JUAN
Notas de estudio. Capítulo 1
Juan. Es el equivalente en español del nombre hebreo Jehohanán o Johanán, que significa ‘Jehová ha mostrado favor’ o ‘Jehová ha sido compasivo’. El escritor de este Evangelio no se identifica por nombre. Sin embargo, en los siglos segundo y tercero de nuestra era, ya muchas personas le atribuían este libro al apóstol Juan. Siempre que se menciona a un Juan en este Evangelio, se refiere a Juan el Bautista. Las únicas excepciones son Jn 1:42 y 21:15-17, donde Jesús dice que el padre de Pedro se llama Juan (ver las notas de estudio de Jn 1:42 y 21:15). Aunque nunca se menciona al apóstol Juan por nombre, él y su hermano Santiago aparecen como “los hijos de Zebedeo” (Jn 21:2; Mt 4:21; Mr 1:19; Lu 5:10; ver la nota de estudio de Jn 1:6). En los versículos de conclusión del Evangelio, el escritor se identifica a sí mismo como “el discípulo al que Jesús amaba” (Jn 21:20-24), y hay buenas razones para asociar esta expresión con el apóstol Juan. Ver la nota de estudio de Jn 13:23.
Las Buenas Noticias según Juan. Ninguno de los escritores de los Evangelios revela que es el escritor de su relato. Al parecer, los títulos de los libros no formaban parte del texto original. En algunos manuscritos del Evangelio de Juan, el título que aparece es Euagguélion katá Iōánnēn (“Las Buenas Noticias [o “El Evangelio”] según Juan”), mientras que en otros se usa un título más corto: Katá Iōánnēn (“Según Juan”). No se sabe exactamente cuándo se añadieron o se empezaron a usar esos títulos; se cree que fue en el siglo segundo de nuestra era, ya que se han encontrado ejemplos del título largo en manuscritos de los Evangelios de finales de ese siglo o de principios del siglo tercero. Según algunos expertos, tal vez las palabras iniciales del libro de Marcos (“El comienzo de las buenas noticias acerca de Jesucristo, el Hijo de Dios”) fueron la razón por la que comenzó a usarse el término evangelio (lit. “buenas noticias”) para referirse a estos relatos. Es posible que se empezaran a utilizar estos títulos que incluyen el nombre del escritor por razones prácticas, pues así es más fácil identificar los libros.
el principio. En las Escrituras, el significado del término principio depende del contexto. En este caso, la palabra griega arkhḗ no puede referirse al “principio” de Dios, el Creador, porque él es eterno y no tiene comienzo (Sl 90:2). Así que tiene que referirse al tiempo en que Dios empezó a crear. Su primera creación fue “la Palabra”, expresión que designa al ser espiritual que llegaría a conocerse como Jesús (Jn 1:14-17). Por eso, solo a Jesús se le puede llamar con razón “el primogénito de toda la creación” (Col 1:15). Él fue “el principio de la creación de Dios” (Ap 3:14), así que existía antes de que se crearan los demás seres espirituales y el universo. De hecho, fue por medio de él que “todo lo demás fue creado en los cielos y en la tierra” (Col 1:16). Para ver otros ejemplos de cómo se usa el término principio, consultar la nota de estudio de Jn 6:64.
la Palabra. O “el Logos”, “el Verbo” (en griego, ho lógos). Aquí, al igual que en Jn 1:14 y Ap 19:13, el término se usa como título. Juan indica que ese título le corresponde a Jesús. Se le aplicó a Jesús cuando era un ser espiritual antes de venir a la tierra, cuando era un hombre perfecto durante su ministerio terrestre y, después, cuando fue alzado al cielo. Jesús era el portavoz mediante quien Dios transmitía información e instrucciones a sus otros hijos espirituales y a los seres humanos. Así que es razonable pensar que, antes de que Jesús viniera a la tierra, muchas de las veces en las que Jehová se comunicó con los seres humanos utilizó a la Palabra, el ángel que le servía de portavoz (Gé 16:7-11; 22:11; 31:11; Éx 3:2-5; Jue 2:1-4; 6:11, 12; 13:3).
con. Lit. “hacia”. En este contexto, la preposición griega pros refleja una relación muy cercana. Esto implica que hay diferentes personas; en este caso, la Palabra y el único Dios verdadero.
