¿Cuál es el punto de vista bíblico?
¿Qué es el alma?
EN LA vida diaria usted sin duda ha oído la expresión: ‘No había un alma en la habitación.’ No tuvo dificultad en comprender que el que hablaba quiso decir que no había un ser humano, una persona o individuo, en la habitación. Nunca pensó que se quiso decir algo invisible, un espíritu incorpóreo.
De igual modo, cuando la Biblia usa la palabra “alma,” siempre la usa con referencia a una persona, o un animal, algo que vive, se mueve y tiene una medida de inteligencia. La palabra, cuando se usa con referencia a personas, está asociada con los deseos, las emociones y las experiencias del ser humano carnal. La Biblia dice que el alma ‘necesita comer,’ ‘que peca,’ que siente “languidez,” que puede ‘luchar por aliento.’ (Éxo. 12:16; Lev. 4:2; 26:16; Jer. 15:9) “El alma que esté pecando... ella misma morirá,” nos dice Ezequiel 18:4, 20. El alma humana no es inmortal. Pero no solo las almas que pecan pueden morir. Jesucristo, quien no tenía pecado, “derramó su alma hasta la mismísima muerte,” como un rescate, para que los pecadores, aun los muertos, pudieran ser restaurados a la vida.—Isa. 53:12.
En armonía con esto, “alma,” en el uso bíblico, según se aplica a las criaturas humanas, significa “vida como criatura humana,” o más específicamente, “la criatura inteligente que es un ser humano.” Significa toda la persona, incluso toda parte de su cuerpo, y su personalidad, con todos sus rasgos y tendencias. ¿Le parece extraño esto?
Note, pues, lo que la New Catholic Encyclopedia (Tomo 13) dice bajo el encabezamiento “Alma (en la Biblia)”: “Nepes [o, néphesh, la palabra hebrea para ‘alma’] se usa tanto con referencia a animales como a criaturas humanas. Si la vida es humana, nepes equivale a la persona, el ‘yo.’ Después de la muerte, la nepes va al Seol.
“El resumen anterior indica que no hay dicotomía [división en dos partes] del cuerpo y el alma en el AT [Antiguo Testamento]. El israelita veía las cosas concretamente, en su totalidad, y así es que consideraba a los hombres como personas y no como compuestos. El término nepes, aunque se traduce por nuestra palabra alma, nunca quiere decir alma como distinta al cuerpo o a la persona individual.”
Entonces, bajo el subtítulo “En el Nuevo Testamento,” la misma obra dice en cuanto a alma: “Ella [psyché, la palabra griega para alma] puede significar el principio de la vida, la vida misma, o el ser viviente.” Esta obra de consulta continúa diciendo que fue bajo la influencia griega (no cristiana) que psyché, a diferencia de la palabra hebrea equivalente néphesh, llegó a considerarse como separada del cuerpo y como inmortal. Concluye: “Como un ser viviente, sujeto a varias experiencias, [psique] puede referirse a animales: ‘Y toda cosa viva [psique] en el mar murió’ (Ap Rev. 16.3), o a seres humanos: ‘El temor le sobrevino a toda alma [psique]’ (Hech. 2.43; Rom. 2.9; 13.1). Así es que el psique siente, ama y desea. En esta conexión se puede usar para significar el pronombre personal o reflexivo, como en Juan 10.24: ‘¿Hasta cuándo nos tienes a nosotros [nuestras psiques] en suspenso?’”—Págs. 449, 450.
Por consiguiente, no podemos separar el cuerpo de la personalidad, como si la personalidad fuera algo espiritual o inmaterial dentro de la persona, y pudiera existir separada del cuerpo. La investigación biológica ha mostrado que una gran porción de nuestra personalidad se debe a la herencia de nuestro padre y madre y, a través de ellos, de nuestros antepasados. En cada uno de los miles de millones de células en el cuerpo de un individuo hay exactamente los mismos cromosomas y genes, los factores portadores de la herencia que lo hacen lo que es cuando nace. Al nacer ya tiene ciertas inclinaciones y características en su estructura. Estas se desarrollan y se hacen patentes a medida que crece a la madurez. Aun la estructura del cuerpo, su altura o pequeñez, figura gruesa o delgada, y así por el estilo, influyen en su personalidad. Las incapacidades afectan los rasgos de uno.
