-
ResurrecciónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
-
-
Resurrección celestial. A Jesucristo se le llama “el primogénito de entre los muertos” (Col 1:18), porque fue el primero en ser resucitado para vida eterna. Su resurrección fue “en el espíritu”, es decir, para vivir en el cielo. (1Pe 3:18.) Además, cuando se le resucitó, se le concedió una forma superior de vida y una posición superior a la que había tenido en los cielos antes de venir a la Tierra. Recibió inmortalidad e incorrupción, algo que ninguna criatura carnal puede tener, y fue hecho “más alto que los cielos”, para ocupar, después de Jehová Dios, la posición más alta del universo. (Heb 7:26; 1Ti 6:14-16; Flp 2:9-11; Hch 2:34; 1Co 15:27.) Fue el propio Jehová Dios quien lo resucitó. (Hch 3:15; 5:30; Ro 4:24; 10:9.)
Sin embargo, durante los cuarenta días que siguieron a su resurrección, Jesús se apareció a sus discípulos en diferentes ocasiones y con diversos cuerpos carnales, tal como algunos ángeles habían hecho para aparecerse a ciertos hombres de tiempos antiguos. Al igual que aquellos ángeles, Jesús tenía el poder de formar y desintegrar esos cuerpos a voluntad con el fin de probar visiblemente que había sido resucitado. (Mt 28:8-10, 16-20; Lu 24:13-32, 36-43; Jn 20:14-29; Gé 18:1, 2; 19:1; Jos 5:13-15; Jue 6:11, 12; 13:3, 13.) Las muchas veces que se apareció, especialmente aquella en la que se manifestó ante más de 500 personas, constituyen un testimonio convincente de que verdaderamente resucitó. (1Co 15:3-8.) Por ello, su resurrección está muy bien atestiguada y proporciona “a todos los hombres una garantía” de que en el futuro habrá un día de juicio o ajuste de cuentas. (Hch 17:31.)
-
-
ResurrecciónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
-
-
En el caso de Jesucristo, entregó su vida humana como sacrificio de rescate en beneficio de la humanidad. El escritor cristiano del libro de Hebreos aplica a Jesús el Salmo 40, y dice que cuando vino al “mundo” como el Mesías de Dios, dijo: “Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me preparaste un cuerpo”. (Heb 10:5.) El propio Jesús comentó: “De hecho, el pan que yo daré es mi carne a favor de la vida del mundo”. (Jn 6:51.) De esto se desprende que Cristo no podía volver a recibir su cuerpo cuando resucitase y retirar así el sacrificio que había ofrecido a Dios en favor de los hombres. Además, ya no tenía que vivir más en la Tierra. Su “casa” está en los cielos, con su Padre, quien no es de carne, sino un espíritu. (Jn 14:3; 4:24.) Por lo tanto, Jesucristo recibió un glorioso cuerpo inmortal e incorruptible, porque “él es el reflejo de [la] gloria [de Jehová] y la representación exacta de su mismo ser, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder; y después de haber hecho una purificación por nuestros pecados se sentó a la diestra de la Majestad en lugares encumbrados. De modo que ha llegado a ser mejor que los ángeles [que son poderosas personas celestiales], al grado que ha heredado un nombre más admirable que el de ellos”. (Heb 1:3, 4; 10:12, 13.)
-