la Palabra era un dios. O “la Palabra era divina”, “la Palabra era parecida a Dios”. Esta declaración de Juan describe una cualidad o característica de “la Palabra” (en griego, ho lógos; ver la nota de estudio de la Palabra en este versículo), es decir, de Jesucristo. Él es el Hijo primogénito de Dios y por medio de él Dios creó todo lo demás. Por este papel tan importante se le puede describir como “un dios”, “alguien parecido a Dios”, “alguien divino” o “un ser divino”. Muchos traductores optan por traducir esta expresión como “la Palabra era Dios” dando a entender que es igual al Dios Todopoderoso. Sin embargo, hay buenas razones para afirmar que Juan no quería decir que “la Palabra” y el Dios Todopoderoso eran el mismo. En primer lugar, la frase anterior y la frase posterior indican claramente que “la Palabra” estaba “con Dios”. Por otro lado, de las tres veces que la palabra griega theós aparece en los versículos 1 y 2, la primera y la tercera vez va acompañada del artículo definido griego, mientras que la segunda va sola. Muchos expertos coinciden en la relevancia de que el segundo theós no lleve artículo. Cuando theós lleva el artículo definido en contextos como estos, se refiere al Dios Todopoderoso. Y, cuando en esta construcción gramatical no lo lleva, se convierte en un término que describe una cualidad o una característica de “la Palabra”. Por eso, varias traducciones bíblicas en alemán, español, francés e inglés lo traducen de forma parecida a como lo hace la Traducción del Nuevo Mundo, que transmite la idea de que “la Palabra” era ‘un dios’, ‘divina’, ‘un ser divino’ o ‘parecida a Dios’. Varias antiguas traducciones del Evangelio de Juan a los dialectos sahídico y bohaírico del copto apoyan esta idea. Estas versiones, que probablemente se realizaron en los siglos tercero y cuarto de nuestra era, traducen de forma diferente los dos casos de theós en Jn 1:1. Estas traducciones destacan una cualidad o característica de “la Palabra”: que su naturaleza es parecida a la de Dios. Pero no equiparan “la Palabra” al Padre, el Dios Todopoderoso. Col 2:9 concuerda con este versículo al decir que Cristo tiene “toda la plenitud de la naturaleza divina”. Y, según 2Pe 1:4, hasta los que van a gobernar con Cristo participarán “de la naturaleza divina”. Por otro lado, en la Septuaginta, la palabra griega theós es el equivalente más común de las palabras hebreas ʼel y ʼelohím, que se traducen como “Dios” y que se cree que tienen el significado básico de ‘poderoso’ y ‘fuerte’. Estos términos hebreos se usan para referirse al Dios Todopoderoso, a otros dioses y a seres humanos (ver la nota de estudio de Jn 10:34). Llamar a la Palabra “un dios” o “un poderoso” está de acuerdo con la profecía de Is 9:6. Ahí se predice que el Mesías sería llamado “Dios Poderoso” (no “Dios Todopoderoso”) y que sería el “Padre Eterno” de todos los que tuvieran el honor de ser gobernados por él. El celo de su propio Padre, “Jehová de los ejércitos”, lo haría realidad (Is 9:7).
Lo que ha venido a existir. En los manuscritos griegos más antiguos, los versículos 3 y 4 no están puntuados. La puntuación que aparece en la Traducción del Nuevo Mundo se basa en las ediciones eruditas del texto griego publicadas por Westcott y Hort, las Sociedades Bíblicas Unidas, y Nestle y Aland. En ellas se relaciona la última parte del versículo 3 con el versículo 4. De este modo, se indica que la vida y la luz llegaron a existir por medio de la Palabra (Col 1:15, 16). Algunas versiones bíblicas interpretan el texto griego de otra manera y relacionan la última parte del versículo 3 con lo que se dice justo antes. Así transmiten la idea de que “sin él no llegó a existir ni siquiera una sola cosa de lo que ha venido a existir”. Sin embargo, son muchos los expertos que apoyan la opción de la Traducción del Nuevo Mundo.
él. Es decir, la Palabra, o el Logos. Ver la nota de estudio de Jn 1:1.
vida [...] luz. Estos dos temas aparecen con frecuencia en el relato inspirado de Juan. Dios es la fuente de la vida y, mediante Jesús, la Palabra, todas las demás formas de vida “llegaron a existir” (Jn 1:3). En este sentido la vida llegó a través de Jesucristo. También mediante Jesús Dios hizo posible que la humanidad pecadora y condenada a muerte pudiera vivir para siempre. En este sentido se puede llamar a Jesús “la vida” que llegó a ser “la luz de los seres humanos”. Jn 1:9 llama a la Palabra “la luz verdadera que alumbra a todo tipo de personas”. Y los seres humanos que siguen a Jesús, “la luz del mundo”, tendrán “la luz de la vida” (Jn 8:12). La Palabra es el “Agente Principal de la vida” de Dios, porque alumbra el camino de la humanidad hacia la vida (Hch 3:15).
enviado como representante de Dios. O “comisionado por Dios”. La comisión de Juan el Bautista venía de Dios (Lu 3:2) e implicaba predicar, o dar un mensaje en público. A los judíos que se le acercaban, Juan no solo les anunciaba la venida del Mesías y del Reino de Dios. También los animaba a arrepentirse de sus pecados (Mt 3:1-3, 11, 12; Mr 1:1-4; Lu 3:7-9). Así que fue profeta, maestro (con discípulos) y evangelizador (Lu 1:76, 77; 3:18; 11:1; Jn 1:35).