De modo que el alma ciertamente es toda la persona, toda fibra de su ser, junto con sus características... toda su personalidad. Y el cuerpo es una estructura tan estrechamente entretejida que no podemos verdaderamente decir que se puede afectar una parte u órgano sin afectar a todas las otras partes. El apóstol Pablo usó esta unidad del cuerpo humano para una ilustración. Él escribió: “El ojo no puede decir a la mano: ‘No tengo necesidad de ti’; o, de nuevo, la cabeza no puede decir a los pies: ‘No tengo necesidad de ustedes.’ Antes bien, con mucho el caso es que los miembros del cuerpo que parecen ser más débiles son necesarios, y a las partes del cuerpo que creemos que son menos honorables, a éstas las rodeamos de más abundante honra. . . . No obstante, Dios compuso el cuerpo, dando más abundante honra a la parte que le hacía falta, para que no hubiese división en el cuerpo, sino que sus miembros tuvieran el mismo cuidado los unos de los otros.”—1 Cor. 12:21-25.
A la luz de este entendimiento de lo que es el alma, podemos discernir lo que Jesús quiso decir cuando dijo: “No se hagan temerosos de los que matan el cuerpo mas no pueden matar el alma; sino, más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena.” (Mat. 10:28) Los hombres pueden matar el cuerpo y poner fuera de existencia a una persona solo por un tiempo. No pueden quitarle ‘el título’ a la vida como una persona. Dios considera a la persona fiel como viva, y es seguro de que volverá a ser un alma viviente al debido tiempo de Dios. Al refutar a los saduceos, que afirmaban que no había resurrección, Jesús dijo: “Él [Jehová] no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos ellos viven.”—Luc. 20:38.
Por lo tanto, cuando una persona es resucitada, es toda la criatura, o alma, la que es restaurada. Esto no quiere decir que se trae de vuelta el cuerpo idéntico compuesto de los mismos átomos. El apóstol Pablo explica: “Dios le da [a lo que se ha ‘sembrado’ en la muerte] un cuerpo así como le ha agradado, y a cada una de las semillas su propio cuerpo. . . . Si hay cuerpo físico, también lo hay espiritual.” (1 Cor. 15:38-44) Los que resuciten para el cielo recibirán un cuerpo espiritual, y los que vuelven para vivir en la Tierra, un cuerpo físico. Al resucitar a una criatura humana de la muerte a la vida sobre la Tierra, Dios fácilmente puede reconstruir, con átomos diferentes, las células corporales con la misma estructura y arreglo genéticos. Él puede, en realidad, imprimir en ese cuerpo las características adicionales que la persona había adquirido durante su vida. Esto es tan sencillo para Dios como lo es para el hombre registrar y reproducir fotografías y sonidos electrónicamente por medio de la cinta de video.
Por otra parte, si Dios destruye al individuo en el “Gehena,” el cual es símbolo de la muerte eterna, la persona no solo es puesta fuera de la existencia por el momento, sino que realmente está muerta para siempre, porque Dios ha destruido su “alma,” su ‘título’ a la vida.—Mat. 10:28.
Por lo tanto, al individuo que quiere la vida le atañe usar su propia alma, todo su ser y facultades, para servir a Dios. Jesús dijo acerca de esto: “El que tiene afecto a su alma la destruye, pero el que odia su alma en este mundo la resguardará para vida eterna.” (Juan 12:25) Las cosas en que debemos interesarnos no deben ser meramente las cosas físicas de la actualidad, sino la obediencia a Dios, el que puede dar a nuestra alma vida eterna.