Miércoles 31 de mayo
Cuida bien a tus ovejas (Prov. 27:23).
El principio de Santiago 1:19 les aplica a los que dan consejos. Santiago escribió: “Todos deben ser rápidos para escuchar, pero lentos para hablar y lentos para la ira”. Un anciano no debería dar por sentado que conoce todas las circunstancias del hermano al que va a aconsejar. Proverbios 18:13 nos recuerda: “Responder a un asunto antes de oír los hechos es tonto y humillante”. Lo mejor es preguntarle directamente a la persona, y para ello hay que escuchar antes de hablar. El anciano podría hacer preguntas como “¿qué tal estás?”, “¿cómo te sientes?”, “¿cómo puedo ayudarte?”. Si los ancianos se preocupan por conocer la situación de los hermanos, es más probable que los ayuden y los animen. Para obtener buenos resultados al aconsejar a alguien, no basta con leer unos cuantos textos y dar algunas sugerencias. Los hermanos necesitan sentir que nos preocupamos por ellos, que los comprendemos y que queremos ayudarlos. w22.02 17 párrs. 14, 15
Jueves 1 de junio
Vino una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor (Mar. 12:42).
La vida no es nada fácil para la viuda; casi seguro que el dinero no le llega ni para vivir. Aun así, se acerca a una de las arcas y, tratando de no llamar la atención, echa dos moneditas, que tal vez apenas hagan ruido al caer. Pero Jesús sí sabe lo que acaba de echar: dos leptones, la moneda de menos valor de aquella época. Eso no daba ni para comprar un gorrión, que estaba entre las aves más baratas que se vendían como alimento. Jesús está muy impresionado por lo que hace esta viuda. Así que llama a sus discípulos, hace que se fijen en ella y les dice: “Esta viuda pobre echó en las arcas del tesoro más que todos los demás”. A continuación, les explica: “Todos ellos [especialmente los ricos] dan de lo que les sobra; pero ella, que es tan pobre, lo echó todo, todo lo que tenía para vivir” (Mar. 12:43, 44). Ese día, al echar hasta su última moneda, esta fiel mujer demostró que confiaba en que Jehová la cuidaría (Sal. 26:3). w21.04 6 párrs. 17, 18
Viernes 2 de junio
Han llenado Jerusalén con sus enseñanzas (Hech. 5:28).
Cuando Jesús estuvo en la Tierra, siempre fue positivo en su ministerio, y quiere que sus discípulos tengamos esa misma actitud (Juan 4:35, 36). Mientras Jesús estuvo con sus discípulos, estos predicaron con entusiasmo (Luc. 10:1, 5-11, 17). Pero perdieron el deseo de predicar por un tiempo cuando arrestaron y mataron a su maestro (Juan 16:32). Después de resucitar, Jesús los animó a centrarse en la predicación. Y, cuando ya estaba en el cielo, ellos predicaron con tanto entusiasmo que sus enemigos se quejaron, como se ve en el texto de hoy. Jesús dirigió la predicación de los cristianos del siglo primero, y con la bendición de Jehová muchas personas aceptaron su mensaje. Por ejemplo, en el Pentecostés del año 33, se bautizaron unas 3.000 (Hech. 2:41). Y el número de discípulos siguió aumentando muchísimo (Hech. 6:7). Ahora bien, Jesús predijo que una mayor cantidad de personas aceptarían las buenas noticias en los últimos días (Juan 14:12; Hech. 1:8). w21.05 14 párrs. 1, 2