Juan. Aquí se refiere a Juan el Bautista. En el idioma original, el escritor de este Evangelio, el apóstol Juan, habla de Juan el Bautista 19 veces. Pero, a diferencia de los escritores de los otros Evangelios, nunca lo llama “el Bautista” (ver las notas de estudio de Mt 3:1; Mr 1:4). Cuando el apóstol Juan habla de una de las tres Marías, siempre deja claro cuál es (Jn 11:1, 2; 19:25; 20:1). Pero no hace lo mismo cuando habla de Juan el Bautista. Como el apóstol nunca utiliza su nombre para referirse a sí mismo, no tiene necesidad de aclarar de qué Juan habla. Esta es otra prueba de que fue el apóstol Juan quien escribió este Evangelio. Ver “Información sobre Juan” y la nota de estudio del título de Juan.
como testigo. O “para testimonio”. El sustantivo griego que se traduce como “testimonio” (martyría) aparece el triple de veces en el Evangelio de Juan que en los otros tres Evangelios juntos. Y el verbo relacionado, que se traduce como “dar testimonio” (martyréō), se usa 39 veces en el Evangelio de Juan y solo 2 veces en los otros tres Evangelios (Mt 23:31; Lu 4:22). Este verbo se usa tan frecuentemente con Juan el Bautista que algunos han sugerido llamarlo “Juan el Testigo” (Jn 1:8, 15, 32, 34; 3:26; 5:33; ver la nota de estudio de Jn 1:19). En el Evangelio de Juan también se usa mucho en relación con el ministerio de Jesús. A menudo se dice que Jesús daba testimonio (Jn 8:14, 17, 18). Son muy interesantes las palabras del propio Jesús a Poncio Pilato: “Para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad” (Jn 18:37). Y, en el libro de Apocalipsis, una revelación que recibió Juan, se llama a Jesús “el Testigo Fiel” y “el testigo fiel y verdadero” (Ap 1:5; 3:14).
él. Aquí se refiere a Juan el Bautista. Comparar con Hch 19:4.
mundo. La palabra griega kósmos aquí se refiere a la humanidad. En este contexto, la expresión “venir al mundo” parece referirse principalmente a cuando Jesús se presentó ante la humanidad en el momento de su bautismo, y no a cuando nació en la tierra. Después de su bautismo, Jesús fue una luz para la humanidad al realizar el ministerio que se le había asignado. Comparar con Jn 3:17, 19; 6:14; 9:39; 10:36; 11:27; 12:46; 1Jn 4:9.
él. Aquí se refiere a la Palabra.
el mundo llegó a existir por medio de él. Aquí el término griego kósmos (traducido como “mundo”) se refiere a la humanidad. Esto se hace evidente al final del versículo cuando se dice que “el mundo no lo conoció”. Las obras no bíblicas a veces usaban este término griego para referirse al universo y a la creación en general. Y puede que el apóstol Pablo lo usara con este sentido cuando habló con un grupo de griegos (Hch 17:24). Sin embargo, en las Escrituras Griegas Cristianas, este término normalmente se refiere a toda la humanidad o a una parte de ella. Es cierto que Jesús participó en hacer todas las cosas, incluidos los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ella. Pero este versículo se centra en su papel en hacer que existieran los seres humanos (Gé 1:26; Jn 1:3; Col 1:15-17).
carne. O “un ser humano”. La palabra griega sarx se usa aquí con el sentido de un ser físico, un ser vivo de carne y hueso. Cuando Jesús nació como ser humano, dejó de ser un espíritu. No tomó un cuerpo físico, como habían hecho algunos ángeles en el pasado (Gé 18:1-3; 19:1; Jos 5:13-15). Por eso Jesús pudo llamarse a sí mismo “el Hijo del Hombre” (Jn 1:51; 3:14). Ver la nota de estudio de Mt 8:20.
La Palabra llegó a ser carne. Jesús fue completamente humano desde que nació hasta que murió. Él mismo explicó el propósito de convertirse en un ser de carne y hueso cuando dijo: “El pan que yo voy a entregar para que el mundo viva es mi carne” (Jn 6:51). Además, solo siendo completamente humano podría experimentar lo mismo que los seres humanos de carne y hueso, y así convertirse en un Sumo Sacerdote compasivo (Heb 4:15). Jesús no pudo haber sido humano y divino al mismo tiempo, porque las Escrituras dicen que “fue hecho un poco inferior a los ángeles” (Heb 2:9; Sl 8:4, 5; ver la nota de estudio de carne en este versículo). Aun así, algunos afirmaban que Jesús no había venido en la carne. Los gnósticos son un ejemplo. Ellos creían que el conocimiento (en griego, gnṓsis) podía obtenerse de forma mística, y combinaron la filosofía griega y el misticismo oriental con enseñanzas cristianas apóstatas. Como creían que toda la materia era mala, enseñaban que Jesús no vino realmente en la carne, sino que solo parecía tener un cuerpo humano. Al parecer, a finales del primer siglo ya era común una forma temprana del gnosticismo, así que puede que Juan quisiera contrarrestar estas ideas cuando dijo que “la Palabra llegó a ser carne”. En sus cartas hizo muchas advertencias contra la enseñanza falsa de que Jesús no había venido “en la carne” (1Jn 4:2, 3, nota; 2Jn 7, nota).
vivió. Lit. “moró en tienda”. Algunos han interpretado esta declaración de que la Palabra “vivió [o “moró en tienda”] entre nosotros” como que Jesús no era un ser humano real, sino un espíritu encarnado. Sin embargo, Pedro usó un sustantivo relacionado que se traduce como “tabernáculo” o “tienda” cuando habló de su cuerpo humano (2Pe 1:13, nota). Está claro que Pedro no estaba diciendo que era una encarnación. Habló de su cuerpo como una residencia temporal porque sabía que estaba a punto de morir y que, cuando resucitara, lo haría como un espíritu, y no con un cuerpo humano (2Pe 1:13-15; ver también 1Co 15:35-38, 42-44; 1Jn 3:2).
