Jueves 23 de mayo
Ustedes oirán de guerras y noticias de guerras. Cuidado, no se alarmen, porque estas cosas tienen que suceder, pero todavía no es el fin (Mat. 24:6).
Jesús predijo que en los últimos días habría epidemias “en un lugar tras otro” (Luc. 21:11). Saber esto nos da paz. ¿Por qué? Porque ya sabíamos que iba a ocurrir, no nos toma por sorpresa. Vemos que los acontecimientos se están desarrollando tal como Jesús dijo. Por eso seguimos el consejo que dejó para los que vivieran en el tiempo del fin. Dijo: “Cuidado, no se alarmen”. Sin duda, un brote epidémico causa muchos trastornos en nuestra rutina. Pero no dejemos que afecte nuestro estudio personal o la asistencia a las reuniones. En nuestras publicaciones y videos encontramos experiencias que nos recuerdan que nuestros hermanos están pasando por problemas parecidos y se mantienen leales a Jehová. w22.12 51:4, 6
Viernes 24 de mayo
A todos les llega algún mal momento (Ecl. 9:11).
No era ningún secreto que el patriarca Jacob amaba mucho a su hijo José (Gén. 37:3, 4). Por eso los hermanos mayores de José empezaron a sentir celos de él. Y, cuando surgió la oportunidad, se lo vendieron a unos mercaderes madianitas. Aquellos hombres se llevaron a José a Egipto, que estaba a cientos de kilómetros. Y allí lo volvieron a vender, esta vez a Potifar, jefe de la guardia del faraón. La vida de José cambió de la noche a la mañana: pasó de ser un hijo muy querido a ser un esclavo en Egipto (Gén. 39:1). A veces nos enfrentamos a lo que es común a todas las personas, es decir, a problemas que cualquier ser humano puede tener (1 Cor. 10:13). O quizás suframos burlas, oposición o hasta persecución simplemente por el hecho de ser discípulos de Jesús (2 Tim. 3:12). En cualquier caso, Jehová puede hacer que tengamos éxito. w23.01 3:3, 4
Sábado 25 de mayo
Donde no hay leña, se apaga el fuego (Prov. 26:20).
Puede que en ocasiones nos parezca necesario hablar con un hermano que nos ofendió. Pero, antes de dar ese paso, debemos hacernos un autoexamen. “¿Tengo todos los hechos?” (Prov. 18:13). “¿Será que lo hizo sin querer?” (Ecl. 7:20). “¿Hice yo algo parecido en el pasado?” (Ecl. 7:21, 22). “Si hablo con el hermano, ¿crearé un problema mayor que el que estoy intentando solucionar?”. Si dedicamos tiempo a pensar en estas preguntas, tal vez lleguemos a la conclusión de que es mejor mostrar amor y olvidar el asunto. ¿Cómo podemos demostrar individualmente que somos los verdaderos discípulos de Cristo? Mostrándoles amor sincero a nuestros hermanos a pesar de sus imperfecciones. Y, gracias a eso, puede que otras personas se den cuenta de cuál es la religión verdadera y quieran adorar con nosotros a Jehová. Así que estemos decididos a continuar demostrando la clase de amor que identifica a los verdaderos cristianos. w23.03 14:18, 19