“EL MAYOR [...] legado que dejaron los romanos para la posteridad fueron sus leyes y la concepción de que la vida tiene que ajustarse a las leyes.” (David J. Williams, traductor de la Biblia y profesor de la Universidad de Melbourne, Australia.) Sin entrar a discutir esta afirmación, hay un legado mucho más valioso. Se trata de un regalo que nos ha hecho Jehová: el medio para que podamos obtener su aprobación, la salvación y la vida eterna.
2 La forma en que Jehová hizo disponible esta dádiva tiene algunas implicaciones que, en cierto sentido, son de tipo legal. Pablo las explica en el capítulo 5 de Romanos, pero no lo hace con un estilo frío, como en un tratado de derecho. Por el contrario, comienza con unas palabras que nos llenan de emoción: “Ahora que hemos sido declarados justos como resultado de fe, gocemos de paz con Dios mediante nuestro Señor Jesucristo”. ¿Cómo ven la dádiva divina las personas que la aceptan? Como una muestra del amor de Jehová a la que quieren corresponder. Entre quienes actuaron así figura el propio apóstol, que escribió: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones mediante el espíritu santo” (Rom. 5:1, 5).
3. ¿Qué preguntas es lógico hacerse?
3 Ahora bien, ¿por qué fue necesario que Dios nos diera ese bondadoso regalo? ¿Por qué pudo ofrecerlo de forma justa y equitativa? ¿Qué debe hacer uno para recibirlo? Veamos las convincentes respuestas que ofrecen las Escrituras y notemos cómo subrayan el amor de Jehová.
El amor de Dios frente al pecado del hombre
4, 5. a) ¿Qué extraordinaria prueba de su amor nos dio Jehová? b) ¿Qué hechos históricos nos aclaran el significado de Romanos 5:12?
4 En su gran amor, Jehová envió a su Hijo unigénito a ayudarnos. Bien lo dijo Pablo: “Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, mientras todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8). Notemos que aquí se destaca en qué condición nos hallábamos los seres humanos cuando Jesús dio su vida: “todavía éramos pecadores”. Por eso, hacemos bien en ver cómo llegamos a ese estado.
5 Pablo lo explica comenzando por una realidad histórica: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado” (Rom. 5:12). En otros pasajes de la Biblia, Dios nos brinda la clave para entender estas palabras. Como sabemos, Jehová dio comienzo a la humanidad al crear a Adán y Eva, quienes, al igual que él, eran perfectos. Luego les puso una prohibición muy razonable, advirtiéndoles que si la desobedecían serían castigados con la muerte (Gén. 2:17). Desgraciadamente, nuestros primeros padres tomaron la desastrosa decisión de no hacer caso a Jehová, con lo que demostraron que no lo aceptaban como Legislador y Soberano (Deu. 32:4, 5).
6. a) Explique por qué estaban los descendientes de Adán condenados a morir y si la situación cambió al dar Dios la Ley. b) ¿Por qué es comparable el pecado a una enfermedad como la hemofilia?
6 Los hijos de Adán fueron engendrados después de la rebelión de Edén. Por eso, todos recibieron de su padre el pecado y sus consecuencias. Ahora bien, Jehová no los culpó por el pecado de Adán, pues no eran ellos los que habían violado su mandamiento; además, para ese tiempo aún no se había dado ningún código legal (Gén. 2:17). Con todo, heredaron el pecado. Desde entonces, el pecado y la muerte reinaron sobre la humanidad hasta el tiempo en que Dios entregó la Ley a los israelitas, la cual dejó claro que eran pecadores (léase Romanos 5:13, 14). El pecado transmitido por Adán pudiera compararse a ciertos males y defectos hereditarios, como la talasemia, o anemia mediterránea, y la hemofilia, la cual suele manifestarse en graves hemorragias. Un personaje célebre que padeció esta última enfermedad fue el príncipe Alejo de Rusia, hijo del zar Nicolás II y de la zarina Alejandra. En familias como la anterior, no todos los hijos padecen el mal, aunque quizás sean portadores. Pero con el pecado heredado de Adán es diferente. Nadie está libre. Todos lo recibimos de nuestros padres, lo pasamos a nuestros hijos y sufrimos sus mortales consecuencias. ¿Tendrá remedio esta situación?