vimos su gloria. Durante la vida y el ministerio de Jesús, Juan y los demás apóstoles vieron una gloria —un esplendor o grandeza— que solo podría demostrar alguien que reflejara a la perfección las cualidades de Jehová. Además, el apóstol Juan, junto con Santiago y Pedro, fue testigo de la transfiguración de Jesús (Mt 17:1-9; Mr 9:1-9; Lu 9:28-36). Así que es posible que aquí Juan se estuviera refiriendo no solo a la manera como Jesús reflejó las cualidades de Dios, sino también a la visión de la transfiguración que había ocurrido más de 60 años antes. Este suceso también dejó una profunda impresión en el apóstol Pedro, que escribió sus cartas unos 30 años antes de que Juan escribiera su Evangelio. Pedro habló específicamente de la transfiguración como una maravillosa confirmación de “la palabra profética” (2Pe 1:17-19).
un hijo unigénito. La palabra griega monoguenḗs, traducida tradicionalmente como “unigénito”, tiene el sentido de ‘solo en su clase’ o ‘único’. En la Biblia se usa este término para describir la relación que une a un hijo o una hija con sus padres (ver las notas de estudio de Lu 7:12; 8:42; 9:38). En los escritos del apóstol Juan, este término se usa solo con Jesús (Jn 3:16, 18; 1Jn 4:9), pero nunca para referirse a su nacimiento y vida en la tierra como ser humano. Juan lo usa exclusivamente para hablar de Jesús cuando vivía en el cielo como el Logos, o la Palabra, el que “estaba en el principio con Dios”, incluso “antes de que el mundo existiera” (Jn 1:1, 2; 17:5, 24). Jesús es el “hijo unigénito” porque fue el Primogénito de Jehová y el único creado directamente por él. Aunque es cierto que a otros seres espirituales también se les llama “hijos del Dios verdadero” e “hijos de Dios” (Gé 6:2, 4; Job 1:6; 2:1; 38:4-7), todos fueron creados por Jehová mediante su Hijo primogénito (Col 1:15, 16). En resumen, el término monoguenḗs se aplica a Jesús tanto por ser “el único en su clase”, “único” e “incomparable” como por ser el único hijo creado directa y únicamente por Dios (1Jn 5:18). Ver la nota de estudio de Heb 11:17.
favor divino. O “bondad inmerecida”. La palabra griega kháris aparece más de 150 veces en las Escrituras Griegas Cristianas y transmite diferentes matices dependiendo del contexto. Cuando se refiere a la bondad inmerecida que Dios muestra a los seres humanos, el término describe un regalo que Dios hace con generosidad sin esperar nada a cambio. Es una muestra del amor, la bondad y la abundante generosidad de Dios, y el que la recibe no ha hecho nada para merecerla o ganársela. Está motivada solo por la generosidad del que da (Ro 4:4; 11:6). Esto no significa necesariamente que la persona que la recibe sea indigna de ella, de ahí que Jesús pueda recibir esa bondad o favor de Dios. En contextos relacionados con Jesús, el término se traduce de forma apropiada como “favor divino”, igual que en este versículo, o como “aprobación” (Lu 2:40, 52). En otros contextos, el término griego se traduce como “favor”, “simpatía”, “bondadoso regalo” o “bondadosos donativos” (Lu 1:30; Hch 2:47; 7:46; 1Co 16:3; 2Co 8:19).
lleno de favor divino y verdad. “La Palabra”, Jesucristo, tiene el favor de Dios y siempre ha dicho la verdad. Pero aquí esta frase parece indicar algo más. Jehová eligió especialmente a su Hijo para que explicara y demostrara por completo la bondad inmerecida y la verdad del Padre (Jn 1:16, 17). Jesús lo hizo tan bien que pudo decir: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre también” (Jn 14:9). Él fue el instrumento que Dios usó para ofrecer bondad inmerecida y verdad a todo el que estuviera dispuesto a recibirlas.
El que viene detrás de mí. Juan el Bautista nació unos seis meses antes que Jesús y comenzó su ministerio antes que él. En ese sentido, Jesús vino “detrás” o después de Juan (Lu 1:24, 26; 3:1-20). Sin embargo, Jesús hizo obras mucho mayores que Juan y, por eso, lo adelantó en todo sentido. Juan el Bautista también reconoció que Jesús había vivido antes de venir a la tierra cuando dijo: “Existía antes que yo”.
bondad inmerecida sobre bondad inmerecida. La palabra griega que se traduce como “bondad inmerecida” es kháris. En este contexto, describe el amor, la bondad y la abundante generosidad de Dios. No se recibe esta muestra de bondad porque se haya hecho algo para merecerla o ganársela. Está motivada exclusivamente por la generosidad del que la da (ver glosario, bondad inmerecida). El hecho de que Juan use la palabra kháris dos veces, antes y después de la preposición griega antí (aquí traducida como “sobre”), da la idea de que la bondad inmerecida se demuestra de forma abundante y continua, y sin cesar. Esta idea también podría traducirse como “constante bondad inmerecida”.
