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Salmos, Libro de losPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Jehová “no se olvidará del clamor de los afligidos” (Sl 9:12; 10:14), sino que responderá a las oraciones de sus siervos (3:4; 30:1, 2; 34:4, 6, 17, 18), los recompensará y los protegerá (3:3, 5, 6; 4:3, 8; 9:9, 10; 10:17, 18; 18:2, 20-24; 33:18-20; 34:22; véase 34:7 con respecto a la protección angélica). Odia la iniquidad y actúa contra los malhechores (5:4-6, 9, 10; 9:5, 6, 17, 18; 21:8-12; 99:8).
Se dice que Jehová es inspirador de temor (Sl 76:7), grande (77:13) y, sin embargo, humilde (18:35); es santo (99:5) y abunda en bondad (31:19) y poder (147:5). Es “misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa y apego a la verdad” (86:15). Su entendimiento es inenarrable (147:5) y sus obras creativas indican su sabiduría (104:24). Cuenta el número de las estrellas y a todas las llama por su nombre (147:4). Puede ver hasta el embrión humano (139:16), sanar todas las dolencias (103:3) y hacer que cesen las guerras al destruir el equipo bélico del enemigo (46:9). Ha intervenido de manera activa en muchos acontecimientos de la historia en pro de su justo propósito (44:1-3; 78:1-72; 81:5-7; 105:8-45; 106:7-46; 114:1-8; 135:8-12; 136:4-26). Un Dios así realmente merece recibir la alabanza y las gracias (92:1; 96:1-4; 146–150). El confiar en los hombres (60:11; 62:9), las riquezas (49:6-12, 17) o los ídolos (115:4-8; 135:15-18) sería una tontedad.
Hablan del valor de la Palabra de Dios. Los Salmos también enseñan aprecio por la Palabra de Dios. En ellos se dice que los dichos de Jehová son puros (Sl 12:6) y refinados (18:30). Su ley es preciosa (119:72) y es la verdad (119:142). Resultan beneficios duraderos de observar su perfecta ley, sus fidedignos recordatorios, sus rectas órdenes, sus limpios mandamientos y sus justas decisiones judiciales (19:7-11). La Palabra de Dios sirve para iluminar nuestra senda (119:105), y sus mandamientos dan sabiduría, perspicacia y entendimiento (119:98-100, 104).
Aclaran y complementan otros textos. A veces los Salmos aclaran o complementan otras partes de la Biblia. Muestran que el ‘afligir el alma de uno’, como lo hacían los israelitas en el Día de Expiación (Le 16:29; 23:27; Nú 29:7), tiene que ver con el ayuno. (Sl 35:13.) Solo el salmista habla del trato severo que, al menos al principio, se dio a José mientras estuvo en prisión en Egipto: “Con grilletes afligieron sus pies, en hierros entró su alma” (105:18). Aprendemos de los Salmos que hubo “diputaciones de ángeles” que intervinieron en las plagas de Egipto (78:44-51) y que las aguas provistas de manera milagrosa en el desierto “pasaron por las regiones áridas como un río” (105:41), lo que proveyó a la nación de Israel y sus muchos animales domésticos un amplio y accesible suministro de agua. Los Salmos muestran que el Faraón murió en el mar Rojo (136:15).
Los Salmos indican que los israelitas experimentaron reveses y muchas dificultades antes de derrotar a los edomitas en el valle de la Sal. (Sl 60, encab., vss. 1, 3, 9.) Esto da a entender que los edomitas invadieron Judá mientras la nación estaba guerreando en el N. contra las fuerzas de Aram-naharaim y Aram-Zobá.
El Salmo 101 revela cómo administraba David los asuntos de Estado. Solo seleccionaba como siervos suyos a personas fieles. No podía soportar a individuos arrogantes y tampoco toleraba la calumnia. Diariamente se preocupaba de enjuiciar a los inicuos.
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SaloméPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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SALOMÉ
(probablemente, de una raíz hebrea que significa: “paz”).
1. La comparación de Mateo 27:56 con Marcos 15:40 permite concluir que Salomé quizás era la madre de los hijos de Zebedeo, es decir, de Santiago y Juan, apóstoles de Jesucristo. El primer texto menciona que cuando se fijó a Jesús en el madero, estuvieron presentes dos de las Marías: María Magdalena y María la madre de Santiago (el Menos) y de Josés, y dice que con ellas estaba la madre de los hijos de Zebedeo; por otro lado, el último texto dice que la mujer que estaba con las dos Marías se llamaba Salomé.
Como resultado de comparar otros textos, se conjetura que Salomé era también hermana carnal de María la madre de Jesús. Juan 19:25 menciona a las mismas dos Marías: María Magdalena y “la esposa de Clopas” (que generalmente se cree que era la madre de Santiago el Menos y de Josés), y añade: “Junto al madero de tormento de Jesús, pues, estaban de pie su madre y la hermana de su madre”. Si este texto, además de mencionar a la madre de Jesús, está hablando de las mismas tres personas que mencionan Mateo y Marcos, significaría que Salomé era hermana de la madre de Jesús. Pero en Mateo 27:55 y Marcos 15:40, 41 se dice que estaban allí presentes otras muchas mujeres que anteriormente habían acompañado a Jesús, de modo que Salomé podría haber estado entre ellas.
Salomé era discípula del Señor Jesucristo, y una de las mujeres que le acompañaban y le servían de sus bienes, tal como dan a entender Mateo, Marcos y también Lucas (8:3).
