Lunes 10 de febrero
Estoy decidido a obedecer tus normas todo el tiempo (Sal. 119:112).
Cuando nos vemos ante la tentación, rechazamos de inmediato cualquier pensamiento o acción que pudiera perjudicar nuestra amistad con Dios. Jehová quiere que seamos “obedientes de corazón” (Rom. 6:17). Sus normas y leyes son siempre para nuestro bien y no son negociables (Is. 48:17, 18; 1 Cor. 6:9, 10). Para debilitar nuestra determinación, Satanás nos ataca de manera física y emocional. Su objetivo es devorarnos, es decir, destruir nuestra amistad con Jehová (1 Ped. 5:8). A los cristianos del primer siglo los amenazaron, golpearon y mataron porque estaban decididos a mantenerse firmes (Hech. 5:27, 28, 40; 7:54-60). En nuestros días, Satanás también usa la persecución. Un ejemplo de esto es el trato tan cruel que reciben nuestros hermanos de Rusia y de otros lugares. Además, muchos de nuestros hermanos se enfrentan a otros tipos de oposición. Y Satanás no solo nos ataca de manera directa, sino que también utiliza “astutas trampas” (Efes. 6:11). w23.07 31:6-9
Martes 11 de febrero
Crezcamos por amor en todas las cosas (Efes. 4:15).
Al estudiar la Palabra de Dios, su amor por Jehová irá creciendo. Ese amor lo motiva a poner en práctica lo que aprende. Toma mejores decisiones gracias a los principios bíblicos. También corrige su manera de pensar y de actuar porque quiere agradar a Dios. Al igual que un niño imita a su papá, usted se esfuerza por imitar a su amoroso Padre celestial (Efes. 5:1, 2). Podríamos preguntarnos: “¿Amo más a Jehová ahora que cuando me bauticé? ¿Se parece más mi forma de pensar y actuar a la de Jehová, sobre todo al mostrar amor a los hermanos de la congregación?”. Si se ha enfriado un poco nuestro amor, no nos desanimemos. Eso ya les pasó a los cristianos del siglo primero. Pero Jesús no pensó que eran un caso perdido, y tampoco va a pensarlo de nosotros (Apoc. 2:4, 7). Sabe que podemos reavivar el amor que sentíamos cuando aprendimos la verdad. w23.07 30:2, 3
Miércoles 12 de febrero
Tú, oh, Jehová, eres bueno y estás dispuesto a perdonar (Sal. 86:5).
El apóstol Pedro cometió una serie de errores. En primer lugar, aseguró con exceso de confianza que se mantendría fiel incluso si los demás apóstoles abandonaban a Jesús (Mar. 14:27-29). Después, se quedó dormido una y otra vez (Mar. 14:32, 37-41). Luego, cuando arrestaron a Jesús, lo abandonó (Mar. 14:50). Por último, Pedro negó conocerlo tres veces, incluso con un juramento (Mar. 14:66-71). ¿Cómo reaccionó cuando se dio cuenta de que había cometido un pecado grave? Se vino abajo y rompió a llorar (Mar. 14:72). Jesús, en vez de echarle en cara a Pedro lo que había hecho, le dijo a su amigo que recibiría mayores responsabilidades (Juan 21:15-17). Pedro sabía que había cometido un pecado grave, pero no tiró la toalla. ¿Por qué? Porque estaba convencido de que Jesús no lo había dado por perdido. ¿Cuál es la lección? Jehová quiere que estemos convencidos de que nos ama y de que está dispuesto a perdonarnos (Rom. 8:38, 39). w24.03 11:13-15