¿Qué nos ha brindado Dios mediante Jesucristo?
7, 8. ¿Qué diferentes resultados produjeron Adán y Jesús con su forma de actuar?
7 El Dios de amor ha dispuesto lo necesario para que nos curemos del pecado heredado. Pablo explicó que esto es posible gracias al “último Adán”, es decir, un hombre que, al igual que el primero, era perfecto (1 Cor. 15:45). Sin embargo, como veremos a continuación, los dos actuaron de forma diferente y consiguieron resultados completamente distintos (léase Romanos 5:15, 16).
8 Pablo señala que no sucede “con el don como [...] con la ofensa”. ¿Qué ocurrió en el caso de “la ofensa”, es decir, el pecado de Adán? Él mismo fue el culpable, y recibió con toda justicia la sentencia de muerte. Pero, como añade el apóstol, no fue el único que perdió la vida: “Por la ofensa de un solo hombre muchos murieron”. La justicia de Dios exigía que los descendientes imperfectos de Adán —entre ellos nosotros— recibieran la misma condena que el primer hombre. No obstante, nos consuela saber que el otro hombre perfecto, Jesús, fue capaz de conseguir un resultado totalmente contrario. ¿Cuál? Pablo da la respuesta al mencionar que hombres de toda clase son “declara[dos] justos para vida” (Rom. 5:18).
9. Cuando Dios declara justos a los hombres, tal como dice Romanos 5:16, 18, ¿qué hace por ellos?
9 ¿Qué implican las palabras griegas que se traducen “declaración de justicia” y “declararlos justos”? El traductor de la Biblia antes citado escribió: “Es una imagen de origen legal en la que se establece un punto casi jurídico. No se refiere a un cambio en el interior de la persona, sino en su situación ante Dios [...]. En la metáfora, Dios es el juez que toma una decisión a favor del acusado, el cual —por así decirlo— comparece ante el tribunal divino por el cargo de ser injusto, pero termina absuelto por el propio Dios”.
10. ¿Qué hizo Jesús para que Jehová pudiera declararnos justos?
10 ¿Cómo podía “el Juez de toda la tierra” actuar con justicia al absolver, o declarar libre de culpa, a una persona injusta? (Gén. 18:25.) Podía hacerlo porque bondadosamente envió a la Tierra a su Hijo unigénito y así puso la base necesaria. Jesús cumplió a la perfección la voluntad de su Padre, a pesar de que se enfrentó a tentaciones, burlas despiadadas y malos tratos. Fue fiel hasta el límite, llegando a morir en un madero de tormento (Heb. 2:10). De este modo, sacrificó su vida humana perfecta como rescate para redimir a los descendientes de Adán, es decir, liberarlos del pecado y la muerte (Mat. 20:28; Rom. 5:6-8).
11. ¿Cuál es la correspondencia en la que se basa el rescate?
11 En otro pasaje, Pablo lo llama un “rescate correspondiente” (1 Tim. 2:6). La cuestión es: ¿a qué corresponde? Al pecar, Adán trajo la imperfección y la muerte a sus descendientes, o sea, a miles de millones de personas. Es cierto que, como Jesús era perfecto, pudiera haber procreado miles de millones de seres humanos perfectos.a Y basándonos en ello, en el pasado afirmamos que la combinación de la vida de Jesús y la de sus potenciales descendientes perfectos constituía un sacrificio que correspondía, o equivalía, a la vida de Adán y la de sus descendientes imperfectos. Pero ¿habla la Biblia en algún lugar de descendientes potenciales de Cristo que formen parte del rescate? No. Romanos 5:15-19 señala que fue la muerte de “un solo hombre” la que trajo la liberación. Como vemos, es la vida perfecta de Jesús la que corresponde a la de Adán. La atención debe centrarse exclusivamente en Jesucristo. Lo único que permitió que hombres de toda clase recibieran la dádiva gratuita de ser declarados justos y obtener la vida fue el “solo acto de justificación” de Jesús, es decir, su total obediencia y fidelidad a Jehová hasta la muerte (2 Cor. 5:14, 15; 1 Ped. 3:18). Ahora bien, ¿cómo nos absuelve Dios gracias al rescate?