Si la conclusión de que Salomé era la madre de los hijos de Zebedeo es correcta, ella fue la que se acercó a Jesús para solicitarle que concediese a sus hijos sentarse respectivamente a su derecha y a su izquierda en su Reino. Mateo dice que fue la madre quien hizo la solicitud, mientras que Marcos atribuye el hecho a Santiago y a Juan. Parece ser que eran los hijos quienes lo deseaban e indujeron a su madre a que hiciera la petición. El relato de Mateo apoya este punto de vista, pues comenta que los otros discípulos se indignaron con los dos hermanos, no con la madre, cuando oyeron la petición. (Mt 20:20-24; Mr 10:35-41.)
Al rayar el alba del tercer día después de la muerte de Jesús, Salomé estaba entre las mujeres que fueron a la tumba de Jesús para untar su cuerpo con especias, pero hallaron que se había quitado la piedra, y vieron dentro de la tumba un ángel que les anunció: “Fue levantado; no está aquí. ¡Miren! El lugar donde lo pusieron”. (Mr 16:1-8.)
2. Hija de Herodes Filipo e hija única de su madre Herodías. Con el tiempo, Herodes Antipas le quitó la esposa a su medio hermano Filipo y se casó con ella, así que entró en una relación adulterina con Herodías, la madre de Salomé. Poco antes de la Pascua del año 32 E.C., Antipas ofreció una cena en Tiberíades para celebrar su cumpleaños. Invitó a la princesa Salomé, quien para entonces era ya su hijastra, a que bailase delante de sus invitados: ‘sus hombres de primer rango y los comandantes militares y los insignes de Galilea’. Tan deleitado quedó por la actuación de Salomé, que le prometió cualquier cosa que le pidiese: hasta la mitad de su reino. Aconsejada por su malvada madre, Salomé pidió la cabeza de Juan el Bautista. Herodes, aunque afligido, “por consideración a sus juramentos y a los que estaban reclinados con él, mandó que le fuera dada; y envió e hizo decapitar a Juan en la prisión. Y la cabeza fue traída en una bandeja y dada a la jovencita, y ella la llevó a su madre”. (Mt 14:1-11; Mr 6:17-28.)
Aunque su nombre no aparece en las Escrituras, se conserva en los escritos de Josefo. Este historiador también informa que Salomé se casó con el gobernante de distrito llamado Filipo, otro medio hermano de Herodes Antipas, y que de ese matrimonio no nacieron hijos. El relato de Josefo explica que después de la muerte de Filipo se casó con su primo Aristóbulo, con quien tuvo tres hijos.
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SalomónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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SALOMÓN
(de una raíz que significa: “paz”).
Hijo del rey David, del linaje de Judá. Rey de Israel desde 1037 hasta 998 a. E.C. Después de referir la muerte del hijo que le había nacido a David como fruto de sus relaciones ilícitas con Bat-seba, el registro bíblico añade: “Y David empezó a consolar a Bat-seba su esposa. Además, fue a ella y se acostó con ella. Andando el tiempo ella dio a luz un hijo, y llegó a llamársele por nombre Salomón. Y Jehová mismo sí lo amó. De modo que él envió por medio de Natán el profeta y lo llamó por nombre Jedidías, por causa de Jehová”. (2Sa 12:24, 25.) Salomón tuvo después tres hermanos carnales, hijos de David y Bat-seba: Simeá, Sobab y Natán. (1Cr 3:5.)
La promesa de Jehová a David. Antes del nacimiento de Salomón, Jehová le había asegurado a David que le nacería un hijo, llamado Salomón, que edificaría una casa para Su nombre. Al parecer, el nombre Jedidías (que significa “Amado de Jah”) le indicaría a David que entonces Jehová había bendecido su matrimonio con Bat-seba, y que por ello aprobaba el fruto de ese matrimonio. No obstante, al niño no se le conoció comúnmente por este nombre. El nombre Salomón (de una raíz que significa “paz”) sin duda guardaba relación con el pacto que Jehová había hecho con David, según el cual, este no realizaría el deseo de su corazón de edificar la casa para Jehová, ya que era un hombre que había derramado mucha sangre en la guerra. (1Cr 22:6-10.) Eso no significaba que las guerras de David fuesen incorrectas. Lo que sucedía era que tanto la naturaleza como el objetivo del reino típico de Jehová eran esencialmente pacíficos; sus guerras cumplían el propósito de eliminar la iniquidad y a los que se oponían a la soberanía de Jehová, extender el dominio de Israel hasta los límites que Dios había trazado y establecer la justicia y la paz. Las guerras de David lograron estos objetivos para Israel. El reinado de Salomón fue esencialmente pacífico.
Adonías intenta usurpar el trono. Salomón vuelve a aparecer en el registro bíblico después de su nacimiento cuando David ya era anciano. En armonía con la promesa de Jehová, David había jurado a Bat-seba que Salomón le sucedería en el trono, hecho que conocía el profeta Natán. (1Re 1:11-13, 17.) No se dice si Adonías, el hermano de padre de Salomón, conocía este juramento o la intención de David. Sea como fuere, intentó conseguir el trono de una manera similar a la que utilizó Absalón. Confiaba que tendría éxito, quizás debido a la debilidad del rey y porque tenía el apoyo de Joab, el jefe del ejército, y de Abiatar, el sacerdote. No obstante, fue una traición, pues trató de usurpar el trono mientras David todavía estaba vivo y sin tener la aprobación de él o de Jehová. Además, manifestó su actitud solapada al preparar un sacrificio en En-roguel, donde tenía la intención de ser proclamado rey, sacrificio al que invitó únicamente a los otros hijos del rey y a los hombres de Judá, los siervos del rey, pero no a Salomón, ni a Natán el profeta, ni a Sadoc el sacerdote, ni a los hombres poderosos que habían luchado al lado de David, ni tampoco a Benaya, bajo cuyo acaudillamiento estaban. Este hecho indica que Adonías veía a Salomón como un
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