¿Cuál es el punto de vista bíblico?
¿Es la fecundación artificial aceptable a Dios?
EL PRIMER caso registrado de fecundación artificial humana se remonta a 1799. John Hunter, un médico londinense, usó ese medio entonces para fecundar a una mujer con el semen de su propio esposo. Pero solo en los años recientes la fecundación artificial, o inseminación, se ha hecho relativamente común, naciendo cada año miles de bebés como consecuencia de ello. Cuando las parejas casadas recurren a la fecundación artificial, por lo general se debe a la esterilidad del esposo, y los donantes de la simiente comúnmente quedan en el anonimato.
Por siglos, la gente ha considerado como una adúltera a cualquier mujer que llega a ser madre de un hijo no engendrado por su esposo, y se ha considerado a la prole como ilegítima. Ciertos tribunales han adoptado una posición similar concerniente a la fecundación artificial por medio de donantes anónimos. Pero los puntos de vista varían. Aunque algunas organizaciones religiosas objetan a esos métodos de fecundación, otros grupos los favorecen.
La Biblia dice que “existe un camino que es recto ante el hombre, pero los caminos de la muerte son su fin después.” (Pro. 14:12) En vista de esto, y debido a que el razonamiento humano a menudo es defectuoso, uno hace bien en preguntar: ¿Es la fecundación artificial aceptable a Dios? ¿Qué indica su Palabra, la Biblia?
Por muchos años la fecundación artificial se ha empleado en la cría de animales. Dios le dio al hombre dominio sobre esas criaturas y le permite que las use para alimento, ropa, y así por el estilo. (Gén. 1:28; 3:21; 9:2-4) La Ley mosaica prohibía cruzar animales de dos especies, pero no limitó de otro modo lo que el hombre podía hacer para regular la reproducción animal. (Lev. 19:19) Así es que, algunos cristianos han pensado que las Escrituras no prohíben la fecundación artificial de los animales.
Pero, ¿qué hay acerca de la fecundación artificial humana por medio de donantes anónimos? Eso es algo completamente diferente. Para empezar, puede suscitar numerosos problemas. Para ilustrar: El hijo que resulta puede servir como un constante recordatorio recriminatorio de la incapacidad del esposo para engendrar hijos. Quizás falten algunos elementos deseables en la relación entre el hombre y el hijo, o aun entre el esposo y la esposa. Algunos hombres se han vuelto “locos de celos” del donante desconocido, y ciertas mujeres han robado los archivos del hospital curiosas por saber la identidad del padre de su hijo. La incertidumbre acerca del parentesco puede significar problemas emocionales para el niño. Lo que es más, las madres y los padres adoptivos quizás tengan remordimientos de conciencia al ‘vivir una mentira’ por presentar al hijo como suyo propio.—Sal. 40:4.
Aunque reconocidamente remota, existe otra grave posibilidad. El donante anónimo pudiera estar estrechamente emparentado con la mujer, y la prole de ellos quizás sufra perjudiciales efectos físicos o mentales debido a la relación consanguínea. En armonía con esto, observe lo que sucedió hace algunos años. Un médico recibió una gran conmoción cuando supo que dos jóvenes en particular estaban planeando casarse. ¿Por qué? Porque él era la única persona viva que sabía que ellos eran medio hermanos. Este médico había fecundado a ambas madres con la simiente del mismo donante.—Compare con Levítico 18:9.
El pueblo del Israel de la antigüedad no tuvo que hacer frente a la cuestión de la fecundación artificial humana por un donante anónimo porque esto no se hacía en aquel entonces. Pero los fieles entre ellos la hubieran rechazado completamente, porque Dios había decretado: “No debes dar tu emisión como semen a la esposa de tu asociado, para hacerte inmundo por ello.” La pena por desobedecer era la muerte. (Lev. 18:20, 29) La fecundación artificial de una mujer casada por medio de un donante que no sea su esposo la hace culpable de adulterio, un pecado contra Dios. (Deu. 5:18) Los cristianos saben que los adúlteros no heredarán el reino de Dios y se les advierte que “Dios juzgará a los fornicadores y a los adúlteros” adversamente.—1 Cor. 6:9, 10; Heb. 13:4.
En vista de que la fecundación artificial por medio de un donante anónimo no es aceptable a Dios, si un matrimonio cristiano recurre a ello, se expondría a ser expulsado de la actual congregación del pueblo de Jehová. (Compare con Levítico 20:10.) Después de todo, el esposo condescendiente en realidad entregó su esposa a otro hombre, y la esposa se entregó a esa persona para poder ser la madre de un hijo de un hombre con el cual ella no fue unida por Dios en matrimonio. (Mat. 19:4-6) La ausencia del contacto físico directo y el hecho de que el esposo que consiente adopta al hijo no pone a un lado la conducta adúltera.—1 Cor. 5:1-13.
A algunos cónyuges cristianos casados que no pueden producir hijos se les ha dicho que este problema se puede superar si el esposo suministra esperma para poderlo administrar artificialmente a su esposa. Si tanto el esposo como la esposa acceden completamente a que se haga esto, eso sería un asunto personal, pues la Palabra de Dios no dice nada acerca de ello y la prole resultante sería de ellos mismos; no sería el hijo de un adulterio. Sin embargo, tendrían que resolver cualquier cuestión personal en cuanto a lo apropiado de la manera de obtener el semen. Por supuesto, ellos cargarían con la responsabilidad si resultara cualquier dificultad médica o psicológica debido al procedimiento.
En cuanto a si cristianos casados deciden adoptar o no a un hijo eso es algo que ellos deben decidir. Es cierto, quizás estén muy desilusionados por no poder tener hijos propios. Sin embargo, aun si no tienen hijos, esos individuos pueden estar seguros de que sus oraciones sinceras a Jehová Dios por su espíritu santo y ayuda para cultivar cualidades como la paz y el gozo serán contestadas.—Luc. 11:13; Gál. 5:22, 23.
Muchos han hallado verdadera felicidad en el servicio de Dios aunque no han tenido hijos. En el Israel de la antigüedad, eran comunes las familias grandes y las mujeres estériles sentían una gran desilusión. Sin embargo, la hija de Jefté cumplió el voto que su padre hizo a Dios, permaneciendo soltera y sin hijos durante toda su vida. ¿Se sentía ella constantemente deprimida y desdichada a consecuencia de esto? No, porque Jehová le dio gozo en su servicio ante su santuario. (Jue. 11:30-40) Además, en estos “últimos días,” muchos cónyuges cristianos consideran el no tener hijos como una circunstancia que les permite mayor libertad para dedicarse a los intereses del reino de Dios.
Los esposos cristianos que desean engendrar hijos pero no pueden hacerlo pueden consolarse con la garantía que Jehová da en Isaías 56:3-7. En esas circunstancias, ambos cónyuges cristianos pueden estar seguros de que, si permanecen fieles a Dios, aún pueden tener el mayor gozo en la vida... el de tener la aprobación de Dios.