Absueltos gracias al rescate
12, 13. ¿Por qué es una muestra de amor y misericordia el que Dios declare justa a una persona?
12 Jehová aceptó el sacrificio redentor que ofreció su Hijo (Heb. 9:24; 10:10, 12). Sin embargo, ¿en qué situación se encontraban los discípulos de Cristo mientras vivían en la Tierra? Todos ellos —incluidos sus apóstoles fieles— seguían siendo imperfectos. Aunque se esforzaban por actuar bien, no siempre lo conseguían. ¿Por qué? Por culpa del pecado heredado (Rom. 7:18-20). Pero ahora Dios podía corregir la situación. Al haber aceptado el “rescate correspondiente”, podía aplicarlo a favor de sus siervos, y así decidió hacerlo.
13 No es que Jehová estuviera obligado a aplicar el rescate a los apóstoles y otras personas porque se lo hubieran ganado con sus buenas obras. Más bien, lo hizo por su gran amor y misericordia. Por su libre decisión, los absolvió de la condena que pesaba contra ellos y pasó a verlos como libres de la culpa heredada de Adán. Pablo dejó muy claro este punto al decir: “Por esta bondad inmerecida, en verdad, ustedes han sido salvados mediante fe; y esto no debido a ustedes: es dádiva de Dios” (Efe. 2:8).
14, 15. ¿Qué recompensa se ofreció a las personas a las que Dios declaró justas, pero qué tenían que hacer todavía?
14 ¡Qué extraordinario regalo hace el Todopoderoso cuando le perdona a alguien el pecado heredado y las faltas en que ha caído! De hecho, si sumáramos los errores cometidos por la totalidad de los cristianos antes de abrazar la verdad, la cifra sería enorme. Pero gracias al rescate, Dios puede perdonar todos estos pecados. Es tal como escribió Pablo: “El don resultó de muchas ofensas en una declaración de justicia” (Rom. 5:16). Claro, tanto los apóstoles como las demás personas que recibieron la generosa dádiva de ser declarados justos tuvieron que seguir adorando a Jehová con fe. ¿Cuál sería su recompensa en el futuro? “Los que reciben la abundancia de la bondad inmerecida y de la dádiva gratuita de la justicia reinarán en vida mediante la sola persona, Jesucristo.” El legado que dejó Adán es contrario al que deja Jehová al hacer la dádiva de justicia. Mientras que el primero lleva a la muerte, el segundo lleva a la vida (Rom. 5:17; léase Lucas 22:28-30).
15 Quienes reciben la dádiva de ser declarados justos se convierten en hijos espirituales de Dios. Pasan a ser coherederos con Cristo, lo que les brinda la esperanza de resucitar como espíritus para reinar con él en el cielo (léase Romanos 8:15-17, 23).
Dios manifiesta su amor a otros
16. ¿Qué dádiva reciben hoy los cristianos que no esperan reinar con Cristo?
16 Pero no todos los que sirven a Dios con fe reinarán con Cristo en el cielo. Al igual que los fieles de tiempos precristianos, muchos siervos de Jehová tienen hoy la esperanza bíblica de vivir para siempre en una Tierra paradisíaca. ¿Les ha hecho ya Jehová la amorosa dádiva de considerarlos justos con la vida terrestre en perspectiva? Según explica Pablo a los romanos, podemos contestar con un rotundo sí.
17, 18. a) ¿Cómo consideró Dios al fiel Abrahán? b) ¿Por qué pudo Jehová ver a Abrahán como una persona justa?
