Jueves 1 de junio
Vino una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor (Mar. 12:42).
La vida no es nada fácil para la viuda; casi seguro que el dinero no le llega ni para vivir. Aun así, se acerca a una de las arcas y, tratando de no llamar la atención, echa dos moneditas, que tal vez apenas hagan ruido al caer. Pero Jesús sí sabe lo que acaba de echar: dos leptones, la moneda de menos valor de aquella época. Eso no daba ni para comprar un gorrión, que estaba entre las aves más baratas que se vendían como alimento. Jesús está muy impresionado por lo que hace esta viuda. Así que llama a sus discípulos, hace que se fijen en ella y les dice: “Esta viuda pobre echó en las arcas del tesoro más que todos los demás”. A continuación, les explica: “Todos ellos [especialmente los ricos] dan de lo que les sobra; pero ella, que es tan pobre, lo echó todo, todo lo que tenía para vivir” (Mar. 12:43, 44). Ese día, al echar hasta su última moneda, esta fiel mujer demostró que confiaba en que Jehová la cuidaría (Sal. 26:3). w21.04 14:17, 18
Viernes 2 de junio
Han llenado Jerusalén con sus enseñanzas (Hech. 5:28).
Cuando Jesús estuvo en la Tierra, siempre fue positivo en su ministerio, y quiere que sus discípulos tengamos esa misma actitud (Juan 4:35, 36). Mientras Jesús estuvo con sus discípulos, estos predicaron con entusiasmo (Luc. 10:1, 5-11, 17). Pero perdieron el deseo de predicar por un tiempo cuando arrestaron y mataron a su maestro (Juan 16:32). Después de resucitar, Jesús los animó a centrarse en la predicación. Y, cuando ya estaba en el cielo, ellos predicaron con tanto entusiasmo que sus enemigos se quejaron, como se ve en el texto de hoy. Jesús dirigió la predicación de los cristianos del siglo primero, y con la bendición de Jehová muchas personas aceptaron su mensaje. Por ejemplo, en el Pentecostés del año 33, se bautizaron unas 3.000 (Hech. 2:41). Y el número de discípulos siguió aumentando muchísimo (Hech. 6:7). Ahora bien, Jesús predijo que una mayor cantidad de personas aceptarían las buenas noticias en los últimos días (Juan 14:12; Hech. 1:8). w21.05 20:1, 2
Sábado 3 de junio
Feliz el que no tropieza por mi causa (Mat. 11:6).
¿Recuerda cómo se sintió cuando se dio cuenta de que había encontrado la verdad? Se imaginaba que todo el mundo también querría aceptar las enseñanzas bíblicas. Estaba seguro de que el mensaje de la Biblia les daría una vida feliz ahora y una esperanza maravillosa para el futuro (Sal. 119:105). Muy emocionado, empezó a contarles a todos sus amigos y familiares lo que estaba aprendiendo. Pero ¡qué desilusión se llevó cuando muchos de ellos no quisieron escucharlo! No nos debe sorprender que haya gente que rechace el mensaje que predicamos. Cuando Jesús estuvo en la Tierra, hizo milagros que demostraban que tenía el apoyo de Jehová, y aun así la mayoría de las personas lo rechazaron. Por ejemplo, cuando resucitó a Lázaro —un milagro que ni sus enemigos pudieron negar—, los líderes judíos no quisieron creer que Jesús era el Mesías. Es más, se propusieron matarlos a él y a Lázaro (Juan 11:47, 48, 53; 12:9-11). w21.05 18:1, 2