la Ley [...] la bondad inmerecida y la verdad. En las Escrituras Griegas Cristianas, con frecuencia se establece un contraste entre la Ley dada a través de Moisés y la “bondad inmerecida” (Ro 3:21-24; 5:20, 21; 6:14; Gál 2:21; 5:4; Heb 10:28, 29). La Ley mosaica sirvió de tutor que llevaba hasta Cristo y contenía sombras o cuadros proféticos que se cumplieron en él (Gál 3:23-25; Col 2:16, 17; Heb 10:1). Entre otras cosas, gracias a la Ley, los seres humanos supieron “exactamente qué es el pecado” (Ro 3:20). Este conocimiento les permitió entender que “el salario que el pecado paga es la muerte” y que “toda violación de la ley y desobediencia recibió su justo castigo” (Ro 6:23; Heb 2:2). Aquí Juan establece un contraste entre “la Ley” y “la bondad inmerecida y la verdad” que “llegaron [...] por medio de Jesucristo”. Jesús hizo realidad las cosas que la Ley prefiguraba, como por ejemplo los sacrificios de expiación para ser perdonados (Le 4:20, 26). También reveló que Dios les mostraría su “bondad inmerecida” a seres humanos pecadores. Esta muestra de bondad —o “bondadoso regalo”, como se ha traducido a veces el término griego kháris— consistiría en dar a su Hijo como sacrificio de expiación (Col 1:14; 1Jn 4:10, nota; ver la nota de estudio de Ro 6:23 y el glosario, bondad inmerecida). Jesús reveló una nueva “verdad”: que su sacrificio liberaría a los seres humanos del pecado y la muerte (Jn 8:32). Ver la nota de estudio de Jn 1:14.
El dios unigénito. Aquí Juan se refiere a la Palabra, “Jesucristo”, a quien poco antes llamó “un dios” (Jn 1:1, 17). Juan habla de Jesús como el Hijo unigénito de Dios (Jn 1:14; 3:16). En este pasaje, lo llama “el dios unigénito”, una expresión que destaca el puesto especial de Jesús en el orden establecido por Dios. En vista de cómo se usa el término “dios” en la Biblia, se le puede llamar “un dios”. Este título transmite la idea básica de alguien poderoso, y en la Biblia se aplica incluso a seres humanos (Sl 82:6; ver las notas de estudio de Jn 1:1; 10:34). Jesús es “un dios”, alguien poderoso, porque ha recibido poder y autoridad del Dios todopoderoso, el Padre (Mt 28:18; 1Co 8:6; Heb 1:2). Y, como es el único creado directamente por Dios y el único por medio de quien “llegaron a existir” todas las cosas (Jn 1:3), es apropiado llamarlo “el dios unigénito”. Esta expresión muestra que Jesús ocupa un puesto con una gloria y una importancia únicas por encima de todos los demás hijos espirituales de Dios. Algunos manuscritos dicen “el Hijo unigénito” y así lo reflejan algunas traducciones bíblicas. Sin embargo, los manuscritos más antiguos y confiables dicen “el dios unigénito” (con el artículo definido en griego) o “dios unigénito” (sin el artículo definido en griego).
junto al Padre. Lit. “en el seno del Padre”. Esta expresión describe una relación de favor especial y una estrecha amistad entre dos personas. Es una figura retórica que probablemente se basa en la forma en la que se comía en aquel entonces. Los invitados se reclinaban sobre divanes de tal modo que podían recostarse sobre el seno o pecho de un amigo muy cercano (Jn 13:23-25). Así se indica que Jesús es el mejor amigo de Jehová y que nadie podía darlo a conocer mejor y de manera más completa (Mt 11:27).
el testimonio que dio Juan. O “el testimonio de Juan”. En Jn 1:7 se llama “testigo” (una forma de la palabra griega martyría) a Juan el Bautista, alguien que vino a dar testimonio sobre la luz. Aquí, en Jn 1:19, se usa la misma palabra griega para referirse a lo que declara Juan el Bautista sobre Jesús y que se registra en los siguientes versículos.
Elías. Ver la nota de estudio de Mt 11:14.
el Profeta. Aquí se refiere al largamente esperado profeta que predijo Moisés (Dt 18:18, 19; Jn 1:25-27; 6:14; 7:40; Hch 3:19-26).
Jehová. Aquí se cita de Is 40:3. En el texto hebreo original aparece el nombre divino, representado por cuatro consonantes hebreas que se transliteran como YHWH (ver apéns. A5 y C). Los escritores de los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas le aplican esta profecía a Juan el Bautista. Pero en el Evangelio de Juan es el propio Juan el Bautista el que se la aplica a sí mismo. Juan haría que el camino de Jehová quedara recto en el sentido de que precedería a Jesús, quien representaría a su Padre y vendría en el nombre de él (Jn 5:43; 8:29).
bautizo. O “sumerjo”. La palabra griega baptízō significa ‘sumergir’. Otras referencias bíblicas indican que el bautismo implica una inmersión completa. Por ejemplo, en cierta ocasión, Juan efectuó bautismos en un lugar del valle del Jordán cerca de Salim “porque allí abundaba el agua” (Jn 3:23). Y, cuando Felipe bautizó al eunuco etíope, ambos “se metieron en el agua” (Hch 8:38). En la Septuaginta se usa la misma palabra griega en 2Re 5:14 cuando se dice que Naamán “se sumergió en el Jordán siete veces”.
sandalias. Quitarle, llevarle o desatarle a alguien las sandalias (Mt 3:11; Mr 1:7; Lu 3:16) se consideraba una tarea humilde, por lo común a cargo de un esclavo.