17 Pablo menciona un ejemplo destacado. Habla de Abrahán, un hombre de fe que vivió siglos antes de que Jehová entregara la Ley a Israel y mucho antes de que Cristo abriera el camino a la vida en los cielos (Heb. 10:19, 20). El apóstol dice: “No fue mediante ley que Abrahán o su descendencia tuvieron la promesa de que él hubiera de ser heredero de un mundo, sino que fue mediante la justicia por fe” (Rom. 4:13; Sant. 2:23, 24). Como vemos, Dios consideró justo al fiel Abrahán (léase Romanos 4:20-22).
18 Eso no quiere decir que este siervo de Dios nunca cometiera un pecado. No, él no era justo en ese sentido (Rom. 3:10, 23). Sin embargo, Jehová, en su sabiduría infinita, tomó en cuenta tanto su fe excepcional como sus obras de fe. En particular, Abrahán tuvo fe en la “descendencia” prometida que vendría de su familia. Esa Descendencia fue el Mesías, o Cristo (Gén. 15:6; 22:15-18). Tomando como base “el rescate pagado por Cristo Jesús”, el Juez Supremo puede perdonar los pecados de Abrahán y de muchos otros fieles de tiempos precristianos, lo cual permitirá que resuciten en el futuro (léase Romanos 3:24, 25; Sal. 32:1, 2).
Dios nos considera justos hoy
19. ¿Qué hecho sobre Abrahán anima a muchos cristianos de la actualidad?
19 El hecho de que el Dios de amor considerara justo a Abrahán debe animar a todos los cristianos verdaderos de la actualidad. Jehová no lo declaró justo en el mismo sentido que a quienes unge con espíritu para ser “coherederos con Cristo”. Los cristianos de ese reducido grupo son “llamados a ser santos” y son aceptados como “hijos de Dios” (Rom. 1:7; 8:14, 17, 33). Abrahán, sin embargo, llegó a ser “amigo de Jehová”, y esto cuando Cristo aún no había dado su vida en rescate (Sant. 2:23; Isa. 41:8). ¿Qué puede decirse, entonces, de los cristianos que esperan vivir cuando se restaure el Paraíso?
20. ¿Qué deben hacer las personas de la actualidad para que Dios las considere justas en el mismo sentido que a Abrahán?
20 Estos cristianos no han recibido “la dádiva gratuita de la justicia” con vida celestial en mira “mediante la liberación por el rescate pagado por Cristo Jesús” (Rom. 3:24; 5:15, 17). No obstante, tienen fe firme en Dios y en el medio que él ha establecido para nuestra salvación. Y lo evidencian con sus buenas obras, entre ellas la de ir “predicándoles [a las personas] el reino de Dios y enseñando las cosas respecto al Señor Jesucristo” (Hech. 28:31). Por estas razones, Jehová los considera justos en el mismo sentido que a Abrahán. Aunque no disfrutan de “la dádiva gratuita” que reciben los ungidos, aceptan muy agradecidos el mismo regalo que obtuvo el fiel patriarca: la amistad con Dios.
21. ¿De qué podremos disfrutar gracias al amor y la justicia de Jehová?
21 La esperanza de vivir eternamente en la Tierra no es una de tantas promesas que se quedarán sin cumplir, como las que suelen hacer los políticos. Por el contrario, forma parte del propósito que el Soberano Universal se ha trazado en su infinita sabiduría. En efecto, Jehová ha ido dando los pasos necesarios para hacer realidad su propósito. Y todas estas medidas las ha adoptado en plena conformidad con la justicia. Lo que es más, son una demostración palpable de su inmenso amor. Sin duda, Pablo tenía toda la razón del mundo para escribir: “Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, mientras todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8).
[Nota]
a La explicación de que la prole o descendencia de Jesús estaba incluida en el “rescate correspondiente” se publicó, por ejemplo, en Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2, página 825, párrafos 3 y 4.
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