Betania. Algunos manuscritos dicen “Betábara” en lugar de “Betania” y así lo reflejan algunas traducciones bíblicas. Sin embargo, los manuscritos más confiables dicen “Betania”.
Betania del otro lado del Jordán. Es decir, al este del Jordán. Esta Betania solo se menciona una vez en las Escrituras Griegas Cristianas y no es la que estaba cerca de Jerusalén (Mt 21:17; Mr 11:1; Lu 19:29; Jn 11:1). No se sabe exactamente en qué lugar al este del Jordán se encontraba esta Betania. Algunos dicen que estaba donde, según la tradición, Jesús fue bautizado, al otro lado del Jordán, enfrente de Jericó. Sin embargo, el relato de Jn 1:29, 35, 43; 2:1 parece indicar que estaba más cerca de Caná, en Galilea, que de Jericó. La ubicación más probable parece ser un lugar algo al sur del mar de Galilea, pero no hay forma de confirmarlo. Ver apén. B10.
el Cordero de Dios. Después de que Jesús fue bautizado y tentado por el Diablo, Juan el Bautista lo presentó como “el Cordero de Dios”. Esta expresión solo aparece aquí y en Jn 1:36 (ver apén. A7). La comparación de Jesús con un cordero es muy apropiada. En toda la Biblia se habla de corderos que se sacrifican para admitir un pecado y acercarse a Dios. Estos sacrificios prefiguraron el que haría Jesús al ofrecer su vida humana perfecta a favor de la humanidad. La expresión “el Cordero de Dios” puede referirse a varios pasajes de las Escrituras inspiradas. Como Juan el Bautista conocía muy bien las Escrituras Hebreas, puede que estuviera aludiendo a uno o más de los siguientes casos: el carnero que ofreció Abrahán en vez de su propio hijo Isaac (Gé 22:13), el cordero de Pascua que se sacrificó en Egipto para liberar a los esclavos israelitas (Éx 12:1-13) o el carnero joven que se ofrecía todas las mañanas y al anochecer en el altar de Dios (Éx 29:38-42). También es posible que Juan estuviera pensando en la profecía de Isaías donde se dice que alguien a quien Jehová llama “mi siervo” sería “llevado como oveja al matadero” (Is 52:13; 53:5, 7, 11). Cuando el apóstol Pablo les escribió su primera carta a los corintios, llamó a Jesús “nuestro cordero de Pascua” (1Co 5:7). El apóstol Pedro habló de la sangre de Cristo, “sangre valiosa, como la de un cordero sin ningún defecto ni mancha” (1Pe 1:19). Y en el libro de Apocalipsis, en sentido figurado, se llama a Jesús glorificado “el Cordero” más de 25 veces, por ejemplo, en Ap 5:8; 6:1; 7:9; 12:11; 13:8; 14:1; 15:3; 17:14; 19:7; 21:9; 22:1.
mundo. La palabra griega kósmos está muy relacionada con la humanidad en las obras griegas seglares y en particular en la Biblia. En este contexto y en Jn 3:16, kósmos alude a todos los seres humanos redimibles, a quienes se les describe como pecadores por haber heredado el pecado de Adán.
como una paloma. Las palomas tenían un uso sagrado, pues podían ofrecerse como sacrificio (Mr 11:15; Jn 2:14-16). También tenían un significado simbólico. Por ejemplo, representaban la inocencia y la pureza (Mt 10:16). Además, cuando Noé mandó una paloma fuera del arca, esta trajo de vuelta una hoja de olivo, lo que demostró que las aguas estaban bajando (Gé 8:11) y que iba a comenzar un periodo de paz y descanso (Gé 5:29). De forma parecida, en el bautismo de Jesús, puede que Jehová usara la representación de una paloma para dejar claro que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios puro y sin pecado que sacrificaría su vida por la humanidad e introduciría un periodo de paz y descanso durante su reinado. Cuando el espíritu santo de Dios, o su fuerza activa, descendió sobre Jesús al tiempo de su bautismo, quizá parecía una paloma aleteando antes de posarse.
el Hijo de Dios. Esta expresión se usa con frecuencia en la Biblia para referirse a Jesús (Jn 1:49; 3:16-18; 5:25; 10:36; 11:4). Como Dios no tiene una esposa literal ni es de naturaleza humana, esta expresión tiene que ser una metáfora. Está claro que la intención es ayudar al lector a entender que la relación entre Jesús y Dios es como la de un hijo humano con su padre. También destaca que Jesús recibió la vida de Jehová porque fue creado por él. De hecho, al primer hombre, Adán, también se le llama “hijo de Dios”. Ver la nota de estudio de Lu 3:38.
Juan [...] acompañado de dos de sus discípulos. Uno de los dos discípulos de Juan el Bautista era “Andrés, el hermano de Simón Pedro”. Ver la nota de estudio de Jn 1:40.
los dos discípulos [...] siguieron a Jesús. Esta declaración indica que los primeros discípulos de Jesús salieron de entre los discípulos de Juan el Bautista. Ver las notas de estudio de Jn 1:35, 40.
como la hora décima. Es decir, cerca de las 4 de la tarde. Ver la nota de estudio de Mt 20:3.
uno de los dos. Se menciona a estos dos discípulos en Jn 1:35. Es probable que el discípulo del que no se dice el nombre sea el apóstol Juan, uno de los hijos de Zebedeo y escritor de este Evangelio (Mt 4:21; Mr 1:19; Lu 5:10). Se llega a esta conclusión porque el escritor nunca dice su propio nombre, nunca menciona al apóstol Juan por nombre y siempre que habla de Juan el Bautista lo llama sencillamente “Juan”. Ver la nota de estudio de Jn 1:6.
al Mesías. O “al Ungido”. La palabra griega Messías (una transliteración del término hebreo mashíaj) aparece solo dos veces en las Escrituras Griegas Cristianas (ver Jn 4:25). El término hebreo mashíaj viene del verbo masháj, que significa ‘untar’ y ‘ungir’ (Éx 29:2, 7). En tiempos bíblicos, se ungía ceremonialmente con aceite a los sacerdotes, los gobernantes y los profetas (Le 4:3; 1Sa 16:3, 12, 13; 1Re 19:16). En este versículo, el título Mesías va acompañado de la explicación “que traducido es Cristo”. El título Cristo (en griego, Khristós) aparece más de 500 veces en las Escrituras Griegas Cristianas y es equivalente al título Mesías. Los dos títulos significan ‘ungido’. Ver la nota de estudio de Mt 1:1.
Tú eres Simón. En las Escrituras, Simón aparece con cinco nombres diferentes (ver las notas de estudio de Mt 4:18; 10:2). Esta parece ser la primera vez que Jesús se encuentra con Pedro. Entonces le da el nombre semítico “Cefas” (Kéhfa’), que puede que esté relacionado con el término hebreo kefím (‘rocas’) usado en Job 30:6 y Jer 4:29. Aquí, el escritor de este Evangelio añade una explicación, “que traducido es Pedro”. Este nombre griego también significa ‘trozo de roca’. En la Biblia, solo Simón usa estos dos nombres: el semítico y el griego. Jesús, quien fue capaz de percibir que Natanael era un hombre en quien no había engaño (Jn 1:47; 2:25), también pudo percibir el verdadero carácter de Pedro. En especial después de la muerte y resurrección de Jesús, este apóstol demostró tener cualidades como las de una roca que sirvieron para fortalecer y estabilizar la congregación cristiana (Lu 22:32; Hch 1:15, 16; 15:6-11).
Juan. Según algunos manuscritos antiguos, al padre del apóstol Pedro se le llama aquí Juan. En otros manuscritos antiguos, se le llama Joná. Y, en Mt 16:17, Jesús se dirige a Pedro como “Simón hijo de Jonás” (ver la nota de estudio de Mt 16:17). Algunos expertos creen que las formas griegas de los nombres Juan, Joná y Jonás son diferentes maneras de escribir el mismo nombre hebreo.
Natanael. Viene de un nombre hebreo que significa ‘Dios ha dado’. Todo parece indicar que es otro nombre de Bartolomé, uno de los 12 apóstoles de Jesús (Mt 10:3). Bartolomé, que significa ‘hijo de Tolmái’, es un término patronímico (es decir, un nombre derivado del nombre del padre). No es raro que a Natanael se le llame Bartolomé, igual que a otro hombre se le llama Bartimeo, es decir, ‘hijo de Timeo’ (Mr 10:46). Cuando Mateo, Marcos y Lucas hablan de Bartolomé, lo asocian con Felipe. Y, cuando Juan habla de Natanael, también lo menciona junto a Felipe. Esto es un indicio más de que Bartolomé y Natanael eran la misma persona (Mt 10:3; Mr 3:18; Lu 6:14; Jn 1:45, 46). En aquel tiempo no era raro que a alguien se le conociera por más de un nombre (Jn 1:42).
Moisés, en la Ley, y también los Profetas. Estas palabras se parecen a la expresión “la Ley y los Profetas” que tantas veces se usa, con ligeras variantes, en los Evangelios (Mt 5:17; 7:12; 11:13; 22:40; Lu 16:16). Aquí, “la Ley” abarca los libros de Génesis a Deuteronomio, y “los Profetas” son los libros proféticos de las Escrituras Hebreas. Cuando se mencionan juntos, pueden referirse a todas las Escrituras Hebreas. Es obvio que los discípulos mencionados aquí eran buenos estudiantes de las Escrituras Hebreas. Puede que Felipe estuviera pensando en pasajes como los de Gé 3:15; 22:18; 49:10; Dt 18:18; Is 9:6, 7; 11:1; Jer 33:15; Eze 34:23; Miq 5:2; Zac 6:12 y Mal 3:1. De hecho, son muchos los versículos de las Escrituras Griegas Cristianas que indican que las Escrituras Hebreas dan testimonio acerca de Jesús (Lu 24:27, 44; Jn 5:39, 40; Hch 10:43; Ap 19:10).
¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? Muchos creen que este comentario de Natanael refleja la idea de que Nazaret era un pueblo insignificante, que los propios galileos despreciaban (Jn 21:2). Ni las Escrituras Hebreas ni Josefo mencionan específicamente a Nazaret. Pero la población de Jafía (que estaba a menos de 3 km [2 mi] al suroeste de Nazaret) aparece en Jos 19:12 y en los escritos de Josefo. De cualquier manera, ni las Escrituras Hebreas ni Josefo registran todas las ciudades galileas. Es interesante también que los Evangelios siempre llaman a Nazaret “ciudad” (en griego, pólis), un término que por lo general describe un centro de población más grande que un pueblo (Mt 2:23; Lu 1:26; 2:4, 39; 4:29). Nazaret estaba situada en un valle rodeado de colinas desde las que se veía la llanura de Esdrelón (o Jezreel). La zona estaba muy poblada, con numerosas ciudades y pueblos cerca. Nazaret se hallaba próxima a varias rutas comerciales importantes. Así que sus habitantes estaban informados acerca de las actividades sociales, religiosas y políticas de la época (comparar con Lu 4:23). Además, la ciudad tenía su propia sinagoga (Lu 4:16). De modo que no parece que Nazaret fuera tan insignificante. Teniendo esto en cuenta, puede que Natanael simplemente estuviera expresando su sorpresa por el hecho de que Felipe creyera que alguien de la vecina ciudad de Nazaret, en Galilea, pudiera ser el Mesías prometido. Al fin y al cabo, las Escrituras habían predicho que vendría de Belén, en Judá (Miq 5:2; Jn 7:42, 52).
sin duda un israelita en quien no hay engaño. Todos los descendientes de Jacob eran israelitas, así que Jesús no podía estar refiriéndose a sus antecedentes genealógicos. El nombre Israel significa ‘el que contiende (lucha) con Dios’ y se le puso a Jacob después de haber luchado con un ángel para que lo bendijera. A diferencia de su hermano Esaú, Jacob valoraba las cosas sagradas y estaba dispuesto a esforzarse al máximo por ganarse la aprobación de Dios (Gé 32:22-28; Heb 12:16). Así pues, Jesús le estaba diciendo a Natanael que era un israelita no solo por su nacimiento, sino porque manifestaba la misma fe y determinación a obedecer la voluntad de Dios que su antepasado Jacob. Las palabras de Jesús (quizá tomadas de Sl 32:2) también indican que no había hipocresía ni engaño en Natanael.
Verás cosas más grandes que estas. Natanael enseguida empezó a ver que se cumplían estas palabras. En un banquete de boda en su ciudad de origen, Caná de Galilea, fue testigo del primer milagro de Jesús, cuando convirtió agua en un vino de excelente calidad (Jn 2:1-11; 21:2). Junto con los otros 11 discípulos que luego serían nombrados apóstoles, vio que Jesús curó enfermos, expulsó demonios e incluso resucitó algunos muertos. Además de todo esto, Natanael y los demás apóstoles recibieron poder para hacer milagros y proclamar que el Reino de los cielos se había acercado (Mt 10:1-8).
De verdad les aseguro. Esta frase incluye en el griego original la expresión amḗn amḗn (lit. “verdaderamente, verdaderamente”). El término griego amḗn —transliteración de la palabra hebrea ʼamén— significa ‘así sea’ o ‘seguro’. Jesús lo usó con frecuencia para introducir una declaración, una promesa o una profecía; así destacaba que lo que decía era totalmente cierto y confiable. Se dice que en la literatura sagrada nadie ha usado este término como lo hizo Jesús (Mt 5:18; Mr 3:28; Lu 4:24). En el Evangelio de Juan siempre aparece repetido (amḗn amḗn). Esta repetición solo se emplea en este Evangelio, donde aparece un total de 25 veces. En esta versión bíblica, se traduce junto con el verbo que la acompaña como “de verdad les aseguro” o “de verdad te aseguro”. También se puede traducir con expresiones como “sí, en verdad les digo”, “ciertamente les aseguro” o “les digo la verdad”.
cielo. El término griego usado aquí puede referirse tanto al cielo físico como al cielo espiritual.
ángeles. O “mensajeros”. La palabra griega ágguelos y su equivalente hebrea malʼákh aparecen casi 400 veces en la Biblia. Ambas palabras tienen el significado básico de ‘mensajero’. Se traducen como “ángeles” cuando se refieren a mensajeros espirituales, y como “mensajeros” cuando no hay duda de que se refieren a seres humanos. El contexto suele dejar claro si se trata de ángeles o de seres humanos. Pero, si ambas opciones son posibles, con frecuencia se añade la otra opción en una nota a pie de página (Gé 16:7; 32:3; Job 4:18, nota; 33:23, nota; Ec 5:6, nota; Is 63:9, nota; Mt 1:20; Snt 2:25; Ap 22:8; ver glosario). En el libro de Apocalipsis, que está lleno de símbolos, hay ciertas referencias a ángeles que pueden aplicarse a seres humanos (Ap 2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14).
hacia el Hijo del Hombre. O “al servicio del Hijo del Hombre”. Cuando Jesús habló de “ángeles [...] subiendo y bajando”, puede que estuviera pensando en la visión que tuvo Jacob de ángeles que subían y bajaban por una escalera (Gé 28:12). Esta visión indicó que los ángeles son un importante instrumento de Jehová para cuidar de los seres humanos que tienen su aprobación. Del mismo modo, las palabras de Jesús en este versículo indican que los que anduvieran con Jesús tendrían pruebas de que los ángeles de Dios le servían y de que, de forma especial, él estaba bajo el cuidado y la guía de su Padre.
Hijo del Hombre. Ver la nota de estudio de Mt 8:20.